Mexico and the World
Vol. 4, No 1 (Winter 1999)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume4/1winter99/integracion_economica.html
INTEGRACION ECONOMICA Y MIGRACION DE TRABAJADORES
MEXICANOS A ESTADOS UNIDOS: UN ENFOQUE SUBREGIONAL
INTRODUCCION
En este ensayo exploramos las principales
relaciones entre el proceso de integración de las economías de
México y Estados Unidos con la migración de trabajadores
mexicanos a ese país, desde una subregión que tradicionalmente a
participado en este flujo poblacional, compuesta por cuatro ciudades medias (de
alrededor de 100 000 habitantes cada una) localizadas en el estado de Jalisco:
San Juan de los Lagos, Lagos de Moreno, Ciudad Guzmán y
Tepatitlán. Los datos que utilizamos en este trabajo se obtuvieron
mediante una encuesta realizada en 1993 a una muestra representativa de 3 328
migrantes a Estados Unidos, de los cuales 1 523 se habían reinstalado
definitivamente en sus lugares de origen.
En la literatura reciente la mayoría de los
estudios sobre migración consideran al país en su conjunto: los
autores de ellos utilizan información de comercio exterior,
inversión extranjera directa y otras variables para evaluar el grado de
integración de las economías de los dos países e intentan
analizar cómo dicha integración afecta los flujos migratorios.
Este enfoque agregado asume que existe cierta
homogeneidad de las muchas subregiones en México, desde donde parten los
trabajadores documentados e indocumentados al vecino país. En realidad
existe en México una gran diversidad de subregiones con diferentes
grados de integración a la economía del país y la
internacional, particularmente con la de Estados Unidos; sus estructuras
económicas son también distintas, puesto que algunas se orientan
a los sectores primario y de servicios básicos, y sus poblaciones
aún tienen niveles comparativamente bajos de desarrollo
socioeconómico comparativo, se trata normalmente de regiones rurales o
semirrurales. En el otro extremo, existen regiones urbanizadas,
industrializadas, con un alto grado de integración a la economía
estadounidense. Así mismo, la migración a Estados Unidos que se
origina en las regiones mencionadas varía en volumen, en el perfil de
los migrantes, su tipo de incorporación a los mercados de trabajo,
tradición migratoria, etcétera, aunque todas comparten la
característica de que es la carencia de empleo y de suficientes
oportunidades de obtener mejores ingreso la causa de su emigración. En
general, un aspecto de suma importancia es la diversidad de niveles
socioeconómicos comparativos en tales subregiones. De ahí que los
estudios que se realizan tomando en cuenta el país en su conjunto,
arrojen con frecuencia generalizaciones imprecisas que pueden desorientar la
política pública relacionada con la integración y esta
migración.
El estudio del tema, es de particular
interés si tomamos en cuenta que, según Alba y Garsón
(1998: 9), en 1950 los trabajadores mexicanos representaban el 0.5 por ciento
de la fuerza de trabajo en Estados Unidos y para 1990 alcanzaban el 4 por
ciento en 1990, aunque, por supuesto, hay algunas regiones y sectores donde el
porcentaje es mucho más elevado. Además, debido a que
México firmó con Estados Unidos y Canadá un tratado de
libre comercio sin precedentes, a pesar de la gran asimetría existente
entre la economía del primer país y las de sus socios
comerciales. Esta asimetrías la analizan Paracini y Thoreau (1998),
quienes elaboraron el siguiente cuadro de variables seleccionadas al respecto.
