Mexico and the World
Vol. 10, No 2 (Spring 2005)
http://profmex.org/mexicoandtheworld/volume10/2spring05/Prefacio.html

Prefacio

Por Rafael Rodríguez Castañeda

 

Este volumen culmina la publicación de la serie de entrevistas de Historia Oral que James W. Wilkie y Edna Monzón realizaron entre 1964 y 1973 y la uam ha editado bajo el título genérico de Frente a la Revolución Mexicana, 17 protagonistas de la etapa constructiva, según el plan general que los distribuyó en cuatro libros.

Del contenido de este volumen, las entrevistas a Juan Andreu Almazán y a Ezequiel Padilla habían permanecido inéditas; las que los Wilkie sostuvieron con Vicente Lombardo Toledano y Emilio Portes Gil se difundieron originalmente en 1969, en el libro México visto en el siglo xx, que publicó siete de los 17 testimonios de esta serie.

El propósito de este prefacio, como lo anuncia el del anterior volumen, es presentar el contexto en que los Wilkie realizaron este proyecto de Historia Oral. Tal visión, según la percibieron entonces y recuerdan ahora, aporta elementos para ponderar las opiniones y puntos de vista de los 17 personajes entrevistados, cuyo desempeño en la vida pública de entonces y de los decenios anteriores había influido en el rumbo del país.

Los 17 personajes tuvieron el raro privilegio de apreciar la etapa conclusiva del impulso revolucionario que detonó en 1910 y la resultante de su esfuerzo individual. En 1964, cuando accedieron a contar su historia, sus edades promediaban 69 años y medio.

Por su parte, los Wilkie fueron los investigadores sociales a quienes correspondió retratar en un conjunto de documentos insólito e irrepetible los testimonios de primera mano más heterogéneos que existen de México en esos años, en que había una tendencia a homogenizar y atenuar el discurso político. Estos documentos y testimonios eran no sólo heterogéneos sino heterodoxos.

Es preciso recordar que en 1955, cuando James Wilkie llegó a México por primera vez, el discurso dominante era el oficial. Eran los años del lema “No hay más ruta que la nuestra”, hecho que para Wilkie, como observador extranjero, era más fácil discernir y rechazar, lo cual acrecienta el mérito de la perspicacia que lo distinguió entre centenares de estudiantes extranjeros que llegaron al Mexico City College para cursar una licenciatura.

Es normal que la percepción del visitante registre las diferencias lo mismo en el paisaje que en las costumbres. Prácticas culturales, inclusive las creencias y prejuicios dominantes que trascienden de generación a generación, y por lo mismo son “naturales” para el originario de un lugar, asombran e intrigan al recién llegado, quien las reinterpreta bajo otra óptica.

El antecedente más ilustre en materia de observaciones de índole política sobre una sociedad diferente a la suya lo constituye Alexis DeToqueville, quien observó a los Estados Unidos del Siglo xix a través del prisma de su propia cultura, anotó sus investigaciones y las cuantificó. James Wilkie, quien llegó a México a mediados del Siglo xx, sumó a la natural óptica de extranjero los métodos en que se basan las entrevistas de historia oral y aquellos que sirven para construir e interpretar series estadísticas, e hizo de ellos una afortunada combinación.

En 1960 Wilkie tuvo oportunidad de observar cómo se conmemoraba el cincuentenario de la Revolución Mexicana con obras públicas y discursos que presumían su fructífera fase institucional. Corría el segundo año del gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964), quinto presidente de la República surgido del partido oficial que habría de completar en forma consecutiva un sexenio, y décimo sexto a partir de Francisco I. Madero. El contraste entre 13 presidentes durante los primeros 24 años, a partir de 1910, y cinco en los siguientes 26 años, era un indicador más de la orgullosa estabilidad de la Revolución hecha gobierno.

El discurso gubernamental de aquel año acentuó el tono celebratorio. Había un doble motivo de festejo: 50 Años de Revolución y el 150 aniversario de la proclamación de la Independencia. El movimiento revolucionario, que durante los años inmediatos anteriores había despertado alabanzas y vituperios atizados por la pasión, fue promovido a una especie de sacralización popular.

Por una parte, el Gobierno de la República repartió los primeros libros de texto gratuitos —quince millones y medio de ejemplares—. El incremento de aulas construidas se contabilizaba por horas y de septiembre a noviembre, en todas las escuelas primarias públicas se instalaron Altares de la Patria donde la iconografía de Hidalgo y Morelos; la Corregidora y Leona Vicario; Madero, Zapata, Villa y Carranza predominaba sobre cicloramas y guirnaldas tricolores.

Por otra parte, los hechos de violencia que habían suscitado mayor controversia se miraban cada vez a mayor distancia y comenzaban las evaluaciones serenas, que recurrían al análisis de hechos y de cifras, aunque éstas, como veremos en seguida, fueran todavía secretas y no desglosadas.

México visto de 1955 a 1967

 

En 1955 James Wilkie llegó por primera vez a la Ciudad de México, donde estudió en el Mexico City College (mcc) durante los años académicos de 1955-1956, 1956-1957, y 1958-1959 para cursar la licenciatura en ciencias sociales; estudios que concluyó en enero de 1959. Richard W. Wilkie, su hermano, llegó al mcc en el otoño de 1956 para estudiar geografía de México y el mundo. Los hermanos Wilkie organizaron el Club de Exploradores del mcc, y viajaron por todo México y Centro América, varias veces en caminos recién abiertos, que con frecuencia los obligaban a cruzar ríos donde aún no existían puentes. James recuerda, por ejemplo, que “inauguraron” los caminos todavía en proceso de construcción rumbo a Puerto Juárez (hoy Cancún) y a Zihuatenejo, lugares cuyos servicios turísticos eran primitivos.

James Wilkie volvió a México en 1960 y 1961 con una beca de la Convención Cultural Interamericana —hoy conocida como Beca Fulbright — que le concedieron órganos oficiales de México y los Estados Unidos para investigar a fondo la trayectoria del general Cárdenas.

La figura de dimensión histórica que atrajo a James Wilkie fue Lázaro Cárdenas, el ex presidente con mayor autoridad, y la materia de la tesis que presentó en 1959 en la Universidad de California, para obtener la maestría en Historia en Berkeley, fue el conflicto ideológico con la Iglesia Católica que se inició en la época en que Cárdenas gobernó Michoacán, 1928-1932 , y terminó en su conflicto ideológico con Plutarco Elias Calles, a quien expulsó de México en 1936.

La propuesta de estudio que Wilkie presentó a partir de este tema era lo suficientemente inofensiva como para que ni los intereses ideológicos de México ni de los Estados Unidos se vieran amenazados. A ambos países preocupaba —tal como ocurre en la actualidad— que su imagen ante el mundo se interpretara en términos negativos como consecuencia de un proyecto académico. Si por añadidura, tal estudio ocasionare un escándalo, éste alcanzaría dimensión internacional porque implicaría tanto al país anfitrión como al que enviara al estudiante investigador.

En el México de entonces (tanto como el de hoy), James Wilkie encontró dificultades no sólo al buscar acceso a documentos en archivos deficientes y desorganizados, sino también al descubrir la carencia de documentos sobre temas que suponía bien documentados. Como lo descubrió después, la ausencia de documentos se debía a la costumbre entre los políticos de esa época de enviar mensajes verbales por medio de mensajeros, quienes se acreditaban con la carta de presentación que el remitente escribía y firmaba, antes de transmitir verbalmente el mensaje. La consecuencia de esta costumbre era que los archivos de muchos personajes históricos, como Cárdenas, con frecuencia contenían un exceso de cartas de presentación sin la evidencia del mensaje.

Frente a este frustrante vacío informativo Wilkie buscó nuevos métodos para investigar la actuación de Lázaro Cárdenas. Se propuso reconstruir el pasado, utilizando entrevistas de historia oral con personajes que habían desempeñado cargos y funciones públicas relevantes y reorganizar datos estadísticos oficiales mediante el desarrollo de nuevas series compatibles y largas. Estos enfoques condujeron a formas completamente nuevas de analizar la historia de México.

Cuando volvió a México entre 1963 y 1965, gracias a la beca que le otorgaron conjuntamente el Social Science Research Council (ssrc ) y el American Council of Learned Societies, James Wilkie utilizó material hasta ese entonces desconocido y no interpretado aún, con el objeto de ver en qué medida el gobierno de Cárdenas era objetivamente comparable con el de los presidentes anteriores o los que le siguieron. Además, él y Edna iniciaron juntos las entrevistas de historia oral, proyecto que los llevó a analizar los cambios que ocurrieron en México después de 1910. Esta ampliación del universo por investigar desplazó el tema de Cárdenas del sitio focal y lo convirtió en uno entre los diversos elementos de su investigación.

Los Wilkie debieron ingeniar nuevos sistemas de registro de datos. Este esfuerzo les resultó, a la postre, muy útil porque cada día ampliaban su conocimiento de la historia y del presente del México en que se desenvolvían. Recopilaron y procesaron grandes cantidades de datos estadísticos, utilizando calculadoras mecánicas. Las electrónicas programables y las computadoras personales eran inimaginables.

En 1966, cuando los Wilkie llegaron a la Ohio State University (osu) para asumir puestos académicos y establecer un equipo de investigación que denominaron en tono de broma “La Hacienda Wilkie”, James sometió los datos estadísticos adquiridos y procesados en México de manera primitiva al escrutinio del Centro de Computación de la Universidad. El Centro procesó las series estadísticas y descubrió contradicciones respecto de los resultados que los Wilkie obtuvieron en México por medios mecánicos.

Entonces el Director del centro de Computación de osu sometió los datos al escrutinio de una segunda computadora y comprobó que concordaban con los resultados que los Wilkie habían obtenido originalmente. Esta divergencia indujo al Centro a examinar el funcionamiento de la computadora que arrojó resultados diferentes. La conclusión fue que el programa contenía un “error aleatorio” que era preciso corregir, de tal forma que, con todo y su primitivismo, los cálculos mecánicos, según lo comprobaron, eran los correctos.

Una de las interpretaciones resultantes fue la tesis doctoral de James (1966), que se convirtió en el libro La Revolución Mexicana: Gasto Federal y Cambio Social.

De las experiencias de aquellos años, James y Edna conservan impresiones que ilustran un país diferente del actual. Explica James:

“Para entender el proceso evolutivo de México en el siglo xx yo tenía interés en todas las ciencias políticas y sociales y me relacioné con quienes construyeron, por ejemplo, los presupuestos y los censos. En la década de 1960, por lo general los historiadores en México concentraban su investigación hasta 1910 o 1920; por esa razón, los académicos con quienes teníamos más contacto eran economistas, politólogos y sociólogos, quienes se interesaban en distinguir los conceptos “Revolución Mexicana permanente” y “Democracia de un partido” bajo el “proceso institucionalizado,” que el partido oficial (pnr-prm-pri) presumía.

“Aun Lázaro Cárdenas —a quien muchos intelectuales consideraban como el genuino y último presidente revolucionario que se propuso lograr las metas de la Revolución de 1910 y la Constitución de 1917— sostenía que México seguía viviendo todavía una revolución institucionalizada, según lo expresó durante mis conversaciones con él en el verano de 1962. Esta idea la sostuvo a lo largo de la década y hasta su muerte, ocurrida en 1970.

“El problema era cómo interpretar los números. Si se usaban, como lo hizo Pablo González Casanova, sólo cifras absolutas, sin la construcción sistemática de cuadros, no podía lograrse un análisis profundo; si se usaban cifras en la forma que lo hizo Ifigenia M. Navarrete sobre la brecha de ingresos entre ricos y pobres, entonces uno llegaba a la conclusión de que México estaba en crisis, lo que constituía una crisis inventada por motivos ideológicos.

“Durante los primeros años de la década de 60, y después de haber superado las huelgas de 1958 y 1959, la idea predominante era la esperanza de los obreros en las promesas de mejoría. Adolfo López Mateos, ex secretario del Trabajo, había roto la costumbre de que los presidentes procedieran de la Secretaría de Gobernación. El sueldo mínimo todavía funcionaba bien; los sindicatos no eran tan poderosos ni tan opresores. No había tantos escándalos de corrupción como en la época de Alemán.

“Las masas todavía abrigaban esperanzas de un futuro mejor. Veían la construcción de escuelas, tenían más dinero en términos absolutos (si no porcentuales), percibían oportunidades para superarse. Apenas comenzaba la presión demográfica sobre la Ciudad de México que se intensificó después, ya que la gran masa de población permanecía en el campo con el anhelo de recibir título de sus tierras; no ingresaban de golpe a la ciudad. Y eso daba una sensación de bienestar, aunque hubiera mucho aún por corregir con respecto a la reforma agraria: la promesa de tierras detenía a mucha gente en el campo, aunque muchos se fueran a los Estados Unidos. Hubo maneras de escapar, de desatar la presión. conasupo, organización que manejaba los subsidios y compraventa de los productos del campo, funcionó sin los problemas ni escándalos que llegarían a ser fatales después de 1970.

“Como historiador, al comparar el México del pasado con el mundo de los años sesenta, fui optimista. México había ganado mucho en comparación con el tercer mundo y el resto del mundo en general, y además, los datos estadísticos que analicé demostraban mejoras en casi todas las categorías que podían ser medidas utilizando cifras. Mi punto de vista, sin embargo, era muy controvertido en México, porque muchos académicos tenían la percepción equivocada de que yo había seleccionado datos para justificar el papel del Partido Oficial.

“Cosío Villegas señalaba la importancia y significado de las visitas a México de personajes extranjeros. En los primeros años de ‘60 llegaron Kennedy, Nehru y De Gaulle, por ejemplo, y para Cosío, eso demostraba la madurez e importancia que México había alcanzado en el mundo. No habíamos llegado a 1968 todavía.

“La nación había recorrido un camino increíblemente exitoso, como escribió Frank R. Brandenburg en su libro The Making of Modern Mexico. Con problemas, ciertamente, pero eso justificaba la necesidad política de continuar la revolución institucional para hacer posible, en términos económicos, la “revolución comercial.” Brandenburg explicaba muy bien la importancia del ámbito comercial, y la necesaria revolución del crédito para estimular la compra a largo plazo de artículos de consumo, lo que permitiría a la población urbana adquirir casas-habitación y automóviles y disfrutarlos de inmediato, en lugar de tener que ahorrar dinero durante muchos años para poder comprarlos.

“Cuando llegué a México en ’55 no circulaban cheques. Abrir una cuenta de cheques en el banco era someterse a un proceso kafkiano. Aún a principios de la década de 1960, era importante que me hiciera amigo del gerente de la sucursal bancaria donde tenía mi cuenta, ya que él era la única persona que podía autorizar el cobro de mi cheque. Nadie aceptaba cheques. Para cobrar mi propio cheque, tenía que entregárselo al gerente del banco para que lo autorizara con su firma, y luego otra vez dejar que me tomaran las huellas digitales, aunque ya me conociera y nos consideráramos amigos. Y seguidamente, tenía que formarme en una cola interminable para esperar que me atendiera alguna cajera incompetente que procesara el papeleo en cuadruplicado y me hiciera pasar por varias ventanillas.

