Mexico and the World
Vol. 8, No 2 (Spring 2003)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume8/2spring03/historia_comentario.htm
Manuel Gómez Morín
y Su Contexto en la Historia de México:
Comentario sobre sus Entrevistas de
Historia Oral con James Wilkie y Edna Monzón
Por
Francisco Gil Díaz
Hoy el 17 de julio de 2001 celebramos
la publicación de Volumen II de la serie Frente a la Revolución
Mexicana; 17 Protagonistas de la Etapa Constructiva
(México, D.F. Universidad Autónoma Metropolitana)
Vol. II. Ideólogos: Manuel Gómez Morín,
Luis L. León, German List Arzubide,
Juan de Dios Bojórquez, Miguel Palomar y Vizcarra
(2000)
Los otros tomos son:
Vol. I: Intelectuales: Luis Chávez Orozco, Daniel
Cosío Villegas, José Muñoz Cota,
Jesús Silva Herzog
(1995).
Vol. III. Líderes: Salvador Abascal, Ramón Beteta,
Marte R. Gómez, Jacinto B. Treviño
(2001)
Vol. IV. Presidente y Candidatos: Vicente Lombardo
Toledano, Juan Andreu Almazán, Ezequiel Padilla,
Emilio Portes Gil
(En proceso de publicar)
Las entrevistas de esta serie hiladas alrededor de preguntas tan
inteligentes como las planteadas por James Wilkie y Edna Monzón
Wilkie son de utilidad para conocer opiniones, aspectos de la
personalidad de los entrevistados, sus razones en el momento de
tomar decisión es de gran trascendencia y para llenar huecos
que sin este material otros historiadores hubieran tenido que
inferir o adivinar.
La entrevista adquiere mayor importancia
tratándose de un hombre de acción y pocos documentos
como lo fue Manuel Gómez Morín, en su caso el material
recopilado por los Wilkie es una aportación a la historia
de México y a la biografía del personaje.
Tratar el pensamiento de Gómez Morín obliga a hurgar
en los principios doctrinarios del Partido Acción Nacional
que en su origen mucho o todo le deben. Un concepto central en
Gómez Morín es el Principio de Subsidiaridad.
Cito:
"En cuanto a la familia, nosotros creemos en el principio
de subsidiaridad; lo que el hombre pueda hacer sólo, lo
debe hacer él, y no tiene derecho la familia, que es la
primera sociedad, de irrumpir
en su personalidad, debe respetarlo; ayudarlo a realizarse. Lo
que la familia pueda hacer por si sola, no lo tiene que hacer
el municipio, la ciudad; el municipio debe respetar esa zona peculiar
de acción de
la familia; lo que el municipio puede hacer, no lo tiene que hacer
el Estado; lo que el Estado puede hacer, no lo tiene que hacer
la Federación... Creemos en la subsidiaridad y en la descentralización".
Un enunciado así debiera ser la piedra de toque cuando
se piensa en el diseño de políticas públicas,
surge de una consideración práctica, no de un compromiso
ideológico, nace de la mente clara de un hombre en posesión
de un gran sentido común. Para desarrollar esta idea podemos
aplicar el Principio a diversas políticas públicas
y al hacerlo descubriremos que está detrás de la
libertad política y que constituye además la esencia
misma de la democracia.
Una de las políticas públicas fundamentales dentro
de cualquier convivencia humana es la relacionada con la organización
política regional y dentro de ella la división de
facultades entre los ciudadanos, entre éstos y el gobierno
y entre los diversos niveles de gobierno. Para ceñirnos
a la lógica del Principio y aplicarlo por lo tanto de abajo
hacia arriba, al nivel más local de organización
política, nuestro municipio, surgen varias preguntas inspiradas
en el Principio de Subsidiaridad:
1. ¿Porqué un grupo de ciudadanos qué quisiera
separarse del municipio y formar otro no está facultado
legalmente para hacerlo?
Poderlo hacer introduciría
un elemento de competencia político-administrativa que
contribuiría a hacer más honesta y eficiente la
administración municipal. El grupo disidente tendría
que tomar en cuenta que, aun contando con el manejo directo de
los recursos recaudados localmente y con las participaciones de
ingresos estatales y federales, tendría que soportar el
costo de una nueva administración municipal. Evidentemente
una separación administrativa no sería aceptada
por la población si no estuviera convencida de que una
mayor eficiencia y posiblemente menor corrupción compensan
el costo de una nueva estructura burocrática.
