Mexico and the World
Vol. 11, No 2 (Spring 2006)
http://profmex.org/mexicoandtheworld/volume11/2spring06/unmetodo.html

Un método proporcional para estimar la brecha del PIB entre Estados Unidos y América Latina a partir de 1940

James W. Wilkie y Michael Ray

James W Wilkie es profesor de historia en la Universidad de California en Los Ángeles y se especializa en estudios políticos y análisis de América Latina en el contexto de la globalización El presente estudio se basa en su trabajo: ·Más allá del PIB. cambios sociales básicos en las Américas', presentado en la conferencia Desarrollo e Inequidad en América Latina en la Universidad de florida en 1979.

Michael Ray está por graduarse en el programa de doctorado en historia latinoamericana de la UCLA; tiene también una maestría en administración de negocios con especialización en finanzas y economía de la Universidad Claremont.

Para la versión en inglés (la cual es menos amplia), véase http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume7/1winter02/ray.html

     Por décadas se ha aceptado que los países ricos se han vuelto más ricos y los pobres, más pobres. En tanto que académicos, políticos y responsables de la política internacional creen en esta idea y la promueven, pocos han intentado examinar la evidencia. Para determinar si existe una creciente brecha económica entre 20 países de América Latina y Estados Unidos,1 este estudio: 1) comparará seis series de largo plazo sobre el PIB y una proyección: 2) desarrollará dos senes de largo plazo para el periodo que inicia en 1940, y 3) examinará los totales de una serie adicional de PIB para conocer los efectos de los cambios de años base y la inflación.

     Debido a que las senes, excepto una, eliminan la inflación al convertir el PIB en dólares constantes de un año en particular (1960, 1970, 1980 o 1990), desarrollaremos una nueva serie en dólares corrientes y presentaremos todas las series con un método proporcional que calcula los datos de América Latina respecto a los de Estados Unidos para años seleccionados.

     ¿Qué tanto difieren las senes presentadas aquí? Las senes existentes miden el PIB en términos de paridad del poder de' compra (PPC), que ajusta el tipo de cambio del dólar para cada país con el fin de determinar el valor «real» de su moneda, no el que le asigna el mercado global de cambios. Nuestras senes de largo plazo, la W-Rl y la W-R2 (Wilkie-Ray), no usan el método PPC, sino que convierten el PIB de cada país de acuerdo con el tipo de cambio dólar corriente (TCD).2 Con todo lo útil que pudiera ser el método PPC, creemos que no representa la «realidad», sino que sobreestima las ganancias económicas.

     El método PPC usa «dólares internacionales» para convertir el PIB en valores que teóricamente eliminan los sesgos cambiarios, tal como se explicará más adelante. En este estudio utilizamos para efectos de comparación tres senes ampliamente publicadas: 1) la SALA, Satistical Abstract oJ Latín America (SALA), basada principalmente en datos de la Comisión Económica para Aménca Latina y el Caribe (CEPAL), existente en vanas fuentes: 2) la proveniente de Thorp (1998), de aquí en adelante llamada Thorp, y 3) la de Maddison (1995). La seríe Maddison nos permite extender el análisis más allá de la brecha económica entre Estados Unidos y Arnéríca Latina para considerar si existen brechas similares en otros países respecto a Estados Unidos o Gran Bretaña.

     La metodología PPC se deriva de trabajos hechos por investigadores de la Organización de las Naciones Unidas (incluyendo la CEPAL), el Banco Mundial, la Universidad de Toronto, la Universidad de Pensilvania3 y de otros lugares para expresar los datos nacionales de PIB en «dólares internacionales». El método PPC convierte el PIB de diferentes países a dólares estadounidenses, revaluando el producto bruto: usa una canasta básica de bienes y servicios para definir el número de unidades monetarias de cada país que se necesitan para adquirir la misma canasta en Estados Unidos empleando, por supuesto, dólares. Con ese método el PPC busca sobre todo incluir el valor -real- de los servicios, que son los más difíciles de medir.

     Para los investigadores la cuestión del método, sea el PPC o d TCO, es un foco de controversia.4 Por un lado, los cálculos del PIB que usan tipos de cambio (cuadro 2) conducen a un desplazamiento del nivel del producto, que usualmente queda subvaluado o sobrevaluado, dependiendo de cómo establecen los dirigentes políticos el tipo de cambio de su respectivo país. Aunque algunos investigadores argumentan que los tipos de cambio monetarios distorsionan la «realidad», creemos que es importante tomar en consideración la situación económico-política de la población. Las distorsiones de los tipos de cambio generalmente cambian la «realidad» al alentar (o desalentar) actividades como las exportaciones (e importaciones) y el contrabando.

     Por otro lado, el factor de conversión PPC es, en principio y en la práctica, difícil si no imposible de usar para calcular coherentemente por qué los bienes y servicios no son siempre directamente comparables de un país a otro, especialmente de diferentes regiones. Aunque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) declara que ha establecido la uniformidad en los cálculos de la Unión Europea, no puede decirse lo mismo de la mayoría de las otras economías industriales, como Japón y Estados Unidos. Es especialmente difícil, por ejemplo, medir el producto y los precios de servicios como la salud y la educación.

     Además, hay problemas al emplear las estimaciones con base en el PPC para calcular el tamaño relativo de una economía: los precios PPC fueron tomados como estándar en 1985 (sólo para 64 países) y en 1993 (para mayor número de países), y se desarrollaron posteriormente por medio de estudios anuales o en regresiones preparadas por el International Comparison Program (ICP).5 Finalmente, los datos para el PPC se basan en sondeos de investigación notoriamente difíciles incluso en las economías avanzadas.6

     Pese a estas dificultades, investigadores de las Naciones Unidas observaron que existían ciertas regularidades entre 1) el PIB y sus gastos más elevados cuando se medían a precios de mercado, y 2) el PIB y sus componentes cuando se medían en precios «internacionales», derivados de los experimentos ICO.

     «Sobre esa base de (y usando otros datos parciales para precios al consumidor), [se] ha derivado una técnica para aproximar los niveles PPC del PIB y sus principales componentes para países que no han participado en los sondeos ICP». El resultado de este enfoque se conoce como el cuadro Penn de las World Tables.7

     Aunque nos referimos al producto nacional bruto (PNB) en la tabla B6, donde definimos el PIB como parte del PNB y comparamos PIB-TCO, PIB-COC y PIB-PPP para seis países en 1996, no usamos el concepto de PNB en nuestro análisis porque el mundo en desarrollo se ha enfocado casi exclusivamente al aspecto interno del producto nacional. América Latina se concentra en el PIB más que en el PNB desde 1960, cuando la CEPAL emprendió un cuidadoso intento de medir la producción de bienes y servicios dentro de cada país de la región.

     Los cerebros de la CEPAL que hicieron estudios del mundo en desarrollo han estado más interesados en el PIB que en el PNB por una razón principal: el PIB indica la cantidad de bienes y servicios (incluyendo exportaciones) producidos dentro del país, o sea, una preocupación de los países que buscan mejorar su competitividad mundial. En contraste, el PNB toma en consideración el ingreso que se gana fuera del país y retorna del exterior, que no ha sido un factor característico de muchos países (México es una excepción importante porque desde fines de los noventa sus compañías privadas han empezado a invertir en América Central, América del Sur, Estados Unidos y Europa).8

     Recientemente se han formado grupos bien intencionados para proponer mediciones alternativas que no incluirían como ganancias económicas, por ejemplo, los costos de corregir los daños ecológicos. La organización Redefiniendo el Progreso (RP), entidad no lucrativa creada para promover políticas públicas con sede en Oakland, California, ha criticado el concepto de PIB. De acuerdo con la RP el concepto de PIB es parte de un complot del mundo desarrollado para ocultar la explotación del mundo en desarrollo, en el cual:

en 1991 el PNB se convirtió... en el PIB -cambio silencioso que tiene graves consecuencias.

Bajo las anteriores mediciones, el producto nacional bruto, los ingresos de las firmas multinacionales se atribuían al país donde estaba la propiedad de la misma y donde irían a parar las, ganancias a fin de cuentas. Bajo el producto interno bruto, sin: embargo, las ganancias se atribuyen al país donde se encuentran las fábricas o minas, incluso aunque tales ganancias se fuguen. Este cambio en las mediciones convirtió a naciones desesperadas por recursos en centros de bonanza, a la par que se apoyaba a la economía mundial. A su vez, un hecho básico quedaba oculto: las naciones del Norte, se están apropiando de las ganancias del Sur, pero atribuyendo las mismas al Sur.9

     Esta teoría de la conspiración no sólo carece de fundamento, sino que además la RP es incapaz de entender que el PIB no es un término que sustituya al PNB; el PIB es parte del PNB.

Aun cuando el PNB pudiera ser inferior al PIB, esto pasa irónicamente sólo en el caso de Estados Unidos (cuadro 6). Es más, muchas de las ganancias «extranjeras» se invierten en el país en desarrollo.

     La RP va más allá al proponer un conjunto ideal de indicadores que ajustarían los datos de PIB al restar del PNB ciertos componentes a fin de crear un nuevo concepto que llaman IPG (indicador de progreso genuino).10 Los conceptos que la RP propone deducir del PIB son casi imposibles de medir, como los costos médicos y de reparación, los cuales irónicamente la RP cree que no contribuyen a un cambio positivo.

LA TEORÍA DE LA BRECHA CRECIENTE

La teoría de la brecha económica ganó reconocimiento inicial con la publicación en 1969 del reporte de la Comisión para el Desarrollo Económico, dirigida por el entonces primer ministro de Canadá, Lester B. Pearson (Pearson, 1969). El Reporte Pearson detectó una declinación en la ayuda extranjera y en la inversión dirigida a los paises en desarrollo, por lo que convocó en 1970 a la Conferencia de la Universidad de Columbia sobre Desarrollo Económico Internacional. Un resultado de este encuentro fue la publicación en 1971 de The widening gap: development in the 1970s  (Ward, Runnalls y D'Anjou, 1971, citado de aquí en adelante como Ward). La introducción del libro contiene una declaración firmada por más de 100 académicos, funcionarios públicos, diplomáticos y otros líderes, que señalan:

La creciente brecha entre los países ricos y los pobres se ha convertido -en palabras del reporte Pearson- en un aspecto central de nuestro tiempo. En términos de ingreso, niveles de vida, poder económico y político, en décadas recientes un tercio del mundo ha avanzado considerablemente, dejando al resto de la humanidad en condiciones de pobreza relativa, en ocasiones sin acceso a agua potable, educación, asistencia médica básica o vivienda adecuada. Con la tecnología moderna y la capacidad productiva existente, ninguna de estas carencias persistiría, si la humanidad tuviera la voluntad y la organización para usar esos recursos que tenemos al alcance (Ward et al., 1971: 10-11).

     Los lectores que han buscado la evidencia de la brecha creciente no encontraron mucho ni en el Reporte Pearson ni en 1 Ward, excepto la información proporcionada por Jolly (1971). Jolly compara el PIB promedio (en dólares de Estados Unidos d~ I 1960) de 21 países desarrollados con el PIB promedio de los países en desarrollo por regiones para el periodo comprendido entre 1950 y 1967: basado en esta evidencia, efectúa estimaciones para 2000 (gráfica 1 y cuadro 1). Jolly llega a la conclusión de que la brecha absoluta entre América Latina y el mundo en desarrollo, expresada en PIB/C, continuará ampliándose. A pesar de que basó sus estimaciones en datos limitados, Jolly concluyó que debido a la brecha económica creciente hay también una brecha social en aumento entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo. El autor efectúa la proyección de que para América Latina la brecha absoluta se habría incrementado en 564.3 por ciento entre 1950 y 2000.11

     De la teoría de la brecha creciente se ha derivado el corolario de que América Latina ha quedado y está quedando cada vez más rezagada respecto a Estados Unidos, de acuerdo con el modelo mundial con que se miden todos los países.12

     La aceptación de esta teoría ha llegado hasta los círculos de quienes hacen políticas, así como al hombre de la calle y los estudios a fondo efectuados para comparar la situación de América Latina con la de Estados Unidos.

     Concluir que hay una brecha creciente parece lógico por varias razones. Dada la revolución tecnológica en Estados Unidos y la introducción generalizada de computadoras y redes sofisticadas de telecomunicaciones desde la segunda guerra mundial, muchos han acuñado la hipótesis de que la competitividad latinoamericana continuaría deteriorándose. Es más, debido a las persistentes tasas de desempleo en América Latina. la región no ha podido concentrarse en la tarea de modernizar su industria y su fuerza de trabajo. Aunque la hipótesis de un deterioro relativo de la situación económica en la región parece i válida, los académicos no se han propuesto actualizarla.

