Mexico and the World
Vol. 8, No 1 (Winter 2003)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume8/1winter03/epilogos_parte3.html

376                                          EPÍLOGOS

cuentas debemos tomar nota de que la situación demográfica mexicana se extendió en 233 por ciento entre 1910 y 1970 (véase Apéndice K), reduciendo de esa manera la magnitud del problema nacional que representa la pobreza. En pocas palabras, la obra de González Casanova padece de una presentación asistemática de los datos de las series de tiempo y de un análisis ínapropiado de la magnitud del problema social al que se enfrenta México. Pero la mía no es más que una crítica de un solo capítulo de La democracia en México.


     En efecto, ¿viven los pobres en su mayor parte en el México rural como alega González Casanova? Examinemos esta pregunta en relación a las categorías del Índice de Pobreza para 1970. De los siete indicadores, los analfabetos, los que usan huaraches, la gente descalza, la gente que come tortillas, y los que no cuentan con alcantarillado de drenaje vivían en comunidades menores de 2 500 habitantes en las proporciones siguientes: 59, 66, 41, 65 y el 60 por ciento.76 Esta descomposición inica que una mayoría de personas con características de pobreza vivían en localidades rurales, pero eso todavía nos deja una minoría bastante grande que vive en localidades urbanas. Tomando el caso del Distrito Federal, que puede considerarse en 96.3 urbano, tenemos un buen ejemplo al advertir que de su población, el 23 por ciento carece de alcantarillado de drenaje, que el 12 por ciento es analfabeta, y que el 4.9 por ciento no come pan de trigo como se demuestra en el cuadro 15. Y, con excepción del indicador que trata de personas que solamente hablan una lengua indígena, creemos que expresar la idea de que la pobreza se manifiesta de manera “predominantemente” rural, es ir mucho más allá de los hechos.


     Mi propia preferencia en cuanto al factor “rural” ha consistido en marginal tiende a ubicarse en el campo y a ser marginal no sólo en un aspecto sino en varios a la vez, con lo que tenemos una población marginal integral, desprovista -según los indicadores que hemos usado- de todos los bienes mínimos del desarrollo, de la alimentación, el calzado, la educación, etc. Ambos hechos constituyen el reto más vigoroso al desarrollo del país y a la política nacional, y dan a la estructura social de México las características de una sociedad dividida en dos grandes sectores, la de aquellos mexicanos que participan del desarrollo y la de aquellos que están al margen del desarrollo, que son marginales al desarrollo. La dinámica interna de la desigualdad presenta pues esta primera característica que no se puede ignorar ni en la descripción ni en la explicación de los grandes problemas nacionales.”


     76 Los cálculos son de México, Dirección General de Estadística, Resumen del censo, 1970, y revelan un hecho sorprendente: el 21.3 por dentó de la población que anda descalza vivía en áreas urbanas en 1970. Así en Baja California, por ejemplo, 90.2 por ciento de la población que andaba descalza vivía en localidades con más de 2500 personas; y en otros ejemplos de estados de cada región geosocial vemos lo siguíente: Baja California Territorio, 42.2; Chiapas, 11.4; Distrito Federal, 93.5;  Morelos, 56.7; Quintana Roo, 12.9; Tlaxcala, 49.8.

EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      377

incluirlo como factor separado dentro del Índice.77 Y a pesar de que hemos hecho ver en la Segunda Parte de este libro que Nathan L. Whetten opinaba que las comunidades hasta de 10 mil habitantes, y no las de 2 500 ofrecerían un mejor punto de división entre las localidades rurales y urbanas, subsecuentemente hemos recibido una investigación importante de parte de dos geógrafos, Peter A. Doherty y John M. Ball, que han investigado las “Funciones centrales de los pequeños pueblos mexicanos”.78 Y examinando la hipótesis de la teoría de la localidad central, de que existen umbrales de población de centros en los cuales aparece primeramente una función central, llegaron a sacar los datos que presentamos aquí en el cuadro 16. Doherty y Ball encontraron que los requisitos necesarios para una localidad central en México eran de una tendencia relativamente alta, principiando con cerca de 2500 para todas las funciones, excepto escuela primaria y atención médica. Y en su opinión estos requisitos están relacionados con el desarrollo histórico

CUADRO 16. Población de umbral de funciones selectas


Función

Dimensión del umbral

Escuela primaria

960

Médico

2133

Centro de salud

2498

Farmacia

2512

Estación gasolinera

2596

Secundaria

2696

Cinematógrafo

2860

Taller de reparación de automóviles

2912

Restaurante

2933

Banco

3308

Hotel

3445

Escuela de artes y oficios

3577

Dentista

3697

Abogado

3861

Veterinario

4032

     FUENTE: Peter A. Doherty y John M. Ball, “Central Functíons of Small Mexican Towns”, Southeastern Geographer 11:1 (1971) 24.

     77 Para una discusión sobre dudas estadísticas en cuanto a ésta y todas las categorías en el índice de Pobreza, véase mi artículo “On Quantítative History: The Poverty índex for México”, Latín American Research Review 10:1 primavera de 1975, pp. 63-75.                                                     
     78 Southern Geographer 9:1 (1971), pp. 21-28.

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de centros como las comunidades agrícolas, con el bajo poder adquisitivo y con la falta general de desarrollo de la economía, podiendo identifícar los factores adicionales. En gran parte de México, la accesibilidad de las aldeas es mala, especialmente cuando se encuentran lejos de las carreteras. Y como el automóvil todavía no es un artículo común, el medio corriente para viajar es el autobús, la acémila, o a pie. Además, en las zonas donde es considerable una economía de subsistencia, hay una gran dependencia de los artículos que uno produce con su propio trabajo, o bien hay que desistir de ellos, lo que da como resultado una reducción de la interacción con los centros aledaños. Como consecuencia de esto el monto de los bienes y servicios es menor que el de las zonas que tienen buena accesibilidad, transporte adecuado y mayores ingresos. A menos que exista un número de habitantes suficientemente grande en la población o cerca, el artículo que se produzca o el servicio no podrán producirse sobre una base permanente.79


     La columna de “aquellos que no comen pan de trigo” ofrece cierta dificultad para los lectores que no comprenden la norma de cultura, relacionada con las personas que comen maíz o tortilla en México,80 relación a la que González Casanova hace referencia especial, citada antes, En una publicación reciente del Fondo de Cultura Económica se habla con elocuencia sobre el problema: al ser entrevistado por Beatriz Reyes Nevares, el Dr. Salvador Zubirán del Instituto Nacional de la Nutrición dice:


     En general es posible decir que existen tres dietas típicas en el país: dieta A de tipo “indígena”, basada en alimentos autóctonos: maíz, frijol y pequeñas cantidades de otros alimentos; dieta B, mestiza, propia de las comunidades semirrurales, en la que, además de las tortillas y los frijoles, se introducen sobre todo: café con leche y pan en las mañanas, y sopa de pasta o arroz y carne cocida o guisada a mediodía; y dieta C, con más influencia de otras culturas, sobre todo la occidental, que incluye con frecuencia en el desayuno jugo de frutas, huevos, café con leche y pan o tortillas; a mediodía: sopa, arroz o pastas de muy diverso tipo, carne, ensalada, frijoles, postre, y pan o tortillas; y en la noche, una alimentación semejante pero con menores raciones que a mediodía.


     Nos interesa sobre todo la dieta A, que bien podría llamarse campesina en lugar de indígena. Podemos calcular que un poco menos de la mitad de nuestra población está sujeta a ella, una [que] se integra con alimentos de origen vegetal, cuyas proteínas son de calidad inferior a las que provienen de los anímales. Ni el maíz ni el frijol contienen dotaciones bas-

     79 Ibid.
     80 Véase Skidmore y Smith, citados en la nota 50.

EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      379

tantes de proteína, y además... las proteínas vegetales se caracterizan por el desequilibrio de sus aminoácidos, lo cual hace a éstos menos digeribles... [y] son deficientes, en mayor o menor medida, en cuatro aminoácidos esenciales: el triftofano, la metionina, la lisina y la treonina...


