Mexico and the World
Vol. 7, No 3 (Summer 2002)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume7/3summer02/patricia_galeana.html

Presentación de la obra
Frente a la Revolución Mexicana

 

 Patricia Galeana
Ex-Director del Archivo General de la Nación de México

     Hoy celebramos la aparición del segundo volumen de la obra Frente a la Revolución Mexicana, 17 protagonistas de la etapa constructiva, de James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie; publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana en su Serie Historia. 


      Nos congratulamos de que la obra haya sido presentada en una mesa multidisciplinaria y plural, con la participación de Francisco Gil, Sergio Zermeño y la autora de estas líneas, en correspondencia a la plural y multifacética gama de visiones que sobre la imagen de la Revolución Mexicana, nos presentan nuestros autores. 


     El volumen está dedicado a cinco ideólogos que vivieron la revolución y el periodo de consolidación del sistema emanado del proceso revolucionario, abarcando todo el espectro político: desde la más conspicua derecha cristera, hasta la izquierda comunista, pasando por el centro izquierda y centro derecha priista y por el centro derecha panista, teniendo como común denominador, haber sobrevivido medio siglo a la Revolución, lo que les permite medir sus efectos, desde sus distintas posiciones ideológicas.


     La obra aparece en una coyuntura propicia para la revisión histórica, a un año del cambio político que acabó con el sistema de partido hegemónico, surgido de la que fue la primera Revolución social del siglo XX.  

     Hoy, que queremos convertir al cambio político en una verdadera transición democrática mediante una profunda Reforma del Estado, que implica la revisión integral de la Constitución, es hora de repensar  la Revolución y revisar nuestro pasado reciente para comprender nuestro presente y actuar en él. 


     James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie nos ofrecen testimonios que  permiten ver el caleidoscopio de las corrientes políticas y de las fuerzas sociales, de medio siglo de historia mexicana. Cada entrevista es en sí un valioso documento histórico que tiene la singularidad de mostrarnos la evolución del pensamiento de cada uno de los protagonistas y a través de ellos de la sociedad mexicana. 


     Los cinco personajes seleccionados para el segundo volumen Frente a la Revolución Mexicana son líderes políticos, cuyas diferencias ideológicas los hacen concebir diferentes proyectos de nación en el tiempo eje del México contemporáneo: Ramón Beteta fue el más joven de los carrancistas y condujo la campaña priista de Miguel Alemán, con una participación central en su gobierno; Manuel Gómez Morín fue asesor de Obregón; y Calles, rector de la Universidad y fundador del Partido Acción Nacional; Germán List Arzubide fue soldado carrancista,  militante del partido comunista y agrarista anticatólico; Miguel Palomar y Vizcarra fue maderista y cristero y Juan de Dios Bojórquez fue constituyente del 17, líder obrero y callista. Las entrevistas que hoy se publican fueron realizadas en 1964, el que todos los protagonistas hayan muerto le da ala obra, una mayor perspectiva histórica. 


     La búsqueda de la verdad ha sido el motor de la ciencia y también de la ética, en cambio, la política, frecuentemente la ha ocultado y la mayoría de las veces la manipula. Seguramente, es por ello, que se ha erigido a la Historia como un  tribunal para juzgar, condenar o absolver a quienes han trascendido por sus actos, a la colectividad. 


      No obstante, el quehacer del historiador profesional no es sentar en el banquillo de los acusados a los actores de la historia, sino conocer su momento histórico para poder comprenderlo y explicarlo. El historiador estudia el pasado para comprender el porque de su presente y encuentra que no hay una verdad sino muchas. 


     Los Wilkie han aportado a la historiografía contemporánea, una nueva manera de hacer historia, su metodología de investigación destaca no sólo el valor de las diferentes interpretaciones de un mismo hecho histórico, sino también la importancia y efecto de la mentira y la manipulación que de los hechos hacen los líderes políticos. 


     La escuela historiográfica wilkineana, no sólo recoge el testimonio sobre lo ocurrido sino genera un nuevo documento histórico, mediante el debate entre el historiador y el personaje entrevistado, donde surgen nuevas interpretaciones para explicar sus propias contradicciones mediante la confrontación de los hechos históricos. 