Cuadro 1
PANORAMA DEMOGRAFICO Y ECONOMICO DE NORTEAMERICA,
1996
|
Canadá
|
México
|
Estados Unidos
|
Población (miles) |
29 680
|
92 718
|
269 444
|
Crecimiento anual
por 1000 habitantes* |
11.8
|
19.7
|
8.7
|
Migración neta
como porcentaje de la tasa de crecimiento total |
58.0
|
- 44.0
|
35.3
|
|
|
|
|
Producto interno bruto
(PIB) per cápita (nivel de precios y tipo de cambio de 1990)
(dólares) |
20 679
|
2 990
|
23 377
|
Precios al consumidor
(cambio entre 1996 y 1995, porcentajes) |
1.5
|
34.4
|
2.9
|
|
|
|
|
Comercio exterior (1995) |
|
|
|
Importaciones (nivel de
precios y tipo de cambio de 1990) |
211 067
|
77 007
|
966 677
|
Exportaciones (nivel de
precios y tipo de cambio de 1990) |
224 031
|
93 362
|
389 773
|
Comercio exterior como
porcentaje del PIB |
73.1
|
58.8
|
24.1
|
Formación del
capital fijo bruto como porcentaje del PIB |
21.4 |
14.6
|
17.6
|
Relación de empleo
y población (porcentajes) |
46.1
|
36.8
|
47.0
|
Costo del trabajo (costo
de compensación como porcentaje del PIB) (1995) |
54.9
|
31.1
|
60.2
|
Salario mínimo por
hora (en dólares de 1997) |
4.65
|
0.38
|
5.15
|
* México, 1990.
FUENTE: Tomado de Paracini y Thoreau
(1998), quienes utilizaron información de National Accounts, OECD,
1997; Employmment Outlook, OECD, 1997; Labor Force Statistics,
OECD, 1997.
INTEGRACION ECONOMICA Y MIGRACION
Se espera que el Tratado de Libre Comercio (TLC)
acelere la integración económica a través del crecimiento
del comercio y la inversión extranjera directa entre los socios. Para
que ello suceda es necesario que México siga haciendo reformas
estructurales en su economía orientadas a incrementar la productividad y
competitividad para obtener ventajas del comercio exterior y del mercado
norteamericano. De ser así, es de esperar una convergencia entre los
socios comerciales en cuanto a las oportunidades de empleo y crecimiento de
ingresos reales, principalmente los de México con relación a los
de Estados Unidos y Canadá, lo que redundaría en una
disminución de los incentivos que ahora tienen los mexicanos para
emigrar. Massey (1998: 17), argumenta que la creación de un mercado
libre norteamericano promoverá la emigración desde México
porque el aumento del comercio y la infraestructura de comunicaciones y
transportes facilitará la circulación de personas entre los
países y acrecentará las redes de amistad y parentesco
existentes, mediante el comercio, el turismo y la educación, por lo que
las barreras a la migración se relajarán y ésta
aumentará inevitablemente. Concluye, en términos generales, que
el desarrollo promueve la migración internacional desde países en
desarrollo hacia los desarrollados; no la reduce y, lo que es peor, se
perpetúa en el tiempo porque operan dos procesos interrelacionados, uno
a nivel de los individuos y otro a través de las redes sociales en que
éstos se insertan. Por lo tanto, dice Massey, la política de
Estados Unidos debe centrarse no en tratar de detener la migración, sino
en obtener el mayor beneficio para la economía norteamericana y la de
sus socios en el TLC. Sin embargo, este autor acepta que en el largo plazo el
TLC puede promover el desarrollo de México y la migración
podría reducirse. Massey no define el termino largo plazo.
Este mismo planteamiento lo encontramos en otro de
sus trabajos publicado hace diez años (Massey, 1988), el cual, coincide
con las conclusiones de otros ensayos, algunos de ellos realizados en los
años sesenta y revisados por Rhoda (1979); en esa época,
efectivamente, se observaba que en muchos países en desarrollo, cuando
se experimentaba éste en las áreas rurales incentivaba la
emigración desde ellas hacia las metrópolis. En esas
décadas también tales países experimentaban crecimiento y
desarrollo económicos con base en la sustitución de
importaciones, la protección comercial del mercado interno y la
industrialización concentrada en las metrópolis. Después
de poco más de treinta años de crecimiento económico y de
alcanzar cierto desarrollo, la hipótesis en cuestión ha perdido
sustento. En el caso de México la realidad presenta varios "sistemas
migratorios" internos; ya no predomina la migración rural-metropolitana,
sino la urbana-urbana y aumenta la importancia de la metropolitana-ciudades
medias, la urbana-semiurbana, etcétera. En todos los casos se
podría demostrar que las subregiones que experimentan desarrollo
económico atraen población, sean urbanas, semiurbanas e incluso
muchas rurales. Parece que lo mismo ocurre en otros países en
desarrollo. Por otro lado, la estrategia económica es distinta, se
intenta alcanzar el crecimiento y el desarrollo a través de la industria
de exportación y el crecimiento de la productividad y la competitividad
con la apertura comercial y la liberalización de precios, para promover
la competencia interna. También se experimenta una mayor
integración regional a través de las comunicaciones y los
transportes, aumentando el acceso a información regional sobre
oportunidades de empleo y de incrementar ingresos. En suma, en el caso de la
migración interna en México, con el desarrollo de las subregiones
éstas no sólo retienen su propia población, sino que
atraen la de otros lugares. Así, el nuevo modelo económico
está propiciando una reestructuración industrial regional que
acelera la convergencia de empleo e ingresos.