     La imagen de una Latinoamérica «pobre» refleja la persistencia de una visión externa de la región a lo largo de toda la historia que con frecuencia tiene que ver más con la apariencia; que con la realidad. Por ejemplo, contrariamente a la visión moderna, durante la mayor parte del periodo colonial América, Latina era vista como una tierra de riqueza cuyas ciudades, mercados y recursos sobrepasaban a los de Europa.

     La noción de que América Latina se está rezagando del mundo «desarrollado» surgió en el siglo XIX. Como resultado de la revolución industrial y agrícola, los observadores de Europa y Latinoamérica llegaron a ver a esta última como «atrasada» no porque empeorara su situación, sino por el progreso en; Europa. La América Latina que se visualiza como atrasada ha sido estudiada por Steven Topik, quien destacó que «no es que AL sea atrasada, sino que Europa está adelantada (Topik, 1987: 549). De acuerdo con este autor, el estándar para juzgar a Latinoamérica cambió de un marco moral a otro definido por el avance material, que la Ilustración definía como resultado del progreso científico. Así, dice Topik, las colonias latinoamericanas no fueron vistas como algo diferente de Europa, sino como una aproximación a la misma en sus etapas iniciales. Aunque algunas de las visiones de América Latina dieron lugar a explicaciones raciales, culturales y geográficas de su subdesarrollo, persistió la noción central de que Latinoamérica estaba económicamente a la zaga del mundo desarrollado, sin duda por todos los tiempos.

PRUEBA DE LA TEORÍA DE LA BRECHA ECONÓMICA

Para probar la teoría de la brecha creciente, este análisis compara la situación económica de veinte países latinoamericanos con la de Estados Unidos, usando cuatro series de datos además de los nuevos generados aquí (W-R1 y W-R2):

1. W-R1 uniendo los datos de la CEPAL (1940-1998 en dólares estadounidenses de 1970);13 PIB-TCD (en términos de tipo de cambio dólar).14

2. La serie SALA, que une datos de la CEPAL (1940-1998 en dólares estadounidenses de 1970);15 PIB-PPC (en términos de paridad de poder de compra); PIB-ppC.16

3. Serie Thorp (1950-1995 en dólares estadounidenses de 1990);17 PIB/C-PPC.

4. Serie Maddison (1820-1994 en dólares estadounidenses de 1990);18  PIB-PPC; PIB/C-PPC.19

5. Serie Moreno-Pérez (1940-1998 en dólares estadounidenses de 1980); PIB-PPC (apéndice C); PIB/C-TCD (apéndice D).

6. W-R2, serie desarrollada a partir de datos del FMI (19501998, en dólares corrientes de Estados Unidos); PIB-TCD (no deflactado); PIB/C-TCD (no deflactado).

     De estas series, usamos dos métodos analíticos: valores absolutos y tipo de cambio. Además, presentamos todas las series como proporción de los valores de Estados Unidos.

     La serie Maddison es importante porque nos permite determinar si hay una «brecha» económica entre dos países ricos, Reino Unido y Estados Unidos. Además, podremos comparar, con los datos de Thorp y Coatsworth, así como con los de, Engerman y Sokoloff para evaluar la información en términos proporcionales.

     Además de examinar la región latinoamericana como un' todo, este estudio analiza datos particulares de Brasil, México y Chile. Este enfoque proporciona una visión de la situación de América del Sur. América del Norte y los dos países más grandes de América Latina en términos de su PIB; juntos, Brasil y México representaban en 1998 el 74 por ciento del PIB total de la región, más del doble de la participación que tenían en 1940, cuando era de 36 por ciento.

     Los datos para Cuba son problemáticos. En los inicios de. 1959 Fidel Castro adoptó, para medir el crecimiento económico,' el estándar del bloque oriental, o sea el producto social bruto (PSB), en lugar de PIB. Paradójicamente. el PSB no considera el pago a profesores y trabajadores de la salud pública por considerarlos «improductivos»20 Las agencias internacionales y muchos académicos han intentado, especialmente desde la caída del muro de Berlín en 1989, desarmar el espurio concepto de PSB para así recalcular los datos y efectuar comparaciones basadas en el PIB. Los datos cubanos de PIB/C que se utilizan aquí proceden de Thorp (1998: 353). Este autor presenta datos de PIB/C en dólares de 1965, que no se convirtieron en datos de 1970 por lo cuestionable de la información original y de las grandes variaciones de las ocho estimaciones del crecimiento del PIB.21 Además, los datos para los noventa (cuadro 2) muestran una declinación de 23 por ciento en comparación con datos recientes de la CEPAL, que muestran una baja de 29 por ciento.22 Los datos de Cuba presentados aquí son una estimación gruesa y la diferencia entre dólares de 1965 y de1970 es mínima para nuestros propósitos.23

     Debido a que para nueve países (Bolivia. República Dominicana, Haití, Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y Perú) no hay datos de 1940, hemos hecho nuestras propias estimaciones (véase apéndice A para una discusión sobre la metodología).

LA SERIE PIB-TCD, TOTAL Y PER CÁPITA

En contraste con el método PPC para convertir el PIB a dólares estadounidenses (que se discutirá más adelante), nuestra serie TCD (cuadro 2) muestra que en 1940 el PIB para América Latina fue de 32 000 millones, y se incrementó a 324 000 millones en 1998. Mientras tanto, en Estados Unidos el PIB creció de 304 000 millones en 1940 a 2.4 billones en 1998. La brecha absoluta del PIB entre América Latina y Estados Unidos se incrementó de 271 800 millones en 1940 a 2.1 billones en 1998. Este análisis en términos absolutos parece confirmar la teoría de la brecha creciente.

     Para resolver el problema derivado de la base desigual de comparación de América Latina con Estados Unidos, vamos a' examinar el PIB latinoamericano como porcentaje del norteamericano (cuadro 3) para determinar si los veinte países en su conjunto están avanzando en comparación con Estados Unidos y, si es el caso, en qué medida. Durante el periodo de 58 años analizado aquí el PIB latinoamericano pasó del 10.4 al 17.4 por ciento del de Estados Unidos en 1980, para declinar a 13.7 por: ciento en 1998. Parece que América Latina primero se enriqueció y después se volvió pobre.

     Las comparaciones a nivel de país muestran variaciones subregionales. Brasil, México y Chile son ejemplos útiles. La participación del PIB de Brasil en el de Estados Unidos subió de 2.1 a 4.4 por ciento entre 1940 y 1998: la de México aumentó de 1.6 a 3.6 por ciento, mientras que la de Chile cayó de 1.9 a 0.8 por ciento. Desde este punto de vista, vemos que la brecha se cierra, pero no para todos los países.

     Para sopesar más a fondo la naturaleza de la brecha analizaremos los datos absolutos de PIB/C (cuadro 4). El promedio para toda América Latina fue de 257 dólares por persona en 1940, cantidad que se incrementó rápidamente en todas las décadas hasta 1980, para declinar en 1990 y volverse a incrementar en 1998 con un promedio de 659 dólares. Mientras tanto el PIB/e de Estados Unidos se incrementó de 2 289 dólares en 1940 a 8 641 en 1998 (cuadro 4).

     Cuando restamos el promedio latinoamericano del de Estados Unidos encontramos que la brecha se incrementó de 2 033 dólares en 1940 a 7 982 en 1998. Para Brasilia brecha PIB/C se incrementó de 2 128 a 8 O 13 dólares. México vio aumentar su brecha de 2 049 a 7 764 dólares. Para Chile, en 1940 la brecha fue de 1 848 Y en 1998 llegó a 7 411 dólares. Desde esta perspectiva, entonces, la brecha se incrementó drásticamente.

     Veamos de nuevo las tasas de crecimiento (calculadas con base en los datos del cuadro 4). A pesar de la «década perdida» de los ochenta, el PIB/C de América Latina se incrementó en 157 por ciento de 1940 a 1998. El crecimiento por década fue impresionante: 23.5 por ciento en los cuarenta. 23.8 por ciento en los cincuenta, 29.7 por ciento en los sesenta y 33.9 por ciento en los setenta. En los ochenta el PIB/C de América Latina decreció 5.7 por ciento, pero se incrementó de nuevo en los noventa, aunque sólo un 2.7 por ciento. El incremento anual del PIB/C para el conjunto de América Latina durante el periodo 1940-1998 fue de 1.6 por ciento.

     Para los tres países de la región citados la tasa de crecimiento entre 1940 y 1998 fue como sigue: para Brasil 288.4, para México 265.7 y para Chile 179.3 por ciento, o sea más de 100 por ciento más que para el promedio de América Latina y muy cerca del promedio de Estados Unidos. En este último país el PIB/C se incrementó 277.5 por ciento en ese periodo, o sea un promedio de 2.4 por ciento (0.8 por ciento más que el promedio de los tres países de América Latina).

     Examinaremos el PIB/C de América Latina como porcentaje del de Estados Unidos (cuadro 5). La participación latinoamericana fue de 11.2 por ciento en 1940, y disminuyó a 7.6 por ciento en 1998, lo que demuestra que existe una brecha creciente.

     Sin embargo, los datos para México y Brasil entre 1940 y 1998 permanecen estables en cerca de 7 y 10 por ciento, respectivamente. En Chile, el tercer PIB/C más alto de América Latina, la participación pasó de 19.3 a 14.2 por ciento en los años] citados. En términos de la participación de América Latina en el producto per cápita de Estados Unidos, la brecha económica se amplió para toda la región y para Chile, pero permaneció en el mismo nivel para Brasil y México. Esta es una buena noticia para ambos países que ilustra, de paso, la complejidad de las estimaciones sobre la brecha económica.

     Es interesante destacar que el PIB/C de América Latina permaneció prácticamente constante en 10-11 por ciento del de Estados Unidos entre 1940 y 1980. Sólo durante los ochenta y los noventa se amplió la brecha para la región. Este deterioro siguió al aumento de los precios del petróleo y los efectos que tuvo en la región por los embargos petroleros decretados por la OPEP contra Estados Unidos en 1973 y 1979. Los embargos tuvieron como consecuencia que el motor económico mundial se desacelerara y se redujera la demanda de los países industrializados de materias primas latinoamericanas. La declinación de las exportaciones de América Latina condujo a la crisis de la deuda que la afectó después de 1982.

 

 

COMPARACIÓN DEL PIB-TCD CON EL PIB-PPC

Algunos investigadores de las Naciones Unidas argumentan que ninguno de los dos métodos para convertir el PIB a dólares estadounidenses, el TCD o el PPC, puede aplicarse de manera teóricamente consistente para muchos países. Es importante destacar, sin embargo, que el método PPC sobreestima el tamaño de muchas economías y su capacidad para participar en el mercado mundial.

     En efecto, la metodología de la paridad del poder de compra y el tipo de cambio con el dólar compiten de manera irónica. El PPC no mide propiamente el tamaño de una economía, sino más bien el costo que tienen para los ciudadanos los bienes y servicios adquiridos, eliminando del mismo la distorsión que causa el tipo de cambio del dólar. Así, la PPC, en nuestra opinión, convierte las monedas no a «dólares internacionales", como dicen quienes lo proponen, sino a «dólares domésticos", lo que indica el poder de compra de la moneda en cada país.

     Medir el tamaño de una economía de acuerdo con el PNB y el PIB, que son mediciones enfocadas hacia afuera, en comparación con el PIB-PPC que está enfocado hacia afuera, saca a la luz una serie de problemas con este último método. En el cuadro 6 aparece la producción de bienes y servicios de China, Hong Kong, Japón, México, Singapur y Estados Unidos usando los métodos PNB-TCD, PIB-TCD y PIB-PPC para 1996.

     Los datos indican en qué grado se sobredimensiona el tamaño de la economía, por ejemplo, de México y de China. A aquellos que conocen bien estos países les parecerá imposible imaginar que el PIB/C-PPC de México sea de 8 100 dólares y que el de China sea de 2 800. Esto implica que el método PIB-PPC adopta una visión de «estamos muy bien, gracias» y que no hay necesidad de ayuda extranjera. Por sI fuera poco, el método PIB-PPC merma la riqueza total de Japón en 64.1 por ciento de la estimación PIB-TCD.