     Los Wilkie nos van mostrando cómo cada líder construye su verdad, misma que acaba por creer y actúa en consecuencia. Finalmente, lo que los dirigentes dicen o creen que sucedió es tan importante para la Historia como lo que en realidad haya sucedido.  La obra nos ofrece el proceso ideológico, de los personajes en cuestión y la intersección entre el hecho, el mito y el imaginario colectivo.


     De esta manera, los documentos históricos que genera la metodología wilkineana constituyen fuentes de primera mano para nuevas investigaciones, no sólo de historia política, sino social y cultural. En ellos, podemos conocer la estructura mental del líder, cómo piensa  en forma espontánea, sin asesorías de ningún tipo. También podemos conocer cuales son los hechos que quiere corregir y esta información tiene en sí un gran valor, podemos constatar como van cambiando su opinión ante la necesidad de justificarse.  Importa lo que pasó, pero también lo que hubiera querido que pasara y lo que quedó en su mente de lo acontecido.  


     El Doctor Wilkie ha fundado una nueva escuela historiográfica de Historia Oral, cuyos principios desarrolla en su obra Elitelore, para trabajar con las diferentes elites y estudiar el proceso mental selectivo de la realidad en la construcción de su liderazgo y cómo de un hecho histórico van dando diversas versiones o interpretaciones, a través del tiempo.  Esa “verdad” que cambia el curso de la Historia, es el lore o saber, o creencias de la elite política es la que encontramos en la obra que hoy tenemos en las manos. 


     Wilkie nos demuestra que así como hay un folklore, hay una elitelore, que nos es necesario conocer para comprender sus acciones, ya que importa saber no sólo como ocurrieron los hechos, sino como los vio el líder. 


     Los cinco personajes seleccionados nos refieren su visión de la Revolución, de su programa, de sus caudillos, del constituyente, de la Constitución, del sistema emanado del movimiento revolucionario, de la democracia, de los partidos políticos, de las organizaciones sociales, de la religión y la educación. Demos algunos ejemplos.


La Revolución


     Todos coinciden en  que la Revolución Mexicana no tenía una clara ideología, fue un movimiento social que se hizo y luego se justificó. Ramón Beteta explica por qué su partido institucionaliza a la Revolución, al incluir en el proceso revolucionario no sólo a las reformas sociales, sino al equipamiento de la infraestructura que permite el desarrollo, como son todas las obras públicas. 


     Por ello es que la Revolución ha durado tantos años; además de que sus  ideales, siguen vigentes: la tierra debe ser de quien la trabaja, el estado debe proteger los derechos de los trabajadores,  el subsuelo debe pertenecer a la nación así como todos los servicios públicos, siguen vigentes. Concluye que en un sistema capitalista es inevitable la lucha de clases y que el papel del gobierno es proteger al débil. 


     Por su parte Manuel Gómez Morín, intelectual y estadista, concibe a la Revolución en tres etapas distintas: la Revolución democrática maderista, La revolución contra el gobierno militar de Huerta y la lucha de las diversas facciones por el poder. A lo largo de este proceso se fue definiendo el programa de la Revolución. Las metas maderistas de desarrollo económico, menor concentración de bienes y más escuelas, están todavía lejos de alcanzarse , debido a los mismos revolucionarios y a sus sucesores, que corrompieron a la revolución.  


     Gómez Morín pone el ejemplo del fracaso de la reforma agraria, que después de vencer la resistencia jurídica de una propiedad individualista, para entender que la tierra es un bien público sujeto a las exigencias de la colectividad, no tuvo un programa racional, sino que se actuó con violencia, sin tomar en cuenta la diversidad de las regiones, sin dar sustento jurídico al ejido, sin asistencia técnica, sin crédito, ni consideraciones demográficas ni de mercado; por lo que el ejido no solucionó el problema del campo y sólo   se utilizó como forma de manipulación política. 


     Miguel Palomar y Vizcarra se une al maderismo por abrirse una posibilidad para la participación política de los católicos.  El partido católico tiene como meta lograr la libertad de enseñanza, la representación popular, la personalidad jurídica de los sindicatos, y los derechos de los trabajadores y campesinos. Vizcarra considera abominables los actos del carrancismo.