 “No había tarjetas de crédito; toda operación comercial se hacía con dinero en efectivo. El aparato comercial era muy primitivo, pero se podía ver la revolución que se avecinaba mediante las compras a crédito, con el pago de un enganche, y que las tarjetas iban a surgir después. Fue una época de grandes cambios positivos y las quejas de muchos se referían al pasado y no al “hoy” de entonces. El público se quejaba de que se interpusieran los problemas antiguos a los avances modernos que se estaban logrando.

“Brandenburg trató de analizar los grandes cambios que estaban ocurriendo y la forma en que funcionaba el sector privado, que posteriormente fue atacado por los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo. Durante la época de Antonio Ortiz Mena como secretario de Hacienda (1958-1970) todo daba la impresión de andar bien. Él parecía tener la clave de cómo mantener el ritmo del crecimiento. Era el sector privado el que pagaba los impuestos. Estábamos en el auge del “desarrollo estabilizador”, que terminó en 1970.

“López Mateos, quien al inicio de su presidencia usaba una retórica que pretendía favorecer a “la izquierda dentro de la Revolución mexicana” (1958-1962), más tarde (1963-1964) cambió su discurso, se inclinó más hacia el centro e hizo que los intelectuales se mostraran suspicaces ante todo lo que anunciaba el Gobierno, y que se manifestaran siempre en su contra, pero no siempre con suficiente información.

“Durante la presidencia de López Mateos, Lázaro Cárdenas y otros líderes políticos formaron por su parte el Movimiento de Liberación Nacional (mln) para realizar cambios en México, siempre dentro del marco legal. El ex presidente y el mln también apoyaron a la Revolución Cubana. Cuando Cárdenas anunció en 1962 que iría a Cuba para ofrecerle a Fidel Castro su apoyo moral, los rumores de la época eran que López Mateos había ordenado no dejar salir del aeropuerto al avión que llevaría a Cárdenas a La Habana.

“Aunque López Mateos había procurado una sutil identificación entre su gobierno y el de Fidel, quien disfrutaba de gran simpatía entre los intelectuales y los trabajadores, se echó para atrás al darse cuenta que tal vez estaba fomentando la formación de grupos como el mln, que podría favorecer la instalación de un modelo tipo Revolución Cubana.

“En los ‘60, los periódicos anunciaban los éxitos del Gobierno cada día, cada hora. Lo que el Gobierno hacía se presentaba como obra del pueblo mexicano. La inauguración de una escuela o un puente, por ejemplo, era motivo de una nota de primera plana. Más bien, fueron como inserciones pagadas, pero de primera plana, presentadas como noticias. Estos artículos parecían escritos por el Departamento de Prensa de la Presidencia. De hecho, había periodistas pagados por el Gobierno que simplemente transcribían el boletín de prensa oficial o escribían artículos favorables al gobierno y al pri.

“En 1962 surgió El Día, periódico de una cooperativa que dirigió Enrique Ramírez y Ramírez. Estaba subsidiado o salía con el papel subsidiado por pipsa . Idealmente, el propósito de pipsa era proporcionar el papel de periódicos y revistas a un precio razonable, pero en realidad era un instrumento para controlar las publicaciones. pipsa subsidiaba y la prensa de izquierda recibía los subsidios. Así, las publicaciones que se suponía que publicaban críticas al gobierno, como El día, tenían que subsistir en una situación bastante controlada. Comprábamos este periódico todos los días porque publicaba algunas críticas, pero muy suaves, y decía todo sin enunciarlo claramente. No podía ir más lejos que tres pasos de la línea oficial porque cada dependencia gubernamental pagaba no sólo porque se hablara de “sus buenas obras”, sino también para garantizar la pasividad del periódico.

“Leer la mayoría de los periódicos era algo muy aburrido. Era como leer Granma en Cuba hoy, que no publica noticias. Con todo el sistema de propaganda y con el poder único del Presidente, nadie podía decir mucho. Todavía no adoptaban la práctica de citar noticias de los diarios extranjeros para criticar al gobierno sin criticarlo. Decir, por ejemplo: “Según Los Ángeles Times o New York Times, esto ha pasado”, y así lavarse las manos, dando a entender: “nosotros no opinamos nada; nada más estamos dando información de lo que opinan en el extranjero”. Este último recurso surgió después, especialmente en los años ‘80 y ‘90.

“Había dos revistas que publicaban artículos de opinión con críticas al gobierno, y que respaldaban a sus colaboradores con el solo hecho de publicarlos: Siempre!, que aún aparece semanariamente,y Política. La más crítica fue Política, que era quincenal.

“Manuel Marcué Pardiñas, el director general de Política, presentaba noticias negativas con respecto al pri y al Gobierno, aunque no estaba permitido. En cierta ocasión en que lo acompañaba para entrevistarlo, anduve con él por la Ciudad de México buscando papel, porque pipsa no quería venderle.

“—Vamos a buscar —me dijo—. Aunque sea en papel para el inodoro, tengo que sacar el próximo número.

“Fuimos de papelería en papelería y hablando acerca de la Historia de México. Marcué era muy espontáneo y caprichoso y no tenía mucho tiempo para sentarse a hablar de la historia; estaba tratando de sobrevivir sin el subsidio de pipsa y de los anuncios de las paraestatales y las dependencias del gobierno. Y bueno, aunque tenía cierta preocupación por su seguridad, tal vez se sentía protegido por su comportamiento, que llamaba la atención: Pretendía generar motivos de escándalo mediante su revista, e igualmente, se comportaba de una manera un tanto escandalosa en general. Cuando veía a una mujer guapa, detenía su convertible a media calle para echarle flores, lanzarle besos e invitarla a subir.

“Marcué había colaborado en la revista bimestral Problemas Agrícolas e Industriales de México, subsidiada por los presidentes Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán y Aldofo Ruiz Cortines. Esta revista publicaba muchas traducciones, entre ellas, el libro de Sanford Mosk donde identificaba la Revolución Industrial de México , y el libro de Eyler N. Simpson, El ejido, la solución a los problemas del campo, que implicaba una contradicción, porque el contenido desaprobaba el concepto que afirmaba en el título. También publicó el libro de William C. Townsend sobre Cárdenas , siempre en un formato muy sofisticado que incluía fotografías.

“Marcué podía actuar dentro o fuera del sistema, según la publicación tuviera o no subsidio. Ya para los 60s Marcué Pardiñas estaba fuera de todo subsidio porque lanzaba constantes ataques contra el pri a través de Política, con frecuencia basados en rumores. Era difícil comprobar la veracidad de esas notas, pero fue la manera de entender otra “verdad” que no era la del pri.

“En la época en que lo conocí, Marcué ya estaba abiertamente en contra del gobierno y muy en contra de la candidatura de Gustavo Díaz Ordaz a la Presidencia. Por entonces publicó en la portada de la revista varias caricaturas, por ejemplo, una en que Rius pintó a Díaz Ordaz como un diablo muy feo. En otra lo dibujó como cura amenazante.

“Consciente de su “misión histórica” contra el pri, Marcué me dio dos colecciones completas de Política, para asegurarse de que existiera en el exterior y en previsión de lo que pudiera ocurrir en México al respecto. En efecto, a partir del 1° de mayo de 1960 en que Política apareció, Díaz Ordaz toleró pero no subsidió el ataque despiadado de la revista contra su persona, y la misma tolerancia que mantuvo como secretario de Gobernación la continuó a partir del 1° de diciembre de 1964 en que asumió la Presidencia de la República, hasta diciembre de 1967, fecha en que Marcué se vio obligado a clausurarla.”

Una descripción de las presiones que el Gobierno ejercía sobre los medios independientes aparece en el fragmento del artículo en el cual Marcué anunciaba su cierre en diciembre de 1967, según lo cita el periodista Rafael Rodríguez Castañeda, :

 

Sobornos, coacciones, amenazas, bloqueos económicos, negativas para obtener papel mediante su pago, inquisiciones policíacas, amedrentamiento pertinaz de colaboradores, escritores, editorialistas y de los trabajadores de los talleres... y, en fin, todo el peso de la maquinaria gubernamental y su falaz concepción de la libertad de prensa se echaron encima de Política .”

“El panorama que existía en la época que me propuse desarrollar mi investigación lo sintetizaría de esta forma: Primero, los periódicos no informaban con objetividad. Eran esencialmente medios de propaganda del Gobierno. Segundo, los historiadores de aquel entonces no se preocupaban mucho del siglo xx. Para ellos la historia terminaba con el fin del siglo xix o tal vez en 1920, porque habían dado por terminada la Revolución en ‘20, ‘30 o ‘40; casi ninguno escribió después de 40. Los historiadores tenían otros intereses y quienes se preocupaban por la Historia reciente eran los politólogos, los sociólogos y los economistas. Tercero, en aquel entonces no existían suficientes series estadísticas históricas bien construidas y menos bibliografía para consultar, y cuarto, la gran mayoría de los protagonistas de acontecimientos significativos no acostumbraban registrarlos ni escribían sus memorias.

“Entonces decidí crear mi propia manera de medir lo que estaba pasando en México: combinando los métodos de Estadística e Historia Oral.

La investigación estadística

James Wilkie tuvo oportunidad de reflexionar sobre su experiencia de casi dos años de investigación en México durante el intermedio que se tomó en 1962 para regresar a Berkeley, presentar los exámenes del doctorado y gestionar una beca que le permitiera continuar su proyecto. Las conclusiones sobre sus hallazgos de 1960 y 1961, más la asesoría de sus maestros, lo indujeron a centrar gran parte de su esfuerzo en la investigación estadística.

“Al volver a México en 1963 entre mis otras investigaciones empecé a estudiar los presupuestos, año tras año, haciendo series desglosadas por ramo de gasto proyectado. Para hacer esto, tuve que ganarme el acceso a los estantes reservados en la Biblioteca del Banco de México. Entonces era casi imposible entrar a la biblioteca del Banco de México y ahora no lo permiten, pero haciendo amigos todo es posible. No se puede llegar la primera vez y preguntar; hay que invitar al jefe a tomar un café y conocer a su equipo de trabajo;ganar la confianza poco a poco. Me tardé mucho, pero me abrieron el paso al archivo completo.

“Casi había terminado de analizar los presupuestos cuando, al revisar todos los libros en los estantes de la Biblioteca del Banco de México, para mi sorpresa, encontré ejemplares sueltos de la Cuenta Pública correspondientes a varios años. Por tanto, ¡sí había una cuenta pública! Este material me confirmó que había datos sobre la forma en que el monto proyectado había sido gastado efectivamente. Con esta pista, podía yo empezar a hacer la comparación del presupuesto con el gasto, año por año, desde el porfiriato. El resultado fue tan alarmante que supe que había descubierto algo a lo que los investigadores y los que formulaban la política desconocían. Sabía que reunía una bomba de información, pero mi problema era dónde encontrar la serie completa de la Cuenta Pública.

“Resultó que las cuentas estaban en la Contraloría General de la República, y tenía que obtener permiso para llevar a cabo mi investigación.

“Cuando supe que era necesario un permiso especial para utilizar los archivos de la Contraloría, acudí al Subsecretario de Egresos de Hacienda. No recuerdo su nombre, pero era un señor muy amable. Le expliqué mi dilema y lo que estaba haciendo. Me escuchó con interés y decidió ayudarme. Como yo nada más hablaba sobre los presupuestos, creo que no sospechó que fuera a encontrar ninguna información delicada y me dio el permiso; tal vez pensando: «Este gringo no parece saber ni entender: No va a encontrar nada.» Una vez que conseguí acceso, lo tuve para siempre.

“En la Contraloría encontré la Cuenta Pública de todos los años que necesitaba, desde 1910; expresaba las categorías con números en clave que sólo tenían sentido compulsándolos con los presupuestos, para entender lo que significaba cada renglón de la Cuenta Pública.

“Era difícil conocer las claves, pero con el permiso que el Subsecretario de Hacienda me había otorgado pude consultar todo, inclusive documentos que ninguna otra persona en la oficina podía ver, salvo el Jefe y yo. El Subsecretario no supo el alcance del permiso que me había dado porque en la Contraloría me trataron como visitador general. Nadie entendía cómo había yo obtenido ese permiso.

“Sin embargo, las erogaciones adicionales incrementaban el gasto del gobierno central hasta 100% o más arriba de lo presupuestado; hubo gran número de categorías que no pude descifrar utilizando el presupuesto.

“Mi problema de analizar a fondo las erogaciones adicionales lo resolvió el Jefe de la oficina, mi amigo, que me proporcionó su lista reservada de claves que no aparecían en el presupuesto. Así pude descifrar las claves. Finalmente pude descifrar los gastos relacionados con las erogaciones adicionales. En esta categoría era donde el Gobierno escondía los gastos que no deseaba que se supieran y tuve que desglosar los datos entre mis 27 categorías de análisis. Durante una época el Gobierno sostuvo que estas erogaciones no eran programables, pero no era cierto.

Construcción de series

“Me puse a buscar entonces toda clase de estadística, no solamente presupuestal, sino sobre precios, sobre inflación, sobre circulación monetaria, sobre educación, sobre huelgas, sobre Reforma Agraria, sobre los datos del censo. Anualmente se recopilaban los datos en cada secretaría y los archivaban. Entonces tuve que buscar los datos y hablar con la gente. Para lograrlo tuvimos que entrevistar y trabajar con muchas personas.

“En México no había la tradición de construir series estadísticas, de manera que busqué cómo construirlas y completarlas utilizando los datos existentes.

“Después, todos estos temas estadísticos tratamos de abordarlos en nuestras entrevistas con los personajes que aceptaron participar en el proyecto de Historia Oral. A veces seguíamos un cuestionario básico, aunque casi siempre presentábamos datos que ellos no tenían. Unos podían captar bien el problema, para otros fue una sorpresa y no sabían qué decir.

“Para seguir la construcción de series de datos, fuimos a la Dirección General de Estadística, donde conocimos al subsecretario Javier Bonilla García, quien había coordinado la realización del censo de 1960 y después, el de 1970. Javier Bonilla nos ayudó mucho en conseguir datos no publicados y en explicarnos el por qué de los problemas en entenderlos. Ibamos con tanta frecuencia que nos asignó un lugar para que trabajáramos.

“En la preparación de mi base de datos me ayudó durante el primer año Clark W. Reynolds, quien era entonces profesor en Yale University; había recibido fondos para venir a México y le dieron una oficina en el Banco de México que compartió conmigo. Como nos encontrábamos con frecuencia, fue además un buen asesor para guiarme en el uso de algunas metodologías especiales.