Como establecimos en otro trabajo:
...en la actualidad la tendencia hacia la
internacionalización de las economías nacionales y subregionales
que plantea la necesidad de aumentar la productividad agropecuaria y
manufacturera, para hacer frente a la competencia mundial y aprovechar las
oportunidades del comercio internacional, hace que el problema de
investigación referente a la migración y desarrollo regional sea
contrario al planteado implícitamente por Rodha y otros estudiosos de
los años del auge de la economía de sustitución de
exportaciones y de producción principal para los mercados internos:
cómo estimular la emigración de áreas rurales con
presión poblacional y economías agrícolas de autoabasto; y
qué tipo de patrones de desarrollo regional son los más adecuados
para inducir flujos migratorios de estas áreas hacia ciudades o
asentamientos humanos, en tal forma que la productividad aumente tanto en
regiones de origen como de destino. En este contexto, con respecto a la
migración hacia Estados Unidos, el problema plantea la necesidad de
realizar análisis subregionales para encontrar aquellos patrones de
desarrollo más prometedores para retener mano de obra... e inducir estos
flujos hacia ciudades medias nacionales y subregionales" (Arroyo, et al., 1991:
61-62).
Alba y Garsón (1988) realizaron una
contrastación empírica de la hipótesis que nos ocupa, para
algunos países de Europa. Ellos consideran que el nivel de
integración determina el impacto en el desarrollo económico, en
empleo y la migración; el primer nivel de integración formal son
los acuerdos de libre comercio sin un libre movimiento de factores (por
ejemplo, el TLC y los acuerdos de la Unión Europea con los países
del Mediterráneo); el segundo nivel, corresponde a los países con
acuerdos de transferencia de fondos a los nuevos miembros pero manteniendo
barreras a la movilidad de mano de obra (por ejemplo, inclusión a la
Unión Europea de otros países), y el tercer nivel es la
integración económica y monetaria, que incluye la libre movilidad
de factores.
Estos autores muestran que con un mayor nivel de
integración se puede experimentar convergencia de empleo y los ingresos
entre los países integrados y se reduce la emigración del
país más pobre hacia el más desarrollado. Utilizando un
indicador de intensidad de comercio entre Francia y España, los autores
concluyen que, en efecto, se fue reduciendo la emigración de
españoles a Francia a medida que la integración avanzaba, la
inversión extranjera directa promovía el crecimiento del empleo y
aumentaban las actividades de exportación. Lo mismo ocurrió con
Portugal y Grecia, que de ser expulsores de población, junto con
España, incluso se han convertido en países que reciben
inmigración.
Alba y Garsón estudiaron con la misma
metodología también la emigración de Polonia a Alemania y
de México a Estados Unidos, donde encontraron que, aunque la intensidad
del comercio entre Alemania y Polonia aumentó en el periodo de
1980-1994, también lo hizo la migración de polacos a Alemania
hasta 1990 y se nota un reducción muy clara en el periodo 1990-1995. En
el caso de la migración de México a Estados Unidos el comercio
aumentó sobre todo a partir del TLC; antes de la entrada en vigor de
éste el flujo migratorio se mantuvo constante de 1980 a 1988 y tuvo un
incremento sustancial en el periodo 1988-1992 debido en parte a la
"amnistía" otorgada a los emigrados a través de la Reforma de
Control de la Inmigración (IRCA, por sus siglas en inglés). Esto
se debe, dice Alba y Garsón (1998: 10), a que el desarrollo
económico y los efectos de una nueva estructura política
democrática, la capacitación de mano de obra y una masiva
inversión extranjera directa, junto con la inversión de los
migrantes de retorno en sus lugares de origen, no ha sido suficiente para
revertir los flujos migrarios de México hacia Estados Unidos.