     Admirador de la revolución rusa y de Lenin, Germán List Arzubide, considera a la Revolución Mexicana una revolución pequeño – burguesa. Madero la inicia con  tanto miedo a la violencia de la plebe, que en cuanto puede la detiene. La verdadera lucha,  desde su punto de vista, comienza cuando asesinan a Madero y Lucio Blanco comienza el reparto de tierras. Carranza lo reprime porque no deja de ser un burgués, por eso no entiende a Zapata. Finalmente el reparto agrario lo culmina Cárdenas


      Juan de Dios Bojórquez, constituyente y cronista del 17, describe en su entrevista la situación lamentable de los peones antes de la revolución. Declara que leía Regeneración, desde 1906, y que Flores Magón fue siempre un anarquista, respecto a que pretendiera fundar una República en Baja California, considera que es un hecho que no se ha aclarado. 


     Refiere también que la Revolución no había nacido con un programa.  Primero fue un movimiento político contra Díaz, y después contra Huerta.  Hasta que empezó el movimiento social con el proyecto revolucionario de reparto de tierras, en las adiciones al Plan de Guadalupe. 


     Bojórquez se volvió maderista y reconoce en Carranza a un gran político, que primero fue radical, cuando comentó que “la Revolución que transa va al fracaso”, y después frenó las cosas, porque era ya mayor de edad. “Primero quería derrotar a esa gente y después vendería el programa”, destaca que tuvo la visión de influir en América Latina. 


     Juan de Dios relata cómo organizó la primera comisión agraria, “como cosa simbólica”, para demostrar que la Revolución iba a hacer justicia al campo.  En 1913 se incorporó con Carranza y trabajó con Bonillas, también con el Ingeniero Pastor Rouaix y fue Secretario del Jefe Yaqui. 


     Bojórquez considera que el liderazgo de México en América Latina, se debe a la Revolución, reconoce influencia de los socialistas franceses, belgas y rusos, pero destaca que la Revolución Mexicana fue anterior a la rusa y que aquí no se hablaba de Marx. ante la dificultad de realizar la revolución agraria, hay que organizar cooperativas.


     En su juicio sobre los caudillos revolucionarios, Ramón Beteta señala que Carranza fracasó en imponer a un civil en la presidencia, porque Obregón tenía la fuerza real, la del ejército. Responsabiliza históricamente al propio Obregón de la muerte de Carranza, después de la cual, inicia el periodo constructivo de la revolución.  


     Respecto a Calles, Beteta coincide en que deja de ser radical por influencia del embajador norteamericano Dwight Morrow, por ello, difiere de Cárdenas. Considera que fue el propio Cárdenas quien puso las bases para el desarrollo económico, gracias a sus reformas sociales; en particular a la reforma agraria y a la nacionalización del petróleo, se propició el desarrollo de una industria nacional, que produjera bienes al alcance de los obreros. Ávila Camacho logró la estabilización y Alemán industrializó al país, proceso que Ruiz Cortines frenó por creer que una minoría se estaba enriqueciendo. Con López Mateos se inició de nuevo un ascenso en el desarrollo económico del país. 


     Germán List Arzubide fue el escritor estridentista que rescató a Zapata de la imagen de bandolero, para dar a los agraristas un héroe y fundamentar el derecho legal de adquirir tierras comunales. Soldado carrancista, trabajó al lado de Heriberto Jara en Veracruz, Adalberto Tejeda, Narciso Bassols y con Martín Luis Guzmán.


     Admira a Obregón por haber repartido tierras e impulsado la educación en las escuelas rurales; si bien señala que quería justificar la Revolución después de la muerte de Carranza haciendo leyes en beneficio de los obreros y sometiendo al clero. Obregón arma a los campesinos y cuando los generales se le sublevan los aplasta con las ligas campesinas.


     Arzubide considera también a Cárdenas un socialista utópico, primero lo combate por creerlo una prolongación de Calles, después lo reconoce como un revolucionario. Considera que el reparto de tierras no es todo, que se requieren bancos. Destaca que Cárdenas al menos, fue honrado, no se enriqueció como lo hicieron Henriquez Guzmán y Ávila Camacho. 