     Esta «falsa» visión de Japón derivada del método PIB/CPPC lo explica implícitamente Mann (2001; véase también Ball, 2001):

Observar los desesperados esfuerzos de cada nuevo gobierno de Estados Unidos para lidiar con Japón me recuerda la vieja tonada: «Sorpresa, oficial Krupke»

Hay un número de baile en el West Side Story en el que un policía de nombre Krupke lleva a un chico que había arrestado ante varios especialistas. Cada uno de los expertos en su turno ofrece una explicación diferente de cuál es el problema. «El problema es que está loco», dijo el juez. «El problema es que se emborracha», opinó el siquiatra. «El problema es que está creciendo», dijo luego el siquiatra. «El problema es que ya creció» dijo el trabajador social.

Así sucede con la administración Bush, que en sus primeras semanas en el cargo, ofreció su novedoso pero cuestionable dictamen sobre los «problemas» con la economía japonesa.

El secretario del Tesoro, Paul H. O'Neíl, dijo que el gobierno japonés necesita ayudar a su gente a «lograr un estándar de vida más alto». Bajo este razonamiento, si los consumidores como pran más bienes, la estancada economía japonesa comenzará a crecer de nuevo».

El enfoque de O'Neíl representa un cambio respecto al de la administración Clinton. El entonces secretario del Tesoro, Robert E. Rubin, y Lawrence Summers argumentaban que el «problema» de Japón era que el gobierno no estaba gastando lo suficiente para estimular la economía.

Bajo presión de los funcionarios de la administración Clinton, Japón vivió una racha de gastos en obras públicas, construyendo presas y puentes, que frecuentemente eran innecesarios y que a fin de cuentas no produjeron la recuperación económica.

Ahora O'Neíl afirma que el gobierno de Bush dejará de instigar a los japoneses para que sigan gastando.

En las dos últimas décadas hemos observado una sucesión de redefiniciones de los «problemas» de Japón.

Durante la administración Reagan el problema fue el tipo de cambio dólar-yen. No, dijo su sucesor Bush, necesitamos concentrarnos en los «impedimentos estructurales», que contribuyen al déficit comercial sistémico con Japón. No, Japón necesita comprar más carros y autopartes norteamericanas, pensaba la administración Clinton en 1993.

Las declaraciones de O'Neill detonaron un breve pero fascinante debate en Estados Unidos sobre los estándares de vida en Japón.

Algunos críticos consideran que está enteramente equivocado, porque los japoneses -a pesar de una década de bajo crecimiento- están viviendo verdaderamente muy bien. Los japoneses frecuentemente están bien pagados, tanto o más que los norteamericanos, visten ropa cara y viven más, en promedio, que los norteamericanos.

«Debería pedírsele a gente como O'Neíll ... ir a las tiendas departamentales o almacenes de Japón cualquier domingo, o ir a un club en la tarde. o incluso a los restaurantes de Tokio cualquier noche», dice Ezra Vogel, especialista en Asia de la Universidad de Harvard.

«Japón es como un La Jolla gigante», dice Chalmers Johnson, presidente del Instituto Japonés de Estudios Políticos, una organización no lucrativa, comparándola con esta ciudad del sur de California. «Tiene el estándar de vida más alto del planeta».

Otros respondieron que O'Neíll los tenía en la mira porque los japoneses viven en casas diminutas que a veces no tienen lavavajillas, secadora y otros aparatos electrodomésticos que muchos norteamericanos sí tienen.

«El nivel de vida japonés es inferior al nuestro, pero no tan inferior como pareciera si uno recorre las calles de Tokio», dice Edwards Lincoln, un especialista en economía japonesa de la Brookings Institution. «Viven en casas pequeñas, pero en compensación gastan su dinero en bolsas Gucci y ropa Pierre Cardin».

No está claro qué beneficio obtendría Estados Unidos de urgir a Japón para que gaste más en ciertos grandes rubros como vivienda, de la que los consumidores carecen...

La pregunta más importante de todas es por qué Estados Unidos se siente obligado a decirle a Japón cuáles son sus problemas. La respuesta parece formar parte de la relación entre los dos países posterior a la segunda guerra mundial.

«Por los últimos 56 años nosotros [Estados Unidos] hemos estado en la posición de decirle a los japoneses qué hacer -al principio literalmente durante la ocupación [de posguerra]-», dice Lincoln.

Ciertamente, esta es una proposición de doble vía. Japón también le ha estado pidiendo a cada administración norteamericana que le diga qué hacer y junto con ello también su aprobación. Tal como el chico de la canción:

«Sorpresa, oficial Krupke, estamos muy decepcionados. Nunca tuvimos el cariño que cada pequeño debe tener: no somos delincuentes, no nos comprenden. En el fondo, somos buenos»

Para ser justo con O'Neíll, lo que él parece querer decir, acaso torpemente, es que en vez de señalarle a Tokio qué hacer. Estados Unidos debe dejar a los japoneses decidir si quieren mayor crecimiento económico. Este sería un paso positivo para tratar a Japón como una nación normal.

Pero la administración Bush puede tener problemas con una relación «fuera manos», si la estancada economía japonesa amenaza con afectar a sus vecinos y a Estados Unidos como sucedió hace tres años.

«La visión de la presente administración se mantendrá en tanto persista la crisis financiera -dice Johnson-. Japón es la fuente del capital que llega a la economía, lo cual asegura que la inflación sea baja. Si esta relación se rompiera, el resultado sería una catástrofe».

En otras palabras, Estados Unidos y Japón son tan dependientes uno del otro que, incluso cuando tratan de cambiar, tienden a regresar a sus papeles originales. «Sorpresa, el oficial Krupke, no ha hecho que su última cortina caiga».

Aunque el método PIB-PPC presenta inconvenientes, se le usa ampliamente y constituye una herramienta reconocida para comprobar la teoría de la brecha creciente.

LA SERIE PIB-PPC y LA SERIE SALA TOTAL Y PER CÁPITA

La serie SALA del PIB-PPC para América Latina y Estados Unidos (cuadro 7) presenta un cuadro más favorable del primer grupo de países que la serie W-Rl (cuadro 2). Medido de acuerdo con la serie SALA, el PIB latinoamericano para 1940 fue de 40 400 millones de dólares, comparado con 31 700 millones de acuerdo con la serie W-R1. Igualmente, el PIB para 1998 fue de 418700 millones (cuadro 7), comparado con 324 200 millones de dólares (cuadro 2).

     Irónicamente, la tasa de crecimiento del PIB-PPC total de América Latina decreció en el periodo de 58 años de 937 (cuadro 7) a 922 (cuadro 2), porque la región parece (cuadro 7) que estaba en mejores condiciones en 1940.

     En términos de la posición relativa, de acuerdo con la serie SALA, en 1940 América Latina tenía un PIB de 13.3 por ciento del de Estados Unidos (cuadro 8) y de acuerdo con la serie W-Rl el dato fue de 10.4 por ciento (cuadro 3). Para 1998 los datos fueron de 17.7 (cuadro 8) y de 13.7 por ciento (cuadro 3), respectivamente.

     En términos per cápita, la serie SALA (cuadro 10) indica que en 1940 el PIB/C latinoamericano era de 14.3 por ciento del de Estados Unidos, en tanto que para W-Rl (cuadro 5) fue de 11.2 por ciento. Para 1998 los datos fueron, respectivamente, de 9.9 y de 7.6 por ciento.

     El cuadro 10 también muestra algunos contrastes con los datos para países individuales. De 1940 a 1998, como porcentaje del PIB/C-PPC de Estados Unidos, Brasil cerró su brecha en 0.3 por ciento, para situarse en 9 por ciento del PIB-PPC estadounidense. En los casos de México y Chile la brecha se amplió, para el primero en 0.4 para situarse en 14 por ciento en 1998, mientras que para Chile la brecha se incrementó 5.6, para alcanzar el 15.9 por ciento en 1998.

     Volvamos la vista a otro cuadro menos sombrío de la relación entre el PIB/C de América Latina y el de Estados Unidos, que es el proporcionado por Rosemary Thorp.

 

LA SERIE THORP. 1950-1995

Por invitación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y para conmemorar el fin del siglo XX, Rosemary Thorp se dio a la tarea de escribir la historia de las economías de América Latina de 1900 a 1995. La autora organizó grupos de trabajo, consulta y asesoría para desarrollar el estudio (Thorp, 1998). Su serie de largo plazo, sin embargo, ofrece información para todos los países de la región sólo desde 1950, con datos de PIB/C-PPC por intervalos de diez años, excepto para 1990-1995. Thorp presenta explicaciones cuidadosas de la metodología y de la bibliografía utilizada. Usa promedios de tres años para cada fecha, a fin de reducir el problema de la fluctuación de los datos.

     Como Maddison, que se discutirá después, Thorp enfrenta el problema de que la «realidad» puede ser determinada. En efecto, la percepción de la realidad que deriva de los datos anuales (más que los promedios trianuales) de PIB, sus componentes y tasa de cambio existente constituye la base sobre la cual los gobernantes y los inversionistas toman sus decisiones, las cuales, independientemente de la «realídad», interactúan con la historia y cambian su curso. Así, Thorp analiza brillantemente los procesos económicos subyacentes que parece que se dan casi en forma pasiva, sin participación de los gobernantes, inversionistas y grupos civiles organizados, incluso sin los sindicatos. Una secuela o conclusión, con discusiones del papel que han' desempeñado gobiernos, líderes y personas hubiera sido un magnífico complemento del libro de 1998.

     Debido a que Thorp no presenta datos de PIB-PPC, procederemos a analizar su tendencia para el PIB/C en dólares del 1970 (cuadro 11). Sus datos sugieren que la brecha económica absoluta entre Latinoamérica y Estados Unidos se amplió, de acuerdo con nuestros cálculos, de 2 905 a 6 863 dólares.

     Además, el BID anunció con fanfarrias en la contraportada del libro que contiene el estudio que aunque el ingreso per Cápita en América Latina se incrementó cinco veces desde 1900, fue en 1995 más bajo en proporción del de Estados Unidos (la aproximación de Thorp al mundo industrializado) en comparación con un siglo atrás. Pero cuando examinamos los porcentajes que se, ofrecen en el cuadro 12 esta afirmación no se sostiene. Thorp no ofrece el PIB-PPC total para la primera mitad del siglo XX, pero en 1950 el PIB/C-PPC latinoamericano como porcentaje del norteamericano fue de 11.9 por ciento y en 1995 de 11.4 por ciento, lo que revela una relación estable excepto por el incremento temporal de 1980 a 14 por ciento. El PIB / C de Brasil como porcentaje del de Estados Unidos se elevó drásticamente de 6.5 a 10.4 y luego a 12.3 por ciento durante el boom de los ochenta. La relación per cápita para México y Chile permanece bastante estable durante el periodo de 45 años; como el de Brasil, el porcentaje para México se incrementó en 1980 a 18.4 y para Chile a 15.2 por ciento. Para 1995 México y Brasil estaban aproximadamente en 14 Y 18 por ciento, respectivamente, sólo un poco más que en 1950. Así, ¿cuál es la evidencia que apoyaría la afirmación del BID de que la brecha económica se ha ampliado?


     Aunque el BID enfatizó que la participación de América Latina en el comercio mundial ha declinado a la mitad desde 1900, Thorp no ofrece datos sistemáticos que apoyen esta tesis, ni su estudio indica que todos los países participaron en esa pérdida de mercado desde 1950. Después de la segunda guerra mundial y de la guerra de Corea, el número de países que compiten ha crecido sustancialmente y Estados Unidos también ha experimentado una reducción en su participación en el mercado mundial.

     Tal como lo indican los datos de comercio en SALA (vol. 37: 2601), las exportaciones de América Latina en 1950 representaban el 10.9 por ciento de las exportaciones mundiales, mientras que las de Estados Unidos eran de 16.9 por ciento. Los porcentajes para 1995 fueron 3.6 y 11.5, respectivamente. En el contexto de esta declinación general las exportaciones de América Latina pasan a representar el 64.5 y luego el 31.3 por ciento de las exportaciones de Estados Unidos. Aquí encontramos una declinación a la mitad, lo que no sucede en Thorp.

     Si los datos de Thorp no expresan la elusiva brecha entre América Latina y Estados Unidos, sí la representarían los datos de Maddison, la serie más amplia desarrollada hasta ahora.

LA SERIE MADDISON, 1820-1994

Para comprobar la naturaleza de la brecha económica debemos volver la vista al trabajo de Angus Maddison (1995). Maddison publicó sus datos para el periodo de 1820 a 1994, de donde extrapoló el total para siete países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela. Aunque esta muestra se queda corta ante el total de 20 países de nuestro estudio, representa el 76 por ciento de la población de la región en 1820, el 83 por ciento en 1900 y el 84 por ciento en 1990. En términos económicos, la muestra representa el 82 por ciento del PIB latinoamericano de 1940 y el 89 por ciento del de 1998. La muestra es una buena aproximación a toda la región.