Por su parte, Marichal (1998: 9), con base en un
examen histórico, establece que el inicio de libre comercio en la
Comunidad Económica Europea en los sesenta al principio no redujo la
emigración a los países más desarrollados, sino que la
estimuló; pero el cambio se notó a finales de los setenta con la
migración de retorno a España, Italia y Portugal, con el
incremento de las oportunidades de empleo en esos países, la seguridad
social y la inversión. Concluye que esta experiencia es importante para
un análisis de política en el caso de América del Norte.
Es claro que en el caso de México existen
diferencias con relación a los casos de España, Portugal y
Grecia, una de las más importantes es la estructura de la
población en cuanto a edades, crecimiento y distribución
territorial. La población mexicana requiere crecimiento económico
de al menos 5 por ciento anual que permita incorporar alrededor de 1
millón 200 mil nuevos demandantes de trabajo, tomando en cuenta las
tasas actuales de participación de la mujer, que seguramente se
incrementarán en el futuro cercano. Por otro lado, la
distribución del ingreso en México es mucho más
inequitativa que en estos tres países europeos, así como el
acceso a la educación, la capacitación, la salud,
etcétera, factores que en conjunto hacen que México ofrezca gran
cantidad de mano de obra poco calificada a mercados que demandan trabajadores
altamente calificados para desempeñarse en el sector exportador
manufacturero. Esta discordancia en el mercado laboral, entre otros factores,
representa un obstáculo al crecimiento económico en la estrategia
de apertura y liberalización de mercados para alcanzar mayor
productividad y competitividad.
A partir de lo anterior, podemos establecer que el
problema es determinar en qué circunstancias y tiempo podrá
México retener gran parte de su población trabajadora que ahora
emigra a Estados Unidos. Comparando el caso mexicano con el de España
podemos suponer que México requiere un esfuerzo mucho mayor para atraer
suficiente inversión extranjera y aumentar su comercio exterior,
así como una rápida reforma política y de muchas
instituciones relacionadas con el desarrollo de recursos humanos, la
capacitación y la productividad.
Integración económica subregional y
migración
La principal integración de las ciudades que
estudiamos con la economía de Estados Unidos es sobre todo a
través del comercio que realiza Jalisco con este país, al que
envía aproximadamente el 80 por ciento de sus exportaciones, porcentaje
que seguramente mantienen así mismo las economías de tales
ciudades; la otra faceta de su integración económica es la
emigración, que redunda en el envio de remesas que impactan
positivamente en las economías locales. Es importante señalar que
el volumen de los flujos migratorios de estas áreas, su persistencia de
probablemente más de un siglo, y el impacto económico de los
migrantes de retorno, permiten análisis cuyos hallazgos pueden hacerse
extensivos a muchas otras áreas de México. Respecto al impacto
mencionado, son relevantes no sólo los ahorros que los migrantes traen
consigo e invierten en actividades productivas, sino también los cambios
de actitud y las aptitudes adquiridas en su experiencia laboral en Estados
Unidos.
Respecto a la integración comercial se puede
plantear una hipótesis similar, sólo que a nivel local las
actividades exportadoras normalmente tienen impactos multiplicadores más
intensos en dichas economías. El incremento en la actividad exportadora
crea empleos en ramas internacionalizadas que se extienden a otras,
según la integración económica local. En las ciudades
medias (de 100 000 a 500 000 habitantes), por lo general, la exportación
se desarrolla en pequeñas y medianas empresas manufactureras y
agroindustriales, con importantes encadenamientos productivos en esos lugares.
Por ello, presumiblemente, el aumento en la actividad exportadora
reduciría de manera importante la emigración de ellas y sus
áreas inmediatas de influencia socioeconómica.