     Juan de Dios Bojórquez convivió con los caudillos como Salvador Alvarado y todos los primeros jefes. De Obregón y de Calles, destaca su mal carácter. Respecto a Bonillas coincide en que era capaz pero americanizado. Hace alusión a su origen modesto y al respeto que tenía de mexicanos y norteamericanos pero, con la popularidad de Obregón era imposible competir. En cuanto a Calles, comenta que todos lo consultaban, lo que era incomodo para el Presidente en turno, hasta que Cárdenas rompió con él. Considera que Cárdenas exageró “un poco” su radicalismo y Calles creyó necesario detener “un poco” ese movimiento y cayeron todos sus amigos.


     Bojórquez describe a Obregón como un obrero y agricultor pobre, mediero, que trabajaba la tierra ajena y le pagaban con la mitad de la cosecha, por eso a su pequeña granja le llamó “La Quinta Chilla” y cuando pudo se vengó de los dueños de la tierra. Nunca perdió una batalla. Admira la visión de Obregón de dar becas a los centroamericanos, 12 becas por cada país.  Y considera que con López Mateos, México recuperó el liderazgo en América Latina. 


     Cree que el distanciamiento entre Carranza y Obregón vino por los triunfos militares del sonorense. Refiere como los carrancistas lo intrigan desde Veracruz, porque querían seguir en el poder. No obstante, a Carranza no le sirvieron para nada y lo siguieron explotando muerto.  Relata la muerte de Carranza y cómo lo dejaron sin guardia, no hubo ni un herido y sólo a él lo mataron. Se considera carrancista y obregonista. 


     Para el constituyente la escisión sonorense se debió a la política, e hicieron creer a De la Huerta que él podía, era un buen revolucionario pero no tenía carácter, le llamaron la “revolución sin cabeza”, porque había muchos generales que tenían más personalidad que él y cada quien jaló por su lado. 


     Juan de Dios Bojórquez, fundó en 1933 el Departamento Autónomo del Trabajo, origen de la Secretaría correspondiente. Organizó grandes sindicatos como el petrolero y le dio fuerza al ferrocarrilero, en forma tripartita, como hacen en la OIT con representantes del capitalismo, de los obreros y el gobierno, se siente orgulloso de este logro.  Ocupó la Secretaría de Gobernación antes de la crisis del 15 de julio de 1935 entre Calles y Cárdenas. Comenta que con Calles había más control sobre las huelgas, no se les dejaba estallar, igual que con Rodríguez se lograba una conciliación. 


     Bojórquez refiere su participación en el Bloque de trabajadores y la fundación de la revista Crisol, en 1929, que pretendió defender y esclarecer la ideología de la Revolución Mexicana. 


La Constitución


     Gómez Morín considera al Constituyente de 17 un torbellino de pasiones, dividido en dos grupos: uno intelectual, encabezado por el Licenciado Macías, que trabajó en el proyecto de Constitución de Carranza y otro radical encabezado por Múgica, líder demagógico a quien se deben los artículos 27° y 123°.  Todos creían que la Constitución resolvería los problemas mágicamente. 


     Para el fundador del Partido Acción Nacional, la Constitución del 17 es una mezcla, de los restos de la Constitución Liberal con un socialismo no definido y elementos de barbarie como el artículo 130°. Justifica a los liberales que hicieron la Reforma en el siglo XIX, en tanto que condena el odio de 1917, dirigido contra los católicos y no contra el clero. 


     El cristero Palomar y Vizcarra considera a la Constitución un conjunto de infamias dictadas por los Estados Unidos. En especial le parece infame que se confisque a los padres el derecho de educar a sus hijos en el artículo 3°. Le parece inadmisible la nacionalización de los templos y el límite al número de sacerdotes, que carecen de nacionalidad, ya que tampoco se reconoce la existencia del pontificado. 


     List Arzubide considera a los constituyentes del 17, socialistas utópicos. Reconoce que Carranza era un liberal y burgués pero honrado, que acepta la Constitución. 


     Juan de Dios Bojórquez cree que la Convención de Aguascalientes no tuvo influencia en el Constituyente del 17, ya que fue “una cosa” muy desordenada. Los carrancistas no querían que se modificara su proyecto. Carranza  aceptó la Constitución, pero frenó su aplicación, no haciendo el reparto agrario que se dio con Obregón. 


     Juan de Dios Bojórquez defiende la pluralidad del constituyente y justifica la falta de una mayor representatividad, por la dificultad para realizar elecciones completas en todas las zonas del país, dadas las condiciones de guerra. Considera que el constituyente cumplió con su función, aunque no fuera demasiado “científico”, pues no había demasiados abogados y sí hubo generales.  