     Los datos de Maddison para el PIB-PPC de Estados Unidos y de América Latina se presentan en el cuadro 13 (dólares de 1990) y en el cuadro 14 (convertidos a participación porcentual en el PIS de Estados Unidos). En tanto que el PIB-PPC de América Latina equivalía en 1820 al 91 por ciento del de Estados Unidos para 1900 declina a 17.9, aumenta a 22.8 en 1950 y a 35.4 por ciento en 1994. La mejoría después de 1900 se puede atribuir al hecho de que el PIB-PPC de los siete países latinoamericanos creo ció a una tasa anualizada de 3.9 por ciento de 1990 a 1992, comparada con 3.2 por ciento para Estados Unidos (cuadro 29). Si los datos de Maddison son correctos, en el siglo XIX América Latina o sufre una catástrofe terrible inmediatamente después de su independencia, como muchos han señalado, o su crecimiento se detuvo mientras que el de Estados Unidos se elevaba drásticamente. Es probable una combinación de las dos hipótesis. Tras recobrarse del desastroso siglo XIX, a partir de 1900 el PIB de América Latina como porcentaje del de Estados Unidos casi se duplica, el de Brasil se triplica, el de México pasa de 5 a 8 por ciento y el de Chile se mantiene estable en 2 por ciento (cuadro 14).

     Pasando a los datos per cápita de Maddison (cuadro 15), podemos calcular el PIB-PPC (cuadro 16) para ver en qué medida la población ha absorbido el PIB-PPC disponible en América Latina. Una comparación de los datos de Maddison para el PIB/C de Estados Unidos y América Latina confirma la tendencia desde 1940 mostrada por Thorp (cuadro 12), o sea, una mejoría en términos comparativos de 1940 a 1980, seguida por una leve declinación en los noventa.

     Utilizando los datos de Maddison para revisar todo el siglo, vemos que el PIB/C de América Latina ha permanecido casi constante, pues pasó del 23 al 30 por ciento del de Estados Unidos. El PIB/C latinoamericano ha crecido y decrecido en relación con el norteamericano en varias ocasiones en el siglo, pero se ha mantenido en un rango consistente (cuadro 16). En 1900 el PIB/C-PPC de América Latina representaba el 27.6 por ciento del de Estados Unidos, se incrementó a 32.2 por ciento en 1938 y declinó hasta 24.3 por ciento en 1994.

     Luego, el PIB/C-PPC de América Latina para todo el siglo (finalizando en 1994) mejoró en términos relativos durante los primeros 80 años, pero de 1900 a 1994 declinó ligeramente. Aunque se trata de un decrecimiento global, difícilmente se le puede llamar una «brecha creciente» Como lo demuestra la comparación efectuada, el PIB/C de América Latina como porcentaje del de Estados Unidos ha crecido y decrecido, pero manteniendo un rango constante a largo de todo el siglo XX.

     De 1900 a 1992 el PIB/C-PPC de América Latina creció casi al mismo ritmo que el de Estados Unidos, o sea, 17 por ciento, en comparación con 18 por ciento (cuadro 30). La verdadera brecha creciente en el PIB/C era evidente en el siglo XIX (como lo fue también en el caso del PIB), cuando el PIB/C creció en América Latina a un ínfimo de 0.6 por ciento anual, en tanto que el de Estados Unidos creció a una tasa de 1.5 por ciento anual. La diferencia en tasas de crecimiento se tradujo en una brecha creciente en el siglo XIX, cuando el PIB/C-PPC de América Latina como porcentaje del de Estados Unidos declina de 55.6 en 1820 a 27.6 por ciento en 1900 (cuadro 16).

     Los datos de Angus Maddison (cuadro 26) indican que con respecto al PIB de Estados Unidos, América Latina ha mejorado su condición en el siglo XX. En términos de PIB/C (cuadro 28), aunque Latinoamérica declinó levemente, su posición se ha mantenido razonablemente constante respecto a Estados Unidos a lo largo del siglo. Incluso una baja leve puede considerarse un logro dada la fortaleza de la economía norteamericana desde 1900. En ese periodo Europa oriental y África experimentaron, en comparación con Estados Unidos, una desastrosa declinación (cuadro 28), mientras que Europa occidental mantenía una posición básicamente constante.

LA SERIE W-R1 IMPLÍCITA, 1950-1998

Esta sección expone lo que llamamos serie W-R2, que se basa en los datos implícitos del FMI del tipo PIB-TCD y PIB/C-TCD. Efectuamos cálculos en dólares corrientes que el FMI no hace. Aunque los datos absolutos de la serie W-R2 no eliminan la inflación (por lo que son inapropiadas para hacer comparaciones a lo largo del tiempo), resultan excelentes para la participación de América Latina en los totales de Estados Unidos para un año determinado. El porcentaje para un año específico no se ve afectado por la inflación y es «preciso» para determinar lo que el país puede comprar y ganar en los mercados internacionales dominados por el dólar.

     El FMI está «impedido» de realizar tales conversiones porque sus entendidos y acuerdos con los países miembros no le permiten hacer sus propios juicios sobre el PIB y el PIB/C, por lo que se limita a usar los datos proporcionados por los respectivos gobiernos. La CEPAL ha tomado una posición semejante al presentar sus datos de PIB-PPC desde los ochenta; sus presentaciones se centraron en cambios porcentuales más que en datos absolutos, que no se requieren para conocer el tamaño relativo de una economía. Ni al FMI ni a la CEPAL se les permite hacer, al menos oficialmente o para publicar, cálculos como los que se presentan aquí para estimar en qué medida las economías de América Latina convergen con la de Estados Unidos.

     El cuadro 17 presenta nuestros cálculos de PIB-TCD derivados de la serie W-R2, excluyendo a Cuba (que no es miembro del FMI). Ciertamente los totales se ven afectados por la inflación.

     Los datos del cuadro 18, sin embargo. nos permiten calcular la «brecha» entre América Latina y Estados Unidos y ver cómo se cierra drásticamente para años específicos de 1950 a 1998, especialmente en 1980, cuando el PIB-TCO latinoamericano llega a representar el 30 por ciento del norteamericano. Para 1990 el PIBTCD de América Latina había decrecido en alrededor de 19 por ciento. El descenso en Chile fue del 50 por ciento, mientras que Brasil experimentó un pequeño descenso entre 1980 y 1990 (en alrededor de 8 por ciento durante la «década perdida»). México se comportó menos bien, ya que su PIB-TCD pasó de 6.9 a 4.5 por ciento del de Estados Unidos en el periodo de referencia.

     El cuadro 19 presenta nuestros cálculos de PIB/C-TCD de la serie W-R2. De nuevo, los datos están fuertemente influidos por la inflación y no son importantes en sí mismos, excepto para calcular el porcentaje de la participación respecto a Estados Unidos (cuadro 20).

     El cuadro 20 muestra el PIB/C-TCD latinoamericano respecto del norteamericano: 16.8 por ciento en 1950, 19.6 por ciento en 1980 y oscila entre 11 y 12 por ciento en los demás años. Los problemas de Brasil vienen de 1960, cuando el PIB/C como porcentaje del de Estados Unidos cae a 8.3 por ciento, pero se incrementa levemente a 9.0 por ciento en 1970. Mientras tanto México ganó participación rápidamente, llegando a 22.7 por ciento en 1980, después de lo cual cayó a 13.6 por ciento en 1990. La declinación de Chile sucedió en 1960, cuando la participación disminuyó del 28.9 al 18.3 por ciento. Para 1990 el PIB/C-TCD de Chile como parte del de Estados Unidos cayó a 10.0 por ciento, para recuperarse a 15.3 por ciento en 1998.

     La última serie que consideraremos fue desarrollada por Juan Moreno-Pérez (1995). Se incluye en este estudio porque nos permite examinar los resultados de cambiar la base. Esta serie también es importante porque incluye datos para Cuba. Para efectos del análisis efectuado aquí, incluimos en los cuadros que siguen sólo sus datos totales (véanse apéndices C y D para la serie PIB y PIB/C Moreno-Pérez completa).

MEDICIÓN DE LA BRECHA ECONÓMICA ESTADOS UNIDOS-AMÉRICA LATINA. COMPARACIÓN DE SIETE MÉTODOS

Las siete series de PIB ya examinadas son: la Jolly (para el PIB/ C únicamente), la W-Rl, la SALA, la Maddison (1995), la Thorp, la W-R2 y la sumatoria total en Moreno-Pérez (discutida en detalle arriba).

     Los datos del cuadro 21 indican que, de acuerdo con las seis series, desde 1950 hasta mediados o fines de los noventa, la «brecha» se había cerrado, pero ninguna de ellas registra cierre de brecha desde 1980. La serie Maddison, la más optimista, estima el PIB latinoamericano después de 1990 en 35 por ciento del de Estados Unidos, mucho más alto que la estimación de Thorp (20.3 por ciento) o la de Moreno-Pérez (24.9 por ciento).

     El porcentaje más bajo para fines de los noventa es el que proporciona la serie W-R1 (13.7 por ciento), mucho más bajo que la serie SALA (17.7 por ciento). En un nivel intermedio se encuentra la serie W-R2, en la cual América Latina participa con el 22.3 por ciento del PIB de Estados Unidos.

     Las datos per cápita del cuadro 22 nos permiten comparar la brecha creciente en todas las series entre 1938 y mediados o fines de 1990. Los datos de Maddison no sólo muestran el mismo cambio (de 32.1 a 24.3 por ciento del PIB/ e de Estados Unidos. que es la estimación más alta), sino que el dato de 24.3 por ciento para 1994 es aproximadamente el que Jolly había proyectado para fines del siglo XX. La serie SALA (9.9 por ciento) y la serie W-R1 muestran también una brecha económica creciente para 1998, la última con el porcentaje más bajo entre todas las series (7.6 por ciento).

     Los datos para el PIB/C de América Latina de acuerdo con tres series (Thorp. Moreno-Pérez y W-R2) están en el rango intermedio. 1104. 13.9 Y 1204 por ciento del total de Estados Unidos, respectivamente. Puesto que la única serie que podemos extender hasta el siglo XXI es la W-R2, podría ser la mejor para estimar la brecha económica de largo plazo. Probablemente represente el método más adecuado, ya que muestra el PIB/C latinoamericano como porcentaje del de Estados Unidos, de 12.4 por ciento, situado entre los dos extremos: Jolly (23.8 por ciento) y WRl (7.6 por ciento).

     Antes de hacer esta distinción es importante, sin embargo, destacar que: 1) la población y el año base afectan la estimación, y 2) las implicaciones de la serie Maddison, que se remonta mucho más atrás que todas, a 1820.

LA BRECHA ECONÓMICA

ENTRE LAS REGIONES DEL MUNDO DESDE 1820

De las series presentadas sólo la Maddison nos permite hacer comparaciones entre países y regiones desde 1820, a la par que analiza la magnitud de la brecha económica entre los países ricos como punto de referencia para ubicar a América Latina en relación con la economía norteamericana. El cuadro 23 ilustra la brecha económica entre el Reino Unido y Estados Unidos. En 1820 el PIB-PPC del segundo país fue de sólo 36 por ciento del correspondiente al Reino Unido. Sin embargo, para 1870 el PIB de Estados Unidos superó al del Reino Unido por 2 700 millones. En 1990 el PIB-PPC del Reino Unido fue de sólo 56.4 por ciento del norteamericano, porcentaje que declinó a 35.5 por ciento en 1938 y a 16.3 por ciento en 1994.

     Con respecto al PIB/C-PPC (cuadro 24), Estados Unidos no cerró la brecha económica hasta 1936. En 1820 y 1900 el PIB/CPPC de Estados Unidos fue 73.3 y 89.2 por ciento, respectivamente, del correspondiente al Reino Unido. Para 1994 el PIB/CPPP del Reino Unido fue 72.5 por ciento del norteamericano.

     Los cálculos basados en la serie Maddison indican que siempre ha habido una brecha económica entre el Reino Unido y Estados Unidos, pero que la relación entre ambos se revirtió entre 1870 y 1936, ya que el Reino Unido se quedó bastante rezagado. Curiosamente, si Maddison está en lo correcto, en tanto que el Reino Unido representa sólo el 16.3 por ciento del PIB-PPC de Estados Unidos en 1994 (cuadro 23), representa el 72.5 por ciento del PIB/C-PPC del mismo país (cuadro 24). Este contraste sugiere que el Reino Unido tenía que asignar mucho al gasto social, una característica de sus programas nacionales por más de cien años. Frente a estos hallazgos sobre el Reino Unido, es sorprendente que haya poca preocupación por la ampliación de la brecha entre el Reino Unido y Estados Unidos o interés en la aproximación América Latina-Reino Unido.