“En el tema de investigación sobre el presupuesto del gobierno central, con mi metodología dividí las finanzas en por lo menos 27 rubros año por año, tanto en presupuesto y gasto ejercido, como en términos reales (deflacionados) y en términos per capita. Además, los 27 rubros se resumen en tres agrupaciones grandes (económica, social, administrativa), cada una con tres subcategorías, para interpretar variaciones entre la planeación y actuación de cada presidente. De esta forma estuve en posibilidad de mostrar el panorama general, lo mismo que sus pormenores, según las 27 categorías detalladas.

“Este sistema ahora no sorprende tanto, pero entonces fue una innovación que tuvo cierto impacto. Las series que comencé entonces las continué haciendo con la misma metodología hasta ‘89 cuando fui asesor del Banco Mundial, aunque aún no he publicado las posteriores a 1976.

“Para entender lo que significaba el reparto de tierras, la entrega de la propiedad, la lista de restricciones, la entrega provisional y la que llegó a ser entrega definitiva con los años, tuve que ir a la biblioteca de Reforma Agraria y revisar la reforma agraria en México desde 1853, cuando Santa Anna decretó que las tierras pertenecían a la Nación como antes habían pertenecido al Rey; y utilizando los datos de Antonio Peñafiel, reconstruí las series de la acumulación de tierras bajo don Porfirio, y después, la distribución, que comenzó en serio con Emilio Portes Gil y Marte R. Gómez. Así pude empezar a delinear muchos rasgos que todavía nadie había visto, que nadie tenía.”

 “Frente a las alabanzas de los que querían destacar a Cárdenas como el héroe más grande en la historia del país, yo trataba de establecer una correlación, año por año, de la historia del ejercicio presupuestal y los acontecimientos políticos y sociales. El problema era saber cómo ubicar lo que pasó antes y lo que pasó después y cuál fue su impacto comparativo. Dejando a un lado las valoraciones subjetivas, yo quería ponderar esos méritos.

“Cárdenas había prometido gastar más en lo social que ningún otro presidente hasta entonces, pero descubrí que gastó solo 80% de lo prometido porque durante su gobierno siempre subestimaron los ingresos, especialmente las deudas que iban a contraer. No obstante, en términos absolutos, Cárdenas entregó 3% más de lo prometido, dejando al sector muy satisfecho, sin saber que debieron haber ganado 20% más, tomando en cuenta el énfasis porcentual que Cárdenas había prometido.

“También pude comprobar que Cárdenas fue el que inició las inversiones en la industria y es el autor de la Revolución Industrial. Para ’40, la transición fue fácil para Ávila Camacho, ya que Cárdenas había establecido las bases para el desarrollo de la industria; y en la agricultura, las había establecido su secretario, Marte R. Gómez, a partir del último mes de su mandato.

Estadística e Historia Oral. Primeras entrevistas

“Resultaba muy monótono trabajar sólo en estadística, o sólo realizar entrevistas. Era mucho más interesante ocuparse un día en una cosa y el próximo en otra, en diferentes lugares. Entonces repartía mi investigación en dos campos de estudio; y durante ese proceso encontré muchos datos importantes y a muchas personas interesantes.

“En mi propósito de interpretar la estadística, era indispensable entrevistar a personajes que pudieran contribuir con sus propias interpretaciones de los eventos en que participaron. Para hablar sobre huelgas y huelguistas, por ejemplo, tuvimos que entrevistar necesariamente a Vicente Lombardo Toledano. Cuando lo entrevistamos le presentamos la serie estadística de las huelgas. Él nunca había visto tal información y se sorprendió, pero se interesó en analizarla y explicarla. En ella se revelaban altas y bajas en diferentes momentos. Y si yo le decía, por ejemplo: «Los historiadores interpretarían esto de esta manera,» «No —respondía él—, ellos están equivocados; yo pondría más peso en tales o cuales hechos, por tales razones.» Para revisar mis series sobre gasto público y cuentas, entrevistamos a Manuel Gómez Morín.

“La idea de llevar a cabo entrevistas de historia oral basadas en la memoria de los actores surgió parcialmente de mi entrevista fallida con don Pascual Ortiz Rubio, en 1961, durante mi primera estancia en México. Don Pascual estaba a cargo de la Comisión Nacional de Pesca. Su oficina estaba en la Colonia Cuauhtémoc, creo que en Río Rhin. Era un tanto desolada; había una sola secretaria; ninguna actividad. Era una oficina triste. Don Pascual me recibió sentado en su escritorio, donde escribía. Era bastante mayor —83 años—, pero muy ameno al hablar. Como buen gringo, fui directamente al grano y dije algo así: —Entiendo que se dice que el papel de usted en la presidencia fue ser títere de Calles. ¿Cómo explica usted eso? —Se le descompuso el semblante y dijo: —No. Es más complicado que eso.

“Don Pascual no pudo decir más. Estaba tan deprimido que yo no iba a insistir y no supe cómo continuar. Después ni él ni yo supimos qué hacer. ¿Qué iba yo a decir?: “Podemos regresar y hablar”, ¿de qué? Me sentí como un estudiante ingenuo. En ningún país se puede empezar así la entrevista con una persona importante, hablando sobre sus fracasos.

“La idea de entrar sin grabadora y empezar a hablar de asuntos difíciles fue un error tremendo. No sólo me dejó una impresión de fracaso, sino además, de que lo había dejado derrotado. Todavía no tenía yo en mente una metodología para abordar estos temas complejos.

“Primero tenía que haber escuchado el relato de la historia de una persona, antes de tocar en un momento dado el tema de sus debilidades de manera más lógica y con mayor tacto. De eso me di cuenta después. Había que hablar sobre su vida en relativo orden cronológico, porque no se puede comenzar por una consecuencia sin un marco referente a la vida; había que plantear cuál era el problema dentro de su contexto histórico, antes de hacer preguntas que llevaran de manera natural al relato de la actuación del personaje.

“Problemas como el de esa primera entrevista con don Pascual Ortiz Rubio ya no volvieron a surgir, porque decidí abordar el tema comenzando por hablar de la trayectoria del personaje como líder. Esta idea me vino de las entrevistas que grabé con mi hermano Richard en Idaho, cuando grabábamos nuestras conversaciones en hilo magnético con Bob Barr, un viejo forestero, quien nos relató toda su vida en orden cronológico, desde sus primeros años en las montañas, y no siempre siguiendo un solo tema, sino con una lista de preguntas que tenían por objeto cubrir todas sus experiencias.

“Y además surgió el libro de Oscar Lewis sobre la familia Sánchez , que fue un ejemplo y un estímulo para hacer algo similar con la familia revolucionaria. Con la metodología de oír primero el relato de la historia del entrevistado, ya no iba a resultar tan difícil llegar a los momentos críticos. La experiencia que había yo adquirido en 1959, ’60, ’61 y '62 al tratar de hacer algunos contactos y platicar con mucha gente me sirvió para prepararme mejor e iniciar formalmente el proyecto de historia oral de manera más organizada y con una metodología.

“La otra lección fue con Lázaro Cárdenas. En el verano de ’62 me di cuenta que había personas que no estaban dispuestas a que yo grabara su voz.

“Estaba yo viviendo en Pátzcuaro, en una de las casitas de doña Carolina, la viuda de Francisco J. Múgica, cuando conseguí una entrevista con don Lázaro por vía de su hijo Cuauhtémoc, porque ya yo tenía en mente la idea de la tesis doctoral, que iba a ser sobre Cárdenas y su papel en la Historia de México. Lázaro Cárdenas fue un hombre de talento. Es increíble cómo pudo dominar el México de entonces.

“Al hablar con él mi interés era que comparara su actuación durante su período presidencial con la de otros presidentes: con Alemán y Ávila Camacho; Calles y Ruiz Cortines, algo así, sin un orden definitivo.

“Y empecé por Alemán: Le traté de explicar a Cárdenas la forma en que quería realizar las entrevistas, abordando diferentes temas de la historia de México sobre los cuales él podía opinar; pero me dijo: «No, no. Yo tengo que ir en orden, porque cada presidente vivió su propio momento histórico y tuvo que enfrentar las realidades de entonces. Y cada uno hizo su aportación a la Historia de México. Si no vamos en orden, nadie va a entender esto y además yo no pienso así; no me gusta dar estos brincos.»

«Por otra parte, no quiero que se grabe mi entrevista, porque la voz puede ser mal utilizada. Todos están buscando escándalo. Y cualquier declaración que yo haga y que llegue a publicarse, puede resultar en un escándalo si la tergiversan. Y peor aún, en conferencia con un extranjero, ya que mis palabras pertencen al patrimonio nacional.»

“—Por favor, ponga todas sus preguntas en papel y yo se las contesto —me dijo. Mi pregunta sobre el capitalismo y la respuesta que me dio aparecieron publicadas en La Revolución Mexicana (1910-1976).

1964: el año de la Historia Oral

James Wilkie y Edna Monzón llegaron a México recién casados, en septiembre de 1964 «para entender mejor la presidencia de Cárdenas, el entorno completo donde surgió Cárdenas y la importancia del sexenio de Cárdenas, comparado con otros. Ése fue el enfoque principal.» Su afán en las primeras semanas fue doble: establecer contacto con el General y localizar a personas que hubieran colaborado con él en algún cargo, sobre todo durante la gubernatura de Michoacán y la presidencia de la República. La lista de posibles informantes fue muy extensa, pero los contactos iniciales les hicieron ver que no todos mostraban buena disposición o no reunían las cualidades esenciales de un buen informante. “Entre cientos de personas posibles tuvimos que escoger —cuenta Wilkie—. Unos no tenían nada qué decir, como Fernando Torreblanca y Fidel Velázquez.

“Pensamos que Silvano Barba González, el hombre que había sido el brazo derecho de Cárdenas por muchos años, secretario particular y también secretario del Trabajo y de Gobernación, podía aportar algo al proyecto de Historia Oral, pero no fue así. Habló, pero sin una visión aparente.”

Estos intentos eran una forma de merodear a Cárdenas; lo cual no significaba que James Wilkie no insistiera en la búsqueda directa. Edna Monzón recuerda:

“Jim había conocido y entrevistado por escrito a Cárdenas en Michoacán en el año de 1962, mientras viajó con él en una de sus giras por el estado. En la ciudad de México en 1964 fuimos a visitarlo a su casa en Lomas de Chapultepec con el propósito de convencerlo para que participara en nuestro proyecto de historia oral.

Don Lázaro nos recibió muy cortésmente pero nos dijo otra vez lo que le había dicho a Jim en 1962: no podía grabar su Historia Oral por las razones ya citadas. Inclusive, cuando Jim le preguntó si no consideraba útil explicar para las futuras generaciones cómo habían ocurrido realmente las cosas, para que entendieran la complejidad de los acontecimientos, en vez de que las supieran mediante el mito popular, don Lázaro dijo que los mitos tienen su razón de ser y que era mejor no destruirlos.”

Mientras tanto, los Wilkie seguían sus preparativos, documentándose para hacer más y mejores entrevistas. Comenta Edna:

“¡Cada conversación requería tanta preparación! Un trabajo agobiante, leer y tratar de ver cuál era la posición del entrevistado en las décadas anteriores y cómo la había desempeñado, por dónde empezar, qué preguntar.

“Elaboramos nuestro propio cuestionario de quizás cien preguntas, que verificábamos durante la entrevista para asegurar que estábamos cubriendo todos los aspectos que nos interesaban de la vida de una persona, de tal forma que aún sin conocer de todo, teníamos a la disposición muchos temas.”

Durante 1964 los Wilkie realizaron 124 entrevistas grabadas. Su agenda se intensificó en el curso de los meses, conforme sus relaciones se ampliaban y profundizaban su dominio sobre los acontecimientos a que se referían los interlocutores. En enero hicieron sólo la entrevista concertada desde diciembre con José Muñoz Cota; en marzo reanudaron el proyecto con Germán List Arzubide. Estos fueron los únicos casos donde los expositores plasmaron un panorama suficientemente amplio de su vida en una sola sesión. Adicionalmente, a fines de marzo comenzaron la serie de cinco entrevistas con Francisco Javier Gaxiola Jr.

Abril fue mes de doce encuentros de Historia Oral, los iniciales con Marte R. Gómez y Miguel Palomar y Vizcarra, los dos primeros con Jesús Silva Herzog; tres con Daniel Cosío Villegas; cuatro con Francisco Javier Gaxiola Jr. y uno con Clementina Batalla, la viuda de Narciso Bassols.

Mayo y junio fueron los meses de más intenso trabajo de campo durante el año: en mayo entrevistaron a Palomar y Vizcarra, Silva Herzog, Portes Gil y Marte R. Gómez con quienes se reunieron en tres ocasiones durante el mes —doce sesiones—; realizaron las dos primeras entrevistas grabadas con Lombardo Toledano, cuya desconfianza dispuso la utilización de una segunda grabadora para obtener idénticos registros que él conservó como medida precautoria; las iniciales con Juan de Dios Bojórquez y con Melchor Ortega, y la segunda y última con Clementina Batalla de Bassols. Diecisiete entrevistas en suma. Más de una sesión cada dos días en promedio. Debido a las oportunidades que se presentaron: tuvieron doble entrevista los días 5, 11 y 15.

En junio hicieron dieciocho entrevistas grabadas; la segunda con Bojórquez, las cuatro en que Jacinto B. Treviño expuso su historia oral; una más con cada uno de los tres siguientes personajes: Silva Herzog, Portes Gil y Lombardo Toledano; la sesión inicial con Manuel Gómez Morín y las dominicales, en que viajaron a Cuernavaca para registrar la historia de Luis Chávez Orozco, de tal forma que el historiador guanajuatense expuso su vida durante cuatro sesiones ocurridas en 22 días.

El récord de colaboración breve entre los Wilkie y un entrevistado para registrar una biografía con la metodología que suponía profundizar sobre los temas iniciales en conversaciones ulteriores lo establecieron con Miguel Palomar y Vizcarra, cuyas cuatro entrevistas ocurrieron en un término de 12 días. Curiosamente, el protagonista de mayor edad hizo el recuento oral de su historia en el período más corto. Los otros entrevistados durante junio de 1964 fueron Aurelio Acevedo Robles, un líder rural de la Primera Cristiada (1926-1929) y de la Segunda Cristiada (1933-1937) con quien platicaron en dos ocasiones; Aurelio Manrique, Melchor Ortega y Manuel J. Sierra.

Del tres al siete de julio sostuvieron en Acapulco los cinco primeros diálogos con Juan Andreu Almazán, uno por día, y en agosto comenzaron sus reuniones con seis nuevos personajes, tres de los cuales aparecen en esta serie: Salvador Abascal, Ramón Beteta y Ezequiel Padilla, con quien se reunieron en dos ocasiones durante el mes. Los otros tres fueron Silvano Barba González, Alfonso Caso y Carlos Fuentes.

En septiembre hicieron sendas entrevistas a Salvador Abascal y a Vicente Lombardo Toledano, la cuarta y la segunda, respectivamente; más dos a Martín Luis Guzmán.

