Mexico and the World
Vol. 6, No 3 (Summer 2001)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume6/3summer01/teorias_wilkie.html

Las Teorías  de James W. Wilkie sobre Elitelore e Historia Oral: Prefacio del  libro Frente a la Revolución Mexicana,
17  Protagonistas de la Etapa Constructiva, Entrevistas de Historia Oral, Tomo II (2001).
 
Por Rafael Rodríguez Castañeda, Editor General de la Serie
 
 
A fines de 1995 la Universidad Autónoma Metropolitana publicó el primer libro de Frente a la Revolución Mexicana, 17 protagonistas de la etapa constructiva, una serie de entrevistas de historia oral que James W. Wilkie y Edna Monzón Wilkie realizaron a personajes de la política mexicana entre 1963 y 1965.
 
De los cuatro que integrarán la serie, éste es el segundo volumen. El plan de la obra, que aparece en la página ##, muestra la distribución de las entrevistas, cuyo conjunto sumará alrededor de 1,700 páginas. Cada volumen tiene un subtítulo: i. Intelectuales, ii. Ideólogos, iii. Líderes políticos y iv. Candidatos y Presidente. Como explica el prefacio al primer volumen, esta distribución bajo cuatro subtítulos es una convención editorial en vista de que las diecisiete personas fueron, en mayor o menor medida, intelectuales, ideólogos y líderes políticos; sólo el cuarto distingue a quienes aspiraron a la Presidencia de la Repú­blica.
 
Aquí aparecen por primera vez las entrevistas a Juan de Dios Bojórquez y a Germán List Arzubide. Publicó las restantes México visto en el siglo xx, entrevistas de historia oral, un libro editado a mediados de 1969, bajo circunstancias de excepción, que también narra el prefacio anterior. El proyecto de historia oral en México fue auspiciado por las siguientes instituciones:


 
-     Bancroft Library, University of California, Berkeley
-     State University of New York at Buffalo
-     Ohio State University
-     Historical Research Foundation


De las entrevistas de los Wilkie, entonces, quedan cinco inéditas que divulgarán los volúmenes iii y iv, junto con tres previamente publicadas.
 
Es preciso hacer otra alusión al prefacio del libro i. Intelectuales, para remitir a los lectores interesados en conocer algunos antecedentes de este proyecto de historia oral: las circunstancias en que los Wilkie establecieron contacto con más de una veintena de actores de la política mexicana durante la primera mitad del siglo anterior [1] y realizaron las entrevistas; el clima político que prevalecía en México hacia 1969, cuando se publicó México visto en el siglo xx, y para tener noticia de las reacciones que produjo en el medio político y culturl del país.
 
Estas páginas se proponen reanudar la exposición de ese texto para ocuparse de otros efectos de aquel proyecto, en este caso, los que produjeron en el ámbito académico, donde el propio James W. Wilkie discutió su método de trabajo, que constituye solamente una, entre muy diversas formas de hacer historia oral.
 
También debió revisar y analizar una y otra vez el contenido de las entrevistas que obtuvo, lo mismo escuchando las voces grabadas que mediante la lectura de las transcripciones, hasta interpretar el significado de la actitud que encontró como denominador común en los personajes que constituyen su universo de estudio en el campo de la historia oral.
 
Dos enfoques principales sobre Historia Oral: entrevista con los Wilkie [2]
 
   En el campo de la historia oral en los Estados Unidos se han desarrollado dos corrientes principales que difieren en método y alcance. Una es la que han utilizado bibliotecarios a cargo de programas de historia oral y la otra es la del Centro de Historia Oral para América Latina de los Wilkie. [3]
 
   La historia oral se desarrolló como disciplina para captar, por medio de grabaciones, testimonios de viva voz sobre temas de interés histórico. En 1947 Columbia University en la Ciudad de Nueva York inició un programa de historia oral cuyo enfoque consistía en pedir a la persona entrevistada que dictara su testimonio sobre un tema o sobre la historia de su vida. El uso de este sistema condujo a la fundación de la Oral History Association, cuyo método consiste en obtener entrevistas, generalmente a cargo de bibliotecarios especializados, con el fin de archivar testimonios orales de la misma manera que archivan libros. Estos entrevistadores no intentan interferir durante el monólogo del expositor ni controlar la entrevista, que dejan por completo al arbitrio del entrevistado.
 