     Para ver el desempeño económico latinoamericano en su contexto global, es útil examinar la actividad económica de otras partes del mundo en relación con la economía de Estados Unidos.

      Además de los datos de América Latina (de siete países). Maddison proporciona datos para otras cinco regiones del mundo (cuadro 25): Europa occidental (20 países), sur de Europa (5 países), Europa oriental (7 países), Asia [l l países), África (lO países). También proporciona datos de lo que llama el Occidente remoto (Australia, Canadá. Nueva Zelanda y Estados Unidos). Para nuestros fines incluimos sólo los datos de Estados Unidos, que es la base para la comparación internacional tanto en nuestro análisis como en los de Maddison, Thorp, SALA y Moreno- Pérez.

     Los datos de PIB-PPP de las seis regiones, en términos absolutos, se indican en el cuadro 25. En 1938 Estados Unidos está posicionado para sobrepasar a las otras regiones, lo que hizo en 1950. En 1820 América Latina tenía el PIB más bajo de las siete regiones (considerando a Estados Unidos como una región), pero hacia 1900 había elevado su posición. Para aquel año había sobrepasado al África, en 1938 al sur de Europa y en 1992 a Europa oriental (incluyendo la Unión Soviética). En términos relativos, sin embargo, desde 1900 la brecha entre Estados Unidos y las otras regiones del mundo se había ampliado, con excepción de América Latina (cuadro 26). En 1982 el PIBPPC latinoamericano era del 35.4 por ciento del de Estados Unidos, el 95 por ciento del de Europa occidental (arriba del 83.7 por ciento de 1950) y el 165.5 por ciento del de Asia (por encima del 103.9 por ciento de 1950). Nótese que América Latina es la única región del mundo que ha ganado terreno a Estados Unidos en términos de PIB-PPC EN el siglo XX.

     Con respecto al PIB/C-PPC en términos absolutos (cuadro 27). América Latina estaba al lado de África y Asia en 1820, encima de Asia en 1900, del sur de Europa en 1938 y de Europa oriental en 1992. En términos porcentuales (cuadro 28) América Latina, sin embargo, en 1992 tenía una participación en el PIB/C de Estados Unidos inferior a la de Europa occidental y del sur de Europa. Esta última experimentó un salto importante entre 1950 y 1992, pues su porcentaje del PIB/C-PPC se incrementó de 21.1 a 38.3, mientras que el porcentaje latinoamericano caía levemente, de 27.3 a 24.5 por ciento. Europa occidental, casi al mismo nivel de Estados Unidos en 1820, declinó a principios del siglo XX, en parte como consecuencia de las dos guerras mundiales que sufrió la región. Entre 1950 y 1992, sin embargo. la región mejoró su posición en la escala del PIB/C relativo al de Estados Unidos, al alcanzar el 80.6 por ciento en 1992, por arriba del 75.4 por ciento que tenía en 1900.

     En el marco de estas comparaciones, pasaremos a la cuestión de las tasas de crecimiento. Desafortunadamente agencias internacionales como el BM y el FMI se centran en los cambios porcentuales porque algunos de los países miembros objetan las comparaciones de tamaño. Estos países, aunque son pequeños e influyen poco en los asuntos mundiales, tienen derecho de voto en las Naciones Unidas y en otros organismos internacionales.

     Comparar tasas de crecimiento es problemático porque, por otra parte, entre más pequeña sea la base absoluta (país con una economía pequeña) es más fácil que muestren tasas impresionantes de crecimiento. Por otra parte, entre mayor sea la base absoluta (una economía grande) es más difícil lograr cambios porcentuales significativos. Sólo cuando las tasas de crecimiento se estudian en conjunto con datos absolutos su análisis adquiere sentido.

     El cuadro 29 ofrece tasas de crecimiento del PIB-PPC calculadas por Maddison de 1820 a 1992. Aunque la verdadera brecha creciente en América Latina (en relación con Estados Unidos) se dio en el siglo XIX en términos absolutos (cuadro 25), otras regiones del mundo se comportaron peor. Luego, aunque la brecha económica entre América Latina y Estados Unidos aumentó en el siglo XIX, las economías latinoamericanas se comportaron mejor que las de los países de otras regiones. Además, los datos de tasas de crecimiento de Maddison confirman que, comparadas con las otras regiones del mundo, desde 1900 las economías de Latinoamérica han experimentado mayor crecimiento.

     El hecho de que América Latina cerrara la brecha del PIBPPC tanto en términos de tasas de crecimiento como en términos absolutos es notable por varias razones. Primero, América Latina ganó participación ante Estados Unidos durante el siglo XX cuando esta potencia se estaba convirtiendo en el líder económico mundial. Segundo, Latinoamérica se comportó mejor respecto a Estados Unidos que Europa respecto a este mismo país, incluso cuando está región estaba recibiendo los beneficios del Plan Marshall para fines de reconstrucción. Tercero, dado que América Latina tuvo, entre las siete regiones estudiadas por Maddison, la tasa de crecimiento más alta en el siglo XIX y la más alta desde 1900 (cuadro 29), subió su posición (cuadro 26) en términos de PIB-PPC total (mientras que en 1820 la región estaba en el último lugar en términos porcentuales, a principios de la década de los noventa se había colocado en el tercer lugar).

     ¿Qué nos dicen los datos de Maddison sobre el PIB/C? De acuerdo con las tasas de crecimiento (cuadro 30), América Latina fue afectada por el rápido crecimiento demográfico. Así, vemos que su brecha con respecto a Estados Unidos se amplió de 1820 a 1900. El cuado 30 revela también que: 1) durante el siglo XIX todas las regiones del mundo, excepto Europa occidental, experimentaron una brecha creciente en términos PIB/C-TCD respecto a Estados Unidos; 2) la brecha continuó ampliándose después de 1900 para todas las regiones, excepto Europa occidental, pero 3) debido al incremento de su PIB/C-PPC desde 1900 (cuadro 27), América Latina avanzó del quinto lugar en 1820 al cuarto en 1992. El efecto del incremento demográfico (cuadro 30) redujo el impacto de las ganancias aparentes de un mayor crecimiento económico global (cuadro 29).


ASPECTOS FACTUALES Y CONTRAFACTUALES EN EL ANÁLISIS DEL PIB Y DEL PIB/C

Aunque la mayoría de las series de PIB (sean PPC o TCD) examinadas muestran una América Latina en términos relativamente favorables, cuando se toma en cuenta el efecto demográfico en relación con el producto per cápita la región queda en una posición menos favorable, incluso negativa. Este cambio se debe a un crecimiento poblacional de ocho veces desde 1900. El crecimiento de la población en Estados Unidos fue la mitad del latinoamericano. En tanto que la tasa de crecimiento promedio anual de América Latina fue de alrededor de 2.2 por ciento, la norteamericana tuvo un promedió de escaso 1.3 por ciento.

     Así, desde 1900 América Latina ha tenido que absorber cerca de 240 millones de personas más que Estados Unidos (cuadro 31). Aun con esa mayor población, Latinoamérica ha logrado incrementar su PIB lo suficiente para elevar su producto per cápita. La tasa de crecimiento del PIB/C-PPC de América Latina de 1.7 por ciento, casi igualó a la de Estados Unidos, de 1.8 por ciento (cuadro 3).

     ¿Qué hubiera pasado si la población de América Latina hubiera crecido a la misma tasa que la de Estados Unidos? o viceversa. Aunque esta pregunta está fuera de los hechos, tratar de responderla nos ayudará a entender el impacto del incremento de la población en el PIB. Si la población estadounidense se hubiera incrementado a la misma tasa que la de Latinoamérica, esta última hubiera cerrado más la brecha en términos de PIB/C (cuadro 32). En términos de ese supuesto, el PIB/C-PPC de Estados Unidos hubiera sido de 10 218 dólares (a diferencia de la estimación de Maddison de 22259 dólares). Si la población latinoamericana se hubiera incrementado a la misma tasa que la de Estados Unidos, el PIB/C-PPC de América Latina en 1994 hubiera sido de 12312 dólares (en contraste con la estimación de Maddison de 5469). En ambos escenarios, el PIB/C-PPC latinoamericano hubiera sido más elevado.

     El análisis contrafactual o de escenarios hipotéticos sugiere (si los datos de Maddison son correctos) que si no hubiera sido por el mayor crecimiento demográfico de América Latina en comparación con el de Estados Unidos el PIB/C el de aquella equivaldría a la mitad del norteamericano, y no a la cuarta parte. Este análisis (cuadro 32) indica que el crecimiento de la población de Latinoamérica se ha «comido» el crecimiento económico. Además, los líderes políticos que promueven el crecimiento de la población para obtener mayor poder a nivel regional y nacional condenan a la mayoría de la población a la pobreza.24

EL PROBLEMA «FACTUAL» DE ELEGIR LA BASE APROPIADA PARA DEFLACTAR LOS DATOS DEL PIB

De las siete series que se han discutido aquí seis se presentan en dólares de Estados Unidos constantes o «estándar» a un año base dado. Una serie nos proporciona dólares de 1960, tres series están en dólares de 1970, una en dólares de 1989 y la otra en dólares de 1990. Sólo una serie, la W-R2, no está deflactada (dólares corrientes).

     La mayoría de los investigadores usan dólares constantes para eliminar el efecto inflacionario y así facilitar las comparaciones a largo plazo. El problema es que el producto en todos los años debe ser revaluado o deflactado de acuerdo con el año base. Dependiendo de cuál deflactor se utilice, habrá diferencia en los resultados, que se usaron de acuerdo con el método PPC o TCD.

     La elección del año base introduce la posibilidad de que haya distorsiones. Primero, la elección del año base puede implicar distorsiones dependiendo de cuántos componentes del PIB y las fuentes de ingreso y gasto (como los petroleros) están basados en un año específico. Los casos de Colombia y Venezuela ilustran la «distorsión» causada por la elección del año base en comparación con un método no deflactado. Por ejemplo, el PIB de Colombia en 1996 fue de 89 000 millones de dólares y el de Venezuela de 62 000 millones (la superioridad de Colombia en dólares corrientes prevaleció de 1994 a 1999). Pero si se analiza el año de 1996 usando cinco años base diferentes para obtener dólares constantes (cuadro 33) resulta que Colombia puede ser más importante económicamente que Venezuela (en dos años base) o menos importante (en un año base). El cuadro 33 ilustra la serie de cinco resultados en dólares constantes en comparación con los resultados en dólares corrientes. Los cocientes entre Colombia y Venezuela varían considerablemente.

     La selección del año base para calcular dólares constantes puede dar lugar a interpretaciones erróneas (entre ellas sobretasas de crecimiento y ubicaciones en la escala) concernientes a países o entre ellos. Los cambios en el año base también pueden hacer que cambie el valor del tipo de cambio, es decir, que se sobrevalúe o subvalúe, lo que da lugar a cambios en los valores y precios de los componentes del PIB. Para muchos países un determinado tipo de cambio para el dólar usualmente está sobrevaluado o subvaluado debido a políticas gubernamentales inadecuadas y la limitada comprensión de las realidades del mercado. Algunos funcionarios promueven el uso de tipos de cambio sobrevaluados con el argumento de que con ello se pueden mejorar las cifras del PIB. Cuando se les «descubre», estos funcionarios se niegan a reconocer que usaron esa estrategia debido a que sus maniobras pueden causar cambios inesperados en los flujos de capital que llegan al país o salen de él.

     Aunque los teóricos prefieren no usar dólares corrientes sino más bien convertir a dólares constantes (eliminando así la inflación, aunque ello interprete mallos cambios tanto en términos nacionales como internacionales), en la práctica la elección del año base puede introducir distorsiones que pueden evitarse al expresar los valores en dólares corrientes, al menos para las comparaciones entre países en un mismo año. Otra ventaja de los datos en dólares corrientes es que captan la inflación en la economía nacional, factor muy importante para estimar la situación de la población. Los pobres son frecuentemente los más afectados por el «impuesto invisible» de la inflación. Para comprender cuál es el grado de bienestar de la población en un año dado necesitamos usar dólares corrientes, porque la mayoría de la gente satisface sus necesidades con moneda de ese año y no de un año base. En tal sentido, aunque la serie W-R2 en dólares corrientes no nos indica el cambio porcentual a lo largo del tiempo, sí nos muestra la relación entre países sin introducir los posibles problemas que resultan de elegir un año base no representativo o un tipo de cambio atípico.