     Explica que se empeñaron en incluir detalles en los artículos 27° y 123°, ante el temor de que en leyes reglamentarias hubieran podido desvirtuar sus ideas.  Todo ello fue posible, gracias a que había muchos profesores de escuelas y ellos conocían mejor las condiciones del pueblo. Luis G. Monzón, profesor comunista activo hubiera deseado medidas más radicales. También asegura que había reaccionarios,  por eso estaban  representados todas las corrientes.  


     Bojórquez describe a sus compañeros constituyentes, Múgica era radical, Palavicini, líder de la derecha, que Macías era “importante”, y Luis Manuel Rojas, “a veces estaba con ellos”. Los radicales eran el 85%, por lo que todas las votaciones las ganaban  con un amplio margen. Los capítulos más trabajados en la Constitución, según su testimonio, fueron el de las garantías individuales y los derechos sociales, trabajaban tres sesiones diarias. Señala la importancia de las sesiones en casa de Pastor Rouaix para los artículos 27° y 123°. 


     Concluye que, gracias ha haber sido elaborada por el grupo radical, fue una Constitución de vanguardia, por eso tiene todavía vigencia y hay puntos de su programa que no se han cumplido. 


Religión y Educación


     Ramón Beteta califica de absurda y triste a la rebelión cristera, porque nadie atacaba a la religión.  El problema con la Iglesia fue el límite que puso a sus propiedades la Constitución del 17, conflicto que se exacerbó cuando se le quiso obligar a que diera cuenta de las limosnas, que enviara al Vaticano. 


     El priista considera que la guerra cristera proyectó una mala imagen de México en el extranjero, ya que se creyó que la Revolución estaba siguiendo una trayectoria comunista de ataque a la religión, cuando el gobierno había sido bastante tolerante con la Iglesia.


     Manuel Gómez Morín reconoce de mal grado que los católicos apoyaron a Huerta, pero no en tanto que tales, sino en cuanto que estaban en contra de la revolución violenta y del caudillismo. Su crítica es más fuerte contra Calles que contra Obregón, porque al querer reprimir a los católicos sus segundones desataron una persecución terrible, con la reacción natural de los cristeros. Destaca que la rebelión cristera, el movimiento sinarquista y el PAN tienen orígenes y fines propios. 


     Miguel Palomar y Vizcarra fue el líder cristero que rescató el archivo del movimiento.  Refiere como fue juarista en su juventud, debido a la influencia de su maestro de historia, Victoriano Salado Álvarez. Se convirtió en furibundo antiliberal gracias a la lectura de las obras de Alejandro Villaseñor. Aunque reconoce que no se aplicaban rigurosamente las Leyes de Reforma, era una ignominia que existieran, por ello se dedica a combatir la educación positivista.


    Cabe destacar su visión de la Historia, contraria en todo a la historia oficial. Concibe a Cortés como el padre de la patria que liberó a los indios trayendo a los misioneros católicos; a la nación mexicana como obra de la Iglesia y de España; y a la virgen de Guadalupe como redentora del indio, y símbolo de la unión de dos razas, como una virgen cívica.


     Palomar da cuenta del proceso de reorganización de la Iglesia católica, a partir de la encíclica Rerum Novarum de León XII, en particular de la organización de los “obreros”, para la acción cívica y política de los católicos; 


     Reconoce la debilidad de los católicos, respecto de Huerta, pero se defiende señalando que no querían que se perpetuara en la presidencia, sino que ocupara un interinato para convocar a elecciones.  


     Reconoce también que el gobierno eclesiástico aprobó el movimiento cristero, para conquistar las libertades religiosas, y aclara que el nombre de cristeros lo pusieron los contrarios.   Considera a Obregón el alma de la tiranía y a Toral un soldado que lo mata en una lucha legítima.


     Por su parte, Germán List Arzubide, anarquista en su juventud, declara que la mayoría de los jóvenes quieren reformar a la sociedad y como  no saben cómo hacerlo emplean la violencia, después estudian y se convierten en revolucionarios. 


     Miembro del Partido Comunista, es autor del libro Práctica de la educación religiosa, para combatir a la religión en vez de atacar a los curas, obra que “asustó” a Cárdenas. Se dedicó a vigilar que se cumpliera con la ley y no se impartiera la educación religiosa. Se lamenta de que en los 60’s hayan proliferado las escuelas religiosas.  