Para contrastar esta hipótesis relacionamos,
a través de un modelo de regresión múltiple, la
migración de primera salida durante los once años anteriores a
1993 (variable dependiente) con la relación de salarios mínimos
México-Estados Unidos rezagados un año (RESAL); con las
exportaciones de Jalisco (XJAL) también rezagadas un año, como
una variable proxi de las exportaciones de las ciudades, y con el empleo,
también rezagado un año, en las ramas industriales
internacionalizadas, es decir aquellas que consideramos realizan las
principales exportaciones desde esas ciudades. El rezago de un año, es
porque suponemos que la emigración responde a la relación de
salarios, a las exportaciones y al empleo en las ramas internacionalizadas con
un año de retraso. Este supuesto es mejor que el de considerar que la
migración responde simultáneamente a los cambios en las mismas
variables. Aunque el primer supuesto es de alguna manera arbitrario, su
fundamento es de sentido común: hay una respuesta retardada de los
migrantes potenciales a los cambios que observan en las oportunidades de
percibir mejores salarios en Estados Unidos y del empleo en sus lugares de
origen.
Los resultados de emplear este modelo se presentan
en el cuadro 2. El modelo es estadísticamente significativo, lo cual
quiere decir que existe una relación importante entre la
migración y las variables consideradas, de las que la más
importante es la relación de salarios mínimos
México-Estados Unidos con un signo positivo; en otras palabras, a mayor
salario relativo en Estados Unidos mayor migración, y viceversa. Lo
mismo sucede con las exportaciones, aunque su influencia en la
emigración es menos importante que la relación entre salarios; en
cambio, el empleo en las ramas internacionalizadas se relaciona
estadísticamente de manera significativa, aunque su influencia no es
relevante en la determinación de la migración, su signo negativo
es un hallazgo interesante que nos indica que el aumento de empleo en las ramas
internacionalizadas o de la exportación disminuye la emigración o
viceversa.
Debemos tomar en cuenta que estas observaciones no
incluyen todavía los efectos del TLC ni la intensificación del
comercio exterior a partir de 1993, pero sí las políticas de
apertura iniciadas a mediados de los ochenta.
Cuadro 2
COEFICIENTES DE REGRESION PARA LA
EMIGRACION DE CUATRO CIUDADES
DE JALISCO A ESTADOS UNIDOS
VARIABLES |
COEFICIENT E
B |
VALORES DEL
ESTADISTICO t |
RELSAL (-1) |
16.983053 |
2.751899 |
XJAL(-1) |
0.2831959 |
3.1110251 |
POVI(-1) |
-0.0683246 |
-2.5819351 |
|
|
|
Constante |
209.5366 |
2.360879 |
|
|
|
R Cuadrada |
0.821086 |
|
R Cuadrada |
0.744408 |
|
DURBIN-WATSON |
2.021931 |
|
Estadístico
F |
10.70829 |
|
N |
11 |
|
P < = 0.05.
RESAL(-1): Relación de salarios
mínimos Jalisco-Estados Unidos (rezagados un periodo).
XJAL(-1): Exportaciones totales de
Jalisco (rezagadas un periodo).
POVI(-1): Población ocupada en
las ramas más internacionalizadas de Jalisco (rezagada un
periodo). Las ramas incluidas son
alimentos, tabaco, bebidas, textiles, vestido,
química, hule, plástico,
productos minerales no metálicos, metales básicos, maquinaria y
equipo.
El signo positivo de las exportaciones y la
relación entre salarios tienen que ver con la relación directa
que existe entre la subvaluación del peso respecto del dólar como
causa principal del aumento de las exportaciones y que al mismo tiempo hace
variar la relación de salarios mínimos México-Estados
Unidos, con lo cual el salario norteamericano resulta mucho más
atractivo.
Debemos destacar, de acuerdo con datos de la
muestra, el valor de la constante del modelo de regresión, que es 209
(migrantes anuales de primera salida con origen en alguna de las cuatro
ciudades), la cual se interpreta como el número de emigrantes que se
trasladarían aunque las variables independientes tuvieran un valor de
cero. Esto se puede entender como el flujo inercial de movimientos de personas,
relacionados más bien con las redes de amistad y parentesco en Estados
Unidos; aunque en este caso probablemente se deba a una migración
tradicional, compuesta incluso por individuos con doble nacionalidad o
norteamericanos de origen mexicano que residen en las ciudades estudiadas. En
realidad puede tratarse de la llamada población "binacional", que ha
sido poco estudiada y que para muchas zonas del occidente de México
puede tener un volumen significativo. Son personas que viven y trabajan
indistintamente en México o en Estados Unidos, tienen categoría
de emigrados en este último país o son norteamericanos.