INTERPRETACIÓN DE LAS SERIES

El análisis a profundidad de las series de largo plazo evidencia las numerosas contradicciones y los problemas involucrados en la medición de la brecha del PIB entre América Latina y Estados Unidos.

     Con respecto a la metodología, no es posible medir con precisión histórica los cambios en el PIB y el PIB/C; sólo podemos documentar tendencias de largo plazo década a década. Los siete métodos diferentes que hemos discutido para medir los cambios nos ayudan a determinar la dimensión del cambio histórico en América Latina y estimar el lugar que ocupa la región a nivel mundial. Consideramos a Estados Unidos como la «región» más importante y la que sirve de comparación para las demás. Otros investigadores, como Thorp y Maddison, usan al país también como punto de comparación.

     Nuestra indagación de la teoría sobre la brecha creciente indica que aunque la brecha se ha ampliado en términos absolutos, este no ha sido el caso por regla general en el PIB y el PIB/C de América Latina. Tanto en términos absolutos como relativos la brecha se redujo, se amplió y finalmente volvió a reducirse. Si no fuera por el incremento de la población latinoamericana, el PIB/C regional, medido en dólares corrientes, se habría duplicado. Lo mismo sucedería si Estados Unidos hubiera experimentado una tasa de crecimiento demográfico más alta que América Latina.

     Las gráficas 2 y 3 sintetizan el PIB y el PIB/C de América Latina como porcentaje del de Estados Unidos de acuerdo con las siete series analizadas por nosotros. A diferencia de las proyecciones en términos absolutos de Jolly (gráfica 1), la gráfica 3 (porcentual) indica que la proyección para el año 2000 de Jolly coincide casi exactamente con el porcentaje derivado de Maddison para 1994. La diferencia es de sólo 0.5 por ciento.

     En vista de la presión demográfica existente en las economías latinoamericanas, se puede considerar que la región ha logrado importantes avances. En relación con el de Estados Unidos, el PIB de América Latina ha mejorado su posición (cuadro 21) y su PIB/C ha mantenido más o menos su paso a largo plazo (cuadro 22). La idea de la brecha económica creciente entre América Latina y Estados Unidos es más un mito que una realidad.

     Los análisis de la brecha han dado un giro completo para regresar a la declaración original de la Comisión Pearson de 1964, en la que se declaraba que la ayuda externa y el capital para el mundo en desarrollo se estaba acabando. La Organización de las Naciones Unidas anunció el15 de diciembre de 2000 que el ex presidente de México Ernesto Zedillo presidiría una comisión especial establecida para recomendar nuevas formas de financiar el desarrollo de los países pobres, que enfrentaban una disminución de la ayuda internacional.25

La ONU anunció:

Ernesto Zedillo será el presidente del panel, entre cuyos miembros también se encuentran el ex secretario del Tesoro Robert Rubin, el ex ministro de Finanzas de Francia y el presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, así como otras personalidades.

Se espera que el panel presente recomendaciones para mayo [del 2000] para que gobiernos, empresas e instituciones internacionales tomen iniciativas en relación al comercio, la ayuda y la inversión.

La aportación gubernamental, que fue una vez la parte mayoritaria de la ayuda internacional al desarrollo, declinó dramáticamente en la década pasada. Actualmente representa sólo el 18% de los flujos financieros a las economías en desarrollo.

En 1990, de acuerdo con las estadísticas de la ONU el porcentaje fue de 56. La disminución se ha dado pese al impresionante crecimiento del comercio y la inversión. Sin embargo, mucho de ese crecimiento se ha concentrado en el mundo desarrollado, mientras que los países en desarrollo languidecen en la pobreza agudizada por la deuda y las barreras comerciales.

La ONU estima que el costo para los países pobres resultante de las elevadas tarifas al comercio -cercano a los $100,000-150,000 millones de dólares- excede la ayuda recibida.

Las recomendaciones del panel serán entregadas en una reunión especial sobre finanzas y desarrollo que se efectuará a principios de 2000 y a la que asistirán representantes de gobiernos, el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Otros miembros del panel son: Abdulatif Al-Hammad de Kuwait, presidente del Fondo Árabe para el Desarrollo Económico; David Bryner de la Gran Bretaña, director de OXFAM; Mary Chinery-Hess de Ghana, ex subdirector general de la Organización Internacional del Trabajo; Rebeca Grynspan, ex vicepresidente de Costa Rica; Majid Osman, ex ministro de Finanzas de Mozambique; Manmohan Singh, ex primer ministro de la India.26

     OIga M. Lazin (2001: 250-252) se manifestó en el sentido de que la Comisión de Financiamiento Global a Favor de los Países Subdesarrollados deberla crear una representación permanente, planteando también que era improbable que la Comisión Zedillo fuera capaz de identificar los problemas involucrados y de determinar su misión en mayo de 200 l. Además, es importante destacar que la comisión de la ONU también está operando bajo la premisa de la Comisión Pearson de que la brecha entre ricos y pobres se está ampliando. Quizá la «nueva» comisión asuma un punto de vista más imaginativo.

     En su reporte, la Comisión Pearson no puso el énfasis en el crecimiento de la población y su papel en el deterioro del PIB/C, simplemente declaró:

Algunas de las dificultades directas creadas por el rápido crecimiento de la población son las siguientes:

Los gastos para educación, salud, vivienda, abastecimiento de agua, etc., generarán severas presiones presupuestarias...

Muchos recursos se destinan al apoyo de la población dependiente, que podrían destinarse a elevar los niveles de vida y a la acumulación de capital...

La (ayuda) internacional que se requiere es enorme. Está claro que no puede haber planeación económica y social a menos que se comprendan las serias implicaciones del crecimiento descontrolado de la población y se actúe al respecto (Pearson, 1969: 57-58).

     Es un hecho desafortunado que la administración del presidente George W. Bush no entiende que la gran amenaza al crecimiento del PIB/C es la explosión demográfica. Irónicamente, el Reporte Pearson observó en 1969 que «numerosas encuestas a padres de familia de países en desarrollo indicaron que la tasa de natalidad podría reducirse a un tercio si éstos conocieran los medios para planificar el tamaño de su familia» (Pearson, 1969: 57).
Además de las cuestiones de población, hay una dificultad inherente a la medición del crecimiento. Lo que queremos decir es que aunque el método PPC se usa para crear «dólares internacionales», el resultado parece ser el inverso: crear «dólares nacionales». Aunque teóricamente el método PPC toma en cuenta que los artículos de consumo y los servicios tienen un costo en dólares que es distorsionado por las tasas oficiales de cambio, afectando así la comparación entre países desarrollados y en desarrollo, en nuestra opinión el método PPC sobrevalúa exageradamente la moneda nacional tanto en términos internos como internacionales. Además, creemos que los valores PPC contradicen nuestra experiencia como viajeros en la que basamos nuestra intuición profesional sobre la «riqueza» de los países en desarrollo.

     Irónicamente, hay poca bibliografía «clásica» sobre la estadística del crecimiento económico. La que sería en otras condiciones una fuente excelente no toma en cuenta los factores que se han discutido aquí (véanse por ejemplo Landes, 1999; Kennedy, 1987). ¿Por qué los estudios típicos son por lo general débiles en comparaciones económicas internacionales? (véase Bairoch, 1975).

     El título del libro coordinado por Haber en 1997, How Latín America fell behind, es confuso. En la introducción (p. 1) Haber ofrece sólo «una estimación» que indica que América Latina no pudo mantener su paso con Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, como Haber no incluye los datos de Maddison (1995), no discute el hecho de que también otras regiones se «rezagaron», Por eso la indagación de Haber no es sobre la «medida en que América Latina se rezagó», sino más bien cuáles fueron los factores específicos que permitieron que Estados Unidos se adelantara al resto del mundo. Su libro debió titularse: Cómo Estados Unidos saltó en términos de PIB y ha estado adelante de los otros países. Haber y coautores deberían presentar una segunda parte titulada Cómo ha podido América Latina mantener su lugar en el rango del PIB con respecto a Estados Unidos desde 1900 (véase especialmente nuestro cuadro 36).

     Excepto la serie de largo plazo de Engerman-Sokoloff para unos pocos países (Engerman y Sokoloff, 1997: 270), no hay datos adicionales ni análisis sobre PIB o PIB/C en el volumen de Haber que justifique su marco conceptual. Los datos de Engerman-Sokoloff que se basan en cifras no actualizadas, se muestran en el cuadro 35. Estos datos absolutos sugieren (cuando se recalculan como porcentajes) que en 1700 el PIB/C de México era de 91.8 por ciento del de Estados Unidos. Para 1850 el porcentaje había caído a 22.7, que permaneció hasta 1913. Para Brasil, nuestros cálculos basados en los datos de Engerman-Sokoloff indican que su PIB/C equivalió al 91.4 por ciento del de Estados Unidos y en 1800, cayó a 64.56 en 1850 y a 14.4 por ciento en 1913. Cuando se comparan los datos de Coatsworth (1998) con los de Maddisson a largo plazo para el periodo anterior a 1900 (1995), y con los de Thorp para el periodo posterior a 1900, la serie Engerman-Sokoloff sólo parece creíble para unos pocos años.

     Con respecto a México y Brasil, el cuadro 35 revela con detalle el carácter contradictorio de nuestro conocimiento sobre el PIB de ambos países. Todas las series anteriores a 1900, excepto la Hofman-Mulder/Coatsworth, muestran que México y Brasil tenían PIB elevados comparados con el de Estados Unidos cuestión que por intuición profesional parece razonable.

     Para 1900 la serie Thorp parece la más razonable para México y Brasil. El primer año para el que tenemos información en todas las series en el cuadro 35 es 1913 (considerando que los datos de Thorp para 1910 son «cercanos» a 1913). Siendo los datos de este autor para 1913 de 4.8 para Brasil y de 18.4 por ciento para México, los porcentajes en otras series van de 11 a 15 por ciento para Brasil y de 22.7 a 35 por ciento para México.

     Dadas esas disparidades, vamos a examinar las series de largo plazo que se remontan a 1820 para «todos» los países de América Latina, representados por 6, 7 o 44 países, dependiendo de la fuente (cuadro 36). Aunque el consenso es de tres a uno contra Thorp, ello no parece tener sentido, principalmente porque las otras series se repiten entre sí. Sólo Thorp parece haber desarrollado una nueva serie y confirma nuestra intuición profesional. Pero el significado de los datos del PIB y del PIB/C sigue siendo confuso.

LA POBREZA EN LA HISTORIA ECONÓMICA DE AMÉRICA LATINA

El análisis de la historia económica de América Latina es particularmente problemático porque los estudios históricos sobre los países latinoamericanos sufren de dos limitaciones que se superponen una a la otra. Primero, la mayoría de los historiadores presentan poca o ninguna evidencia cuantitativa sobre el desempeño de América Latina y simplemente asumen que la brecha del PIB o PIB/C frente al mundo desarrollado es creciente. Segundo, los pocos autores que reconocen esta deficiencia e intentan recolectar información cuantitativa seleccionan solamente una serie y no la comparan con otras series para detectar cómo los datos pueden ocultar un significado (véanse por ejemplo los cuadros 34, 35 Y 36).

     Además del problema que existe en muchos estudios históricos de América Latina, la mayoría de los escritos sobre estas economías (tengan o no información empírica interna o externa a la región) han buscado formular un juicio sumario sobre la situación de la región. Debido a que esos trabajos frecuentemente se apoyan en datos incompletos o parciales, en muchos casos el resultado es más una opinión que una conclusión apoyada en datos adecuados. Las simples opiniones han conducido, desafortunadamente, a una suerte de «juicio global » que muestra a América Latina como tierra de riqueza, como región subdesarrollada, como naciones donde los pobres son explotados por las elites nacionales, o que tales elites sirven a legiones de inversionistas extranjeros; como una región afectada por la dependencia frente a los países desarrollados; como una región que necesita ser autosuficiente y nacionalizar sus industrias; como una región que necesita liberalizar y privatizar sus industrias; como una región donde las barreras políticas, institucionales y geográficas son los mayores obstáculos al progreso.