Afortunadamente, la Oral History Research Office en Colombia University ha realizado un segundo, significativo avance, que ayudará a la Oral History Association a llevar a cabo investigaciones utilizando el método de historia oral que desarrollaron los Wilkie. El Colombia University Program ya reconoce validez al argumento que los Wilkie formularon, el cual afirma que la discusión y el debate entre entrevistado y entrevistador se combinan para crear un nuevo tipo de documento, que con frecuencia genera nuevos conocimientos cuando el personaje entrevistado se ve obligado a explicar aparentes contradicciones o a examinar ‘nueva’ información que le presenta el entrevistador. [4]
    

   En la opinión de James y Edna Wilkie, un testimonio de historia oral es una entrevista; no una autobiografía, tampoco una biografía, porque la información que aporta el personaje depende en cierto modo de las preguntas que le formulan y él contesta. A veces la pregunta es una especie de defensa del historiador para mantener el hilo y evitar que el entrevistado tome control total de la entrevista. Mediante preguntas se logra que la entrevista se convierta en un intercambio de ideas entre el personaje entrevistado y el historiador.
 
“La entrevista de historia oral con el líder estratégico difiere del discurso u obra escrita —comenta James Wilkie— porque en esos textos las élites organizan y expresan sus ideas en orden: a, b, c, etc.
 
“Un factor importante de la historia oral es que cada personaje sea un reflejo de cómo funciona su mente, que comienza, por ejemplo, empieza con m, y va a z antes de llegar al supuesto comienzo —A. En la vida hay desorden, pero es un desorden importante que nos permite ver cómo piensa el líder día en día, y qué tiene en mente, qué noticias, qué hechos tiene a mano, sin consultar un libro. Cuando escribe, la misma persona busca información, verifica datos; en cambio, en la entrevista vemos qué banco de datos tiene en la cabeza, con qué memoria toma sus decisiones.
 
“Al darnos cuenta que una conversación puede tomar muchos caminos en cualquier momento, desarrollamos nuestro propio método de entrevistar, en el cual inyectábamos nuestra opinión y comentarios en la entrevista. Este método dio como resultado un nuevo tipo de historia oral que consiste de diálogo y discusión entre historiador y entrevistado. Entre los dos hacen un documento nuevo.
 
“Cuando los personajes de este proyecto de historia oral vivían, como Lombardo Toledano y Gómez Morín, quisieron agregar o quitar algo para mejorarlo y decirlo en dos páginas en vez de un párrafo, y agregaron algo que no está en la cinta. Esto significa que tenemos dos versiones que son válidas.
 
“Mientras tanto, nos dimos cuenta que los líderes a veces cambian de opinión sobre los acontecimientos del pasado y su significado. Entonces intentamos grabar la información y a la vez confrontar las contradicciones aparentes, para entender cómo habían cambiado su interpretación o percepción de un evento. Por ejemplo, cuando había que confrontar lo que habían dicho en fecha reciente con lo que dijeron en el pasado, nosotros decíamos —pero hace veinte años dijo esto, aquí está escrito.¡Ah! pues sí. Entonces tenían que reflexionar sobre los cambios para explicar cómo llegaron a la opinión de hoy a partir de su posición anterior.
 
“Todos explicaban su posición, justificando su vida claramente. A veces nosotros conocíamos más información que ellos acerca de algún asunto y podíamos ver que no tenían la razón; pero comprendíamos que con la información que tenían, y su necesidad de justificarse, tenían su propia razón.
 