     [Esta dieta] conduce a una desnutrición crónica, a merced de la cual está una buena parte de nuestro pueblo... [y de la cual] provienen varias características del mexicano, como son la baja estatura y el peso inferior; esto sin contar con una mengua de la energía psíquica y de la capacidad para defenderse de las agresiones del ambiente. Los individuos afectados por una desnutrición crónica son especialmente vulnerables ante las enfermedades infecciosas..., anemia (podría sospecharse que el hierro del maíz y del frijol no es fácilmente asimilable al hombre).... bocio [etc.].


     [En suma, la desnutrición] produce efectos físicos y también mentales. Debemos tener en cuenta... que nuestras deficiencias alimentarias no provienen de ahora, sino que las ha padecido el país desde hace varios siglos. En estas condiciones se ha presentado, sobre todo entre los campesinos, un fenómeno de adaptación a la ingestión reducida de nutrientes. Nos hemos acostumbrado a comer mal, pero esta costumbre no es de carácter social o psicológico, sino de índole biológica.81


     Sobre esta dieta, Andrés Molina Enríquez escribió en 1909:      

Está hecha para comer maíz. Las preparaciones directas del maíz, que son las verdaderamente indígenas, no son muchas, aunque tampoco son pocas,

     81 La desnutrición del mexicano (México, D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1974), 19 y 5-7. Según el doctor Zubirán, aunque los movimientos sociales mexicanos “han contribuido a mejorar la situación, en el campo sigue siendo el maíz la base de la dieta. Sólo se le añaden, y en cantidades escasas, frijol, verduras, frutas, azúcar, pan y pastas. Los alimentos de origen animal continúan siendo los menos frecuentes. El valor calórico de la dieta rural es ligeramente menor que el que se estima absolutamente satisfactorio. Llega a 2 115 calorías por persona y por día. Pero en cambio en proteínas andamos muy mal, pues sólo se alcanzan 56 gramos por persona y por día... Y esto sin contar con que solamente el 20 % de las proteínas que nosotros comemos son de origen animal... En [este país] existen cuatro regiones: una de nutrición buena, que se localiza en la frontera norte y desciende por el Noroeste a lo largo de Baja California y de Sinaloa. En ella se ingieren 2330 calorías, y unos 69 gramos de proteínas. La desnutrición grave no existe y la mortalidad preescolar asciende a 4.8 por mular. La segunda zona es de una nutrición regular y comprende el Norte y ambas costas. El consumo de calorías es de 2 124, el de proteínas de 60, la desnutrición grave llega al 1 % y la mortalidad preescolar es de 10.2 por millar. La tercera región es de nutrición mala y se halla en pleno centro del país. El consumo de calorías sólo llega a 2 064, el de proteínas a 56; la desnutrición grave afecta al 3.5 % y la mortalidad preescolar al 16.5 por millar. Por último, está el área de la nutrición muy mala: Guerrero, Oaxaca, Chiapas, y el resto del Sureste. Ahí se ingieren 1 893 calorías, y 50 gramos de proteínas; la desnutrición grave es de 4.1 % y la mortalidad preescolar de 25.2 por millar”.

380                                          EPÍLOGOS

como la tortilla, los tamales, los esquites, etc., etc.; pero las indirectas, resultado de la adaptación de la cocina española a los recursos del país, son variadísimas, y todas ofrecen al observador atento una curiosa singularidad, y es la de que en ellas son de rigor las salsas aguadas, generalmente hechas con chile o en que el chile entra como compuesto principal. En efecto, casi todos los guisos nacionales tienen caldillos, moles, etc. El frijol, grano complementario de] maíz, asi se guisa. Viendo que en estos guisos, las carnes, el frijol y las legumbres se encuentran, por su cantidad, en una situación de inferioridad notoria con relación a la cantidad de las salsas, se comprende desde luego que esos moles, caldillos o salsas son lo principal.82


     Reyes Nevares asume como sigue la opinión de Molina Enríquez;      Mas don Andrés sigue adelante con sus especulaciones y llega a la conclusión de que tales salsas y condimentos son populares porque requieren la presencia de la tortilla, que se emplea hasta como cuchara y está presenté en los tacos y las quesadillas. El maíz, por tanto, es la base de nuestra alimentación. Si le atribuimos este papel podremos interpretar correctamente nuestra afición al chile. Es que tanto el maíz como el frijol –que va en segundo término— son de digestión “difícil y fuerte”, y por tanto el organismo requiere estimulantes [como el chile]. El chile tiene la propiedad de irritar las mucosas del estómago, y para mitigar sus efectos se acude al pulque. En síntesis, de los catorce millones de habitantes que en la primera década del siglo XX tenía el país, doce millones, según ese autor, se sustentaban a fuerza de maíz y frijol, sin que valieran distinciones de clase social o de fortuna.83


     Desde los cuarentas, la Dirección General de Estadística (DGE) se ha dado cuenta de la importancia de continuar la investigación sobre las normas dietéticas mediante su pregunta sobre si se come o no se come

     82 Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales (México, Carranza e Hijos, 1909), 197-198, citado en ibid., 18.
     83 Ibid. Cfr., las entrevistas en el mismo libro por-Reyes Nevares con dos antropólogos que prefieren ver esta dieta tradicional como algo romántico.   Es importante darse, cuenta, sin embargo, de que una dieta de sólo legubres puede, en teoría, ofrecer todos los aminoácidos esenciales. Francis Moore Lappé, en su Diet for a Small Planet (Nueva York: Ballentine, 1971, segunda edición 1975), demuestra que lo que podemos considerar una dieta típica mexicana, como combinación de frijoles negros con arroz (o harina de maíz) contiene'un nivel adecuado (si no alto) de proteínas. El maíz o el arroz mezclados en las proporciones adecuadas y preparados de cierta manera, compensan la deficiencia de aminoácidos en el frijol negro, y viceversa. No obstante, en la práctica, a menos que el ser humano consuma una gran variedad de estas proteínas de menor calidad, el cuerpo utiliza ciertos aminoácidos en forma limitada; en los frijoles, los “aminoácidos limitantes” son los que contienen sulfuro. Estos límites pueden sobrepasarse al agregar nueces y semillas a la dieta que consista de muchas legumbres. (Véase Lappé, pp. 80, 102, 107, 109.)


EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      381

pan de trigo, sirviendo la tortilla en representación del número de personas ligadas a problemas de nutrición. Y con este fin, la simple pregunta usadala en los censos de 1940, 1950 y 1960, sobre el uso habitual de la tortilla y el pan de trigo fue revisada en 1970 para refinar nuestra apreciación de las normas dietéticas, preguntando cuántos días por semana se comen ciertos alimentos. Este cambio en la redacción de la pregunta tuvo en sí resultados problemáticos: en tanto que antes había bastado con “sí” o un “no”, ahora el interrogado tenía que pensar en el número de días que consumía cierta clase de alimentos en los días de una semana dada (supuestamente un promedio), lo que da resultados limitados en su valor histórico. Y a fin de cuentas, el gobierno ha resumido los resultados para su publicación bajo los siguientes encabezados en los últimos anuarios estadísticos: “Personas que comen pan de trigo de uno a siete días” y ningún día de la semana del 19 al 25 de enero de 1970”.84


     Este problema de continuidad histórica para algunos estados puede ser resuelto para 1970 utilizando los datos del censo hogareño obtenidos por muestras en 1969 por la Dirección General de Estadística, que no fue del todo satisfactoria para algunos estados. Y como puede verse en el cuadro 15, he utilizado los datos de la muestra de 1969 para siete de los estados con datos de 1970, con objeto de mantener cierta lógica en las series, que ni suban ni bajen con una brusquedad no característica. Tenemos la esperanza de que en el censo de población de ,1980 se vuelva a la simple expresión de, “¿come usted pan habitualmente?” de los censos de 1940, 1950 y 1960, con objeto de mantener las series históricas que aquí se han llevado adelante con los datos fortuitamente suministrados por el censo por muestreo de 1969. (Yo he incorporado, cuando la necesidad lo requiere, datos en las cifras para “ningún día de la semana”, estando mi cómputo basado en una recalculación de valores absolutos y relativos para las respuestas de “sí” o “no” dadas por el número de familias con objeto de conocer la población involucrada, siendo la proporción de familias igual a personas.)