2. ¿Porqué tratándose de decisiones de carácter
local no pueden los ciudadanos hacer uso del referéndum
y del plebiscito?
Esta limitación a la libertad evidentemente aumenta el
poder de abuso de los gobernantes municipales y de los demás
niveles de gobierno sobre el municipio. Mucho se discute acerca
de la incapacidad de la gente para comprender la complejidad de
los problemas sobre los que tendría que votar, pero es
difícil creer que la población no pueda decidir
racionalmente sobre problemas de naturaleza local, si la legislación
garantiza que sólo será válido un voto que
atraiga a un porcentaje representativo de la población;
que el texto a votar deba ser revisado por una Comisión
imparcial que asegure que no se plantea una pregunta sesgada;
y que no se incluyan decisiones que de aprobarse serían
violatorias de derechos constitucionales.
3. ¿Porqué no darle a los habitantes de un municipio
la capacidad de legislar, limitados por supuesto por las atribuciones
constitucionales del municipio?
La legislación vigente,
la supuesta autonomía municipal contenida en nuestro artículo
115 constitucional, debiera calificarse como la camisa de fuerza
o la falta de atribuciones municipal. El artículo constitucional
referido no confiere autonomía, más bien, supedita
a las autoridades locales a las decisiones de la legislatura estatal.
Nuestro arreglo legislativo se traduce por supuesto en falta de
libertades y el no ejercicio de éstas en nula responsabilidad
local. La falta de responsabilidad se refleja a su vez en una
inveterada actitud limosnera. Los problemas que aquejan a los
municipios no los atacamos mediante el cobro del agua, o del alumbrado
o del predial, no, la solución a la que nos hemos acostumbrado
son las participaciones, en efectivo para comprar Suburbans y
pagar buenos sueldos, o la colaboración, escasa, en obras.
Acabar como estamos con municipios infestados de basura, sin drenaje,
sin tratamiento de aguas negras, deficiente servicio de agua potable,
escasa recaudación del predial, malas escuelas, inseguridad,
etc., no es de extrañar, cuando el ciudadano local no está
en control de su gobierno. El poder está más bien
en un lugar tan lejano que el ciudadano sólo puede influir
de manera débil e indirecta para intentar solucionar,
generalmente con un éxito parcial, sus problemas urbanos.
Dentro del espíritu del Principio y de los párrafos
anteriores inspirados en el mismo, es evidente que lo más
conveniente es dejar a los ciudadanos la libertad de acertar,
y también de errar, de aprender del ejemplo de los experimentos
que lleven a cabo otros municipios y de sus propios errores, de
enorgullecerse de su habilidad política y administrativa,
de competir con otros pueblos y ciudades para atraer actividad
económica pero también para ofrecer calidad de vida,
pero sobre todo, para poder decir, lo que tenemos es nuestro logro
y no que la población no progresa porque no recibe suficientes
participaciones.
Podemos ver así como en Gómez Morín, en el
Principio eje de su pensamiento, se encuentra la semilla no sólo
de los ideales originales de Acción Nacional, algunos desgraciadamente
en archivos inaccesibles de nuestras pobres memorias, sino de
un método para organizar la política, es decir de
un método para gobernar.
Apoyada en el Principio, fueron fecundas la obra conceptual y
las aportaciones institucionales de Gómez Morín.
En la autonomía municipal, en la autonomía del Banco
de México, en la autonomía universitaria, en la
descentralización política, en la búsqueda
del desarrollo maduro de los individuos y de las organizaciones
intermedias se encuentra un ideario que busca evitar que unos
cuantos concentren el poder y que un grupo pequeño decida
por los demás. En todo aquello en que las decisiones pueden
bajarse de nivel es mejor descentralizar y dejar el mayor grado
de autonomía posible a los particulares. Un tributo más
al pensamiento de Gómez Morín es que la anterior
es también la tendencia moderna que se ha perfilado con
claridad en la administración de las grandes corporaciones
y del gobierno. Para pasar al otro extremo de la política,
yendo de lo micro a lo macro, el ideario de Gómez Morín
es pertinente para decidir cual fórmula, de la muchas posibles,
es la adecuada para escoger, por ejemplo, la combinación
adecuada de política monetaria y cambiaria.