En octubre se reunieron nuevamente en una ocasión —grabadora de por medio— con Abascal y con Beteta, y dos con Bojórquez, la primera en México y la segunda, el último domingo del mes, en Cuautla. Sostuvieron también un segundo encuentro con Alfonso Caso y hacia el fin de mes, asistieron a Cuernavaca a entrevistar a David Alfaro Siqueiros en su casa, cercana al Casino de la Selva. Noviembre fue mes de sólo dos entrevistas: a Lombardo Toledano y a Padilla —quinta y tercera sesiones, respectivamente—.

Finalmente, en diciembre concertaron ocho citas. Una con Abascal, Gómez Morín, Padilla, Lombardo y Beteta, cuya historia concluyeron el 17 de diciembre. Y para terminar el año con una mezcla de trabajo y descanso, los últimos días del año fueron huéspedes de Andreu Almazán en el hotel Papagayo de Acapulco, a quien hicieron las tres entrevistas finales de una serie de ocho, con la participación del Dr. Lyle C. Brown, ex profesor de James en el mcc, los días 27, 28 y 29.

En enero de 1965 los Wilkie se propusieron concluir este proyecto de Historia Oral e hicieron 16 entrevistas. Cuatro a Luis L. León; tres a Lombardo Toledano, dos a Gómez Morín, a Padilla y a Abascal, respectivamente; y una a Portes Gil, a Bojórquez y a Cosío Villegas. Ese principio de año terminaron el registro de las historias de Portes Gil y Juan de Dios Bojórquez —cinco entrevistas en total a cada uno de ellos—; la de Gómez Morín y de Luis L. León —cuatro con cada quien—; la de Padilla —seis— y la de Lombardo Toledano, con una novena conversación grabada.

De esta manera ocurrió la etapa intensiva del proyecto, que sumó 124 entrevistas. El lunes 26 de abril realizaron la quinta entrevista, final de la serie con Cosío Villegas y del año, antes de regresar a California, donde James Wilkie se concentró en elaborar su tesis de doctorado.

En cuanto al trabajo de gabinete, Edna, con la ayuda de Gertrude Monzón, comenzó el arduo trabajo de poner en blanco y negro las grabaciones magnetofónicas acumuladas en 125 entrevistas. De ese trabajo monumental sólo permanecen inéditas 810 páginas transcritas, que corresponden a veintidós grabaciones realizadas a once entrevistados. Edna supervisó todas las transcripciones .

Este resumen no pormenoriza la búsqueda ni los esfuerzos que los Wilkie desarrollaron en el curso de los trece meses por concertar y asistir a citas con otras personas, entre las cuales merecieron alguna mención Nicolás T. Bernal, Antonio Díaz Soto y Gama, Manuel Marcué Pardiñas y Fernando Torreblanca. Con algunos de ellos simplemente sostuvieron breves diálogos; otros, como Díaz Soto y Gama, se negaron rotundamente a que su voz fuera grabada, y respecto de algunos más apreciaron que no valía la pena el intento de grabar, ya fuera por la reticencia o la indisposición para conversar de los personajes. La impresión que les dejaron algunos de ellos aparece más adelante.

“A las primeras entrevistas —explica Edna— llegamos sin la ventaja de haber leído autobiografías pertinentes. Eran contadas las que existían. Las que llegamos a conocer tenían escasa relevancia política. A veces disponíamos de notas biográficas o artículos periodísticos, pero en lo general tuvimos que reconstruir con las mismas personas la estructura de su vida. La mayoría de los líderes acataban la regla no escrita de que hablar de sí mismo era muestra de egocentrismo y en consecuencia, se juzgaría inapropiado, mas a pesar de eso, concedían la entrevista y contestaban nuestras preguntas por cortesía, lo cual implicaba cumplir con una convención social también vigente en esa época. Esta manifestación del elitelore exigía la expresión de la frase “su humilde servidor”, esa falsa humildad que dicta tal saber y que inclusive, permanece vigente.

“La gran excepción a esta regla del elitelore mexicano —dice James— fue Emilio Portes Gil, quien escribió la Autobiografía de la Revolución Mexicana, y quien por cierto, había hecho ya mucho de lo que a todos pedíamos que hicieran, que era establecer correlaciones de la visión que tenían sobre la Revolución desde su privilegiada perspectiva. Portes Gil fue muy criticado por este libro, pero no por las entrevistas que nos concedió. Las entrevistas tuvieron una ventaja sobre el libro, en el sentido de que nos permitieron captar el proceso de su pensamiento o ‘corriente de conciencia’, así como registrar las ideas que acudían a su mente como respuesta inmediata.

“Otra ventaja de la Historia Oral es que permite discernir lo que los entrevistados piensan de lo que otros escriben para que ellos lo pronuncien —pienso en los redactores de discursos o ‘plumas negras’— cuya influencia, en la medida que ha ido en aumento, dificulta saber si el líder ha concebido tal pensamiento o si simplemente lo está leyendo por primera vez en el momento que pronuncia sus declaraciones.

“Al principio fue muy difícil, pero con el aumento del número de historias orales fuimos enriqueciendo nuestro entendimiento para formular preguntas en términos más sofisticados. Por cierto, al conocer a los entrevistados —explica Edna— les pedíamos copia de sus discursos, artículos, panfletos, libros impresos y documentos inéditos, para completar la información y ubicarlos en la historia con mayor conocimiento. Por ejemplo, Almazán nos dio copia de la carta que le escribió a Zapata.”

El común denominador de los primeros entrevistados lo determinó el afán de buscar a quienes habían colaborado con Cárdenas. Recuerda James:

“La primera persona a quien grabamos en 1964 fue Muñoz Cota, con quien anteriormente habíamos sostenido muchas discusiones —y muy extensas— sobre la historia de México y sobre su propia vida. Lo habíamos conocido en ’63 para hacer planes. Y para no entrar en las entrevistas de manera abrupta, llevamos la grabadora en la segunda reunión.

“Todos mostraron curiosidad: «A ver, decían: ¿De qué se trata esto?» Querían saber acerca de dónde surgía nuestro interés, y creo que pensaban que en media hora iban a despacharnos.

“Como la metodología, de manera general, consistía en abordar la historia a través del relato de la vida de los personajes entrevistados, dedicábamos la primera entrevista a conocer algo de sus antepasados, desde su nacimiento, y la vida de esa época. Les gustaba hablar de sus padres y de los primeros años de su vida. Entonces se daban cuenta que el asunto iba para largo, que no iba a ser cosa de media hora.

“1964 fue el año intensivo de las entrevistas de Historia Oral, al grado de acabar una sesión con un entrevistado, y correr al otro extremo de la ciudad para seguir las entrevistas con otro personaje. Varias veces tuvimos dos entrevistas el mismo día, y a veces hasta en domingo. Esto nos dio oportunidad de confrontar los puntos de vista de un entrevistado con otro. Por ejemplo, podíamos decir algo como: «Acabamos de estar con Fulano de Tal y nos dijo tal cosa…»”

La primera vez que realizaron dos entrevistas el mismo día fue el martes 21 de abril, en que asistieron a las citas que les habían dado Jesús Silva Herzog y Daniel Cosío Villegas.

“Una de las preguntas que hacíamos con frecuencia durante los momentos de descanso entre entrevistas era: ¿A quién recomienda para participar en este programa de Historia Oral sobre la Revolución Institucional?, y todos tenían ideas sobre quién podría ser de interés entrevistar.”

No obstante, James Wilkie se mantuvo abierto para atender referencias y recomendaciones que provinieron de otras fuentes:

“En 1960, cuando llegué al Instituto Nacional de Antropología e Historia a hacer investigaciones para seguir la línea de mi tesis de maestría sobre Cárdenas y la Iglesia, establecí contacto con Alicia Olivera. Ella fue quien me presentó a don Miguel Palomar y Vizcarra, quien obviamente era un personaje muy importante dentro del Movimiento Cristero y estaba muy dispuesto a hablar. Fue el mayor de todos los entrevistados; entonces tenía 84 años, pero exponía sus puntos de vista con una claridad mental increíble.

“A veces la única referencia que teníamos de algún personaje que deseábamos entrevistar era un número de teléfono, como nos ocurrió con Vicente Lombardo Toledano. Edna llamó por teléfono para decir que veníamos de la Universidad de California y queríamos oír y grabar su historia. Aceptó recibirnos, y aunque en un principio fue bastante suspicaz de nuestras grabaciones, una vez entablamos las entrevistas, cooperó con nosotros con toda puntualidad y con bastante entusiasmo.

 “Lombardo tomó muy en serio nuestro proyecto. Llegaba a la cita con nosotros preparado, con sus propias notas para ayudarnos. Y cuando ya estaban transcritas y editadas, leyó el original que íbamos a publicar en México visto en el siglo xx. Recordamos mucho nuestras extensas pláticas con él en su hermosa casa en San Angel.

“De todos nuestros entrevistados sólo Lombardo se enojó, por ejemplo, cuando insistí en hablar de su “Unión Soviética” como Rusia.

“—¡No! —corregía—; es la Unión Soviética, la urss. Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. —(Nombre que ya no tiene sentido y en realidad no lo tenía entonces; era más bien el imperio ruso). La ficticia urss por fin dejó de existir en 1991. Mientras tanto, la apariencia de muchas repúblicas le sirvió para disponer de muchos votos en la onu.

“En una de esas ocasiones en que hice referencia de nuevo a Rusia, Lombardo se enojó tanto, que se levantó de su asiento, como si fuera a salir de la habitación. Cuando alguna opinión lo enojaba, encendía un cigarrillo, y fumaba paseando de un extremo al otro de la sala, antes de calmarse y sentarse nuevamente, porque sabía que tenía algo más importante que explicar. Nadie había escuchado su vida y sus opiniones de manera sistemática utilizando una serie de preguntas, como lo estábamos haciendo nosotros.

“¿Quién oye la historia completa de otra persona? Ni los amigos. Oyen partes, pero nunca tienen la oportunidad de sentarse horas y horas y oír la explicación de toda una vida, organizada de manera relativamente coherente y sistemática. Lombardo había contratado al historiador Robert P. Millon para que escribiera su historia. Fue una autobiografía autorizada, pero no fue de su agrado. Hablé con Millon quien me proveyó el manuscrito de su libro.

 “Más tarde, cuando ya nos habíamos adentrado en varios temas, sabía yo que aunque se enojara con mis preguntas, ya no iba a cortar la entrevista, porque como intelectual que tomaba su vida y sus actuaciones en serio, no podía dejar el relato de su vida a medias, ya que eso equivaldría a un suicidio intelectual. Una vez comenzada la historia, hay que terminarla hasta llegar a la conclusión lógica.”

En las conversaciones con todos los entrevistados —alrededor de 30 personas—, los Wilkie identificaron varios aspectos interesantes que constituyeron otros tantos subtemas y que merecieron una observación atenta: a. La forma en que se identificaban como políticos afines u opuestos; b. La forma, en ocasiones contradictoria, de separar su vida familiar de su vida pública; c. el respeto que se tenían, aún dentro de sus diferencias, al grado de establecer una forma de diálogo indirecto, en una época en que la rigidez del comportamiento político de los hombres públicos había llegado a tal grado que inhibían aún la posibilidad de comunicarse; d. La conciencia de que estaban ante una oportunidad seria de dejar su testimonio; e. La diferencia de actitud para referirse al pasado y al presente; f. Las contradicciones o cambios de opinión en que incurrían a través del tiempo y g. Las ventajas de su condición de jóvenes y extranjeros, que no se identificaban con ningún grupo político en México, dio oportunidad a que les expusieran con notable franqueza opiniones sobre asuntos polémicos o delicados.

a. La forma en que se identificaban como políticos afines u opuestos

“Pudimos captar la gran variedad de discrepancias y oír la historia de cada uno de los grupos. ¡Era admirable ver cómo se identificaban unos con otros sin que hubieran expresado propiamente una ideología! Nunca se equivocaban. Cada grupo era como una tribu que mantenía su propia historia oralmente. No había nada escrito. Calles, por ejemplo, dio discursos pero no escribió mucho; sus discursos fueron muy cortos y muchas veces, poco sustanciosos, pero mantuvo un grupo que le profesó lealtad.

 “Y yo me preguntaba: «¿cómo se reconocen entre sí los integrantes del mismo grupo?» Debe haber sido por muchos medios de comunicación no verbal, por sus movimientos, sus maneras de hacer amistades. Tal vez mediante la forma de saludarse con un abrazo o de cruzar los dedos, como hacían los masones.

“El asunto es que ellos sabían algo para identificar quién era quién. Ese era un aspecto del lore que salió; porque no era obvio cómo sabían quién iba a estar con cuál grupo y cómo iban a buscar a alguien de la propia ideología, porque no se hablaba en términos ideológicos; sino de la Revolución institucional, y lo demás era propaganda.”

b. La forma en ocasiones contradictoria de separar su vida familiar de su vida pública

“A nuestros entrevistados, en general, les gustaba hablar de sus antepasados, pero no de su familia. Salvo algunas excepciones, de su esposa y sus hijos decían poco. Preferían no hablar de su vida privada, con todo y que en su vida social siempre tomaban en cuenta a su esposa. En la política se regían por una lógica diferente, que estaba aparte de los valores y la ideología que sostenían como políticos militantes, a veces en contradicción entre la realidad y su imagen política.

“En cierto momento que hablábamos con Portes Gil y él se expresaba contra la Iglesia y la enseñanza religiosa, su esposa entró para decir: «Tengo que salir porque si no, no llego a tiempo a misa.» Portes Gil asintió, naturalmente. La contradicción entre sus afirmaciones en la plática y su respuesta ante esta breve interrupción la tomó como algo muy natural.”

Por el contrario, uno de los personajes que recibieron a los Wilkie en el ámbito familiar, de quien después de leer sus entrevistas de Historia Oral uno hubiera supuesto que era de los más herméticos y reservados, fue Salvador Abascal. Asombra la naturalidad con que les presentó botones de muestra de lo cotidiano y lo insólito en casa.

Ello se debió en parte a que los Wilkie trataron a don Salvador Abascal a lo largo de casi diez años: Como hemos visto, las primeras entrevistas ocurrieron en julio de 1964; la última fue hasta 1973, porque antes de seguir conversando quería revisar la transcripción de la entrevista anterior.

“Con Salvador Abascal no fue tan fácil el primer contacto, nos costó bastante. Tuve que llamarlo muchas veces”, dice Edna.

“Aunque siempre fue opositor de la Revolución Mexicana —y muy acerbo— le preocupaban todos los problemas sociales de México. Él ligaba la Revolución Mexicana a los Estados Unidos, como explicó en las entrevistas y en sus escritos; según él, era ésta un complot de los Estados Unidos y de ahí venían todos los problemas que sufría la sociedad mexicana. Era natural que al principio se mostrara suspicaz de los motivos de entrevistadores provenientes de los Estados Unidos.