   “Esta es la diferencia entre nuestro método y, por ejemplo, el de la Columbia University: hasta el decenio anterior, ellos acostumbraban borrar las cintas para tener una sola versión revisada y en transcripción. La idea del sistema del programa de historia oral de Columbia University era que tenía que haber una sola versión limpia y corregida, y la idea de Edna y mía fue mantener las dos versiones; la grabación y la transcripción. Al principio no aceptaron nuestro argumento de que la historia oral tiene su propio valor y tiene que ser diferente de la transcripción, la cual es una «traducción» —hablando en términos figurativos—, porque sostenemos que un reto importante para el historiador es cómo captar el tono y el énfasis de la voz del entrevistado.
 
   “Hay algo de la grabación que nunca puede ser transcrito. La grabación fiel capta el tono y tenor de la discusión y del debate en la entrevistas; la versión escrita es más bien una «traducción» de la versión oral.
 
   “Insistí y finalmente, gané el debate implícito con Columbia University —que fue debate indirecto, nunca directo—. Aceptaron mi punto de vista; admitieron que las versiones pueden ser distintas. Ahora la Columbia University conserva todas las versiones.
 
   “Aun antes de este debate con el Oral History Research Program de Columbia University, existía la posición aceptada pero errónea de la American Historical Association que, en su evaluación de la metodología en 1940, declaró que la historia oral no es utilizable y que a las entrevistas no se las puede considerar como a los documentos fidedignos, porque (1) no son escritas; y (2) la memoria falla. ¡Que falta de visión! Ya sabemos que el documento oral transcrito ya es un documento escrito. Y precisamente porque la memoria falla, lo que queremos saber es: ¿cómo falla?, ¿con qué información están trabajando las personas? ¿Cómo utilizan y/o manipulan su información?
 
   “Creo que la Asociación estaba pensando en documentos de historia oral en la tradición africana, donde una tribu o un grupo mantiene su historia pasando por las generaciones; pero es una historia colectiva en vez de historia individual, mantenida por una élite de historiadores orales, algo que no tiene nada que ver con esta historia oral, biográfica, con líderes, acerca de su vida y su interpretación de la actuación del mundo de hoy. No estamos tratando de reconstruir toda la Historia de México, como se viene haciendo oralmente con grupos que no tienen una historia escrita. Hay una gran diferencia.
 
   “La American History Association ya reconoce la importancia de la historia oral y las perspectivas de los entrevistados incitadas por el diálogo con el historiador.”
 
 
Niveles de élites que conducen a Wilkie a formular la Teoría de Elitelore [5]
 
   James Wilkie argumenta en su libro Elitelore que mientras existan historiadores de historia oral, habrá muchos que enfocarán la atención sobre el pueblo y su cosmología, es decir, su visión del mundo. Como veremos más adelante, según Wilkie este enfoque se conoce con el nombre de folklore.
 
   Los Wilkie se han concentrado en entrevistar a líderes. Aunque hay líderes de todos los niveles (de un ejido, o de una localidad del campo o una mina, de un municipio, de un sector social determinado, de un estado o de una nación), entre las élites de cada nivel hay líderes cuya especialidad los conduce a un lugar estratégico de poder.
 
   Para entender la distinción que hace James Wilkie de los diferentes niveles de élites, las palabras de Suzanne Keller ayudan a explicar parte de la teoría de Wilkie. Según Keller: [6]
 
“Virtualmente para cada actividad y para cada esfera social correspondiente, hay una élite: hay élites de soldados y de artistas, así como de banqueros y de jugadores. Este es el sentido en que Pareto usó el término. Sin embargo, hay un factor importante que diferencia a estas élites, aparte de sus diferentes habilidades y talentos: algunas élites tienen mayor influencia que otras porque sus actividades tienen mayor significado social. Son estas élites —a las cuales se refieren con varios calificativos como la élite gobernante, hombres de influencia, o la élite de poder....” [7]
 
Son estos los líderes clave en quienes los Wilkie concentraron su esfuerzo por registrar la historia oral.
 