     La coherencia interna del Índice también se ha hecho posible por medio de un cambio en el formulario proyectado de la DGE al publicar los datos de alfabetización. Como México siempre había incluido a los niños de 6-9 años de edad en el total de la población del cual se calcula el alfabetismo, la cifra de México es alta Si se compara con los datos de países que no toman en cuenta a los niños menores de 10 años. El plan de México de cambiar sus datos publicados de alfabetización a la edad de diez años o más (véase Apéndice W), no solamente tendría la ventaja de mostrar el progreso de México ante los ojos del mundo, sino que sería

     84 Anuario Estadístico, 1970-1971, 43.                                             

 

382                                          EPÍLOGOS

un cambio “justo” para comprender la realidad, en que los niños meñores de diez años no debieran contarse como analfabetas mientras no tengan edad para ser clasificados como alfabetizados.85 Y por el lado negatívo, un cambio en la edad básica en los cálculos de la DGE significaría un rompimiento en las series de tiempo históricas dentro de México, sin tener disponibles los datos para 1950 a un nivel nacional, y con los datos anteriores de los municipios a menudo no del todo disponibles para su conversión. Dándose cuenta cabal de la necesidad que hay de la clase de datos que presentamos aquí (así como de mi análisis en progreso del cambio social a nivel de municipio), la DGE programó sus computadoras para publicar datos con resultados de coherencia histórica. Tenenmos la esperanza de que el planeado cambio a los diez años de edad para los datos del alfabetismo, no sea resucitado, y que los datos actuales continúen en bien de la coherencia.


     En cuanto a los otros problemas de metodología para crear el censo de población,86 la DGE se enfrenta a dificultades, de década en década, para asegurarse de que el mismo criterio sea usado por sus fuerzas de empadronadores. No hubo ningún problema en las cifras del censo de 1960 sobre la población que solamente habla lengua indígena, como muchos creyeron, por ejemplo, porque en 1950 fue confundida la población que hablaba lengua indígena con la que también hablaba español, siendo esto evidente en el análisis de los resultados del censo por municipios. También se enfrenta el gobierno todavía a la perspectiva tradicional del sector rural, por cuanto los niños menores de un año de edad no se incluyen en el recuento hogareño por los padres debido a la incertidumbre de que lleguen a mayor edad, aunque las probabilidades de vida de un infante no sean tan dudosas ahora como antes; así la población en su totalidad puede ser malcontada para los infantes en por lo menos 4 por ciento (según Eduardo Cordero de la DGE) . También a mi juicio, la parte de población sin alcantarillado de drenaje puede ser demasiado baja: como en el caso del agua potable, la simple introducción de instalaciones no quiere decir que el servicio sea permanente —y aquí

     85 El Resumen de las principales características por entidad federativa (noviembre, 1970), que dio los primeros resultados del censo de población de 1970, publicó los datos sobre el analfabetismo de acuerdo con la población de 10 años o más, ero el Resumen del Censo, 1970, publicado en 1972, volvió al uso de la base de 6 años para arriba.


     86 Véase Donald B. Keesing, “Employment and Lack of Employment in Mexico 1900-1970”, en James W. Wilkie y Kenneth Ruddle (eds.), Methodology in Quantitative Latín American Studies (Los Ángeles: UCLA Latín American Center Publications), capítulo 1.

EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      383

el censo de población [no sólo) debiera tratar de distinguir entre lo que es la instalación y lo que es su funcionamiento.


     Y por último, hacemos referencia a los otras dos características del índice de Pobreza: la población que anda descalza, y la que usa huaraches. Estas características constituyen indicadores de la clase de ropa que viste el pueblo, por lo que se obtiene una posición o cultura socioeconómica. Primeramente, un cambio en el vestir puede estar relacionado con un cambio de cultura, como lo ha hecho ver Julio de la Fuente al escribir sobre la obra de Susana Drucker, Cambio de indumentaria:

     En ciertas áreas americanas, caracterizadas en parte por su dualidad cultural, la indumentaria constituye un importante elemento de diferenciación y de distinción, no sólo de las clases que existen en la sociedad total, sino, más destacadamente aún, de los grupos étnicos presentes en ella. Una clase de indumentaria es particular del segmento étnico de la sociedad que representa la cultura nacional y otra lo es del segmento portador de la cultura aborigen. A la primera hay que agregar, además, algunas variantes relativas a las clases sociales y a las diferencias económicas, así como las modificaciones frecuentes que le imprime la moda. Considerado en función de la indumentaria, el segmento nacional es heterogéneo, en sus aspectos cultural, social y económico. La indumentaria que caracteriza al segundo segmento tiende, en cambio, a constituir una espede de uniforme, muy particular de él, o que caracteriza a las unidades étnicas del mismo. Como no existen en ese segmento clases sociales ni pronunciadas diferencias económicas, no se dan las variantes correspondientes a ambas. Las variantes temporales de esta indumentaria son, a veces, tan pequeñas o tan difíciles de distinguir, como las de carácter individual. Con frecuencia son poco significativas por lo que, prácticamente, no hay moda. A la inversa del primer segmento, podemos decir que éste, visto también en función de la indumentaria, es social, cultural y económicamente bastante homogéneo. En ciertos casos, la homogeneidad no se refiere a todo el segmento, sino a cada una de las fracciones étnicas que forman parte de él.


     La importancia de la indumentaria como elemento de distinción y diferenciación étnicas, en estas sociedades biculturales, se deriva en gran parte de que es muy visible y simbólico de la cohesión y el status del grupo. La disidencia es un fenómeno aparejado a esta suerte de situaciones y. de ello dan fe tres clases de tipos marginales: los pocos casos de individuos que han descendido del segmento étnico superior, que hacen suyo el atuendo del subordinado, los de miembros del grupo inferior que buscan ascender, auxiliándose por un cambio de indumentaria, pero permaneciendo en el propio medio y, finalmente, los que buscan pasar al grupo superior dese chando su uniforme étnico y emigrando a donde su identidad no es conocida.87

     87 De la cubierta de Cambio de indumentaria: la estructura social y el abandono de la vestimenta indígena en la villa de Santiago Jamiltepec [Oaxaca] (México, D. F., Instituto Nacional Indigenista 1963).


384                                          EPÍLOGOS

CUADRO 17. Nivel de pobreza 1940-1970, y cambio entre decenios
de las 7 características

(En porcentajes)

 

1940

 

1950

 

1960

 

1970

Población analfabeta
(Nivel)

58.0

 

42.5

 

37.8

 

28.3

(Cambio)

 

-26.7

 

-11.1

 

-25.1

 

Personas que sólo ha-
blan una lengua in-
dígena
(Nivel)

7.4

 

4.9

 

3.8

 

2.1

(Cambio)

 

-33.8

 

-22.5

 

-44.7

 

Personas que viven en comunidades de menos de 2500 habitantes
(Nivel)

64.9

 

57.4

 

49.3

 

41.3

(Cambio)

 

-11.6

 

-14.1

 

-16.2

 

Población descalza
(Nivel)

26.6

 

19.1

 

14.3

 

6.8

(Cambio)

 

-28.2

 

-25.1

 

-52.5

 

Población que usa
huaraches
(Nivel)

23.6

 

26.6

 

23.4

 

13.1

(Cambio)

 

-12.7

 

-12.0

 

-44.0

 

Población que come
tortillas de ordina-
rio
(Nivel)

54.9

 

45.6

 

31.4

 

23.4

(Cambio)

 

-16.9

 

-31.2

 

-25.5

 

Población sin drenaje
(Nivel)

86.5

 

79.7

 

71.5

 

58.8

(Cambio)

 

-7.9

 

-10.3

 

-17.8

 

 
     FUENTE: Cuadros IX-l, IX-2, IX-4, IX-5, IX-6, IX-7, IX-8 y cuadro 15.


EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      385

     Segundo, el cambio de la. condición de andar descalzo o con Huaraches no siempre o necesariamente significa tanto un cambio de cultura como la capacidad económica o la presión social hacia un cambio tradicional en el vestir o un concepto de salud personal. Con la posibilidad cada vez mayor de una promoción en el trabajo y de la movilidad en el trabajo, así como la migración dentro y fuera de México, la gente pobre rural y urbana a menudo encuentra más conveniente adoptar los modos de vida de los nuevos grupos con que se mezcla. Aquí la pauta demuestra un rompimiento con las normas paternas, o bien con las de sus localidades. Y, por ejemplo, si nos atenemos a factores geográficos o de oficio, los equipos de educación gubernamentales bien podrían convencer a una parte del pueblo de que el uso de huaraches no ofrece más protección en contra de la uncinariasis, que andar descalzo.88


     De los índices antes usados ¿cuáles han sufrido cambios con más rapidez desde 1960? Si durante los cincuentas el cambio de la población a una dieta moderna encabezó la muestra en disminución, con la cantidad más alta después de 1940: —31.2 por ciento (cuadro 17), durante los sesentas los cambios del porcentaje en disminución de la población descalza (—52.5), de la población que solamente habla una lengua indígena (—44.7), y de la que usa huaraches (—44.0), todas exceden esa cantidad récord en disminución registrada durante los cincuentas. La disminución del analfabetismo, que se estancó durante los cincuentas, comparada con los cuarentas, recobró su ímpetu durante los sesentas, sin duda como reflejo de los intentos de los gobiernos en pro de una revolución equilibrada con objeto de restaurar las prioridades sociales después de 1960. Y así se ha desvirtuado la hipótesis de que. para 1960, México habría eliminado todo con relación a la pobreza, exceptuando el núcleo inalterable que no estaría sujeto a bajas repentinas en el Índice de Pobreza. Aun el Distrito Federal, que no acusó baja durante los cincuentas, experimentó una baja del 27.3 por ciento en el Índice de Pobreza.


     ¿Qué clase de modelos regionales llegamos a percibir con los cambios que se efectúan? Si los datos del cuadro 18 demuestran una constante mejoría relativa de la condición social en cada una de las regiones que mantienen la misma posición en relación con las otras, podría argumentarse que el molde de cambio es constante. Y sin embargo, tenemos una

                                             
     88 Sobre la infección de lombrices, véase David N. Holvcy (ed.), The Merck  Manual of Diagnosis and Therapy (Rothway, N. J.: Merck. 1972), 209.

 

 

CUADRO 18. Nivel de pobreza en 1960 y 1970 por regiones geo-sociales
(En porcentaje)

 

1960

1970

México

33.1

24.8

Nortea

21.3

18.0

Baja Calif. Norte

17.1

16.0

Coahuila

21.9

18.7

Chihuahua

25.2

19.2

Nuevo León

18.5

15.3

Sonora

22.2

19.9

Tamaulipas

23.0

18.9

Oestea

32.0

25.5

Aguascalientes

27.1

20.6

Baja Calif. Sur

28.0

23.2

Colima

30.8

25.6

Durango

35.9

28.7

Jalisco

31.5

21.0

Nayarit

36.2

31.1

Sinaloa

34.6

28.5

Centro-Oestea

36.9

26.6

Guanajuato

39.1

29.1

México

39.5

23.1

Michoacán

39.1

30.8

Morelos

29.7

23.4

Centro-Estea

45.0

33.7

Hidalgo

48.9

36.6

Puebla

44.1

32.3

Querétaro

47.3

34.9

San Luis Potosí

43.3

33.1

Tlaxcala

42.6

30.4

Zacatecas

43.5

35.1

Sura

51.1

41.2

Chiapas

49.7

41.0

Guerrero

51.7

40.5

Oaxaca

51.9

42.0

Golfoa

35.0

29.3

Campeche

28.4

24.9

Quintana Roo

38.0

33.3

Tabasco

42.4

33.8

Veracurz

35.6

28.3

Yucatán

30.8

26.2

D.F.

8.8

6.4

     a Promedios sin tomar en cuenta dimensiones.
     FUENTE: Cuadro IX-10 y cuadro 15.

EPILOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      387

CUADRO 19. Orden de las regiones geo-sociales, 1910-1970 
     

 

1910

1921

1930

1940

1950

1960

1970

Norte

2

2

2

2

2

2

2

Oeste

3

3

3

3

3

3

3

Centro-Oeste

4

5

5

5

5

5

4

Centro-Este

6

6

6

6

6

6

6

Sur

7

7

7

7

7

7

7

Golfo

5

4

4

4

4

4

5

D.F.

1

1

1

1

1

1

1

     FUENTE: Véase fuente en cuadro 17.

faceta sorprendente: el cuadro 19 y el Apéndice Y muestran que el orden de los niveles de pobreza regionales es casi el mismo en 1970 que el de 1910, molde que difiere de los datos recogidos entre 1921 y 1960. Esto quiere decir que después de 1910 la región del Centro-Oeste (Guanajuato, México, Michoacán, Morolos) cayó del cuarto lugar al quinto en la jerarquía social regional de las condiciones sociales en masa, posicíón que no fue recuperada sino hasta 1970 cuando casi alcanzó la región del Oeste, el Golfo bajando un escalón, al quinto lugar de 1910. ¿Será esto solamente un nuevo indicio de que México ha entrado en un periodo neoporfirista? ¿O será que se han restablecido las relaciones sociales en masa a largo plazo, que fueron alteradas durante la revolución violenta? Son acertijos como éste los que nos indican en dónde deben hacerse las investigaciones del futuro, investigaciones que habrán de hacerse a base de preguntas que no son claras sin la generación de una nueva clase de datos sobre regiones geosociales como las que presentamos aquí.89

     89 Entre los ejemplos de otras obras sobre regiones de México, se incluyen: Luis Unikel, “Políticas de desarrollo regional en México”, Demografía y Economía 11:2 (1975) 143-181, ensayo de gran alcance; Rodrigo Medellín, “La dinámica de distanciamiento económico social de México”, Revista Mexicana de Sociología 31:3 (1969) 513-546; Claude Bataillon, Las regiones geográficas en México (México, Siglo XXI, 1969, y La ciudad y el campo en el México Central (México, Siglo XXI, 1972); Claudio Stern. Las regiones de México y sus niveles de desarrollo socioeconómico (México, El Colegio de México, 1973); y Alejandra Moreno Toscano y Enrique FIorescano, “El sector externo y la organización especial y regional de México (1521-1910)”, en Wilkie, Meyer, Wilkie (eds.), Contemporary México, capítulo 7. Para una bibliografía, véase Luis Unikel, “Bibliografía sobre desarrollo urbano y regional en México”, Demografía y Economía, 6:3 (1972); y Claude Bataillon, “Estudios regionales sobre México en Francia; evolución desde 1966”, en Wilkie, Meyer, Wilkie (eds.) Contemporary México, capítulo 42.