“Con el tiempo fuimos adquiriendo su confianza y llegamos a verlo en su casa. Era de un tipo físico muy español, delgado, muy serio. En realidad no me acuerdo de haberle visto una sonrisa. Estoy segura que habrá sonreído en momentos de su vida personal, pero era un hombre que parecía tomar cada momento de la vida muy, muy en serio. Cuando llegábamos a entrevistarlo ya tarde en la noche, nos recibía envuelto en una capa oscura para mantener el calor, porque la casa se enfriaba bastante a causa del patio interno. Era un hombre sumamente interesante y colorido. Se le llenaban los ojos de fuego cuando hablaba de sus experiencias. Era fascinante observarlo, nos hacía sentirnos transportados a otra época, a un mundo muy distante del actual.

“Era evidente que Abascal era un hombre de una religiosidad profunda, que tenía total control de la familia. Cuando sus hijos entraban a la sala a saludarlo, se hincaban y le besaban la mano, pidiéndole su bendición. Toda la familia parecía estar muy estrechamente vinculada. Me parece que los muchachos iban a la Universidad, pero las niñas todas tenían que educarse en casa. Recuerdo que él hacía hincapié en que las enviaba al colegio sólo durante la primaria, y no les confiaba la educación superior de sus hijas ni a las monjas, por verlas demasiado modernas. No permitía que hubiera televisión en casa. Era como vivir en otra época. Salvador Abascal decía que la Ciudad de México se había convertido en una Sodoma y Gomorra y no quería que sus hijos fueran parte de esta sociedad corrupta.

“Uno de los días en que llegamos a entrevistarlo a su casa nos sorprendimos al ver que estaban colocando un aparato de televisión en la sala—dice Edna—. Nos explicó el licenciado Abascal que habían conseguido prestado o alquilado el aparato únicamente con el propósito de ver la transmisión de un debate en que sus hijos iban a participar, con un grupo de jóvenes universitarios, para defender sus ideas.

“Lo interesante es que este debate reveló que el caso de la familia Abascal no era un fenómeno aislado en México. Existía un sector de la población bastante extenso que se estaba creando de la misma manera estrictamente religiosa, como ellos, ya que después del debate nos contó el licenciado Abascal que sus hijos recibieron muchas llamadas o cartas de diferentes partes de México felicitándolos y haciéndoles saber que compartían con ellos las mismas preocupaciones religiosas y sociales.

“Yo creo que Abascal se sentía más agredido por la sociedad que Palomar y Vizcarra, quien parecía más distante ya de los eventos. Abascal todavía se sentía en medio de la lucha.”

Un personaje de otro temperamento que tampoco tuvo reticencias para recibirlos en su entorno familiar fue Chávez Orozco.

“A Luis Chávez Orozco siempre lo entrevistamos en Cuernavaca —cuenta Edna—, donde pasamos fines de semana muy amenos, combinando el trabajo con el placer. Fue una experiencia fascinante para nosotros, ya que él pasaba la mayor parte del tiempo en su rica e interesante biblioteca, rodeado de libros y manuscritos que hubiera sido difícil encontrar en otra parte. Iba sacando volúmenes y documentos de diferentes siglos mientras nos hablaba; de hecho a veces parábamos la grabadora para permitirle que buscara algún documento que le parecía pertinente o interesante mostrarnos.

“Su esposa era una dama muy atenta, quien nos acogía muy afectuosamente. Comíamos con él y su familia al medio día y después seguíamos las entrevistas por la tarde. Se cansaba pronto porque padecía de enfisema pulmonar. Su piel había adquirido un tono azulado por los efectos de la enfermedad y se le veían las uñas moradas. Le costaba mucho respirar, a cada rato le llevaban inhalador y muchas veces interrumpía la sesión para recostarse . No podía viajar a la Ciudad de México, excepto cuando tenía que visitar a sus médicos. Y nos contaba que ese viaje siempre le era bastante difícil.

“De nuestros entrevistados, creo que Luis Chávez Orozco fue uno de los más espontáneos al responder a las preguntas. Por ser historiador, estaba muy dispuesto a penetrar cualquier tema, a diferencia de otros, quienes preferían no abordar asuntos que atañesen a lo personal, y se negaban a hacer generalizaciones sobre la sociedad de México.”

“A Bojórquez —sigue Edna— lo entrevistábamos en la ciudad de México y en una ocasión en su casa de campo en Cuautla. Cuando nos recibió allá fue sumamente acogedor. Veíamos a sus nietos gozar del lugar y nadar en la alberca mientras platicábamos. Hasta hizo que nos cocinaran un platillo típico de Guatemala que él había aprendido a hacer en 1922, cuando era representante diplomático de México en Guatemala.”

c. el respeto que se tenían, aún dentro de sus diferencias

“A raíz de nuestras entrevistas, se estableció una forma de comunicación entre varios entrevistados, como entre Marte R. Gómez y Gómez Morín. Aunque no se vieron mucho, mantenían correspondencia, y entre ellos se trataban con mucha cortesía y respeto.

“En general, los entrevistados eran muy respetuosos de las ideas de los otros. Por lo menos ante nosotros se expresaban con mucha cortesía de los demás.

“Por excepción, una vez que estábamos en la oficina de Alfonso Caso, al verificar dónde terminaba la última grabación en una cinta de riel abierto, se oyó la voz de Ezequiel Padilla. Salió por casualidad y Caso dijo: ‘Por favor, no me pongan en la misma cinta con Padilla.’ Pero fue también un tanto en tono de broma.”

“Como lo comentamos antes, entrevistar alternativamente a representantes de diferentes corrientes fue una manera indirecta de propiciar una conversación entre personas que no podían hablar sino por medio de nosotros; y con el respaldo de la estadística, podían explicar el peso de los hechos.

“Nada más planteábamos: “Los historiadores dicen…”, o “hay rumores que…”, o “Manuel Gómez Morín dice que usted hizo esto”, o “las estadísticas demuestran que hubo muchas huelgas en este año por tales razones.” Entonces, ellos estaban listos para responder, para acabar con los rumores, para interpretar los hechos a través de sus propias evaluaciones de lo que significaban, por ejemplo, las estadísticas referentes a las huelgas. O porque, digamos, Manuel Gómez Morín discrepaba con su punto de vista. En ese momento, el entrevistado sabía que no podía hablar de generalidades.

d. La conciencia de que estaban ante una oportunidad seria de registar su testimonio

“Todos los personajes cuyas entrevistas grabamos reconocieron la importancia de registrar su testimonio —comenta James—. Captaron la idea de que si tuviéramos las voces de Platón, Moctezuma, Napoleón o Lincoln, por ejemplo, podríamos entender mejor la Historia sin el filtro de los historiadores. Y así fue siempre. En la mayor parte de los casos asintieron a que grabáramos sus memorias. Nos daban la impresión de que verse incluidos en nuestro proyecto era un honor para ellos.

“Admitían que cada persona tenía sus apreciaciones particulares del pasado. Entre ellos algunos eran de cierta manera enemigos políticos entre sí, por estar en polos ideológicos opuestos —por ejemplo, Gómez Morín y Lombardo, quienes por décadas no se habían hablado— pero no por eso dejaron de reconocer la importancia de registrar el punto de vista del otro. Se dieron cuenta que sería de interés oír las voces o leer las grabaciones de otras personas con quienes ya no tenían interacción, para captar los matices ya perdidos de lo que ni ellos mismos podían entender.”

e. La diferencia de actitud para referirse al pasado y al presente

“Buscamos gente que estuviera dispuesta a hablar del pasado —dice James—, pero todos eran muy cuidadosos al hablar del presente.

“Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán eran quizás los dos personajes que más le interesaban a Jim —explica Edna— porque representaban dos corrientes opuestas dentro de la historia oficial de México. Todo México tenía una opinión muy definida sobre lo que cada uno de ellos representaba y eran ellos quienes más se resistían a que sus declaraciones fuesen grabadas.”

Las conversaciones con el general Cárdenas y sus respuestas al interés por grabar su voz están narradas arriba; en cuanto a los intentos por dialogar con Alemán, el ex presidente veracruzano, cuenta James:

“Acercarnos a Alemán fue imposible porque su secretario particular, que tenía un doctorado, se comportaba de manera muy suspicaz; opinaba que nuestras propuestas entrevistas le daban la impresión de ser un tipo de psicoanálisis, y no iba a permitir que el ex presidente nos recibiera. Así es que nunca pudimos entrevistarlo.

“Irónicamente, fue Miguel Alemán quien en una ceremonia auspiciada por la propia Fundación Miguel Alemán, que se llevó a efecto el 22 de septiembre de 1981, nos entregó un diploma en el Instituto Mexicano de Cultura, precisamente en reconocimiento de la importancia de nuestras entrevistas de historia oral en México.”

Como lo explican James Wilkie y Edna Monzón en su introducción a este volumen, la Historia Oral en ocasiones, está sujeta a las circunstancias que atraviesan sus relatores. Cuando fueron entrevistados, tanto Ezequiel Padilla como Juan de Dios Bojórquez, estaban conscientes de que ocuparían un escaño en el Senado en unos cuantos meses, a partir del 1° de diciembre de 1964, y lo más probable es que esta noción haya contenido o inhibido la intención crítica de sus afirmaciones al revisar el pasado. No podían dejar de tomar en cuenta las eventuales implicaciones políticas de lo que fueran a declarar. Esto explica en gran medida que Ezequiel Padilla estableciera una frontera infranqueable sobre el tiempo al que habría de referirse, para no tocar el tema de su aspiración a la presidencia de la República ni las elecciones de 1946, o cualquier acontecimiento posterior. Bojórquez sujetó su narración a restricciones similares.

 “Bojórquez, por ejemplo, había salido del Partido en ‘35 y Padilla en ‘45, y pudieron regresar hasta los años 60. Bojórquez perdió treinta años fuera de la política y subsistió gracias a que tenía unas provisiones; Padilla salió en ‘45 y fue Senador en el período de Díaz Ordaz, 19 años después.”

Y Edna Monzón agrega:

“Padilla, muy inteligente, era de los más medidos; estudiaba todo lo que decía. Yo creo que no era tan espontáneo. Era una persona que había pensado mucho sobre la imagen de su vida, ya la había relatado muchas veces quizás y le salía con mucha facilidad. Él no titubeaba al contar su historia. En cambio alguien como Chávez Orozco, le daba rienda suelta a su memoria y le salían las cosas que menos se imaginaba uno que iban a surgir; él mismo no sabía qué era lo que iba a ocurrírsele relatar.

“Padilla ganó su escaño en el Senado sin haber hecho ninguna campaña en su estado, y sin la necesidad de visitarlo. No había residido en Guerrero desde hacía muchos años. Iba a recuperar su posición política, algo que le costó trabajo, después de 19 años exiliado del Partido. Era la época del ‘dedazo’, cuando lo que importaba era quedar bien con el Presidente; y fue representante del Presidente, presuntamente de Guerrero. Cada presidente buscaba la manera de incorporar grupos políticos del pasado más distante, no del pasado reciente, para reforzar su propia base de apoyo dentro del pri.

“Una vez fuera del Partido, un político era ya “hombre muerto”, por decir así. Por eso cuando Padilla regresó a la política activa al ir al Senado, se mostraba muy respetuoso y agradecido con el Partido. Pero ¿cuál era el papel del Congreso, el Senado, la Cámara de Diputados? Ninguno. Decir que sí a todo lo que quisiera el Presidente.

“En 1964 Enrique Ramírez y Ramírez y otros se dedicaron a organizar a la izquierda dentro del pri. Existían muchas corrientes ideológicas, pero detrás de bastidores, porque dentro del partido oficial no podían manifestarse discrepancias. Nadie quería decir nada.

“Años después, al revisar su autobiografía con Lazlo Moussong y contigo, Rafael, Padilla la terminó tal como lo hizo durante su historia oral con nosotros, haciendo referencias a hechos ocurridos a principios de los 40. En las entrevistas no quiso hablar para nada de lo que siguió posteriormente, ni de su llegada al Senado en diciembre de ’64.

“Preguntamos a Padilla, lo mismo que a Almazán: ¿Cómo pudo haber pensado que podía ganar las elecciones en 46 sin tener el apoyo del Partido Oficial? Ellos conocían el control del pri-Gobierno sobre la Presidencia. El debate que proponían nuestras preguntas era: ¿No es un hecho que el Presidente en función, con el respaldo del pri-Gobierno, selecciona a su sucesor? El partido no dirige, sino más bien es el mecanismo de elecciones presidenciales y estatales.

“Padilla no quiso hablar de eso. Tampoco estaba listo para hablar extensamente de Cárdenas, ni de la expulsión de Calles. Dijo que no era conveniente hablar de esos temas.

“En ese sentido lo entrevistamos en un mal momento —concluye Edna. Y en cuanto a Juan de Dios Bojórquez, agrega James:

“Bojórquez también iba a ingresar al Senado y en ese momento era para él importante obtener una gasolinera. En esa época había muy pocas gasolineras y el gobierno las distribuía entre los favorecidos. Uno tenía que ser, por ejemplo, senador, para obtener la concesión de una gasolinera. Él quería la de Cuautla, donde había la posibilidad de construir un aeropuerto internacional, lo cual iba a darle a su gasolinera un lugar privilegiado. Estamos en 2004 y es la hora en que no se ha construido el muy debatido nuevo aeropuerto para la Ciudad de México.

“Como la mayoría de nuestros entrevistados todavía vivían es ese tiempo —ahora histórico —, en la introducción a México visto en el Siglo xx: Entrevistas de Historia Oral preferimos no incluir ninguna crítica personal, por objetiva que fuera. Únicamente presentamos la entrevista y un esquema muy corto de la vida de cada personaje. Los dejamos a todos hablar por sí mismos ante nuestras preguntas, bastante intrusas en esa época.

“En opinión de Almazán, durante los ‘60s no hubo la corrupción ni tantos escándalos como en la época de Alemán; y el dinero mal habido, como Almazán había explicado bien, por lo menos se quedaba en el país y allí se había invertido. Además, el gobierno invertía en una serie de proyectos de vías de comunicación y de turismo y llevaba a cabo la reconstrucción en una época en que todavía no existía la infraestructura grande que conocemos hoy.

“Existía una forma primitiva de capitalismo. Almazán no lo planteó así, pero esa fue la conclusión que saqué de lo que dijo. No existía entonces en México la ingeniería para construir caminos, puentes o edificios tan grandes como ahora.

“Mi imagen de don Jacinto B. Treviño, sigue James, es la de un hombre de una corporación. Aunque era general, llegaba a las entrevistas con su gabinete. Todos sus acompañantes eran generales pero no asistían como militares, sino como hombres de negocios con corbata, en su oficina de Puertos Libres —que obtuvo bajo Ávila Camacho—. Tenía 81 años cuando hablamos con él, pero era claro, vigoroso, imponente.