FUENTE: Elaboración propia con
base en datos del Banco de México.
Podemos argumentar que el signo positivo en las
variables de relación salarios mínimos y exportaciones se debe a
la influencia del tipo de cambio en ellas. Si observamos la gráfica 1
nos daremos cuenta de que el crecimiento de las exportaciones se produce en
periodos de subvaluación del peso respecto del dólar, y cuando
éste es el caso, el crecimiento económico se reduce. En los
periodos de ajuste de la economía, al devaluarse el peso, la
economía de México experimenta inflación y
recesión, que favorecen el crecimiento del sector exportador, más
competitivo debido a dicha subvaluación.
La subvaluación del peso hace mucho
más atractivo el salario mínimo relativo norteamericano,
así como la emigración desde las ciudades estudiadas, como se
corrobora en la gráfica 2. De la observación de las
gráficas 1 y 2 podemos inferir que los periodos en que se ha mantenido
subvaluado el peso la migración aumenta casi al mismo ritmo que la
relación de salarios mínimos y aumenta la actividad exportadora,
lo que explica el signo positivo en nuestras variables relación de
salarios mínimos y exportaciones. En otros términos, el tipo de
cambio es determinante en el crecimiento económico del país y de
subregiones como la estudiada, así como en los volúmenes de
migrantes a Estados Unidos. De lo anterior, podemos inferir que al menos hasta
1993 no se observan cambios estructurales que hayan incidido en la
productividad y la competitividad, de manera que el crecimiento de las
exportaciones dependan menos del tipo de cambio. Aun sin esta
reestucturación, tanto el país como Jalisco, y particularmente
algunas subregiones del estado, aumentaron su actividad exportadora;
no sabemos hasta qué punto se han dado
cambios estructurales en años recientes que permitan mantener el
crecimiento exportador sin depender del tipo de cambio. Cuando esto suceda
seguramente en nuestro modelo encontraríamos una relación
negativa entre emigración y crecimiento del sector exportador. En tales
circunstancias, las subregiones más integradas a la economía
internacional, sobre todo a las de Estados Unidos y Canadá,
tenderían a retener su población a medida que se incentive el
empleo local y permanezca estable el tipo de cambio peso-dólar
norteamericano.
FUENTE: Encuesta de Migración a
Estados Unidos, Ineser-Universidad de Guadalajara, 1993.
Sin dejar de reconocer las limitaciones de este
análisis, principalmente en lo que se refiere al uso de las
exportaciones de Jalisco a Estados Unidos como proxi de las
exportaciones de las ciudades en estudio, nuestro modelo indica que a nivel
subregional la situación es diferente que a nivel nacional, lo que
permite observar que el "largo plazo" a que se refiere Massey (1998) para que
la integración y el desarrollo pueda retener migrantes, depende del
grado en que las subregiones desarrollen su sector exportador, de la
integración de éste a las ramas económicas locales y de la
estabilidad del tipo de cambio. Desde luego, conocemos la importancia de las
ramas económicas orientadas al mercado interno, que también deben
reestructurarse para aumentar la productividad y competitividad, para hacer
frente a las importaciones provenientes de los socios comerciales de
México.
Impactos de la migración de retorno y las
remesas en
los lugares de origen
Con datos de la Encuesta Nacional sobre
Dinámica Demográfica (ENADID) 1987-1992, Verduzco y Unger (1998),
consideran que el 16.9 por ciento de los municipios mexicanos tenían
migrantes en Estados Unidos, en un rango del 7 al 24.9 por ciento de las
respectivas poblaciones económicamente activas. En el caso del occidente
del país, región con una amplia tradición migratoria, el
59 por ciento de los municipios tenían esta característica; le
sigue la región norte con el 28.5 por ciento de sus municipios, y a
ésta la región frontera, con el 26.7 por ciento de sus
municipalidades. Esta información es un indicador de la importancia del
número de trabajadores que emigran a Estados Unidos y de las diferencias
entre subregiones.