Otro aspecto toral en la organización de toda sociedad
es cómo dotarse de medios de pago. Para responder a esta
pregunta el primer punto a dilucidar es si la acción discrecional
es conveniente. Una respuesta afirmativa eliminaría la
consideración de varios de los posibles arreglos monetario-cambiarios
que ha inventado la humanidad. El anterior sería el caso respecto al patrón oro,
las cajas de conversión, la participación en una
unión monetaria o la emisión libre de papel moneda
por la banca comercial. Todos esos sistemas funcionan automáticamente,
sin necesidad de que se tomen decisiones sobre la política
monetaria a instrumentar. Incluso el simple mantenimiento de un
tipo de cambio fijo cabría parcialmente dentro de ese conjunto
de fórmulas, aunque su automaticidad no sería total
ya que es un sistema que requiere de operaciones monetarias de
esterilización por parte del banco central [1] .
Para ceñir la discusión voy a partir de uno de los
pocos consensos a que ha llegado la profesión económica:
no existe una relación sistemática y aprovechable
entre la inflación y el empleo y no es aconsejable, por
lo tanto, seguir una política monetaria activa. Toda vez
que existe el convencimiento de que una política monetaria
activa no estimula el empleo sino que ocasiona diversos trastornos,
entonces el arreglo institucional para la creación de medios
de pago debe ser uno que impida o al menos controle la acción
discrecional.
Para estos efectos existen varias fórmulas posibles. Una
de ellas consistiría en utilizar una moneda con valor intrínseco.
Históricamente este arreglo se abandonó por caro,
la moneda se desgasta, y por impráctico. Pero tenía
una gran virtud: la cantidad de dinero en circulación era
decidida por el público en forma semejante a cualquier
otro bien. Es claro que no puede haber un sistema más democrático
y más libre de interferencia gubernamental.
El Patrón Oro Fiduciario vino a solucionar los problemas
prácticos de la moneda con valor intrínseco, al
tiempo que conservó las virtudes de la circulación
metálica. En el Patrón Oro se establece una relación
de uno a uno entre la tenencia de divisas (u oro) en una entidad
central y la cantidad de papel moneda en circulación y
se establece una relación de valor fijo entre el oro y
la moneda. El Patrón Oro, exactamente igual que la moneda
con valor intrínseco, impide una acción monetaria
discrecional y se traduce en movimientos de la masa monetaria
que son resultado exclusivamente de la suma del conjunto de decisiones
de los individuos y empresas que integran una sociedad. Esta automatización
entre demanda y oferta de dinero se da también en las cajas
de conversión.
Además de la no discrecionalidad y de la esencia netamente
democrática de un régimen semejante, el mismo presenta
otras ventajas. El tipo de cambio fijo facilita la planeación
de los actores económicos al disminuir considerablemente
los riesgos derivados de fluctuaciones excesivas del nivel de
precios, de las tasas de interés y del tipo de cambio.
Se disminuyen riesgos tratándose de planes de inversión
y se promueve el comercio internacional que deja de sustentarse
en adivinanzas sobre la posición relativa de la moneda.
En la mayoría de los regímenes alternativos, esta
última dependería de un sinnúmero de acciones
arbitrarias y circunstanciales y del a veces caprichoso movimiento
especulativo de capitales.
En un sistema con dichas características el mercado no
tiene que adivinar si las autoridades van a contraer o expandir
el circulante, si van a aumentar o disminuir las tasas de interés,
si van a influir sobre la estructura de las tasas de interés,
si van a determinar un tipo de cambio más alto o más
bajo, si el tipo de cambio real es el adecuado o no. Todas estas
preguntas tienen una sola respuesta: las autoridades no influyen,
las decisiones las toman los particulares. La balanza de pagos
y la cantidad de dinero se vinculan directamente y se equilibran
en forma automática.
Recorriendo la escala de posibilidades se pasa del Patrón
Oro al simple establecimiento de un tipo de cambio fijo, preferido
por algunos porque tiene algo de flexibilidad en el corto plazo.
Sin embargo, el tipo de cambio fijo presenta dificultades que
comparte con los regímenes semi fijos o con un desliz que
utiliza bandas. Estas dificultades se han traducido en el derrumbe
de todos estos regímenes en la época moderna.