   Las élites utilizan un conjunto de ideas para construir la justificación de su liderazgo, pasando por un proceso mental selectivo de la realidad para proteger su visión y plan, y para organizar y guiar a sus seguidores y simpatizantes. Inventan máscaras, en las palabras de Octavio Paz, que después llegan a ser para muchos «la verdad», tanto para el mundo como para ellos mismos. Si mienten, por lo general se mienten a sí mismos. A partir de esta semi-realidad, las élites toman decisiones que, independientemente de cualquier verdad, cambian el curso de la historia, y esto ocurre a escala internacional, nacional, estatal y municipal.
 
   Con relación al concepto de la realidad, Víctor Paz Estenssoro (autor de la Revolución Nacionalizadora en Bolivia, 1952-1964), reveló su concepto de «la verdad» histórica en sus entrevistas con los Wilkie en América del Sur. Sostenía que era necesario verla como «circunstancial». Según Paz Estenssoro, cuando fue presidente tuvo que considerar los consejos de sus ministros, que se basaban supuestamente en «la verdad».  Tiempo después, fuera del poder, comprendió como un hecho histórico: que la «verdadera verdad» (vv) era otra, distinta de «la verdad» sobre la que actuó en el momento de los acontecimientos durante su gobierno. Sin embargo, La vv no tenía el impacto que tuvo «la verdad» en que se basó en el momento de tomar decisiones. [8]
 
   Según James Wilkie, Víctor Paz Estenssoro opinaba que la conversación en entrevistas de historia oral con un historiador ayuda al líder a volver a pensar en la realidad de lo que en un momento histórico consideró los “hechos”.
 
Elaboración de la Teoría de Elitelore en relación con Folklore
 
   James W. Wilkie centró su atención en esa constante del comportamiento de los personajes que había entrevistado, cuya resultante eran las diferentes versiones o interpretaciones sobre un mismo acontecimiento que se producían con el paso del tiempo.
 
   “La idea era captar varias verdades de la familia revolucionaria en México y sus opositores, algo que ha llegado a ser muy complicado. Cuando ellos se mentían a sí mismos, estaban protegiendo su imagen y a veces podíamos profundizar. Si ofrecían cualquier afirmación discutible, podíamos decirles: —Pero en mil novecientos veinte, hizo usted exactamente lo contrario, —y eso los empujaba a explicar los cambios intelectuales en su vida.
 
   “Y como ellos mismos habían construido su propio mito, que era necesario para gobernar, para tomar decisiones, para decidir quién ganaba y quién no ganaba, o quién debía arriesgar la vida por «la causa»; había que justificar sus decisiones como hombres clave. Sin ellos la vida de un país no podía proseguir.
 
   “Aquí es pertinente la distinción que Paz Estenssoro hace entre la ‘verdad’ y la «verdadera verdad». En un momento de mucha presión hay que confiar en el gabinete o en los asesores y tener fe en lo que dicen, y eso es la realidad. Así se toman decisiones, sobre la información disponible en el momento, y hay que tomarlas rápidamente.
 
   “Y después, al saber lo que pasó y a raíz de los resultados de las decisiones tomadas en un momento dado, se puede saber cuál fue la situación y si la realidad, la «verdad del momento», fue verdad o no. Entonces se conoce la «verdadera verdad», la realidad.
 
   “Lo importante es que la verdad del momento, aunque no es la verdadera verdad, influye en la historia a veces más que la verdadera verdad, porque la toma de decisiones sobre información incorrecta influye y cambia el curso de la historia.
 
   “Entonces estamos tratando de ver, si podemos, la diferencia entre la ‘verdad’ y la «verdadera verdad».
 
   “Todo esto puedo resumirlo así: Escuchando las explicaciones de todos esos personajes tuve la impresión de que aquí había algo más que sus relatos. Podíamos decir que hay un lore de la élite, y de ahí surgió la teoría del elitelore: así como hay lore de folk, hay lore de élite. Y empecé a trabajar sobre el concepto de ‘elitelore’.”
 