388                                          EPÍLOGOS                           

     No obstante la desilusión intelectual con las crecientes disparidades de los ingresos, presentadas en el Apéndice X, no hay duda de que las masas pobres han mejorado su situación en cuanto al acceso a la vida moderna. No sólo ha bajado el Índice de Pobreza sino que los salarios mínimos han aumentado, y a su vez los gastos gubernamentales per capita han aumentado en un 83 por ciento durante los sesentas, comparados con los de los cincuentas, como lo demuestra el cuadro X-ll. Aun cuando Los gastos relativos pudieran bajar en un área social dada, el aumento absoluto llegaría a convencer a las agencias de gobierno y a la población afectada de que había mejorado su posición. Este fenómeno explica en gran parte el monto de la pérdida relativa del poder de 1os militares. Por ejemplo, los militares estaban más al tanto de las ganancias absolutas que del hecho de que han estado perdiendo en la distribución relativa de las entradas fiscales del gobierno. Algunos de los intelectuales que critican la revolución institucional han caído en la trampa de una contradicción básica al no comprender (intencionalmente o sin intención) la importancia de los números absolutos, que ellos citan solamente cuando las cantidades relativas no favorecen la clase de crítica que desean hacer. En pocas palabras, debemos darnos cuenta de la importancia tanto de los números absolutos como de los relativos, y en particular del efecto psicológico que los primeros pudieran causar sobre las personas, en contraste con el significado conceptual de los últimos para la sociedad. ¿Podríamos culpar a los generales (o a las masas) de gustar de los frutóse de los primeros por no estar en situación de comprender los últimos?90


     Y sin embargo, podríamos argumentar que son precisamente las bajas en el por ciento de algunos aspectos de la pobreza las que han conducido, irónicamente, a otra clase de crítica intelectual sobre el “procedimiento revolucionario” de México. Provocado por la matanza de Tlatelolco de 1968, un grupo de antropólogos mexicanos ha hecho pública su inquietud por la vida del indio mexicano que según dice está siendo destruida por la política de gobierno, política que desde 1916 había de incorporar el indio a la vida nacional.91 Ante la notable reducción, para 1970, del número de individuos que solamente hablan una lengua indígena, y de la parte de población que regularmente tiene un régimen alimentantario no moderno asociado con la tortilla (categorías ideadas por antropólogos mexicanos que después de 1940 se interesaron por descubrir el número de indios que viven en México, categorías después adaptadas aquí para

     90 Cfr., datos absolutos y relativos en cuadros IX-1 hasta IX-8 y cuadro 15 inclusive. Véase también discusión en las notas 19 y 75.                           
     91 ¿Ha fracasado el indigenismo! Reportaje de una controversia [13 de septiembre de 1971} (México, Sep-Setentas, 1971), en especial en la p. 181.

 

EPILOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      389

incluirlos en el Índice de Pobreza), este nuevo grupo de antropólogos pretendía que la política del gobierno no era, como se aseguraba, “la del mantenimiento de lo mejor de las viejas costumbres de vida, introduciendo a su vez las ventajas de la vida moderna en esferas como salubridad, sanidad y alfabetismo”. Este grupo aseveraba que, en cambio, la política del gobierno solamente ha permitido (si no alentado) la descomposición de una sociedad pluralizada en nombre de la creación de ana “nación única y unida”. Y a pesar de que estos críticos atribuyen una parte de los problemas de los indios a la disminución de los fondos dis-

CUADRO 20. Subsidio del sector público mexicano al Instituto Nacional
Indigenista 1949-1970

(En miles de pesos)a


Año

Pesos corrientes

En Pesos de 1950b

1949

500

555

1950

500

500

1951

1677

1391

1952

1977

1492

1953

3317

2453

1954

6299

4326

1955

6299

3749

1956

7453

4180

1957

8208

4359

1958

8657

4372

1959

11240

5598

1960

13856

6527

1961

15856

7399

1962

20263

9329

1963

19856

8976

1964

25300

11007

1965

25914

10920

1966

26275

10966

1967

26459

11038

1968

28402

11645

1969

24304

9848

1970

24370

9438

     a En proyección hasta incluir 1961; actual 1962-1970.
     b Deflacionados con el índice de precios de la Cd. de México en cuadros 1-8 y 4.
FUENTE: Instituto Nacional Indigenista, “Realidades y Proyectos, 16 Años de Trabajo”, Memoria 10 (1964), 17, y Alejandro Dagoberto MarroquÍn, “La política indigenista en México”, en ¿Ha fracasado el indigenismof Reportaje de una controversia  [13 de septiembre de 1971] (México, Sep-Setentas, 1971), 207.

390                                          EPÍLOGOS

ponibles para el Instituto Nacional Indigenista (habiendo bagado la cantidad deflacionada disponible por indígena atendido entre 1951 y 1953 de 114 pesos de 1950 a 41, habiendo caído en 1954 a menos de 10 pesos de 1950, en donde ha permanecido desde entonces) y a la creciente población atendida, así como a una parte mayor de los fondos del Instituto que se usó para pagar sueldos de burócratas (habiendo aumentado los porcentajes de 41 a 51 entre 1962 y 1970),92 el problema de los fondos (véase cuadro 20) no es tan importante como la ideología.  Si por un lado los críticos de la política del gobierno pueden argumentar que el número de indios muestra una disminución sólo aparente debido a que el número de indios bilingües va en aumento, conforme el número de individuos que habla solamente una lengua indígena va en disminución (véase el cuadro 21), por otro lado parecen no llegar a comprender que el significado del concepto de “indianidad” ha cambiado en el transcurso del tiempo.

CUADRO 21. Personas que hablan sólo una lengua indígena
de 5 años de edad y más 1930-1970

Año

Población 5 años y más

Sólo lengua indigena

Porciento

Español e indigena

Porciento

Total indigena

Porciento

1930

14028575

1185162

8.5

1065670

7.6

2250832

16.1

1940

16788660

1237018

7.4

1253891

7.5

2490909

14.9

1950

21821032

1069231*

4.9*

1652540

7.6

2721771

12.5

1960

29146382

1104955

3.8

1925299

6.6

3030254

10.4

1970

40057728

859854

2.1

2251561

5.6

3111415

7.7

     * Derivación, véase cuadro IX-2.                                        
     FUENTE: Cuadro IX-2 y Anuario Estadístico, 1970-1971, 47. En cuanto a los cálculos errados que hacen un enredo de la población total con la población de cinco años y más, véase ¿Ha fracasado el indigenismo?, 196.

     Para llegar a comprender el problema de cómo crear una sociedad pluralizada, Ralph L. Beals ha colocado la política institucional y asus críticos en perspectiva cuando dice:                              

     La Revolución, dedicada a la reforma de la sociedad mexicana y al rechazo de las ideas porfirianas, prontamente adoptó la frase “La incorporación del indio” como uno de sus lemas principales. Juntamente con la  

     92 Véase Alejandro Dagoberto Marroquín, “La política indigenista en México”, en ibid., 208-209.

EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      391


frase “No Reelección”, aparecía aún en los documentos de gobierno más triviales, y continuó apareciendo durante muchos anos,.. A pesar de la aparente aceptación inicial de estos puntos de vista, en realidad había un gran desacuerdo en cuanto al significado de lo que quería decir incorporación y en cuanto a los medios de que se valdrían para llevarla a cabo Estos puntos de vista en diferencia estaban íntimamente relacionados con divergencias, aparentes no sólo dentro del movimiento indigenista sino entre sus opositores. En uno de los extremos del grupo indigenista encontrábanse los hispanistas que trataban de perpetuar las ideas porfíristas de que el indio es irredimible, en nada ha contribuido a la cultura mexicana, y, de todos modos, su número es tan pequeño que podrían pasarse por alto. Para ellos, el futuro de México era la hispanización o la europeización.


     Un grupo más numeroso de anti-indigenistas aceptaba la realidad del indio en México, y de dientes afuera aceptaba la incorporación, Pero para ellos esto significaba asimilación; es decir, convertir al indio en mestizo, racial y culturalmente. Había otros grupos que apenas se distinguían de estos anti-indigenistas, que pretendían ser indigenistas pero que también aceptaban la asimilación como última meta. Ambos grupos se oponían a las agendas especiales y a las escuelas para indios, y en grado mayor o menor se oponían al estudio de las culturas y lenguas indígenas. Con un nacionalismo acendrado, tenían en mira una cultura exclusivamente mexicana, edificada en parte sobre el pasado de México pero homogénea en carácter, sin lugar para grupos indígenas distintivos.    

                 
     En sí, los indigenistas no presentan una posición común. Destacan, especialmente en los primeros días del movimiento, los que yo denomino “los románticos”, que en general glorificaban el pasado del indio, denigrando el pasado español. Al indio contemporáneo se le consideraba como el humillado producto de explotación, pero que aún retenía las virtudes de Rousseau, necesitando tan sólo el reconocimiento y la oportunidad para florecer y desarrollarse. Las expresiones más notables tal vez encontrábame en novelas, pero los románticos trataban de restaurar las artesanías indigenas, sin importar lo antieconómico que esto significara para los indios; en ocasiones de gala se vestían con trajes “indios” (que por lo general eran trajes introducidos en la época de la colonia por los españoles), ejecutando desfiles e interpretaciones de bailes indígenas.       