Si se adopta un tipo de cambio flotante es preciso analizar qué
clase de flotación conviene. La experiencia de México
desde 1995 aporta enseñanzas sobre el tema. Es patente
que la libre flotación ha contribuido a estabilizar el
tipo de cambio. Por contra, la experiencia también ha demostrado
que la intervención despierta el apetito del mercado por
llevarse los recursos que se ofrecen; que cuando no se interviene
el mercado retoma solo su nivel o su tendencia; que las intervenciones
añaden un ruido considerable a los planes y percepciones
de los actores económicos, porque no saben si se desea
establecer un piso o un techo al tipo de cambio, o si dicho piso
o techo será fijo o móvil en el tiempo. Si el mismo
es móvil, los participantes en el mercado no sabrán
de acuerdo a qué parámetros, no conocerán,
en todo caso, cuántos recursos estará el banco central
dispuesto o capacitado para inyectar. Si perciben un piso, el
tipo de cambio rebotará por si sólo cuando se acerque
a su límite y se inhibirán el influjo de divisas
y la baja en las tasas de interés. La mayor incertidumbre
provocada por las intervenciones se reflejará en un mayor
nivel promedio en la relación de valor moneda local/(moneda
extranjera) y en su mayor variabilidad.
Otro elemento a considerar para definir la estrategia cambiaria
adecuada es el comportamiento del llamado hot money. Este tipo
de recursos entró al país en demasía y fue
uno de los factores detonantes de la crisis de 1995. Los especuladores
hicieron sucumbir a las autoridades mexicanas, como lo han hecho
con las autoridades de los países que han tratado de resistir
mediante políticas de esterilización. La única
forma de evitar los perjuicios que causan tales movimientos es
dejar que los propios especuladores se derroten, no dándoles
la posibilidad de apostar en contra de las autoridades, que es
lo que sucede cuando éstas se empeñan en mantener
un tipo de interés o de cambio determinado.
Asimismo, aun con un tipo de cambio flexible, las intervenciones
pueden tener consecuencias desestabilizadoras si provocan la pérdida
de credibilidad en el tipo de cambio que determina el mercado.
Cuando los actores de los mercados llegan a suponer que el nivel
del tipo de cambio es artificial, es decir, que es resultado de
una intervención que tarde o temprano resultará
insostenible, los compradores de divisas buscarán adquirir
la mayor cantidad posible y los exportadores y otros vendedores
retrasarán sus ventas hasta que sientan que el tipo de
cambio vuelve a su nivel de equilibrio.
Quedan entonces por considerar los elementos que debiera contener
un régimen conducido dentro de un régimen de tipo
de cambio flexible pero también libre. En un régimen
de esta naturaleza se vuelve posible la expansión de los
medios de pago a través del crédito del banco central
y se plantea por lo tanto el problema clásico de optar
por discrecionalidad o reglas en la provisión de los medios
de pago. La no-discrecionalidad de la política monetaria
no implica necesariamente un crecimiento nulo de los medios de
pago, ya que el crecimiento económico genera mayor demanda
por dinero aun con estabilidad de precios. Pero si va a dotar
al gobierno de la capacidad de aumentar los medios de pago, la
sociedad debe encontrar también la fórmula que evite
el abuso por parte de las autoridades del poder que se les confirió:
si la política monetaria tiene como uno de sus principales
cometidos el proveer el crecimiento de los medios de pago, debe
hacerlo en cantidades suficientes cuidando no presionar los mercados.
Una expansión excesiva de la liquidez en un régimen
de tipo de cambio administrado deteriora la balanza de pagos y
se traduce tarde o temprano en una depreciación cambiaria.
Si el tipo de cambio es flexible, la reacción del tipo
de cambio es inmediata. En ambos casos la inyección de
liquidez excedente se convierte en presión sobre el nivel
general de precios.
Una de las soluciones que se han propuesto para evitar la discrecionalidad
en el manejo de la política monetaria es el establecimiento
de reglas a que deberá sujetarse el instituto emisor. Una
de ellas consiste en fijar metas cuantitativas al crecimiento
de los medios de pago. Como es evidente, dichas metas deberán
ser congruentes con la estabilidad de precios y una tasa de crecimiento
del producto real acorde con su tendencia de largo plazo. El problema
con el criterio anterior es que el desarrollo moderno de losmedios
de pago ha facilitado la sustitución entre ellos y también
un uso progresivamente decreciente de los medios de pago tradicionales:
el efectivo y el cheque. Estos fenómenos dificultan enormemente
la medición de la variable cuyo crecimiento se fijaría
como objetivo [2]
.
