Mexico and the World
Vol. 7, No 3 (Summer 2002)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume7/3summer02/introduccion_volumenIII.html
INTRODUCCIÓN
Por
James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie
En los dos volúmenes de esta serie de historia oral previamente publicados hicimos hincapié en el hecho de que la trayectoria histórica de la mayoría de nuestros diecisiete entrevistados fue tan multifacética que los ubicaría bajo el subtítulo de cualesquiera de los tres primeros volúmenes. Sin lugar a dudas, de toda la serie, Manuel Gómez Morín —cuya entrevista apareció en el volumen ii— y los cuatro personajes que presentaremos en el siguiente tomo, podían haberse incluido indistintamente en estos volúmenes. La nota distintiva de quienes aparezcan en el Volumen iv la establece el subtítulo que lleva, de Candidatos y presidente.
No obstante, importa reiterar que esta clasificación tiene únicamente el propósito agrupar a quienes entrevistamos en el volumen que fueron incluidos, dentro de un marco lógico y con un criterio editorial. En consecuencia, aunque los personajes que presentamos en este volumen estén agrupados bajo el subtítulo de Líderes Políticos, igualmente pudieron quedar incluidos en las categorías de Ideólogos o Intelectuales.
De hecho, las 17 personas que incluyen estos cuatro volúmenes contribuyeron en alguna forma a delinear la historia durante la Etapa Constructiva de la “Revolución Permanente” desde 1910, alrededor de la cual México ha luchado por establecer la magnitud y los límites de lo que podemos ver como cinco sectores en contienda: estatal, privado, paraestatal, mixto, y el ejidal y comunal.
De 1917 a 1934 el Estado creció lentamente. Durante los primeros cuatro años del sexenio de Lázaro Cárdenas (1935-1938), [1] se permitió al Estado crecer en proporciones gigantescas, sin embargo, el mismo Cárdenas efectuó un viraje en 1939 y 1940 a favor del sector privado. Realizó este cambio sin anunciarlo, lo cual produjo entre sus críticos una confusión que ha perseverado hasta hoy acerca del papel histórico de Cárdenas.
En la lucha del poder sectorial, el Estado, por un lado, y el Sector Privado doméstico y extranjero, por otro, llegaron a un acuerdo explícito desde los años cuarenta hasta los años sesenta, instrumentado mediante compañías que operaban con una mezcla de capital del sector gobierno y del sector privado o con la mezcla entre inversionistas domésticos y extranjeros. Algunos analistas veían esto como una manera positiva de crear empresas de “capitalismo mixto”. [2]
En realidad, el Estado asumió un papel cada día más importante. [3] En el “modelo mixto”, invención de Cárdenas, el Estado empezó un proceso que llegó a cobrar gran fuerza, especialmente bajo los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez (1971-1976) y José López Portillo (1977-1982).
No obstante, desde 1983 México ha experimentado tal vez la revolución más grande de su historia: la de la Des-estatificación. Mas para acabar con el Estado todopoderoso —herencia desafortunada de la colonia— y permitir el florecimiento del Sector Privado, se necesitará otra revolución de mucha importancia para el país: la actualización de la mayoría de sus leyes.
Para hacer la Revolución de la desestatificación, se han realizado ya algunos cambios en las leyes, especialmente bajo el mando de Carlos Salinas de Gortari, quien primero como secretario de Programación y Presupuesto y después como presidente, resolvió, por ejemplo, el aparentemente eterno “problema del ejido”, el cual no ha pertenecido al Estado ni al Sector Privado. Desde 1992 se han modificado las leyes, comenzando así a superar la inflexibilidad que ha mantenido la producción agrícola de México atrapada dentro de un eterno callejón sin salida. [4]
El escollo más grande para llevar a cabo en México la Revolución de la Des-estatificación sigue siendo el concepto arcaico dentro del sistema jurídico que afirma que todo es ilegal, salvo lo que los códigos —excesivamente complicados— hayan determinado que es legal. Irónicamente, el fin de la “Revolución Permanente” necesaria en México no se logrará sólo con slogans como “socialismo para todos” o “democracia para la ciudadanía” y otros conceptos como los que postulan algunos de nuestros entrevistados, sino únicamente a través de una transformación profunda del sistema legal, para que así los cinco sectores de México —estatal, privado, paraestatal (empresas descentralizadas con o sin capital privado), mixto (empresas privadas con capital del gobierno y/o de extranjeros), ejidal y comunal—efectúen rápidamente y de manera legal, cambios necesarios e imprevisibles en un mundo de comunicación instantánea, y generalicen nuevos tipos de operaciones que dependen de ideas y tecnologías en proceso de constante e interminable renovación.