                   
     Tal vez el ala extrema de los románticos sea la de los neoaztecas nacionalistas, que ven la cultura azteca como superior en todo sentido a la cultura española, exigiendo que se tome como base para crear una nueva cultura mexicana. Hubo quienes propusieran el restablecimiento de la cultura indígena, pero en general no pudieron reconocer la diversidad de las culturas indígenas, sabiéndose que ninguna de ellas puede conocerse en forma completa y a menudo ha habido confusión en si se habla de las culturas de antes de la Conquista o de varias de las culturas indigenas de los siglos XVI, XVII o XVIII .Y como era de esperar, sabemos que no existen modelos adecuados para la reconstrucción del pasado, y los mis-

392                                          EPÍLOGOS

mos indios no se encontrarían a gusto si esos modelos llegaran a encontrarse. Y aun aquellos que andan en pos de metas más modestas para la conservación y revitalización de las culturas indígenas contemporáneas no llegan a darse cuenta de que éstas son el producto de siglos de amalgamiento de las culturas aborígenes y españolas del pasado. Y entre estos grupos es cosa corriente la incapacidad de presentar un programa realista para poner un alto a la explotación contemporánea del indio y lograr una mejoría de sus condiciones de vida.93


     El argumento de Beals es convincente: los antropólogos indigenistas nacionalistas, quienes han condenado al gobierno por no acabar con el “colonialismo interno” y creen que la política oficial, que básicamente resulta en un marginalismo indigenista institucionalizado, pudiera ser asimilacionista. Al buscar la edificación de una nación mexicana basada en parte en la cultura indígena única, no difieren de su contraparte neo-pórfiriana, que descarta la probabilidad de que conforme a los niveles de educación y de conciencia política actuales los grupos indígenas no pueden competir dentro del sistema mexicano del presente, y que sin una protección adecuada desaparecerían dentro de los niveles económicos y sociales más bajos de la sociedad mestiza mexicana.


     Aquí podríamos agregar que sean cuales fueren los medios y el alcance en la protección de la sociedad indígena, la introducción de maneras de convivencia selectas es imposible: les toca a los propios indios decidir lo que están dispuestos a aceptar, y a menudo esto nos lleva inmediatamente a los medios modernos de comunicación, que siempre alterarán perspectivas y costumbres. Si dejarlos a su suerte es condenarlos a la explotación, introducir cambios selectos equivaldría a introducir cambios sin número en su visión del mundo, visión sobre la cual está estructurada la integración social. Entonces, éste constituye el dilema del México moderno; cómo proteger la “vida india” sin cambiarla. La alternativa propuesta por algunos antropólogos y otros intelectuales para poner fín a las fallas en el desarrollo económico nacional mexicano con el objeto de sacar a México de la esfera de influencia del imperialismo norteamericano socializando por completo la estructura socioeconómica no pondría fin a su dilema.


     Aparte de todo debate intelectual acerca de las posibilidades de una “nación pluralizada” para el indio, los datos presentados aquí, que muestran una baja en las características de pobreza en México, tienen implicaciones de largo alcance para la sociedad en conjunto. Conforme muchas de las diferentes regiones vayan experimentando un cambio social,

     93 Ralph L. Beals, “Anthropology in México”, en Wilkie, Meyer y Wilkie (eds.), Contemporary México, pp. 761-763.

EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      393

podrá argumentarse que el cambio abarca tanto la modernización como la eliminación de pobreza. Una vez que las regiones diferentes se “modemicen” en el sentido de tener un bajo porcentaje de personas que vivan en la pobreza, también habrán perdido aquellas características distuitivas que hacen de México una nación plural debido a la gran varíedad de alimentos, trajes, cultura, etc. En pocas palabras, México bien puede inquietarse por la homogeneización de los modos de vida por medio de los cuales esa nación se convertiría simplemente en otra de las naciones del Occidente, con su propia herencia nativa (y su atracción turística) sacrificada en aras de la modernización. O ¿es solamente la vida rural —de apariencia idílica— la que es pintoresca?              


     El éxito de México al reducir los porcentajes de pobreza que desalíentan la participación en la vida nacional unificada se refleja en el nivel regional, donde podrán verse cuatro campos en el cuadro 18, que proerosivamente han tenido menos alcance entre los estados con porcentajes de pobreza altos y bajos. Solamente en la región del Oeste se ha ensanchado el alcance, pero muy poco, y en la región del Oriente Central la reducción es apenas perceptible, habiendo aminorado la tendencia, según se muestra en el cuadro IX-14. Para 1970, el alcance dentro de las reigiones era como sigue: Norte 3.9; Oeste, 10.5; Oeste Central, 7.7; Este Central, 6.2; Sur, 1.5; Golfo, 8.9. Conforme la tendencia siga continúando, las regiones deberán principiar a mezclarse unas con otras, porque el alfabetismo y las comunicaciones hacen cambiar las orientaciones locales hacia las nacionales.                                           

LA POLÍTICA DE LA REVOLUCIÓN OFICIAL: EL PASADO,      
            LOS SETENTAS Y ADELANTE           

Aunque en el curso del siglo xx la población mexicana se ha modernizado conforme la pobreza ha ido en disminución, el partido oficial (que se atribuye lo ganado en lo social) no ha alentado el crecimiento politico hada una democracia política real. Antes bien el gobierno ha creído que dentro de las alas del partido oficial existe un número suficiente de otras alas en desacuerdo para que una vez haya sido forjada la politica de acuerdo con la firme disciplina implantada por Cárdenas durante los treintas, ésta permita que los programas se lleven a cabo dentro de una política relativamente estable, y que esta estabilidad la necesita una democracia Social (es decir, beneficios para las masas) y el crecimiento económico. Ha sido esta política intransigente la que ha dado motivos para que algunos críticos digan que México ha entrado en un período de neoporfirismo. Pero, en tanto que Porfirio Díaz alentara el crecí-

 

394                                          EPÍLOGOS

miento económico con un acceso limitado a las altas esferas sociales y políticas, seguidamente el partido oficial ha alentado el crecimiento económico juntamente con la movilidad social en todos sus niveles. Sí, es cierto que a la oposición política no se le ha permitido florecer, y sin embargo el partido oficial ha abierto sus puertas cada seis años dándole cabida a nuevo talento dentro del sistema burocrático y político, habiéndose registrado el cambio en cuanto a puestos claves expresados en porcentaje de la siguiente manera: Bajo Díaz, 38.7; bajo Madero, 67.4; y desde los veintes hasta el presente, cerca del 65 por ciento (véase cuadro 22).


     No obstante la reorganización del partido oficial en 1972 con objeto de promover que los nombramientos locales de funcionarios (que tradicionalmente se imponían desde arriba, y a menudo directamente desde la presidencia), y a pesar de la revisión de las leyes electorales de 1963, en 1973, para permitir una representación más proporcionada en la Cámará de Diputados (habiéndose reducido el tanto por ciento de los votos de la oposición para ganar cinco curules del 2.5 al 1.5 y habiéndose aumentado el número máximo de tal oposición de 20 a 25, uno por cada .5 por ciento sobre 2.5), la inquietud política continúa, por varias razones.94 Primeramente, aun cuando las curules basadas en una representación proporcional tuvieran el prestigio de curules en representación de distritos, es un hecho que éstos han representado ficticiamente zonas geográficas, pues los candidatos del partido oficial han sido nombrados desde arriba. En segundo lugar, la Cámara de Diputados en todo caso, casi exclusivamente no es más que una “sociedad de debates”, que el Poder Ejecutivo raras veces toma en cuenta. (Los diputados en realidad no promulgan leyes sino que más bien echan a volar “globos de prueba” ante el Poder Ejecutivo, pues es a éste a quien toca ordenar y no escuchar lo que deba hacerse.)