 “Recuerdo a Treviño hablando de su intento de romper el poder del pri como partido oficial y de las promesas de Ruiz Cortines,  quien había sido su secretario particular. Para preparar el tomo tres de esta serie, leímos muchos papeles y discursos de Treviño, y revisamos fotografías que el hijo de don Jacinto nos proporcionó, además de la autobiografía de su padre. Y al estudiar ese libro y los discursos, nos dimos cuenta que nos ayudaba a poner su historia oral en contexto. Porque en la entrevista él es un poco seco. Pero una vez puestas sus declaraciones en un contexto más amplio de los acontecimientos, éstas adquieren un valor agregado, que es de mayor significación.”

f. Contradicciones o cambios de opinión a través del tiempo

“Cuando nos dábamos cuenta que el entrevistado afirmaba algo que contradecía lo que había dicho o escrito, dice Edna, allí mismo sacábamos el documento y se lo leíamos, o nos referíamos al texto para resaltar la discrepancia. Eso le daba la oportunidad de reconsiderar sus respuestas y explicar su actuación. La realidad es que no era fácil que supieran cuánto sabíamos, pero conforme las entrevistas progresaban, se daban cuenta de que en cualquier momento podíamos confrontar sus declaraciones con otro documento o con algún dato estadístico.

“Y eso daba lugar a respuestas como: «¿Yo escribí  eso?» o «Tal vez lo escribí, pero fue por otros motivos que ya no tienen importancia.» No faltaban ocasiones en que algún entrevistado se sorprendiera de que alguien todavía se ocupara de algún detalle de su pasado. Hay documentos que una persona olvida que escribió o no recuerda de momento, sobre todo si lleva una vida muy activa.

“Una ventaja que aporta la historia oral para obtener información del personaje entrevistado es que cuando está absorto, concentrado en un asunto, deja de proteger su imagen, con la confianza de que su relato será convincente.

 

g. La ventaja de haber sido una pareja de jóvenes extranjeros al abordar asuntos polémicos o delicados

“Tal vez fue una ventaja que supiéramos algo —recuerda James— pero no demasiado. Esa relativa falta de antecedentes de dos historiadores jóvenes bien intencionados hizo que nuestros entrevistados nos tuvieran confianza y estuvieran dispuestos a llenar lagunas de información y corregir nuestros errores de interpretación, para que entendiéramos asuntos cuya complejidad les era difícil captar sin la ayuda de los que vivieron la historia.

“Al hablar de la política, podía notarse cierta tensión en la expresión de los entrevistados. Quizás pensaban, «Ah, es tan complicada esta situación, que este gringo y esta guatemalteca no van a entender nada.» Si hubiéramos sabido demasiado, tal vez habrían sentido desconfianza y no hubieran asentido a que nuestras preguntas encauzaran sus respuestas hacia una polémica.

“El que llega a entrevistar sin saber nada, no interesa; pero llegábamos, por ejemplo, con documentos que el mismo personaje había escrito hacía tiempo, y cuyo contenido tal vez estaba ya distante de su vida actual.”

***
Para recapitular estas impresiones generales en torno a los personajes de esta serie conviene hacer un poco de estadística sobre ellos. El rango de edades de los 17 entrevistados en 1964 variaba entre los 55 y los 84 años. Cuando contaron su historia, dos de ellos eran menores de 60 y dos rebasaban los 80 años. La edad promedio del grupo —69 años y medio— también se debe a que sólo cuatro de los 17 nacieron en el siglo xx, dos nacieron en el decenio de los ’80 del siglo xix y once entre 1891 y 1898.

Dieciséis de los 17 entrevistados procedían de algún estado de la República. En el grupo cuentan tres chihuahuenses —Muñoz Cota, Gómez Morín y León Uranga—; dos sonorenses —Beteta y Bojórquez—; dos tamaulipecos —Gómez Segura y Portes Gil—; dos guerrerenses —Almazán y Padilla—; un guanajuatense —Chávez Orozco—; un potosino —Silva Herzog—; un jalisciense —Palomar y Vizcarra—, un michoacano —Abascal— y un coahuilense —Treviño—. Es curioso que el único oriundo del Distrito Federal —Cosío Villegas— se considerara originario de Colima, el estado donde vivió su primera infancia. Otra coincidencia es que la generalidad de los entrevistados, salvo tres decesos, cuyo lugar no fue posible confirmar, hayan muerto en el Distrito Federal; dato que algo dice del sistema político y la centralización.

Diálogos fugaces, inconclusos o imposibles de realizar

El propósito inicial del proyecto de los Wilkie, que era buscar la Historia Oral de quienes habían desempeñado algún cargo o función relevante en la cúspide del sistema político mexicano, no los condujo, por fortuna, a centrar sus esfuerzos en hablar con ex presidentes de la república y secretarios o ex secretarios de estado, ni a excluir la posibilidad de entrevistar a figuras cuyo desempeño en otros campos de la cosa pública —la economía, la sociedad, la cultura— se había significado. De esta apertura salieron algunas de sus entrevistas más amenas y reveladoras. No obstante, su amplitud de enfoque los llevó con personas cuya disposición real para hablar de su historia y su experiencia era limitada o nula.

Al hacer el recuento de sus intentos de entrevistas de Historia Oral poco fructíferos o fallidos, los ven con naturalidad, recuerdan objetivamente lo que ocurrió y han identificado el motivo por el cual el encuentro o la conversación inicial fue la única.

 “A Carlos Fuentes empezamos a entrevistarlo, dice Edna, pero no proseguimos porque estaba próximo a salir a Francia; grabamos los primeros recuerdos de su vida nada más. Era una persona también muy ocupada. Era bastante joven. En esa época, su novela La muerte de Artemio Cruz estaba muy de moda; todo el mundo lo leía. Sería interesante entrevistarlo ahora, después de todos los años que han transcurrido desde entonces.

“Sabíamos que Carlos Fuentes no hablaría de la época de la Revolución a partir de su propia experiencia, ya que en 1964 era un hombre de sólo 36 años—dice James—. Pero por sus intereses literarios tenía un punto de vista interesante. La muerte de Artemio Cruz se había publicado en inglés en 61 y, a mi parecer, era la mejor que yo había leído sobre México. Aunque Fuentes no la había vivido, interpretaba la Revolución que imaginó. Debió haber leído mucha historia y escuchado muchas memorias orales para escribir esa novela. Además, a él le gusta hablar y es un buen conversador.

“Habló de su niñez y su vida en Washington, una experiencia que años después narró en una película que se llama Crossing Borders (1989). Pero con la atención puesta en su futuros viajes, hizo temporalmente de lado sus preocupaciones sobre la política.

“Para escritores como él y Martín Luis Guzmán, cada palabra escrita tiene gran importancia, así como la revisión de lo que han expresado. Y expresarse oralmente constituía un peligro por el riesgo de repetir algo o perder control y el destino de la conversación. Entrevistar a Martín Luis Guzmán fue imposible. Era muy impaciente: ‘No, ésa es otra época. Ya he escrito sobre eso; pueden leerlo ahí.”

Sobre don Nicolás Bernal, dice James: “No grabamos las memorias de don Nico, devoto seguidor de Ricardo y Enrique Flores Magón, porque no se detenía a analizar la historia ni hablaba de su desempeño personal en los asuntos nacionales. Sin embargo, él fue un personaje clave. Nos presentó al grupo de los anarquistas y mostró gran interés en que los grabáramos, pero el rechazo de Antonio Díaz Soto y Gama fue para él un golpe tremendo, porque comprendía la importancia del proyecto de Historia Oral y ni él ni nosotros pudimos convencer a don Antonio.”

“También entrevistamos a doña Clementina Batalla viuda de Bassols, aclara Edna, la primera mujer egresada de la Facultad de Derecho. Ella nos habló de las vicisitudes de las mujeres en la unam cuando no tenían derecho a ingresar a la Facultad de Derecho. Fue la única mujer que entrevistamos en dos ocasiones. Un papel importante que desempeñó en la Universidad fue impulsar la participación femenina en la vida intelectual y pública.

“En los ’60 doña Clementina estaba organizando a las mujeres como uno de los diferentes grupos del Movimiento de Liberación Nacional. Muy izquierdista, era líder de varios movimientos femeninos mundiales a favor de la paz, en contra de la guerra, ligados a grupos marxistas. Fue presidenta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres y del Comité Provisional Unificador de Mujeres, que pretendía unificar a las mujeres de México, sobre todo a las mujeres de izquierda. En la entrevista se refiere también a su estancia en Cuba, y su participación en la formación de la Federación de Mujeres Cubanas.

“Y nos habló de su vida; no tanto de Narciso Bassols, hombre de influencia intelectual en los círculos de Partido Comunista Mexicano y secretario de Educación Pública (1931-1934) durante la presidencias de Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.”

Según James, “Narciso Bassols estableció en 1933, en el curriculum de las escuelas secundarias, un curso que llamó ‘Educación Sexual’. Por ese motivo la Iglesia y la Organización de Padres de Familia Católicos lo acusaron de querer pervertir a la niñez.

“En realidad, Bassols debió haber denominado el curso ‘Higiene Sexual,’ ya que se basaba en recomendaciones de la vi Conferencia Panamericana de Bienestar Infantil realizada en 1930 en Lima, para evitar embarazos, abortos y enfermedades venéreas que ponían en peligro la salud de la juventud. Estas recomendaciones habían sido adoptadas directamente de la traducción de un libro estándar de sociología en las escuelas de Estados Unidos. No obstante, este proyecto fue cancelado y él entonces pasó a asumir otros cargos, como el de secretario de Hacienda (1933-1934) y embajador en la Gran Bretaña (1935-1937).

“Narciso Bassols murió en 1959 en un accidente muy extraño en la calle. Se dice que iba en bicicleta, cayó y sufrió un golpe fatal en la cabeza. Alguien mencionó alguna vez que existían dudas sobre la realidad del motivo de su muerte, si fue puramente accidental o fue él objeto de un asesinato.

“Hablando de asesinatos, a uno de nuestros entrevistados, Melchor Ortega, lo mataron en Guerrero de un tiro, en medio de una disputa por tierras con unos ejidatarios.”

“También tuvimos oportunidad de conocer a David Alfaro Siqueiros —agrega Edna—. Aceptó ser entrevistado inmediatamente, sin titubear. Estábamos tan contentos de no tener que hacer gran esfuerzo para lograr la primera entrevista, que era siempre la clave. Pero el momento en que llegamos para iniciar la grabación quizás no fue el más oportuno, ya que acababa de salir de la cárcel —en los últimos meses del gobierno de López Mateos— y al llegar a su casa había varias personas que también habían llegado con el propósito de entrevistarlo. Entonces, no resultó propiamente una entrevista normal de Historia Oral, sino que era casi como una rueda de prensa. Aun así, pudimos empezar a grabar nuestra propia entrevista haciéndole algunas preguntas sobre su infancia. A pesar de lo poco que pudimos lograr en esa situación, respondía a las preguntas de manera muy espontánea y con gran expresividad.

“Era vehemente y le gustaba contar anécdotas. Fue trotskista en una época; esa parte era la que más nos interesaba en ese momento porque coincidió con el gobierno de Cárdenas, pero no llegamos a ese tema. Era tan difícil encontrarlo solo, que decidimos no seguir, pensando que tal vez encontraríamos más tarde un momento más oportuno. Pudimos grabar nada más algunas referencias y anécdotas relacionadas a su niñez.

“Hubiera sido interesante continuar las entrevistas con él, pero la oportunidad no llegó para grabar sus memorias; el resultado hubiera sido muy positivo.”

Acerca de entrevistas con Alfonso Caso, explica James, “Nos interesaba conocer la historia del Instituto Nacional Indigenista, el cual se formó a medida que el país hacía un intento por ocuparse de los asuntos indígenas, que entonces estaban abandonados por el gobierno. Don Alfonso nos proporcionó un libro: Diez años del ini.

“Alfonso Caso era el líder, no ideológico, político ni intelectual, pero podemos decir que estaba trabajando intelectualmente con la idea de formar el Instituto Indigenista. Nos habló de su hermano, Antonio Caso, y del esfuerzo de rescatar los sitios arqueológicos y poner una institución al servicio de la sociedad.

“Con su exposición se veía que el gran problema en el Instituto Indigenista era su propósito de dar lo mejor del mundo moderno al sector indígena y al mismo tiempo mantener lo mejor de la cultura indígena. Pero ¿quién iba a decidir eso y cómo lo podían decidir? Era muy difícil que el ini pudiera confrontar a los caciques regionales, los cuales mantenían, y siguen manteniendo, esclavizados a los indígenas controlando la distribución de alcohol para propósitos rituales o de vida comunal. El ini no intervenía, explicando que no se puede interferir en las costumbres indígenas.

“En otro campo de investigación, hicimos contacto con Fidel Velázquez, líder de la ctm. La entrevista con él fue muy difícil porque no admitió que existieran en México problemas de ningún tipo; entonces la conversación no podía ser productiva. Nos recibió muy gentilmente, no puso ninguna objeción a la grabadora, pero él no quería hablar de asuntos específicos. Notamos que existía esta tendencia en los líderes que disfrutaban de éxito político. Para evitar broncas políticas, no se habla mal de nadie. Velázquez insistía que en el 1958 no hubo huelgas en el país. En el 59, tampoco, nada, todo tranquilo.

“Además, Velázquez evitaba cualquier confrontación en la entrevista. En ningún momento hizo algún comentario como “ustedes están mal informados”, no. Contestaba de manera evasiva, algo así como “No, yo no recuerdo nada de eso; todo estaba tranquilo, como siempre.” Según él, nunca hubo divisiones en el sindicalismo, nunca hubo ni huelgas generales, ni locales. En total, no decía nada. Pero tal vez ese fue el éxito de su vida: no hablar de rumores, no hablar de nadie, no decir nada. Así se evitan escándalos y tensiones.

“Después vino lo curioso de la entrevista con don Fidel: al poner la cinta para oír lo que habíamos grabado, encontramos que la grabadora no había registrado nada. Fue la única vez que nos falló la grabadora. Entonces, con la misma cinta, seguimos grabando a otras personas. No parecía tener problemas con la máquina. Tal vez fue la magia negra de Fidel, de imponer su poder para anular todo en el momento de la grabación. Falló la grabadora pero no se perdió mucho, ya que no estaba dispuesto a decir nada.

“Aunque, hablando en serio y en retrospectiva, sería importante oír su manera de explicarse. Hubiera sido interesante tener su estilo de dar vuelta a las cosas para decir que no pasó nada.”

 

La Revolución Mexicana: Gasto Federal y Cambio Social

 

“Después de una estancia de trece meses en México (de enero de 1964 a febrero de 1965), dice James, en que me dediqué a investigar la estadística presupuestal y a hacer con Edna las entrevistas de Historia Oral, regresamos a la Universidad de California en Berkeley. Ya era el momento de escribir la tesis doctoral sobre los presupuestos y gastos en términos estadísticos, para explicar cómo gastaba el dinero cada gobierno y cuáles fueron los cambios sociales desde 1910.

“James King, uno de mis profesores, dijo: «Hay que llevar la tesis con mi carta de recomendación al director de la editorial.» La casa editorial de la Universidad de California actuó con rapidez para evaluar el libro. Consiguieron asesores de un amplio espectro para evaluarlo. Mientras tanto, me preparaba para aceptar la cátedra de Profesor de Historia en la Ohio State University, donde me habían asignado fondos para establecer mi Centro de Historia Oral para América Latina.