Los estudios, incluyendo nuestra encuesta en las
cuatro ciudades pequeñas de Jalisco, muestran tres cambios importantes
en la migración de retorno: a) quienes en su lugar de origen se
dedicaban a las labores agropecuarias a su regreso se emplean en el sector
servicios, la construcción y la industria manufacturera, en ese orden de
importancia; b) de ser trabajadores asalariados antes de emigrar al regresar se
incorporan a actividades no asalariadas, normalmente creando su propio empleo:
en el estudio de las cuatro ciudades, Papail (1996) encuentra que cerca de un
tercio (34.3 por ciento) de quienes eran asalariados antes de emigar del
periodo de 1975-1984 crearon su propio negocio y se autoemplearon, empero de
los migrantes del periodo de 1990-1993 apenas el 23 por ciento transformaron su estatus laboral. Papail resalta otro hallazgo: los migrantes de retorno más
reciente tienen mayor dificultad para autoemplearse, debido tal vez a la
crecientemente difícil sobrevivencia de micronegocios en las ciudades
estudiadas por la competencia interna y externa y porque es necesario tener un
capital cada vez mayor para iniciarlos, y c) suponemos que los migrantes que
recien regresan tienen diferentes aptitudes y actitudes para y ante el trabajo
adquiridas en Estados Unidos, por lo que tratan de autoemplearse. Sus nuevas
actitudes y capacitación favorecen de varias maneras su desarrollo
personal y económico, así como el de los lugares de origen donde
se reincorcoporan a la vida productiva. A pesar de esto, muy pocos estudios se
enfocan a este aspecto de suma importancia como impacto económico de la
migración de retorno. El supuesto del cual parten es que los exmigrantes
son competitivos en cualquier rama que se reincorporen. Puesto que emigran,
conforman una población autoseleccionada normalmente de aquellos con
mayor nivel educativo y de capacitación de sus lugares de origen,
especialmente si los orígenes son rurales.
Respecto al impacto de las remesas, Massey et. al (1996) consideran que éstas, aunque se gasten en consumo, tienen efectos
multiplicadores en la producción a nivel nacional y de las regiones
donde se gastan o invierten. Sabemos que la mayor parte de las remesas
-aproximadamente el 90 por ciento- son utilizadas para la manutención de
la familiar y sólo un 10 por ciento en inversión productiva. A
pesar de esto, los autores consideran que las remesas en su conjunto tienen un
efecto multiplicador en la economía. Calculan que para 1994, de manera
conservadora, entrarían al país dos mil millones de
dólares en remesas. Utilizando la matriz de contabilidad social,
calculan el multiplicador de dichas remesas de la siguiente manera: por cada
dólar se obtendrían 2.9 dólares de producto interno bruto,
aproximadamente seis mil millones de dólares en ese año, lo que
representa el 3 por ciento del PIB de México. Los autores estiman
multiplicadores a nivel de subregiones que seguramente dependen del grado de
diversificación económica de aquellas donde se gastan o invierten
los dólares que envían los migrantes.
A partir de nuestros estudios en Jalisco,
particularmente el de las cuatro ciudades, dado el predominio económico
de la zona metropolitana de Guadalajara en una amplia región del
occidente de México y su alto grado de diversificación
económica, podemos suponer que los efectos multiplicadores de las
remesas utilizadas en muchas subregiones y microrregiones del occidente son
mayores en la metropoli jalisciense.
Podemos estimar las actuales remesas en
aproximadamente cuatro mil millones de dólares anuales, según
estimaciones de Corona (1996 ; citado en Unger, 1998 ) y del Banco de
México, éstas ascienden a 3 867 millones 3 672 millones de
dólares, respectivamente, para 1995.