     Tales juicios son, en términos económicos, «declaraciones\normativas», o sea opiniones sobre cómo debería ser América Latina tomando como base ciertos estándares. Pero lo que caracteriza a la pobreza en la historia económica de América Latina es la incapacidad de la mayoría de los autores para mostrar, en términos de economía positiva, dónde se encuentra la región. Es imposible hacer una declaración normativa calificada sobre cómo debería ser América Latina sin examinar en forma realista dónde se ubica, y en términos positivos, donde sería; apropiado que estuviera. Además, si se quiere hacer una declaración normativa debe ofrecerse una comparación implícita en términos positivos. Por ejemplo, no es suficiente decir que América Latina ha tenido un bajo desempeño debido a obstáculos: institucionales. Uno debe ser explícito en términos cuantitativos sobre cuál ha sido el desempeño latinoamericano y explicar cuál ha sido el criterio para juzgar ese desempeño. Sin una comprensión sólida de la situación económica positiva de América Latina, la mayoría de sus historiadores han emulado a los médicos irresponsables que omiten los exámenes previos y pasan al paciente directamente a cirugía.

     Para ser justos, la historia económica de América Latina ha mejorado considerablemente en las últimas décadas. De estar completamente dominada por proyecciones relativistas, dio cabida al menos a algunos intentos de incluir y analizar datos cuantitativos.27 Durante la década de los noventa varios trabajos serios analizaron datos del PIB y otros indicadores económicos.

     Entre los mejores están los de Maddison y Thorp, los cuales, como 10 indican las comparaciones presentadas aquí, ofrecen trayectorias históricas diferentes. De todos los autores que han estudiado el PIB Y el PIB/C, parece que debemos deflactar a la mitad los valores de Maddison (o simplemente usar la serie de Thorp). Aunque la metodología de Maddison sobredimensiona la situación general de América Latina y de la mayoría de los demás países del mundo, su importancia no puede ser minimizada. La de Maddison es la serie más completa y la que incluye datos de PIB y PIB/C para otras partes del mundo. Las comparaciones mundiales de este autor sugieren que ya es el momento de cortar la propensión a que los estudios históricos de América Latina se ubiquen en el vacío.

     En tanto que hay indicios de que los académicos están aproximando los estudios de América Latina a los de Estados Unidos (por ejemplo Thorp, Maddíson, Coatsworth y el presente trabajo), es tiempo de desarrollar comparaciones mundiales (como en los cuadro 23-30) e intentar análisis contrafactuales (como en los cuadros 32 y 33).

     Aunque Coatsworth (1998) declara que estudia «América Latina y la economía mundial desde 1800», su obra no va más allá de Latinoamérica, excepto por unas pocas referencias a países «astátícos», Australia, Canadá y el Reino Unido. Aparte de las referencias a Portugal, España y otras más escuetas a China, Alemania, Sudáfrica y Turquía, hay pocas comparaciones mundiales. Aunque los colaboradores del libro fueron convocados en Bellagio y Madrid, ese hecho (que se menciona varias veces) no le da a la obra el carácter mundial sugerido por el título. Más allá de América Latina y de los tigres asiáticos, no se menciona el concepto de región. Además, ninguno de los ensayos del volumen de Coatsworth aborda los análisis y datos de estudios recientes.28

     Mientras que hay signos de avance hacia una mayor cobertura empírica (por ejemplo Maddison, Thorp y Coatsworth),29  la investigación a profundidad del PIB y PIB/C es aún problemática principalmente porque, como lo indican los trabajos recientes, las estadísticas disponibles son imprecisas por muchas razones: el método de obtención de datos, la indexación, la elección del tipo de cambio, etcétera.

     Nuestro objetivo ha sido avanzar en la idea de examinar el PIB y el PIB/C de América Latina en comparación con el de Estados Unidos. Este enfoque establece un estándar sensato y cambiante con el que se pueden comparar todos los países. Incluso Cuba (aunque sólo implícitamente).

     Idealmente, los datos comparativos se deberían usar como evidencia de apoyo. Tenemos la esperanza de que este trabajo haga una contribución cualitativa en esa dirección. Con ese fin hemos proporcionado una serie extensa de PIB para el análisis, así como datos alternativos que emplean diferentes metodologías y una comparación de esos datos a través de un análisis proporcional.

CONCLUSIÓN

Debido a que hemos analizado siete series completas de PIB/C, incluyendo un examen amplio de los datos de Maddison (cuadros de 13 a 16 y de 23 a 32), así como datos de Engerman y Sokoloff/Coatsworth para otros países, podemos ahora regresar a la serie Jolly sobre PIB/C que vimos inicialmente (cuadro 1). Al analizar las proyecciones de Jolly del crecimiento de la brecha per cápita de 1950 a 2000 calculamos el porcentaje implícito de incremento: 564.3 por ciento (véase nota 11). El cuadro 34 compara el incremento calculado por Jolly del PIB/C con los incrementos contenidos en las otras seis series del PIB/C.

     Claramente, las proyecciones de Jolly están completamente fuera de proporción en comparación con las otras seis estimaciones (cuadro 34). El menor incremento de la brecha (136.0 por ciento) es el de Thorp, que se acerca al calculado por Moreno-Pérez (142.9 por ciento) y al de Maddison (145.5 por ciento). El incremento de la brecha estimado por W-Rl es de 188.1 por ciento. La estimación de W-R2 (1 685 por ciento) no se pone a discusión, sino para indicar por qué no es comparable (cuadro 34).

     Irónicamente, sin embargo, el dato estimado por Jolly del PIB/C como porcentaje del de Estados Unidos (cuadro 22) difiere del de Maddison sólo en 0.5 por ciento (Maddison da 24.3 y Jolly 23.8 por ciento), estimación que Pearson usa para mostrar a América Latina bajo una luz «desfavorable», en realidad la muestra bajo una luz «favorable)».

     Por lo anterior concluimos con el señalamiento de que no existe una medida única del PIB que satisfaga todos los propósitos. Aunque creemos, por ejemplo, que la serie W-R2 no puede usarse para analizar el incremento porcentual de la brecha económica (cuadro 34), es posiblemente la mejor serie para entender el PIB latinoamericano y su PIB/C como porcentaje del de Estados Unidos porque los datos quedan en medio de los extremos (véanse cuadros 21 y 22). Además, la serie W-R2 puede ser fácilmente extendida hasta el siglo XXI para así proporcionar datos consistentes desde 1950. Debido a que la única información de largo plazo desde 1820 es la de Maddíson, será muy útil para estudiar el periodo de 1820 a 1994 o 1992, dependiendo del tipo de cálculo que haya hecho), Esperamos con impaciencia una actualización de la serie de Maddison.

     Para estimar la brecha económica de años específicos preferimos el método PIB-TCD de la serie W-R2 (que no tiene año base), porque es importante considerar para cada año el tamaño relativo de cada economía y su poder de compra en el mercado internacional de bienes y servicios. En nuestra opinión, los inversionistas nacionales y los consumidores toman en cuenta el tipo de cambio en el año que viven, como lo hacen también los inversionistas extranjeros y los políticos sensibles al impacto de las decisiones internas de política y de los factores mundiales que determinan las entradas y salidas de capital. El método TCD en dólares corrientes nos proporciona el valor en esa moneda del PIB del país en cualquier momento específico del tiempo (pero no a lo largo del tiempo) al que se dirigen flujos internacionales de capital conforme los inversionistas buscan ganancias y su tipo de cambio experimenta variaciones determinadas por sus autoridades. Ni los políticos ni los inversionistas, menos aún los consumidores, piensan en términos de dólares estándar (por ejemplo de 1970 o 1990). La idea de un promedio a tres años (usado por Thorp) es útil para los académicos, no para la gente inmersa en los problemas cotidianos.

     En la época de la globalización es un error concentrarse en los datos de PPC porque, en nuestra opinión, tal análisis. al intentar estimar lo que un país puede comprar en el mercado exterior, se orienta hacia adentro en lugar de hacerlo hacia fuera, hacia el mundo. Los datos PPC no necesariamente ayudan a los investigadores a encontrar pruebas adecuadas de la brecha económica entre América Latina. Estados Unidos y otras regiones.

     Finalmente, nuestro enfoque proporcional de análisis cuantitativo ofrece un método coherente para medir la llamada brecha del PIB entre Estados Unidos y América Latina. Hemos mostrado que la brecha no siempre experimenta una ampliación continua, como muchos han pensado; es más, cuando la brecha PIB/C se amplía esto se atribuye al alto crecimiento demográfico. Si el crecimiento demográfico de América Latina se pareciera al de Estados Unidos, que es más bajo, la región se hubiera comportado mejor, tal como lo señalamos al hacer pruebas contrafactuales. De acuerdo con nuestro análisis proporcional, la brecha se amplió durante el siglo XIX, se estabilizó a principios del siglo XX y durante el curso de ese siglo se estrechó, se amplió y se estrechó de nuevo.

Apéndice A

Metodología y fuentes

PROBLEMAS METODOLÓGICOS EN LA INTERPRETACIÓN Y COMPARACIÓN DE DATOS ECONÓMICOS SOBRE EL PRODUCTO INTERNO BRUTO

El centro de nuestras comparaciones económicas es el PIB -el valor de todos los bienes y servicios generados en un país independientemente que quién sea el propietario. A pesar de la enorme fe en la capacidad de los datos de PIB para revelar con precisión la situación de América Latina, éstos no son más que una aproximación. El hecho de que las estimaciones del PIB de un país varíen de una estimación a otra (sea nacional o extranjera) evidencia lo imperfecto que es el arte de la estimación de la actividad económica. Luego entonces, aunque usamos datos de PIB en la discusión de la situación de América Latina, el objetivo de este Estudio no es proporcionar un cuadro definitivo de la «realidad » económica. El uso y la discusión de datos de PIB puede, en el mejor de los casos, reflejar sólo parcialmente la realidad económica.

     Existen varias dificultades en la medición del PIB. Una implica la variación de los métodos de obtención de datos de un país a otro. Otra se refiere a la confiabilidad de los datos para los primeros años de una serie larga, aun si éstos están ligados. Un tercer problema surge cuando las agencias estadísticas tratan de presentar la situación del país bajo una luz positiva manipulando los datos sobre tasas de crecimiento del PIB; al hacerlo distorsionan la situación de un país que reporta honestamente sus datos tanto como le es posible. Es más, incluso cuando un país reúne la información de manera juiciosa pueden surgir errores de cálculo y presentarse diferencias de estimación efectuadas por las agencias del gobierno, que luego se magnifican al pasar de un nivel a otro de la burocracia.

     Otro problema, frecuentemente ignorado, es el que se refiere a qué incluir en la contabilidad del PIB. Además de la economía formal, algunos países intentan incluir a la economía informal e incluso al mercado negro, lo que otros no hacen, creando fuertes divergencias. Por ejemplo, durante la década de los noventa Colombia intentó incluir a la economía informal en las estimaciones del PIB. Las discrepancias pueden invalidar las comparaciones entre países. Otra variación es que unos países usan precios de mercado, que incluyen impuestos y subsidios, en tanto que otros usan el precio de los factores, que al excluir impuestos resulta en un valor inferior. Las mencionadas son sólo algunas de las dificultades en la medición y el análisis de los datos de PIB, pero nos llevan a cuestiones clave a la hora de considerar las comparaciones nacionales.

     Las series presentadas aquí excluyen tanto a la economía informal como a la ilegal, excepto en la medida en que las actividades de lavado de dinero se completen.

CONVERSIÓN DE LAS MONEDAS NACIONALES A UN ESTÁNDAR COMÚN

Para hacer comparaciones internacionales, el PIB debe convertirse en una moneda común, generalmente el dólar (que usamos aquí). El PIB de un país convertido así, para cualquier año, da -dólares corrientes». Una vez que los datos se convierten en dólares se pueden hacer comparaciones internacionales del PIB. Discutiremos dos tipos de divisa común, cada una con diferencias: «dólares corrientes» y «dólares año base».

Dólares corrientes

El proceso de convertir a dólares corrientes crea distorsiones. La cuestión es cuál tasa de cambio usar, una tasa flotante, ¿la tasa a fin de año, el promedio del año completo o la tasa a la que el país exporta? La elección de la tasa de cambio puede ser incluso más problemática cuando la moneda de un país se fija artificialmente, sobrevaluándola para aumentar el tamaño del PIB (los países que permiten que sus monedas floten se ven afectados cuando se compara su PIB con el de otros países que sobreestiman sus datos con una tasa artificial). La alternativa es tratar de usar una tasa de cambio ajustada, la tasa de mercado negro, por ejemplo, pero la dificultad de reunir suficiente información precisa (para años transcurridos) hace que esta «solución» sea «problemática».

     Incluso cuando se usa una tasa de mercado, la conversión a dólares puede crear distorsiones porque la tasa de mercado no captaría todo el valor de la moneda nacional. Por ejemplo, una tasa de cambio debería tomar en cuenta la inflación inherente en la moneda nacional, pero fácilmente puede subestimar la inflación o puede sobrerreaccionar a la inflación esperada, por lo que sobre o subvalúa el PIB.