   Antes de hablar de la teoría del elitelore, que Wilkie desprendió del estudio de los testimonios de historia oral de políticos y dirigentes cuyas opiniones cambiantes ha analizado, considero conveniente hacer una digresión semántica sobre el neologismo en razón de dos conveniencias: elucidar el término elitelore para quienes constituye una novedad y explicar la traducción de lore, en vista de que en las versiones en español de la incipiente literatura sobre el elitelore, los traductores han optado por utilizar el término en inglés para referirse a lo que en último término tiene equivalente en la palabra saber, el infinitivo sustantivado de este verbo. [9]
 
   Quien lee o escucha por primera vez un neologismo se pone alerta. Es probable que busque una definición. En el caso de elitelore, los diccionarios convencionales aún no satisfacen la consulta. Aunque fue acuñado hace 34 años, el término es todavía relativamente reciente.
 
   También funciona la similitud de elitelore con folklore a que recurrió inicialmente James W. Wilkie mismo, durante la elaboración del concepto. Si se sabe que folk y élite son términos que describen estratos diferenciados de cualquier sociedad, aunque a partir de criterios distintos, es posible conjeturar provisionalmente lo que significa elitelore.
 
   Internet, que se ha convertido en una fuente de consulta cada vez más frecuente y funcional, sirve lo mismo para enterarse de la bibliografía existente sobre este neologismo que para conocer la desproporción entre la forma en que se han difundido los términos folklore y elitelore.
 
   De diez consultas comparativas, efectuadas durante marzo y abril de 2001 mediante los buscadores de uso común en Internet, resultaron cifras que fluctúan de un día a otro. Elitelore registró, como mínimo, 9 entradas, y como máximo 40, mientras que folklore dispuso de un mínimo de 239 entradas en 37 categorías y en el extremo opuesto, 340 entradas. Con otro criterio de selección, un buscador informó que de folklore había 281,035 incidencias.
 
   Otro recurso consiste en analizar la etimología. En elitelore encontramos dos componentes. Élite, procede del francés y ha trascendido con la misma connotación a varios idiomas; lore, en cambio, es una voz del antiguo inglés —de donde también procede to learn— y tiene tres acepciones. La primera, considerada un arcaísmo, significa algo que se enseña. La segunda es concomitante de la anterior: algo que se aprende. Esta acepción, a su vez, deriva en dos connotaciones: a. Conocimiento que se gana mediante el estudio o la experiencia. b. Conocimiento o creencia tradicional.. La tercera acepción recapitula las anteriores: Un conjunto particular de conocimientos o tradición. [10]
 
   Un conjunto o corpus particular de conocimientos o tradición es un saber.
 
   Concluyo la digresión aclarando que usaré el término ‘saber’, toda vez que lo he traducido, sin embargo, subsiste la palabra ‘lore’ en las citas de James Wilkie, quien así lo expresa cuando expone sus ideas en español, así como en las citas de artículos traducidos al español.

Elitelore
 
“La idea de elitelore —informa Wilkie— tiene sus raíces en la investigación biográfica que realizamos mi esposa y yo con líderes nacionales mexicanos (1963-1965) bajo los auspicios del proyecto de Historia Oral para América Latina. Posteriormente, a través de la continuación del proyecto para grabar entrevistas con dirigentes políticos de Bolivia (1966), Brasil (1967), Costa Rica (1969) y Venezuela (1969-1970) generalizamos el uso de este término para resumir conclusiones acerca de las relaciones entre las historias de vida y la concepción del mundo de dichos dirigentes. [11]
 
            “El concepto de elitelore lo presenté por primera vez en 1967, en la Conferencia sobre Folklore y Ciencia Social, una reunión de estudiosos de las ciencias sociales y de antropólogos celebrada en la Ciudad de Nueva York. Esto causó gran revuelo. Acababan de establecer en tierra firme la disciplina de folklore y yo venía para decir. “Existe el folklore, pero también elitelore”. Creí que me iban a linchar.”
 