Si la legislación mexicana no se actualiza —de manera que no sea necesaria la previa legalización de actividades imprevistas—, la nación se quedará rezagada, limitando constantemente el ingenio humano que hace posible el cambio. [5] La interpretación de algunos analistas que afirma que México está ahora en una era posrevolucionaria hace caso omiso de la complejidad —que existe, y siempre ha existido, en muchos niveles— de la Historia de México. [6]
Los puntos de vista de los líderes políticos que entrevistamos y presentamos ahora nos ayudan a entender los muchos niveles que esta complejidad implica. Nos parece interesante, por ejemplo, la reunión en este volumen de cuatro personajes tan diferentes, ya que de manera implícita y por yuxtaposición, el lector puede contrastar tanto los testimonios de historia oral, como los escritos de los entrevistados sobre sus ideales y sus acciones.
No analizamos de manera explícita todo lo que resulta de esta yuxtaposición; más bien dejamos que los lectores obtengan sus propias conclusiones después de leer cuidadosamente y analizar la historia de cada uno de estos personajes, en relación y dentro de la historia contemporánea de México. Ya que hacemos un esfuerzo por presentar de la manera más justa y objetiva posible todo lo que fue importante para cada uno de ellos, el significado implícito surge sólo mediante la comparación de los puntos de vista de nuestros cuatro entrevistados, y por consiguiente de los puntos de vista de los diecisiete que integran esta serie. [7]
La yuxtaposición de personajes en este volumen muestra, por ejemplo, la naturaleza conflictiva de la presidencia de Lázaro Cárdenas. Salvador Abascal, Luis L. León, y Jacinto B. Treviño se oponían a la política de Cárdenas, mientras que Marte R. Gómez no sólo la apoyaba, sino que influyó para convencer al Presidente a que modificara su apoyo incondicional al sistema del ejido.
Tanto Abascal, como León y Treviño, llevaron a cabo su respectiva lucha contra el partido oficial, pero cada quien desde su propia ruta. Treviño, mediante la fuerza militar en los años veinte, dando su apoyo político a Juan Andreu Almazán en 1940, y virando más tarde hacia la aceptación plena de las reglas para la lucha política, al fundar su propio partido en los años cincuenta. El partido oficial juzgó oportunista este acto, sin embargo, el lector encontrará el punto de vista contrario al leer el relato de Treviño.
Desde la perspectiva del partido oficial, se consideraba a Abascal “fascista” cuando éste surgió como líder del movimiento Sinarquista en los años treinta y a principios de los años cuarenta. El partido oficial caracterizó a Abascal negativamente, especialmente por la falange de marchas militantes que controlaba. Aunque estas marchas se hubieran inspirado en la España de Franco, en realidad también fueron manifestaciones de protesta cívica con el propósito de evitar la violencia, en contraste con las de la Rebelión Cristera. La caracterización de Abascal como fascista prevaleció, ya que el partido oficial controlaba los medios de comunicación más importantes desde los años veinte la década de 1920 hasta a fines los años ochenta de la década de 1980.
León, quien se consideraba el más leal seguidor de Plutarco Elías Calles, no transmitía su mensaje por escrito. Se distinguió como orador en una época en que la comunicación oral era más importante que la prensa. León explica su versión de los años treinta desde su ubicación, dentro de una de las facciones del partido oficial que perdió poder en su lucha contra Lázaro Cárdenas. Como Abascal, León veía que durante el gobierno de Cárdenas, México se dirigía hacia la anarquía.
Este libro presenta una faceta poco conocida del papel que Gómez desempeñó en el desarrollo de la Revolución Verde en México. Por primera vez revela cómo Gómez contribuyó en llevar la paz al campo de México y lograr la transición que el país experimentó al participar, bajo la presidencia de Cárdenas, en un proceso de corrección de los excesos que la propia política cardenista había causado en perjuicio de la producción agrícola. Una vertiente de nuestra investigación descubrió a Gómez como el protector de la investigación agrícola en México con el aporte de la Fundación Rockefeller, y lo reconoce como el líder que hizo posible que Norman E. Borlaug iniciara en México la Revolución Verde.