     Si pudiera argumentarse que como las funciones de las diferentes agen-

     94 Al ser promulgada la ley en 1964, no obstante que exigía el 2.5 por ciento del total de los votos para diputados para que un partido de oposición pudiera obtener cinco de las curules básicas de oposición, la Cámara de Diputados decidió que el espíritu de la ley exigía una oposición aun cuando los partidos de oposición no hubiesen obtenido el 2.5 por ciento. Pasando por alto las objeciones del PAN que había ganado cerca de la cifra máxima de diputados de oposición, la Cámara de  Diputados (es decir, el PRI) le concedió 9 diputaciones al Partido Popular Socialista, aun cuando éste no obtuviera más que d 1.3 por dentó del voto; y al Partido Auténtico de la Revoludón Mexicana, con el 0.71 por dentó del voto, se le concedieron 5 curules. Véase Excélsior, agosto 31, 1964. En cuanto a la ley electoral original, véase Mario Moya Palenda, La reforma electoral (México, Ediciones Plataforma, 1964), pp. 117-119. En cuanto a las revisiones de 1973, véase Times of the Americas, enero 24, 1973.
EPÍLOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      395

CUADRO 22. Porcentajes de continuidad de funcionarios públicos
en puestos durante periodos presidenciales, 1904-1971a

Periodos presidencialesb

Número de funcionarios en continuidad

Número con previa experiencia de alta categoría

Por ciento con previa experiencia de alta categoría

Díaz, 1904-10

132

81

61.3

Díaz, 1910-11

87

60

68.9

De la Barra, 1911

58

8

13.8

Madero, 1911-13

150

49

32.6

Huerta, 1913-1914

144

32

22.2

Convención, 1914-15c

121

8

6.6

Carranza como primer jefe, 1915-17

84

14

16.7

Carranza como presidente, 1917-20

181

54

29.8

De la Huerta, 1920

56

18

32.1

Obregón, 1920-24

205

75

36.6

Calles, 1924-28

170

61

35.9

Maximato, 1928-34d

291

96

32.9

Cárdenas, 1934-40

234

83

35.4

Ávila Camacho, 1940-46

181

71

39.2

Alemán, 1946-52

190

46

24.2

Ruiz Cortines, 1952-58

168

65

38.7

López Mateos, 1958-64

178

56

31.4

Díaz Orda, 1964-70

203

69

33.9

Echeverría, 1970-76e
(a partir de 1971)

164

43

26.2

     a El conglomerado de puestos en este análisis corresponde a “Élite G” de Smith.
     b El periodo de 45 minutos de Pedro Lascurain en 191 S se ha exduido tanto de estos como de los cálculos que siguen.
     c Induye los regímenes de Francisco Carbajal, Eulalio Gutiérrez. Roque González Garza, y el de Francisco Lagos Cházaro. (Carbajal en efecto no llegó a gobernar durante la era de los “Convencionistas” como tal, porque él presidió durante la transferencia del poder, de Huerta a la constitudonalidad de los 12 individuos asociados con su régimen, 4 de los cuales habían tenido previa experiencia de alta categoria.)


     d Induye los regímenes de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez; a este periodo se le conoce como el “Maximato” debido a la supuesta dominación de Plutarco Elias Calles de la escena política de su posidón como Jefe Máximo de la Revoludón.


     e Aquí, como en todos los cálculos que siguen, deberá entenderse que los datos de alta categoría no están necesariamente completos.


     FUENTE: Peter H. Smith, “Continuity and Turnover within the Mexican Polítical Elite, 1900-1971”, en Wilkie, Meyer and Wilkie (eds.), Contemporary México, 170.

 

396                                          EPÍLOGOS

cías descentralizadas se duplican y compiten entre sí como gobierno fantasma que vela por proveer y satisfacer de día en día las necesidades y exigencias de los grupos de intereses sociales y económicos (¿acaso la política no ofrece la expresión y reunión de las necesidades de grupos de intereses?), debemos recordar que después de un siglo y medio de propaganda acerca del derecho al voto, la ciudadanía de México espera algo más de su sistema de gobierno que lo que simplemente ofrece el concepto de la "democracia social" de la Europa Oriental, que consiste, en pasar los beneficios de arriba al pueblo. En cambio, la mayor parte de los mexicanos se esfuerza por la "democracia política" al estilo occidental, por medio de la cual el pueblo elige libremente a sus dirigentes, participando de esa manera en un procedimiento complejo en el cual por lo menos unas ideas del pueblo llegan a los de arriba. Las aspiraciones de tal democracia política en efecto bien caben dentro de la retórica tradicional de la América Latina en general, y en particular en el papel que desempeña la política de los estudiantes mexicanos. Y sin importar si la democracia política "pura" sea o no sea factible en cualquier país, el mito se ha convertido en la meta que se persigue; y por eso el partido oficial de México debidamente ha convocado a elecciones, que siempre ha ganado, en general con grandes mayorías.95                


     Entonces, habiéndonos impuesto este contexto, el lector podría  preguntarse, ¿por qué el principal partido de oposición, el Partido Acción Nacional, desde su primera campaña presidencial en 1952 ha entrado en la contienda electoral a sabiendas de que no podía ganar? ¿No habría sido un arma más eficaz que el PAN se hubiese retirado de la contienda, como lo hizo en las elecciones de 1976? La incomodidad del partido oficial al haber perdido una oposición real se ha duplicado porque esa actitud no sólo pinta la campaña electoral como algo vacío, sino que pierde un poco de su ya discutible legitimidad al ponerse ésta a prueba. Sin embargo, la controversia no es simple puesto que el PAN no solamente podría hacer que sus líderes fuesen reconocidos en escala nacional durante una campaña presidencial, sino que podría ganar un apoyo para sus candidatos estatales y locales que luchan porque su plataforma sea aceptada en contra de la “democracia de un solo partido”,96 aumentando

     95 Véase mi artículo “New Hypothesis for Statistical Research in Recent Mexican History”, Latín American Research Review 6:2 (Verano de 1971, pp. 3-17, reimpreso en Wilkie, Statistics and National Policy, capítulo 1.


96 En cuanto al PAN, véase la entrevista con Manuel Gómez Morín en James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX; entrevista de historia oral: Ramón Beteta, Marte R. Gómez, Manuel Gómez Morin, Vicente Lombardo Toledano, Miguel Palomar y Vizcarra, Emilio Portes Gil, Jesús Silva Herzog (México, Distribuido por Cuadernos Americanos para el Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, 1969, capítulo 3). La ideología del PAN básicamente es muy sencilla: dar una alternativa al partido oficial. Para una comparación de las plataformas de partidos, véase Antonio Delhumeau A. (ed.), México: realidad politica de sus partidos (México, Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1970). Sobre el PAN, véase también: Franz A. von Sauer, The Alienated “Loyal” Opposition: Mexico's Partido Acción Nacional (Albuquerque: University of Neyr México Press, 1974); y Donald J. Mabry, Mexico's Acción Nacional: A Catholic Alternativo to Revolution (Syracuse, N. Y.: Syracuse University Press, 1978).

 

EPILOGO I; MÉXICO DESDE 1963                      397

con eso la intervención estatal en la vida familiar así como en los negocios particulares.


     Los miembros del PAN no decidieron la abstención del partido en las elecciones presidenciales, sino que no llegaron a ponerse de acuerdo sobre quién debía ser su candidato. Faltó poco para que Pablo Emilio Madero llegara a ser el candidato del PAN, pero le faltó un 2 por ciento en el número de votos que se necesitaban para obtener la nominación, siendo el requisito el 80 por ciento del total de la votación del partido.97 La reacción del candidato del ¥M, ¡osé Lopei Portillo, a. la. situación en que se encontraba consistió en hacer ver que la unanimidad es una posible alternativa democrática, porque no se puede obligar a la oposición a que presente un candidato ante lo que equivaldría a un rechazo casi unánime en el momento de la elección.                              