            Ante esa reacción original, estimulante pero también indicativa de la delicadeza del tema, Wilkie procedió con cautela: “Nunca mezclé este concepto en los libros de entrevistas porque los entrevistados podían malinterpretarlo. Los miembros de las élites quieren estudiar a los pobres pero no quieren ser estudiados.” Esta es la primera vez que se incluye este concepto en un libro de historia oral de los Wilkie.
 
            A partir del 10 de noviembre de 1967, fecha a la que James Wilkie se refiere, cuando presentó el trabajo “Oral History of «Biographical Elitelore» in Latin America” ante la Social Science Research Council Conference on Folklore and Social Science en Nueva York, acompañado de un cuestionario modelo, con preguntas hipotéticas, orientadas a conocer el elitelore de un líder en América Latina, el concepto ha motivado la reflexión de antropólogos, sociólogos e historiadores lo mismo para cuestionarlo e impugnarlo que para consolidarlo y enriquecerlo con investigaciones que han partido de la formulación inicial.
 
            A pesar de la molestia que produjo la presencia del concepto de elitelore en la conferencia de Nueva York, hubo comentarios favorables, como el del profesor Philip D. Curtin, quien, en opinión de Wilkie, “ofreció una definición valiosa de los problemas confrontados por el estudio de las élites”:
           
            “En su comentario formal de mi ponencia, hizo la siguiente observación el profesor Curtin:
 
“Hace algunos años publiqué un libro llamado The lmage of Africa (1964) sobre las actitudes que tenían las élites británicas con respecto a Africa a comienzos del siglo diecinueve. Después de leer el artículo del profesor Wil­kie advierto que esto era elitelore. Me parece que este tipo de estudio de actitudes y sentimientos generalizados, teorías poco explicitadas y temas similares, es un área hacia la cual deberían marchar los historiadores de las ideas, sea cual fuere su posición.
 
                 “Con la recopilación de datos orales que el profesor Wilkie esta llevando a cabo, podríamos empezar a considerar seriamente toda una gama de problemas de diferentes áreas de investigación que hasta el momento apenas se han tomado en cuenta:
 
            “[Una de las áreas] involucra toda la gama dentro de la estructura de las creencias de la élite. La pregunta podría reformularse así: ¿En qué medida las formulaciones individuales sobre cualquier tema se diferencian de aquellas que son dominantes o nor­males en un determinado tiempo o clase social? Un segundo problema que deriva del primero es el rol de los líderes intelectuales respecto del cambio de una norma dentro de un grupo de élite.
 
            “En la historia intelectual de occidente podemos dar como ejemplo la difusión que tuvieron las precisas formulaciones de líderes como Marx y Engels entre las clases educadas del mundo occidental, cómo en este proceso fueron comprendidas y aplicadas equivocadamente y cómo, en realidad, muy pocos de los que hablaban de ellas habían leído las obras de Freud o El capital en su totalidad.
 
            “En esta área general podría plantearse un tercer problema: ¿Cómo se inserta en el mundo de los hechos la estructura general de las creen­cias? Creo que ésta es una de las preocupaciones del profesor Wilkie. Finalmente, aunque no termina aquí la enumeración de problemas planteados en esta área, cabe preguntarse de qué modo es alterada la estructura de las creencias por los hechos o las lecciones de la experiencia."
 
            Unos años después de la presentación de la teoría del elitelore, se fundó el Journal of Latin American Lore en la Universidad de California en los Angeles, ucla, revista académica que ha publicado numerosos estudios de investigadores acerca del concepto de elitelore y sus ramificaciones: “popularlore,” “cinemalore,” “theater lore,” “literature lore” y “political lore.”
 