“Entregué el manuscrito del libro en el verano de 1965; recibí en Bolivia en enero de 1966 la carta de aceptación y el manuscrito con la corrección de estilo, más algunas indicaciones en forma de preguntas, para realizar aclaraciones necesarias. En el verano de 1967 leí las pruebas de página en Guatemala y el libro salió de la imprenta de la Universidad de California el mismo año—un tiempo récord . Ganó el Premio Bolton, y la casa editorial me pidió que actualizara los datos para hacer una nueva edición. La segunda edición salió en 1970.

“Una vez publicada mi tesis en forma de libro, varios maestros y colegas míos en México, del ámbito político y económico, se sorprendieron mucho de los resultados de mi investigación. No entendían cómo había obtenido esos datos. Todos querían saber. “¿Cómo lo lograste?, ¿de dónde sacas todos estos datos fidedignos?”

 

“El problema se complicaba porque había la tendencia de que los presupuestos de la cuenta pública expresaran cantidades que estaban hasta 100% o más arriba de lo presupuestado, y con los cambios anuales, los rubros nuevos no aparecían en el presupuesto. Eso sólo se podía saber mediante la aplicación de las claves que había en los archivos reservados de la Contraloría.

“No era el momento oportuno para revelar que había descubierto cómo desentrañar las cifras de la Cuenta Pública porque no quería que el Gobierno me cerrara el paso a la fuente de información.

 

“Gracias a las claves y a los análisis que hice fui capaz de entender, por ejemplo, que el debate público sobre el 25% para el Gasto Social era inútil, y las alabanzas que el Gobierno recibía por tan extraordinaria inversión sólo favorecían un prestigio de oropel. Ese dato no era exacto, era ciertamente la meta, pero aparecía en el presupuesto que servía para la publicidad. Todos los analistas se sintieron engañados porque su trabajo sobre esas cifras había sido inútil por décadas. Sin acceso al archivo reservado, nadie podía entender la cuenta pública; y cuando lo obtuve, debí reorganizar los datos en forma analítica para hacerlos inteligibles. Mis cifras nadie las pudo desmentir.

“La segunda parte del libro presentó los datos del índice de pobreza, desconcertante para muchos. Unos preferían un nombre positivo, “Índice de cambio social”. Y no fue índice de pobreza monetaria, fue índice de pobreza social, digamos, de la infraestructura social.

“El único debate que ocurrió antes que el libro se publicara, se centraba en torno a una interrogante: si había un nexo directo entre el gasto público y el cambio social. La resolví aclarando que el impacto del gasto público no siempre se puede ver de manera inmediata.

“El libro no causó impacto de un solo golpe en México porque las primeras ediciones fueron en inglés y en esa época pocos dominaban este idioma. Los intelectuales y financieros de la Secretaría de Hacienda y el Banco de México leían muy bien el inglés y sí lo conocieron. Aunque explícitamente ellos no conocían los datos en que basé mi investigación y la forma en que los interpreté, sabían que esos datos procedían del Gobierno y de la Secretaría donde trabajaban. Por este motivo durante años evitaron la traducción, hasta que revisaron su manera de estimar el presupuesto y pudieron admitir la existencia de la cuenta pública, donde comenzaron a explicar las claves.

“Después de publicar el libro en 1967, en mi siguiente viaje a México fui a ver a un amigo del Banco de México. Él había leído el libro y conocía mis descubrimientos, sobre los cuales entramos en una conversación. De repente, se mostró muy renuente a seguir hablando del tema allí en el Banco, y entre broma y broma, me pidió que nos reuniéramos en privado para hablar sobre todos estos datos comprometedores, quizás para que nadie pensara que él me había provisto de esta información tan confidencial.

“Fuimos a un restaurante francés que se llamaba Chez Marguerite, un lugar para reuniones muy privadas, deliberadamente poco iluminado, que estaba en la calle Río Mississippi, en la Colonia Cuauhtémoc, donde los meseros andaban con lámparas sordas y muchas personas con anteojos oscuros.

“Con el tiempo, el escándalo pasó y todos se dieron cuenta que mi libro no había sido producto de espionaje, sino de investigación, y lo aceptaron.”

 “Una vez revisado el sistema de hacer presupuestos y hecha pública la Cuenta Pública –finalmente fue pública–, el Fondo de Cultura Económica pudo traducir mi libro, pero sólo después de que el Consejo Editorial discutió el asunto, porque hubo quienes no querían publicar la versión del libro en español. Alguien planteó si se podían publicar “secretos del estado” descubiertos por un extranjero. “No podemos publicar el libro de un extranjero que habla tan mal sobre México y nuestro sistema.”

“El debate llegó a tal grado, que unos miembros del Consejo sugirieron esperar hasta que un investigador mexicano rehiciera mi trabajo en términos nacionalistas. Quizás se preguntaban: “¿Por qué los mexicanos no han descubierto esto?” Querían números “netamente mexicanos”, pero no hay tal cosa. La conclusión del Consejo fue: “Hay que editarlo. Sería una gran pérdida no publicar este libro.”

“La primera edición en español de La Revolución Mexicana (1910-1976): Gasto Federal y Cambio Social, salió en 1978, después de un intento del gobierno por ser más realista. Cambió el sistema de estimar los ingresos para incluir la deuda que iba a contratar —en términos de los ingresos y los gastos.”

Para disculpar el retraso, el Fondo de Cultura Económica ofreció poner el libro en contexto, agregando dos epílogos. El primero actualizó los datos hasta 1976; el segundo hablaba de la descentralización del poder del Estado en México, Costa Rica y Bolivia.

La edición en español fue texto requerido en cursos de Economía de la unam por muchos años. Al respecto, cuenta James: “Años mas tarde, en diciembre de 1985, en Bolivia me hicieron un homenaje y el ex secretario de Planificación pronunció un discurso que me pareció fabuloso porque citaba conceptos con los que yo estaba plenamente de acuerdo, sin darme cuenta que estaba leyendo páginas sobre Bolivia tomadas del Epílogo I de la edición en español de mi libro, hasta que al final dijo: «Estos conceptos no son míos, los escribió el profesor Wilkie, aquí presente.» Se trataba de un profesor boliviano que durante su exilio en México había impartido el curso de Economía en la unam.”

En la segunda edición en español, que apareció en 1978, James Wilkie amplió y actualizó los datos hasta ’76, con información del Censo de 70.

Wilkie no deja de observar lo que ocurre con la forma de manipular las cifras del erario en México:
 
“A partir de 1977, desafortunadamente, la Secretaría de Hacienda, por instrucciones del ex secretario de Hacienda y entonces presidente, José López Portillo, sacó el concepto del pago sobre la deuda del presupuesto y de la cuenta pública, rompiendo la serie histórica—una serie que México debe reconstruir—. Su “éxito” maquiavélico fue esconder de nuevo su mal uso del gasto público. De allí surge una de las raíces de la crisis del fobaproa y del ipab, crisis que pudo cocinar fuera de la vista pública y de los propios economistas del Gobierno. El interés fue confundir a los analistas políticos y económicos fuera del Gobierno, pero el resultado confundió a todos, dentro y fuera.

“Utilizando el concepto presupuestario de los Estados Unidos, que incluye pagos sobre intereses, pero no pagos sobre la deuda, el Gobierno pudo presentar la situación mucho mejor de lo que realmente era.

“El único país que podía, tal vez, dejar de tomar en cuenta el pago sobre la deuda era Estados Unidos, por ser el poder económico más grande del mundo, pero desde mi punto de vista, es un error de los Estados Unidos no incluir los pagos de la deuda en los presupuestos y gastos, y es más grave aún que México y los países en desarrollo lo hagan así. Por causa de esos juegos con el presupuesto, inclusive los Estados Unidos van a acabar mal.

“Estados Unidos dejó de incluir esta información por cuestiones de imagen. Si esa deuda es interna, qué importa? El problema es que la deuda en el siglo xxi ha dejado de ser interna desde que eu obtiene 43% de su crédito del exterior mediante la emisión de bonos, y en el momento que esos bonos dejen de ser comprados en el extranjero, no tendrá manera de pagarlos y la caída será tremenda. En 2003 más de 60% del déficit comercial de Estados Unidos se financió con la inversión extranjera. Esta práctica no puede ser un buen ejemplo para los demás países del continente.

La Historia Oral del Siglo xx en retrospectiva

La investigación de la historia oral en México lanzó a los Wilkie a un nuevo proyecto de Historia Oral comparativa de líderes políticos en América Latina. Entrevistaron a tres ex presidentes; en Bolivia, a Víctor Paz Estenssoro (1966-1967, 1975-1977); en Costa Rica, a José Figueres (1969), y en Venezuela a Rafael Caldera (1970 y 1976). Mas esta extensión de su trabajo de campo será tema de otro estudio.

Los Wilkie regresaron a México en 1987 para comenzar entrevistas intensivas de Historia Oral con Porfirio Muñoz Ledo (pml). Las primeras entrevistas las realizaron en la residencia de los Wilkie en Pacific Palisades, California, inmediatamente después que Muñoz Ledo renunció al pri, partido del que había sido presidente en 1976.

“Volviendo a la Historia Oral de México en los ‘60, vista con la perspectiva de ahora, es sorprendente que hayamos descubierto tanto con nuestro trabajo de aquel entonces. Las entrevistas cobran mayor importancia al ponerlas en contexto y mediante la interpretación de lo que sabemos hoy. Si pudiéramos continuarlas ahora, esas nuevas entrevistas serían mucho más ricas porque podríamos profundizar y argumentar más, o presentar más variaciones.

“Fue una lástima que entonces no supiéramos todo lo que sabemos hoy con muchos años más de experiencia. Ahora podemos ver dónde debíamos haber explorado un tema más a fondo. Por ejemplo, hubiera sido muy valioso hacerle preguntas a Marte R. Gómez acerca de su papel en hacer posible el establecimiento de cimmyt , tema que aprendí al final del Siglo xx en mis entrevistas con Norman E. Borlaug. Por discreción, modestia o lealtad hacia el Gobierno, don Marte optó por no mencionar en sus memorias escritas ni orales el papel de la Fundación Rockefeller en México. Después, pude ver matices de la magnitud de su aportación en los volúmenes de su correspondencia publicados en forma póstuma.

“Al hacer nuestra propia evaluación de lo que sabíamos entonces acerca de la Historia de México llegamos a la conclusión de que no comenzamos en cero, sino, en una escala de cero a cien, tal vez partimos de veinte. Y lo que logramos después de las entrevistas nos llevó quizás a ochenta.

“En los 60, cuando se empezaba a hablar de la creciente brecha económica entre los ricos y los pobres, yo argumentaba que para muchos pobres que en ese momento ganaban más dinero que anteriormente, esa brecha no tenía gran importancia. La brecha era una preocupación de los intelectuales. En términos absolutos los ricos ganaban más dinero, es cierto, pero el pastel había crecido y 10% del pastel que pertenecía a los pobres ya era mucho más grande; tal vez no se comparaba con el 90% que pertenecía a las clases pudientes, pero al aumentar el volumen total del pastel, la rodaja de los pobres, en términos absolutos, era más grande.”

Decir que nuestro país es otro, muy diferente, respecto del que registran los 17 testimonios recogidos en esta serie hace cuarenta años es una obviedad, pero al mismo tiempo constituye una reflexión valiosa y útil. El andar hace el camino y al volver la vista atrás… —dice el Poeta, pero en vez de citarlo, prefiero parafrasearlo: se ve la senda que hemos recorrido, y que ciertamente, no quisiéramos volver a pisar.

Después de apreciar en retrospectiva la magnitud y significado de la toma de pulso que hicieron del sistema político mexicano, James W. Wilkie y Edna Monzón obtienen su propia conclusión:

“Creemos que nadie se daba cuenta de que la caldera del descontento social hervía cada vez con mayor fuerza. Ni siquiera el pan podría haber vaticinado que iba a ganar la presidencia tan pronto—en 2000. Año por año percibía cada vez más votos y el porcentaje subía de manera lenta, pero segura. Los panistas siempre ofrecían datos que señalaban la corrupción en las elecciones y que comprobaban que una votación limpia y justa no arrojaría los mismos resultados. Pero nadie podía prever el futuro.”

Rafael Rodríguez Castañeda

 

Los Ángeles, California
Agosto de 2004

 

 

.  Entrevistas de Historia Oral a Ramón Beteta, Marte R. Gómez, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Miguel Palomar y Vizcarra, Emilio Portes Gil y Jesús Silva Herzog (México, Instituto Mexicano de Investigaciones Históricas. 1969).

.  Véase Alexis DeToqueville, La Democracia en América [1835-1840].

.  Díaz, De la Barra, Madero, Lascuráin, Huerta, Carbajal, Carranza, De la Huerta, Obregón, Calles, Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez.

.  Cárdenas, Ávila Camacho, Alemán, Ruiz Cortines y López Mateos.

. Véase James W. Wilkie y Edna Monzón Frente a la Revolución Mexicana, 17 protagonistas de la etapa constructiva, Volumen I. p. xxiii.

  Sobre la historia de mcc, véase Richard W. Wilkie, “Dangerous Journeys: Mexico City College Students and the Mexican Landscape, 1954-1962,” en Nicholas D. Bloom, Adventurers in Mexico: Discoverinq a New American Perspective. (New York: Rowan and Littlefield, 2005). En 1963, mcc cambió este nombre por el de Universidad de las Américas y desde 1970 se trasladó a Cholula, Puebla.

  Como los fondos de la beca tardaron en llegar, fueron Waldo W. Wilkie y Lucille L. Likins Wilkie quienes patrocinaron moral y financieramente la investigación de James y Edna en México. Posteriormente, en 1964, viajaron por tierra con ellos a Guatemala.

  James W. Wilkie, “Ideological Conflict in the Time of Lázaro Cárdenas” (Berkeley: University of California: m.a. Thesis in History, 1959).

.  Además, el Brookings Institution en Washtington, D.C., adoptó el método de James Wilkie para analizar los presupuestos de los Estados Unidos. Previamente, estos análisis ponían énfasis en el gasto total con relación al pib (un indicador de suyo importante) en lugar de hacer el desglose de desembolsos por categoría y subcategoría. Véase el ensayo de James Wilkie sobre los métodos de análisis presupuestario en: “Introduction,” Money and Politics (Los Ángeles: ucla Latin American Center Publications, 1977), pp. xi-xix.

. El ssrc Board of Fellowships for Latin America está integrado por estudiosos provenientes de América Latina y de los Estados Unidos.

. El curriculum vitae de James Wilkie está disponible en <www.jameswilkie.com> y  <www,profmex.org>.