A continuación presentamos breves biografías de estos líderes. Dejemos que nuestros entrevistados nos remonten al contexto de otros tiempos de México.
SALVADOR ABASCAL
[SIGUEN LAS BIOGRAFIAS]
[1] Los períodos presidenciales en México son sexenales y comienzan un primero de diciembre, fecha a partir de la cual la actividad gubernamental queda prácticamente suspendida debido a los cambios de personal y a las vacaciones de fin de año. El gobierno de Cárdenas, por tanto, no comenzó efectivamente sino hasta principios de 1935.
[2] Una visión calificada sobre el papel del Estado puede verse en Estado y Desarrollo: La formación de la economía mixta mexicana, 1920-1982, de José Ayala Espino, (México, Fondo de Cultura Económica, 1988). Nos parece que esta obra ofrece mucha de la información estadística sobre el período y un análisis penetrante, aunque no concordemos con la periodización que establece ni con todas sus conclusiones.
[3] Libros importantes que tratan el papel del Estado, implícitamente o explícitamente, incluyen: Raymond Vernon, El dilema del desarrollo económico de México: papeles representados por los sectores público y privado (México, Editorial Diana, 1966); Enrique Krauze, La Presidencia Imperial: Ascenso y caída del sistema político mexicano, 1940-1996 (México, Tusquets Editores, 1997); Luis Medina Peña, Hacia el nuevo estado: México 1920-1924 (México, Fondo de Cultura Económica, 1994); Dale Story, Industria, estado y política en México: los empresarios y el poder (México, Editorial Grijalbo, 1990), James W. Wilkie y Jesús Reyes Heroles González Garza, eds., Industria y trabajo en México (México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 1990), Howard F. Cline, Mexico: Revolution to Evolution, 1940-1960 (New York: Oxford University Press, 1963); Carlos Vásquez y Manuel García y Griego, Mexican-U.S. Relations: Conflict and Convergence (Los Angeles: ucla Latin American Center Publications y ucla Chicano Studies Research Center Publications, 1983); Howard F. Cline, The United States and Mexico (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1963); Clint E. Smith, México y Estados Unidos: 180 Años de Relaciones Ineludibles (Guadalajara y Los Angeles: Universidad de Guadalajara, ucla Program on Mexico, Juan Pablos Editor, 2001).
[4] Ver Rosario Varo Berra, La Reforma Agraria en México desde 1853: Sus Tres Ciclos Legales, con en prólogo de James W. Wilkie (Guadalajara, México, Los Angeles: Universidad de Guadalajara, ucla Program on Mexico, profmex, Juan Pablos Editor, 2002).
[5] Es interesante notar que Rusia está en el proceso de modernizar sus leyes en forma dramática, Además de haber privatizado en los años noventa el sector energético, en 2002 está forjando una nueva base judicial y administrativa al estilo de Europa del Oeste y los Estados Unidos. Ver: Steven Lee Myers, “Russia Glances to the West for Its New Legal Code,” New York Times, 1 de julio de 2002, <www.nytimes.com/2002/07/01/international/europe/01RUSS.html>. Con estos cambios, al presunto autor de un delito en Rusia se le considera inocente hasta que se pruebe que es culpable y, en los casos de crímenes serios, el juicio implica la participación de un jurado, dejando así al juez como “árbitro” entre el procurador (ya con poderes limitados) y el abogado defensor (ya con el poder de argumentar la inocencia de su cliente mediante el interrogatorio a la policía y a los testigos).
[6] Para conocer un ejemplo característico de libro que no entiende la complejidad de México, ver: Ramón E. Ruiz, quien arguye que después de 1910 no ocurrió ninguna “Revolución”; solamente una “gran rebelión”. Ver su libro The Great Rebellion: Mexico, 1905-1924 (New York: Norton, 1980).
[7] Un analista que, según parece, malinterpreta las sutilezas que implica utilizar la entrevista de Historia Oral es Stephen R. Niblo. Ver James W. Wilkie, [“Reseña de] Mexico in the 1940s: Modernity, Modernization, and Corruption por Stephen R. Niblo (Wilmington, de: Scholarly Resources, 1999)” en American Historical Review 107:2 (abril de 2002), pp. 581-582.
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