     Sobre el significado de las estadísticas electorales ha habido muchos debates en México porque, a pesar del aumento que el PAN logró, llegando al 14 por ciento del voto presidencial en 1970, en la mayor parte de las naciones occidentales se consideraría que una cifra como esa representaba una derrota abrumadora. Sin embargo, yo propongo la hipótesis de que en el caso de México a cualquier victoria electoral con una cifra menor del 70 por ciento podría considerársele una derrota.98 Otros investigadores ,han optado por escudriñar los datos electorales en cuanto a la participación en el voto, datos que se presentan en el cuadro 23. Aquí podremos observar cuatro maneras de analizar las estadísticas electorales presidenciales de México desde que la Constitución estableció el voto directo en 1917. Si los críticos del partido oficial sostienen que ha

     97 El requisito del 80 por dentó hace muy improbable la manipulación del PAN por parte del partido oficial, y sin embargo, según rumores intencionados, el PAN recibió un subsidio de parte del PM. Para una discusión sobre la convención del PAN en 1976, véase Stanley Meisler, “Is this Democracy?” Los Angeles Times, 7 de marzo de 1976.
     98 Véase la nota 95. Roderic A. Camp, “Losers in Mexican Politics”, en Wilkie y Ruddle (eds.), Methodology in Latín American Studíes, capítulo 2. Cfr. Carolyn Needleman y Martín Needleman, “Who rules México? A Critique of some Current Views on the Mexican Political Process”, Journal of Politics 31 (1969). pp. 1011-1034.

398                                          EPÍLOGOS

habido grandes cifras de abstencionismo, los datos nos revelan una tendencia a largo plazo hacia una mayor participación en el voto, de donde se deriva la aceptación de la democracia de un solo partido. Entonces, estos datos podrían interpretarse en un debate como que el partido, ofi-

CUADRO 23. Participación electoral en las elecciones
Presidenciales 1917-1976
Primera Parte


Añoa

A.
Votantes como porciento del total de la
población

B.
Votos válidos como porciento del
electorado con derecho a votarb

1917

5.3

24.5

1920

8.3

34.9

1924

10.4

44.0

1928

10.3

43.1

1934

12.8

52.6

1940

13.3

48.7

1946

10.1

40.9

1952

13.3

53.9

1958

22.2

48.4

1964

22.8

50.9

1970

27.6

56.0

1976

30.0

59.9

     a No se dan los datos de antes de 1917 porque los presidentes eran elegidos indirectamente por medio de los miembros del colegio electoral, uno por cada 500 personas.


     b E1 conglomerado de votantes con derecho a votar, generalmente se calcula de 20 años o más, pero según la ley los hombres mayores de 18 años casados y hombres solteros mayores de 21 años eran las únicas personas que podían votar, hasta que llegó a permitirse que mujeres de la misma edad pudieran votar según la reforma electoral de 1954; según la reforma electoral de 1970 toda persona de 18 años o más tiene el derecho de votar, siendo el registro y el voto obligatorio en todo sentido desde 1917. Cfr. Cuadro 24.                  

                               
     FUENTES: A. Martín C. Needler, Politics and Socieíy in México (Albuquerque: University of New México Press, 1971), 97; B. José Luis Reyna, “An Empirical Analysis of Political Modernization: The Case of México”, Ithaca, N. Y.: Tesis para el doctorado en ciencias políticas, Comell University, 1971, 112. Los datos de 1976 están tomados de Antonio Cueto Citalán, “Los resultados electorales del 4 de julio de 1976”, Linea 22 (1976), 101. Para una presentación que no hace diferencia en votos válidos y no válidos, véase González Casanova, Democracy in México, 221. En cuanto a legislación electoral, véase Legislación Electoral Mexicana, 1812-1973 (México. Secretaría de Gobernación, Diario Oficial, 1973), un libro de documentos en el cual las páginas 282, 432 y 444 son de interés especial para este caso.

EPILOGO I: MÉXICO DESDE 1963                      399

cial ha estado ganando una larga lucha para llevar a la población hacia el sistema político mexicano.

CUADRO 23. (Continuación)

Segunda Parte

(En porcentaje)


Año

Índice de abstención
que formula el PRI 1

Índice de legitimidad
que formula el PRI 2

1929

73.1

25.2

1934

73.0

26.5

1940

74.7

26.8

1946

10.3

69.8

1952

25.9

55.1

1958

28.3

64.8

1964

30.6

61.5

1970

35.1

55.0

1976

31.2

64.7

     1 La manera en que el PM calculó los votantes empadronados que no votaron fue incluyendo todos los votos anulados y los votos para candidatos no registrados como arte del voto total, contra los votantes empadronados.


     2 El PM calculó la “legitimidad” incluyendo todos los votos anulados y votos por candidatos no registrados como parte del voto total, contra los votantes elegibles, empadronados o no.


     FUENTE: Humberto Lira Mora y Juan Maccise Macase, “La legitimidad del presidente de la república: el caso mexicano”. Linea 22 (1976), 124.

     Las estadísticas electorales de la Comisión Federal Electoral mexicana nos ofrece en el cuadro 24 otra manera de ver las cosas. Al comparar los datos procedentes de esa comisión con los del cuadro 23, vemos más bien violaciones masivas de la ley que reza que todo ciudadano con derecho a votar tiene la obligación no sólo de inscribirse sino de votar. Con la baja en los porcentajes de votantes inscritos, del 74 por ciento en 1952 al 65 por ciento en las elecciones de diputados de 1967, y en las elecciones presidenciales de 1970, podría argumentarse que el partido oficial estaba perdiendo adhesiones.


     Y en efecto, si el tanto por ciento de aquellos que no votaron se agrega al tanto por ciento de los que votaron en contra del partido oficial, podremos ver en el cuadro 25 que los presidentes han perdido terreno, gobernando con solamente una mayoría de 4.1 por ciento entre 1970 y 1976. Los datos del cuadro 25 dan a entender por qué el partido oficial

 

      CUADRO 24. Ejemplos de la participación de votantes inscritos en las
elecciones presidenciales y de diputados, por regiones geosociales 1952-1976                                   

 

1952

1955f

1958

1961 f

1964

1967 f

1970

1973 f

1976 f, g

Total absoluto inscrito a

4924293

8941020

10440465

10004696

13589594

15821075

21654217

24890261

25913215

Porciento total votantes e

74.2

69.2

71.7

68.4

69.4

65.2

65.0

60.3

61.9

Baja Calif. Norte (N)d

72.9

42.6

73.1

72.4

70.1

72.0

82.2

54.8

65.6

Baja Calif. Sur (O)

90.4

89.3 c

79.6

94.0 c

76.6

62.1

68.2

53.4

66.8

Chiapas

79.1

74.8

75.5

83.2

77.4

70.4

67.1

65.2

66.0

Distrito Federal

69.9

63.2

68.9

62.3

68.5

70.7

65.2

64.1

62.8

Morelos (CO)

58.9 b

41.2

58.7

37.5 b

63.6

47.6

68.6

49.2

53.1

Quintana Roo (G)

96.2 c

83.3

74.6

72.5

98.1 c

80.0

94.0 c

84.0

84.6

Tlaxcala (CE)

82.2

80.4

87.3

83.9

80.7

70.9

70.2

76.3

85.7

     a Incluye voto de la mujer concedido desde 1955.
     b Porcentaje más bajo de todas las 32 entidades políticas.
     c Porcentaje más alto de todas las 32 entidades políticas.
     d Regiones:
                                CE = Centro-Este.
                                G = Golfo.
                                N = Norte.    
                                S = Sur.
                                O = Oeste.
     e Induye votos anulados y no registrados.
     f Elecciones para diputados federales.
     g Para comparabilidad con años anteriores cuando había oposición, en 1976 se dan datos de elección de diputados —en
1976 no hubo candidato de oposición legal en la elección presidencial.
     FUENTE: Departamento de Control Foráneo, Dirección del Registro Nacional de Electores, Comisión Federal Electoral, exceptuando datos de 1973 proveidos por el Arq. Fernando Ayala Carrión del PAN y votos de 1976 tomados de El Día, julio 16, 1976.

 

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