     Respecto a las prácticas religiosas en México, Juan de Dios Bojórquez explica como la familia lleva al cura cuando  la gente se está muriendo y dicen que se convierte, como en el caso de Adalberto Tejeda, pero esto no es cierto.


     Respecto a la educación, Ramón Beteta defiende el derecho del Estado para inculcar un nuevo nacionalismo y que los jóvenes le sean leales, en vez de serlo con la Iglesia. Así lo hacen otros países, como  Estados Unidos, que inculca los principios de nacionalismo, patriotismo, democracia y libre empresa. Asegura que en México no se quiere monopolizar la educación y sentencia que la Iglesia “¡Jamás! renunciaría” a educar católicamente a la juventud.


     Vale la pena destacar las reflexiones de Gómez Morín sobre la Universidad Nacional de la que fue rector de 1933 a 1934, refiere cómo el gobierno le retiró el subsidio al darle su autonomía y cómo Cárdenas quería frenar a los maestros y estudiantes que se oponían a su política en defensa de la libertad de enseñanza. 


     La Universidad pudo subsistir gracias a sus egresados y a que la mayor parte de los profesores trabajaron sin remuneración, o con la mitad de su salario.  Dejó la rectoría ante la imposibilidad de seguir trabajando sin cobrar y después de haber perdido 14 kilos en 2 años.  


     Llegó a pensar que había que independizar a la UNAM del estado, pero en el final de su vida considera que fue mejor conservar a la Universidad con el carácter de Nacional, y aunque su autonomía es limitada, hay la esperanza de que pueda librarse de que la hagan sectaria y la pongan al servicio de un partido, desvirtuando su esencia que debe ser la pluralidad. 


     Destaca Gómez Morín que cuando funda el Partido Acción Nacional dejó de dar clases, porque su materia de derecho público podía dar cabida a hacer proselitismo y él siempre fue enemigo de politizar a la Universidad. 


     Miguel Palomar y Vizcarra no ve con buenos ojos a Ávila Camacho porque en la reforma al artículo 3° se suprimía el juicio de amparo en  materia escolar. Y además, por ser uno de los grandes millonarios del mundo. Para Palomar todos los gobernantes han sido tiranos y malos.  


     Juan de Dios Bojórquez colaboró para Crisol, revista que quiso difundir el ideal revolucionario, aunque sólo publicó mil ejemplares que circulaban  entre los intelectuales. Recuerda que se pelearon con Vasconcelos, “hombre irregular, gran escritor y hombre decente”, pero no lo considera el maestro de América como a Justo Sierra.  


     Respecto a la posible unión entre intelectuales y obreros, ésta fracasó, porque “no se sentía bien los intelectuales”. Lombardo se quedó y después fue el causante de la escisión. A su juicio Lombardo fue un teórico que no sirvió en la práctica. Fundó la CTM apoyado por Cárdenas, pero después salió y quedó Fidel Velázquez.


     Bojórquez comenta que lo que siempre quiso Calles fue que el clero no tuviera la educación, sobretodo en la enseñanza primaria; pero se opuso a la exageración de Cárdenas “imitando la cosa comunista”. Confiesa que se enteró que era el Secretario de Gobernación en la toma de posesión de Cárdenas, que si le hubieran preguntado le hubiera gustado más Educación o Agricultura. 


Partidos Políticos y Otras Reflexiones


     Ramón Beteta considera a su partido, un partido revolucionario  que pudo reunir a las tendencias de izquierda, derecha y centro, para lograr la estabilidad del país. 


     Manuel Gómez Morín considera que Vasconcelos no estaba hecho para organizar un partido político permanente.  Quiso acabar con el gobierno de militares en una aventura maderista y la derrota le amargó profundamente. Su conducta arrebatada lo llevó a combatir a los políticos que medraban con el indigenismo. 