. James fue catedrático en el Departamento de Historia y director del Centro de Historia Oral para América Latina; Edna fungió como Co-directora del Centro, el cual administraban sus padres, Jorge Monzón, gerente, y Cristina Monzón, asesora. En términos virtuales, el Centro de Historia Oral se originó en la Universidad de California, Berkeley, en 1965, donde Gertrude Monzón, hermana de Edna, inició la transcripción de las cintas que contenían las entrevistas. Estos materiales fueron depositados en la Bancroft Library Special Collections de esta Universidad. De 1966 a 1968 el Centro fue auspiciado formalmente por la Ohio State Univeristy, en Columbus, Ohio. Véase: “Postulates of the Oral History Center for Latin America”, Journal of Library History, Vol.. 2, No.1 (January 1967), pp. 45-55.

. Después del fallecimiento de Lucille, a principios de 1967, Waldo viajó a la Ciudad de Guatemala, donde empezó con James el procesamiento de los datos estadísticos recopilados en México y los datos comparativos reunidos en Bolivia sobre la Revolución Boliviana (1952-1964). Después se trasladó a Columbus, Ohio, para vivir con James y Edna y formar parte del equipo de investigación durante el otoño de 1967. Cuando en 1968 James fue nombrado catétradico en la Universidad de California (ucla), el equipo se trasladó a Los Ángeles, donde siguieron las transcripciones de Historia Oral y el procesamiento de datos. En la ucla, Waldo tenía una calculadora programable —paso intermedio entre la calculadora electrónica y la verdadera computadora. En 1975, Waldo empezó a fungir como asesor principal del Statistcal Abstract of Latin America (sala, que el ucla Latin American Center Publications edita anualmente), hasta su deceso, el 28 de agosto de 1994. Desde 1976 James es editor de sala y de la serie de libros de intrepretación de datos estadísticos.

. (Berkeley: University of California, Tesis para el Doctorado en Historia.)

. (Berkeley: University of California Press: primera edición en inglés, 1967; segunda edición en inglés, revisada y actualizada, 1970.) y  (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica: primera edición en español, revisada con nuevos datos hasta 1976 y con un apéndice sobre “Recentralización: El Dilema Presupuestario en el Desarrollo Económico de México, Bolivia y Costa Rica,” 1978; segunda edición 1987). Para conocer la últíma versión en español, véase la revista web Mexico and the World, Vol. 8 No. 1 (Winter 2003) en <www.profmex.org>.

. La Democracia en México. México, D. F.: Editorial Era. 1965.

. Ahora, Ifigenia Martínez. La distribución del ingreso y el desarrollo económico de México (México. Universidad Nacional Autónoma de México. 1960.)

. A propósito de los acontecimientos que indicaban el fin de la Revolución, conviene indicar, al menos, dos: el artículo de Cosío Villegas y la intención de Carlos Fuentes al fechar en 1958 la muerte de Artemio Cruz, el personaje de la novela a la que puso este título, como forma de simbolizar la muerte de la Revolución institucionalizada.

. Respecto de la controversia que plantea la obra de James Wilkie The Mexican Revolution: Public Expenditure and Social Change (1967), véaseMiguel Ángel Rivera Ríos, “Posrevolución mexicana y cambio social,” Economía Informa (Facultad de Economía de la unam), no. 314, febrero de 2003, pp. 44-52 y en la revista web Mexico and the World, Volume 7, Number 4, Fall 2002, <www.profmex.org>.

. Frank R. Brandenburg, The Making of Modern Mexico (Englewood Cliffs. Prentice Hall. 1964).

. Productora e Importadora de Papel, S. A., empresa estatal fundada en 1935 durante el gobierno de Cárdenas, para comprar y distribuir papel a precios bajos. El gran problema de pipsa fue que al vender papel subsidiado para las rotativas de periódicos y revistas se convirtió en arma para “comprar” apoyo en favor del partido oficial. Perdió su monopolio en 1989 y fue privatizada a fines de 1998.

. Publicación bimestral que apareció en la Ciudad de México entre julio de 1940 y marzo de 1960. 

. Sanford A. Mosk, Industrial Revolution in Mexico (Berkeley y Los Ángeles: University of California Press, 1950).

. Eyler N. Simpson, The Ejido, Mexico’s Way Out (Chapel Hill, University of Nothern Carolina Press, 1937).

. William C. Townsend, Lázaro Cárdenas, Mexican Democrat (Ann Arbor, Michigan: George Wahr Publishing Company, 1952).

. ucla Research Library shlf Database Control Number 07-APB-3665 and U.S. Library of Congress Control Number sf84001002.

. Persona con quien el autor de este prefacio comparte triple homonimia. Citado en Miguel Acosta, “Los medios de comunicación y la educación ciudadana”, Sala de Prensa, octubre de 1999, <www.saladeprensa.org/art82.htm>. Véase también Manuel Marcué Pardiñas, “Los Enemigos: Fragmento. ... sobre los acontecimientos que dieron lugar al movimiento estudiantil de 1968.
<http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/octubre/conme2.htm>.

. Citado en Prensa vendida. Los periodistas y los presidentes: 40 años de relaciones (México: Editorial Grijalbo, 1993), p. 115); según el periodista Rodríguez Castañeda, “Dicho tipo de presiones gubernamentales llevó a los medios a dejar de cubrir con objetividad y veracidad importantes acontecimientos posteriores a la década de los cincuenta, tales como los movimientos ferrocarrilero y de médicos, la muerte de Rubén Jaramillo en Morelos, etcétera.”

. James Wilkie reconoce el mérito de dos obras: [Moisés González Navarro,] Estadísticas Sociales del Porfiriato, 1877-1910 (México: Dirección General de Estadística, 1957); y Gustavo Aguilar F. Los Presupuestos Mexicanos Desde los Tiempos de la Colonia Hasta Nuestros Días, México: s.p.i., 1947.

. Reynolds había escrito un libro sobre Chile y estaba en el proceso de escribir The Mexican Economy: Twentieth-Century Structure and Growth (New Haven: Yale University Press, 1970), una de sus obras más importantes.

. Sergio De la Peña, y James W. Wilkie, Estadística Económica en México: Los Orígenes (México: Siglo xxi Editores y uam-Azcapotzalco, 1994). Véanse también mis datos revisados, puestos a la fecha y analizados por Rosario Varo Berra en su libro La Reforma Agraria en México desde 1853. Sus tres ciclos legales (Guadalajara, Los Ángeles y México: Universidad de Guadalajara, ucla Program on Mexico, profmex, Juan Pablos Editor, 2002.

Los hijos de Sánchez, cuya primera edición apareció en inglés, en 1961. The Children of Sánchez. Autobiography of a Mexican Family (New York. Random House).

. La Revolución Mexicana. Gasto Público y Cambio Social (Méxicoß: Fondo de Cultura Económica, 1978), pp. 105-106.

. James W. Wilkie y Edna MonzónFrente a la Revolución Mexicana, 17 protagonistas de la etapa constructiva, Volumen I. p. xxv.

  Quien tenga interés en conocer un “modelo” indicativo del tipo de cuestionario mediante el cual los Wilkie se guiaban para interrogar a sus entrevistados, puede ver el artículo de James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie, “Dimensions of Elitelore: An Oral History  Questionnaire,” en el Journal of Latin American Lore, Vol.  1, No, 1 (1975), pp. 79-101. Este “modelo” muestra más bien una gama de posibles interrogaciones que las preguntas que debieron formular en el curso de una conversación espontánea, la cual podía seguir por derroteros inesperados, en la medida que los personajes a quienes entrevistaron disponían de información imprevisible.
      El hecho de que los líderes que participaron en las entrevistas de Historia Oral poseyeran fuertes personalidades y no constituyeran una “población objetivo” sujeta a interrogatorios o encuestas de opinión que pudieran ocasionarles algún daño psicológico, no fue evidente durante el decenio 1994-2004 para los oficiales federales de Estados Unidos, quienes consideraban que el cuestionario y los métodos de la Historia Oral debían someterse a la evaluación de la Mesa de Revisión Institucional de Asuntos Humanos (irb, siglas  en inglés de Institutional Review Board), convertida en facultad universitaria, antes de autorizar la entrevista a los líderes, con el fin de asegurar que no sufrirían ningún “efecto lateral”, como normalmente se evalúan los experimentos conducidos por profesores de Medicina. Después de que la American Historical Association presentó una vigorosa argumentación, los oficiales federales de Estados Unidos entendieron que los líderes no son sujetos de estudio susceptibles de ser sometidos a experimentos potencialmente peligrosos. Por tanto, estos oficiales norteamericanos acordaron considerar que las entrevistas de Historia Oral implican una interacción espontánea con líderes, quienes durante el interrogatorio se sienten cómodos y al responder no padecen daño psicológico alguno. Para conocer la determinación que eximió a los investigadores de Historia Oral de Estados Unidos de la obligación de someter a supervisión sus cuestionarios bajo la consideración de que resulta imposible prever las preguntas pertinentes que pueden surgir en el curso de una discusión altamente meditada con los entrevistados, véase el artículo de Linda Shopes y Donald Ritchie, “Exclusion of Oral History from irb Reviews: An Update,” Perspectives (the Newsmagazine of the American Historical Association), Vol. 41, No. 3 (March 2004), p. 9, <www.historians.org/perspectives>.

. Los Wilkie procedieron con disciplina y orden para controlar cada fase del proceso de trabajo sobre cada original transcrito. Además de identificar claramente al informante y la fecha de la entrevista de Historia Oral, registraron seis etapas: 1. Transcripción, palabra por palabra. 2. Transcripción con el primer trabajo de editing, es decir, con la introducción de correcciones gramaticales, sintácticas y del orden de las frases. 3. El editing personal de Edna Monzón. 4. El editing personal de James Wilkie. 5. El editing personal del entrevistado, quienes buscan por igual mejorar la claridad y el significado del discurso, la corrección ortográfica de los nombres propios y de la información histórica y referencial, así como la adición de fichas bibliográficas en notas de pie de página., y 6. La corrección de pruebas. Esta metodología está expuesta en varios trabajos, entre ellos, en “Postulates of the Oral History for Latin America”.

. Véase Richard D. Woods, ed., Mexican Autobiography/La Autobiografía Mexicana: An Annotated Bibliography/Una Bibliografía Razonada (New York: Greenwood Press, 1988).

. México: Instituto Mexicano de Cultura, 1964.

Esta carta aparece en el artículo  de Marie Musgrave, publicado por primera vez en este tomo, y que forma parte del segmento de la Introducción que se refiere a las entrevistas de Almazán.

. Robert P. Millon, Vicente Lombardo Toledano. Biografía intelectual de un marxista mexicano. Traducción de Jesús Lozoya-Solís (México: Librería Madero, 1964).

. Libro publicado en 1969 con siete de las 17 entrevistas. Véase Nota 1.

. La muerte de Artemio Cruz registra múltiples ediciones. La primera apareció en México. Fondo de Cultura Económica. 1962.

Camp, Mexican Political Biographies, 1935-1993 (3a. edición; Austin: University of Texas Press, 1995).

Véase la carta de una madre indignada, escrita a la prensa, reproducida en “Sexual Education and Socialist Education,” en James W. Wilkie y Albert L. Michaels, Revolution in Mexico: Years of Upheaval, 1910-1940 (New York: Simon and Schuster, 1969), capîtulo 34.

. Melchor Ortega (1897–1971) fue asesinado en la sierra de Tecpan, Gro. en una emboscada, el 9 de marzo de 1971, según Excélsior, “Hace 25 Años,” 9 de marzo de 1996.

. Fue liberado del presidio de Lecumberri el 13 de junio de 1964, donde purgaba una condena, acusado del delito de “disolución social.”

. ini, Realidades y Proyectos. 16 años de trabajo. Textos de Alfonso Caso, Gonzalo Aguirre Beltrán, Antonio Salas Ortega, Ernesto Sentíes Hoyos, Agustín Romano, José López Rodríguez, Luis Torres Ordóñez, Adrián Breña Garduño, Miguel Mejía, Jesús Uribe, Alejandro Caso, Carlos Solórzano, Juan Rulfo, Daniel Rubín de la Borbolla y Sergio Muñoz de Alba. (México: 1964).

. The Mexican Revolultion: Federal Expenditure and Social Change Since 1910 (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1967, con un prefacio del distinguido historiador Howard F. Cline. Segunda edición en ingles, 1970).

. Cuando el gasto ejercido estuvo más cerca de esta meta fue durante el gobierno de Cárdenas. En 1938, alcanzó 19.9%. Con López Mateos, en 1962 y 1963, el mismo renglón de gasto llegó a ser de 20.9 y de 22.6, respectivamente. El gasto social se abatió hasta el punto más bajo en 1949, cuando fue de 11.9%, y en 1952, en que bajó a 11.2%.

. Véase <hhtp://mwhodges.home.att.net/nat-debt/debt-nat-b.htm#foreign>.

. Wall Street Journal, 26 de julio de 2004. Según el artículo de David E. Rosembaum, titulado White House Says $445 Billion Deficit Forecast Isn’t as Bad as It Looks, publicado en el New York Times el 31 de julio, el presidente Bush insiste en que en términos porcentuales, el déficit del pib fue peor bajo los gobiernos de Reagan (6% en 1983) y de George Bush Sr. (4.8% en 1992), y que en 2004 el déficit será de 3.8% del pib. En realidad, las proyecciones de Bush deben ser 5.2% ($600,000 millones de dólares) si tomara en cuenta el costo de la guerra en Irak y descontara el superávit del Seguro Social. Además, el monto total de la brecha futura entre el gasto público y los ingresos del Gobierno suma $51,000,000 ,000 ,000 de dólares, según el profesor Laurence Kotliicoff, de la Boston University, citado por James Flanigan, Los Angeles Times, 1o. de agosto de 2004.

  Con posterioridad, Muñoz Ledo fue también presidente de prd (1993-1996) y Candidato del parm a la Presidencia de la República (2000). Además de ser el único que ha presidido más de un partido, pml ha sentado muchos precedentes en la política mexicana. Fue electo senador por el período de 1988 a 1994, cuando por primera vez hubo representantes de la oposición en la Cámara de Senadores; y diputado federal (1997-2000). En 1997 formó la primera mayoría de oposición en la Cámara de Diputados en el siglo; fue el primer diputado de oposición que presidió el Congreso de la Unión y, en ese carácter, el primero en contestar un informe anual del presidente de la República, e igualmente, el primero en interpelar a un presidente durante la lectura del informe de gobierno, momento que marcó el principio de la declinación de ese ritual. En sus entrevistas con los Wilkie, Muñoz Ledo hizo una interpretación de la historia política de México desde un enfoque que difiere notablemente con el de los entrevistados en esta serie.

. Centro de Investigación para el Mejoramiento del Maíz y Trigo, que bajo el auspicio de Cárdenas y Gómez desde 1940 se estableció en Chapingo en 1942 para dar origen a la “Revolución Verde” en el decenio de los ‘60.

. Marte R. Gómez, Vida política contemporánea. Cartas de Marte R. Gómez. 2 tomos; México: Fondo de Cultura Económica, 1978.

 

Copyright © 2005 - 2009 PROFMEX. All rights reserved