Pero también existen efectos multiplicadores
de las remesas en la propia economía norteamericana por el mismo
concepto de gasto de ingresos generados por los trabajadores migrantes
mexicanos. Siguiendo la lógica de Massey et al. (1996) y tomando
en cuenta que la mayoría de estudios coinciden en que aproximadamente el
60 por ciento del ingreso de tales trabajadores se gasta en Estados Unidos en
bienes y servicios, podemos estimar que cerca de tres mil millones de
dólares tendrían efectos multiplicadores en la economía
norteamericana si suponemos, en forma realista, que la mayoría de
empleadores pagarían lo doble a trabajadores norteamericanos por
realizar las mismas actividades que los inmigrantes de origen mexicano. El
excedente podría considerarse como inversión adicional de los
empleados estadounidenses, por lo que probablemente los efectos multiplicadores
directos e indirectos son mayores en Estados Unidos que en México.
En el caso del estado de Jalisco estimamos las
remesas de los trabajadores jaliscienses a través de la Encuesta sobre
Migración en la Frontera Norte de México 1993-1994 (Colef, 1997).
Para el periodo 1993-1994, 47 337 jaliscienses declararon haber emigrado a
Estados Unidos por motivos de trabajo; si asumimos que podría existir
otro migrante por cada uno de éstos, con base en que la mayoría
de ellos tienen uno o más parientes o amigos que los ayudan en aquel
país, 94 674 trabajadores enviarían remesas a Jalisco en ese
año. Tomando en cuenta que los resultados de muchos estudios
señalan que en promedio cada migrante envía aproximadamente 300
dólares al mes, estimamos que son 341 millones de dólares anuales
los que entran a la economía jalisciense, equivalentes casi al 100 por
ciento de las exportaciones de Jalisco en ese año reportadas por la
Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi).
Según Papail (1996), en el caso de las
ciudades estudiadas, los migrantes que regresaron en el periodo 1990 -1993
utilizaron el 16 por ciento de sus ahorros en inversión, mientras que
quienes volvieron entre 1985 y 1989 destinaron a este rubro el 20 por ciento,
puesto que en este último periodo el peso se encontraba subvaluado
respecto del dólar, por lo que los dólares con mayor valor
relativo se utilizaron en mayor su mayor parte en inversión productiva.
Por otro lado, el autor encuentra que uno de cada diez no asalariados
exmigrantes emplearon mano de obra en micro y pequeñas empresas, 85 por
ciento de las cuales funcionan con uno o dos empleados (el 3.4 por ciento
empleaban cuatro o más asalariados). Se puede inferir de su estudio que
en conjunto los exmigrantes no asalariados que incursionarion en negocios
crearon empleos directos equivalentes al 3 por ciento de la población
económicamente activa de las cuatro ciudades.
Conclusión
No se puede afirmar categóricamente que la
integración económica aumente la migración ni que el
desarrollo económico también lo hace en el corto plazo. Es
necesario antes definir cuál es ese "corto plazo". Mi argumento es que
las diversas
subregiones del país tienen diferentes
niveles de integración y desarrollo económico y, por supuesto,
estructuras productivas distintas; por ello independientemente del periodo de
que se trate, en algunas se experimenta aumento o disminución de la
migración a Estados Unidos. Es posible demostrar que México en su
conjunto podría retener gran parte de sus trabajadores que emigran al
país vecino si pudiera atraer inversión extranjera y fondos
compensatorios para el desarrollo de subregiones comparativamente más
pobres, como los que la Unión Europea canaliza a sus países
miembros, ambos destinados al crecimiento y desarrollo económico de las
regiones promisorias en la actividad exportadora de productos y servicios,
favoreciendo así el empleo regional y los movimientos de
población internos hacia áreas urbanas o semiurbanas de mayor
productividad.
Tal vez las aptitudes y actitudes que los
exmigrantes adquirieron en Estados Unidos son más importantes para la
economía de los lugares donde se reintegran que las propias remesas,
aunque se debe reconocer la importancia de las mismas y sus efectos
multiplicadores en las economías locales. Para conocer éstos con
mayor precisión se requieren estudios que traten este aspecto.
Los efectos multiplicadores originados en el gasto
de las remesas en los lugares de origen rurales de los exmigrantes seguramente
son mayores en las zonas urbanas diversificadas que centralizan las funciones
socioeconómicas.
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