Un número creciente de países, a partir de un razonamiento
similar al anterior, ha ido convergiendo hacia el establecimiento
de bancos centrales independientes que responden a un solo cometido.
En lugar de establecer metas cuantitativas sobre los instrumentos
a su alcance, se ha fijado un objetivo a alcanzar: la estabilidad
de precios. Otorgada la autonomía que implica libertad
del banco central respecto a presiones políticas, queda
de cualquier manera una incógnita por resolver: ¿cómo
debe operar el banco central autónomo para alcanzar sus
metas?
Cuando las reglas cuantitativas no pueden ser exactas, debe recurrirse
a un manejo del crédito del banco central que se sustente
en la observación simultánea de diversos indicadores.
Se trata de una acción que puede equipararse a navegar
en un barco de vela. El rumbo en un velero nunca podrá
mantenerse si se sujeta la caña en una sola posición.
La dirección y fuerza del viento cambian constantemente,
también lo hacen las corrientes marinas. Hay que modular
la posición de la caña para mantener el rumbo. Eso
no quiere decir discrecionalidad. Sólo hay un objetivo
y el objetivo le ha sido señalado al banco central, pero
debe dosificar su inyección de liquidez, idealmente en
pequeñas cantidades, evitando los golpes de timón,
para lograr su meta.
En la navegación a vela, las señales que aportan
los estambres, el catavientos y la excoriación del velero
corresponden en el ámbito de la banca central a los movimientos
del tipo de cambio, de las tasas de interés, de la tasa
de inflación, de la base monetaria, etc. Todas estas variables,
sus cambios y sus tendencias, deben orientar la dosificación
y la orientación de la política monetaria. Una tasa
de inflación al alza, incrementos salariales reales en
exceso de los aumentos en la productividad, un crecimiento económico
por encima de la tasa potencial de expansión del país,
o un tipo de cambio presionado repentinamente al alza, etc., pueden
aconsejar astringencia crediticia. Esta última también
puede ser recomendable si se observa una balanza de pagos con
un prologado déficit, cuyo porcentaje respecto al producto
sea superior al de la tasa de crecimiento de la economía.
Igual que en el velero no existen fórmulas matemáticas
precisas que indiquen, sin ambigüedad, las dosis crediticias
que debe aplicar un banco central. Pero lo crucial es que las
medidas estén orientadas a la consecución del objetivo
fundamental: la estabilidad. En éste, como en otros temas,
cobra actualidad el pensamiento de Manuel Gómez Morín,
quien en la década de los veinte colaboró intensamente
en la creación y apuntalamiento de una institución
monetaria central con metas y métodos parecidos a los que
se le dotaron a la nueva institución autónoma de
nuestro México moderno, el banco central autónomo,
el que, al adoptar la libre flotación de la moneda reconoce
al menos implícitamente, la validez del Principio: serán
los particulares y no un juego de reglas rígidas proclives
a fomentar la especulación, quienes determinen el nivel
del tipo de cambio y con base en su libertad, cumplirá
con su responsabilidad la institución autónoma concebida
por Manuel Gómez Morín.
En cuanto al municipio libre, nos queda, entre otras, una gran
asignatura pendiente. Y por lo que se refiere a otros aspectos
del marco institucional que tanto ocupó y preocupó
a Gómez Morín, el gran faltante en nuestro medio
es un poder judicial de cuya imparcialidad no se dude, cuyas sentencias
sean ejecutadas, con procesos breves y predecibles y con costos
razonables. No creo equivocarme al afirmar que las aspiraciones
de este gran mexicano son ampliamente compartidas por varios de
los partidos políticos pero aun así no hemos sido
capaces de convertirlas en realidades. Esa es la tarea que le
corresponde a las generaciones, panistas o de cualquier otra filiación
política.
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[1] Esterilizar en términos monetarios significa que el
banco central evita los efectos expansionistas sobre la base monetaria
de un aumento en las reservas internacionales mediante la venta
de deuda del gobierno en el mercado interno por un monto igual
en moneda nacional al valor del incremento en las reservas. El
sentido de la intervención se invierte cuando el fenómeno
a esterilizar es una disminución de las reservas internacionales.
[2] Lindsey & Wallick 1987.
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