     A pesar de estas limitantes y por razones discutidas en el texto, creemos que los dólares corrientes del método TCD presentados en la serie W-R2 es el más útil para comparar y clasificar economías comparando un año en específico (cuadros B17 y 19) Y para medir la brecha económica en porcentaje a lo largo del tiempo (cuadros 21 y 22), No es la adecuada para examinar datos absolutos a lo largo del tiempo.

Tasa del dólar año base

Existen dos clases de tasa del dólar año base, la TCD y la PPC. En lugar de tener «dólares corrientes" del método TCD, ya discutido, durante las últimas décadas la mayoría de los analistas, usando la tasa de cambio PPC, han intentado generar comparaciones más consistentes entre países desarrollados y en desarrollo. El intento de usar esta metodología toma en cuenta el hecho de que en los países en desarrollo el precio en dólares de bienes y servicios básicos de consumo son más bajos y difíciles de medir que en los países desarrollados. Por ello el método PPC crea una canasta de bienes y ajusta el tipo de cambio de esos bienes para equipararlos a los del país desarrollado.

MÉTODOS ESPECÍFICOS Y FUENTES
Fuente para la serie W- R 1, 1940-1998

La serie W-R1 se calculó como se indica a continuación.

     Datos de América Latina: la serie une datos de la CEPAL para América Latina existentes desde 1940 en SALA (vol. 26: 33013321) a SALA (vol. 32: 3401-3241), actualizado con ECLAC (CEPAL), Economíc Survey of Latín America. Los datos de SALA (vol. 26) se usaron hasta 1985. Las tasas de crecimiento de SALA (vol. 32), se usaron para proyectar los datos hasta 1993. Las tasas de crecimiento de la CEPAL se usaron posteriormente para proyectar los datos de 1993 a 1998. Todos los datos de SALA usan PIB a costo de factores a precios de 1970, en tanto que la CEPAL usa dólares de 1995 a costos no factoriales. Aunque esta es una discrepancia en consistencia al comparar las tasas de la CEPAL y con las de SALA (vol. 23), para 1993 revela que son casi idénticos.

     Nueve países que carecen de estadística para 1940: para generar estimaciones para cuatro países (Bolivia, República Dominicana, Haití y Panamá) para 1940 usamos los datos de la CEPAL de 1945 y promediamos la tasa promedio de crecimiento para el resto de América Latina [16 de 20 países) para retroproyectarlos a 1940.

     Los datos para cuatro (El Salvador, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua) proceden de Bulmer-Thomas (véase Thorp, 1998: 320321), cuya metodología es similar a la nuestra. Los datos para Perú vienen de Hofman (1997), estudio que Thorp encargó para su libro.

     Datos para Cuba, carencia de confiabilidad en las estadísticas del PIB: todos los dato para Cuba proceden también de Thorp (1998: 320 y 353). Los datos están a precios de 1965.

     Datos para Estados Unidos: la serie básica para Estados Unidos se tomó de IMF-IFF-Y. Debido a que los datos del FMI se remiten sólo hasta 1948, para 1940 usamos datos de Maddison después de haber usado el deflactor del FMI para 1970, para convertir a dólares TCD.

     Conversiones TCD: todos los datos se convirtieron a tasas oficiales del FMI (IMF-IFS-Y). Convertimos todos los datos que no se dieron en dólares de 1970 a dólares de ese año usando el deflactor del FMI para 1970. Para comparaciones de los tipos de cambio TCD y PPC, véase cuadro A: l.

 

Apéndice B

Datos de población

Se usaron varias fuentes de datos de población para calcular el PIB/C de las seis series que se discutieron aquí.

l. La serie W-R1 y W-R 2 usaron datos de población del cuadro B: 1.

2. La serie SALA hasta 1980 (vol. 26: 3324) se basa en la serie de la CEPAL (construida con datos provenientes de las agencias estadísticas nacionales); los datos subsecuentes fueron calculados por SALA con las tasas de cambio porcentual de la CEPAL (SALA. vol. 32: 401, y ECLAC-SY). Nosotros agregamos Cuba a la serie SALA usando los datos per cápita de Thorp, que se convirtieron aquí a datos totales (PIB/C x población = pm) y luego agregamos Cuba a los totales de América Latina presentados por SALA. Los datos para Estados Unidos de 1940 y 1950 se derivan de Wilkie (1974: cap. 8); los datos para 1960 y 1970 se derivan de IMF-IFS-Y, 1980; los datos para 1980, 1990 Y 1998 vienen de UN-DY (1992: 97).

3. La serie Thorp de población procede de Mitchell (1993).

4. Los datos per cápita de Maddison se basan en sus series de población, que incluimos completas (1995: 112-113), procedentes de varias fuentes (que se listan en la página 99) y que están incluidas en la Cambridge History of Latin America (1985-1986).

5. La serie Jolly se basa en datos de la CEPAL (E/CN. 12/825), 12 de marzo de 1969 y las tasas de crecimiento de Pearson (1969: 358). Las proyecciones para 2000 son una continuación de las tasas de crecimiento 1960-1967, basadas en las estimaciones de Pearson (1969: 56). La estimación más baja para población de América Latina (incluyendo la población de habla inglesa del Caribe) fue de 650 millones en 2000. La más alta fue de 700 millones, que excedió con mucho los datos de 20 países de América Latina del cuadro B: 1.

Apéndice C

Serie Moreno-Pérez: PIB en PPC, datos absolutos

 

Apéndice D

Serie Moreno-Pérez, Datos absolutos del PIB/C-PPC


BIBLIOGRAFÍA

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1. La información teórica sobre distribución del ingreso podría usarse para medir la llamada brecha creciente, pero esa información no existe en forma estandarizada para los países de América Latina desde 1940. Hay datos para algunos países en ciertos años, pero con metodologías y coberturas diferentes. Para un análisis de los límites de tal información véase SALA (vol. 37: 1412-1416) y Thorp (1998: 352).

2. Existen otras series TCO pero sólo cubren años específicos o periodos cortos y carecen de consistencia interna.

3. Véase Heston y Summers (1991). La tabla mundial Penn con datos de principios de los noventa y por país, está disponible en http://datacentre.chas.utoronto.ca:5680/cgi-bin/pwt/Jorm?s=CHM/RGDPC y http://datacentre.chass.utoronto.ca5680/cgi-bin/pwt/jump? t=213028. Véanse también: l) un análisis sobre la PPC de investigadores afiliados al National Bureau of Economic Research, http://www.nber.org. que incluye críticas como la de Engel (1996): 2) Angus Maddison y Bart van Ark, -The international comparison of real product and productívíty-, Memorándum de investigación GD-6, lnternational comparison of output productivity (ICOP) proyecto. Centro Groeningen para el crecimiento y el desarrollo, Universidad de Groeníngen, Holanda. 1994, discutido en Maddison (1995: 162-163). El proyecto ICOP es muy limitado tanto en términos de su método como de su cobertura geográfica.

4. Véase United Nations (1985).

5. Véanse United Nations 0994 ) y World Bank Atlas (1999: 58).

6. Para una evaluación en apoyo de la metodología PPC, véase Maddison (1995: 162-163).

7. El CIC en la Universidad de Pensilvania, Penn World Table, en http://pwt.ecom.upenn.edu/home.html.

8. Por ejemplo. Teléfonos de México adquirió el sistema telefónico de Guatemala. Desde la firma del TLCAN en 1994, las compañías mexicanas han estado construyendo una importante base en Estados Unidos (véase Romney. 2001). Bimbo Bakeries de México se convirtió en un jugador mundial en Estados Unidos. Austria y República Checa. La. base originaria de las inversiones mexicanas en el exterior fue establecida por el grupo Maseca (GRUMA). En los setenta GRUMA empezó a obtener ganancias de la venta de tortillas en América Central y Estados Unidos, con las que financió su expansión en México. Hacia fines de 2000, GRUMA abrió una planta de tortillas en Inglaterra para abastecer al mercado europeo.

9. «Redefiniendo el progreso', disponible en http://www. cyberus. cal choose.sustain/ Question/ GDP-GNP. html.

10. El IPG sustrae del PIB los siguientes costos: crimen y divorcio, cualquier aumento en la concentración del ingreso, agotamiento de recursos naturales, daños en la salud humana y el ambiente por contaminación, consumo de ciertas formas de energía, uso de químicos que destruyen la capa de ozono, cualquier disminución en el tipo libre, acortamiento de la vida de los bienes de consumo durables y de la infraestructura. El IPG agrega al PIE el trabajo doméstico imputado como si lo hiciera una persona contratada para ello. Véase el esquema RP en http://www. cyberus.ca/choose.sustain/question/GPI.html.

11. De acuerdo con los datos de Jolly, la brecha absoluta entre América Latina y Estados Unidos era de 855 dólares en 1950 y pasó a 5 680 en 2000, o sea un incremento de 564.3 por ciento.

12. Para un análisis de la convergencia de o hacia Estados Unidos en términos de PIB/C, véase Maddison (1995: 25).

13. Para fuentes y metodología véase apéndice A. Los datos de Estados Unidos provienen del IMF-IFS.

14. Los datos per cápíta se extraen de los datos de población discutidos en el apéndice B.

15. SALA [vol. 26: 3324. y vol. 32: 3401).

16. Los datos per cápíta se extraen de los datos de población discutidos en el apéndice B.

17. Los datos per cápita se extraen de la población según lo que se discute en el apéndice B.

18. Maddison (1995).

19. Los datos per cápita se extraen de la población de acuerdo con lo que se discute en el apéndice B.

20. Para una definición del PSB y el producto material bruto (PMB) véase SALA (vol. 37: 3407).

21. Véase SALA (vol. 37: 3407).

22. Véase CEPAL (2000, cuadro A.1). De acuerdo con la CIA, «La Habana anunció en 1995 que el PIB declinó en 35% durante 1989, ello como resultado del retiro de la ayuda soviética y de la ineficiencia interna. La caída en el producto aparentemente se detuvo en 1994, cuando se reportó un incremento de 0.7%, seguido por otro de 2.5% en 1995 y de 7.8% en 1996. El crecimiento se desaceleró en 1997 y 1998 en 2.5 y 1.2% respectivamente». La CIA estimó que el crecimiento del PIB de Cuba se recobró de nuevo en 1999 y 2000 con tasas de 6.5 y 5 por ciento, respectivamente, «aparentemente debido al continuo crecimiento del turismo. El control centralizado es difícil debido a la existencia de la economía informal. mucha de la cual está denominada en dólares. El nivel de vida para el ciudadano promedio (fuera de la órbita del dólar) permanece a un nivel abatido en comparación con] 990». Véase Agencia Central de Inteligencia (CIA), The world fact book 2000, «Economy»; disponible también en el http://www.cía.gov/cía/publications/Jactbook/geos/cu.html#Ecom

23. El índice de precios de la CEPAL (1970 = 100) para América Latina fue de 87 para 1965: el índice de precios para las importaciones fue de 104. Véase SALA (vol. 37: 2543 y 2544); respectivamente; la base fue recalculada aquí. pasando de 1990 a 1970.

24. El alto crecimiento de la población genera excedentes laborales que deprimen los salarios. Un resultado de lo anterior es que los países se centran más en las exportaciones que en el aumento de la demanda interna.

25. Zedillo fue nombrado presidente de la Comisión para el Examen de la Disminución de la Ayuda Internacional a Países en Desarrollo de las Naciones Unidas (Mexico City News, 9 de septiembre de 2000, y The Wall Street Journal, 15 de diciembre de 2000), http://interactive.wsj.com/archive.

26. The Wall Street Journal, 15 de diciembre de 2000. http:// interactive.wsj.com/archive. En México los críticos de Zedillo objetaron su nombramiento porque, en su opinión, su administración recortó los programas de ayuda social.

27. Uno de los problemas que han caracterizado los trabajos de investigación sobre décadas pasadas es el uso de datos parciales que son extrapolados como tendencias. La escuela dependentista. por ejemplo. basa su teoría en examinar los términos de intercambio por un periodo limitado de tiempo. Incluso los trabajos más recientes de los historiadores sufren de esta tendencia a desarrollar sus teorías con base en datos fragmentarios (y en algunos casos en ningún dato).

28. Coatsworth (1998) no cita a Maddison  (1995) o a Thorp (1998).

29. Thorp (1998) y Coatsworth (1998) tienen una gran riqueza de datos económicos en varios subtemas concernientes al concepto de PIB, como productividad, precio de stockcs y distribución del ingreso; pero son Maddison y Thorp quienes van a fondo y hurgan en los datos completos de PIB.

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