     Al fundar al PAN, Gómez Morín declara que quiso hacer una “oposición leal” a la revolución, contra el monopolio del poder que había constituido el partido hegemónico. Ideó una organización para que ganara una porción cada vez mayor de votos desde la base, primero en los municipios, después en los estados hasta llegar a la federación. Ferviente católico no considera haber pertenecido a la familia revolucionaria, porque no existía tal círculo cerrado.  Seguramente se refiere a cuando fue Secretario de Salvador Alvarado, quien lo envío a Estados Unidos a ver como funcionaba el Banco Central, o cuando fue asesor jurídico de Obregón y de Calles. Respecto a la ruptura entre Calles y Cárdenas, considera que se debió al desorden que creó Cárdenas.  


     Por su parte,  Miguel Palomar Vizcarra considera al movimiento sinarquista destructor de las fuerzas cristeras. En cambio, ve con buenos ojos a Gómez Morín, que plantea que los triunfos se consiguen con la perseverancia. Concluye que no puede haber democracia en América Latina, por falta disciplina. Finalmente acaba por manifestarse profundamente antidemocrático, al señalar que no puede valer lo mismo su voto que el de su sirvienta (sic)


     Germán List Arzubide refiere cómo salió del partido comunista,  porque sus miembros no querían que la persecución del gobierno en su contra los afectara. Considera que la debilidad del Partido Comunista es reflejo de la propia debilidad de los trabajadores, quienes carecen de capacitación.  Con excepción de los ferrocarrileros, los demás son artesanos sin percepción política, con mentalidad campesina mesiánica que esperan todo de la casualidad, por eso los manejan fácilmente los políticos. 

     De Cárdenas a Ávila Camacho, Germán List Arzubide ve un viraje de 180°.  Por falta de partidos políticos el presidente hace lo que quiere, hasta se declaró católico.  Finalmente cree que la revolución marxista se dará primero en Estados Unidos que en México.  


     Ramón Beteta crítica a los Estados Unidos que creen que “lo que es bueno para ellos, es bueno para todo el mundo”. Miguel Palomar y Vizcarra considera que la mano negra de los Estados Unidos ha intervenido siempre para desgracia de México. Desde el inicio de su vida independiente. 


     Palomar cree que Estados Unidos propició la caída de Iturbide, porque tuvo la visión de desatar sin romper los vínculos con España. Los gobiernos norteamericanos apoyaron a los liberales, como Gómez Farías y Juárez, que querían entregar a México a los Estados Unidos, como en el tratado McLane – Ocampo. Considera que Juárez no hubiera triunfado sin la ayuda de los Estados Unidos y coincide con el padre Mariano Cuevas en que “las balas que mataron a Maximiliano fueron disparadas desde Washington”.


     El militante cristero está convencido de que los Estados Unidos pretenden anexarse Latinoamérica y por ello quiere descatolizarla. Coincide con la versión de los otros personajes del libro, sobre la influencia de Dwight Morrow en Calles y como la Casa Blanca se salió con la suya al aplastar la guerra cristera.  


     Estos botones de muestra dan cuenta de la rica fuente de análisis histórico que constituye la obra Frente a la Revolución Mexicana, que cobra una mayor relevancia al no haber fuentes documentales de un sinnúmero de hechos relevantes de la historia mexicana reciente. En algunos casos, por falta de conciencia histórica de los actores, en otros, por imposibilidad de los mismos para escribir sus memorias. 


     Además, debido a la falta de marco jurídico que garantizara la preservación y acceso de la documentación histórica y ante la carencia de espacio físico adecuado en la actual sede del Archivo General de la Nación, en la penitenciaria porfirista de Lecumberri, muchos documentos se han perdido y otros corren el riesgo de desintegrarse. Ni siquiera tenemos los archivos presidenciales completos. 


     Por todo lo anterior, la obra de los Wilkie vienen a llenar un vacío fundamental. Su interés por México y por Latinoamérica, les ha permitido hacer un rescate histórico y penetrar en la realidad política, al margen de las pasiones nacionalistas o partidistas.


     Además de la importancia de las fuentes que nos ofrecen para las diversas ciencias sociales, como bien apunta en el prefacio el editor de la obra, Rafael Rodríguez Castañeda, las elites políticas pueden tarde o temprano tomar en cuenta la actitud vigilante de la escuela historiográfica wilkineana, de manera que los líderes se vuelvan más autocríticos y veraces. 

     Felicitamos a nuestros autores y nos congratulamos por la aparición de esta nueva obra cuyos documentos históricos generarán, sin duda,  nuevas investigaciones y quedamos en espera del próximo volumen. 

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