            Cada uno de estos términos, derivados del término ‘elitelore’ muestra cómo los líderes o los integrantes de una élite específica se expresan a través del cine, el teatro o la literatura y hacen de la película, la pieza dramática o la novela un medio para convencer a la gente que debe creer algo en particular. Al mismo tiempo revelan qué saber o creencia surgida en su género están fomentando y difundiendo.
 
            Por ahora conviene exponer de manera sucinta y progresiva, el desarrollo del concepto elitelore, según las formulaciones que han hecho James y Edna Wilkie en algunos trabajos que han escrito entre ambos o con la colaboración de otros académicos.
 
            En un ensayo sobre literatura y folklore que salió a la luz en 1978, [12] se desarrollan los conceptos de elitelore y folklore para avanzar en la teoría sobre el saber, según se refleja en la relación entre imágenes orales y escritas. Aunque ha sido materia de muchos análisis teóricos, consideran que el folklore —saber de la gente (o pueblo, en tanto que portador de cultura)— está poco estudiado, así como la interacción que guarda con el elitelore, saber de la élite. La tesis de este ensayo sostiene que existen formas de saber escrito y hablado entre la élite lo mismo que entre la gente, y que la interacción de esas formas configura creencias de élites y de masas por vías que hasta ahora las ciencias sociales no han consignado explícitamente.
 
              “Tratándose del juego entre imágenes orales y escritas —sostienen James Wilkie, Herrera-Sobek y Edna Monzón Wilkie, en el preámbulo del trabajo referido—, como incluyentes del «saber» de la élite, así como de la no-elite en la sociedad, es preciso destacar de entrada que la élite puede ser hostil ante el concepto de elitelore. La idea de elitelore sugiere que los líderes no se atienen a la verdad (como generalmente lo han pensado); en cambio, tienen su propio saber (un saber que la gente directamente no comparte) que se puede examinar en relación con el mito sobre sí mismos, costumbres, sabiduría acumulada, leyenda y tradición, factores que influyen su percepción del pasado, presente y futuro; en breve, el conocimiento que las élites previamente creyeron que existía solamente entre los sectores populares de la sociedad.
 
“Definiciones
 
                 “Lore, —es decir, saber— se define como conocimiento no institucionalizado, según aparece en los términos elitelore y folklore. En elitelore se halla en la información conceptual y perceptual, y en visiones que individuos específicos manipulan, para justificar su liderazgo, y por ende, para retener o modificar la situación en la vida de sus seguidores; y en folklore se encuentra en su sentido tradicional o popular, especialmente para explicar la situación en la vida.
 
                 “El elitelore implica los siguientes elementos, los cuales pueden o no coexistir entre sí. Primero, la autopercepción o el autoengaño, para justificar el papel de liderazgo; segundo, sistemas de información incompletos, basados en el conocimiento selectivo o autoprocurado; tercero, la protección del ego, con el propósito de que la actividad no sea obstruida por las propias dudas, o para que la realización de metas egoístas y altruistas pueda ser alterna y coincidente; cuarto, la construcción del mito que sobrevivirá, más allá de las aspiraciones alcanzables en el curso del breve término de la vida humana; y quinto, el sometimiento del poder material al poder político o intelectual, especialmente a escala nacional. Si los políticos pueden tensar más sus motivos egoístas, las élites literarias pueden estirar más sus motivos altruistas.
 
            Cuatro años antes, en el artículo “Las historias de vida en ciencias sociales” [13] , James W. Wilkie ensayó una definición con términos, tal vez más explícitos:
 
        “¿Qué significa elitelore? En el concepto que se presenta aquí, este término se refiere a:
1) La percepción que tiene un líder de sí mismo,
2) la organización de ideas acerca de su pasado (y el pasado de su grupo)
3) la justificación ante sí de acciones por las cuales le da sentido a la historia de su vida.
 
        “El concepto de ‘lore’ viene al caso por varias razones. Primeramente porque tiene un sentido de sabiduría personal adquirida por medio de experiencias acumuladas en el transcurso de la vida. Segundo, la idea de ‘lore’ está relacionada con la construcción de mitos y el autoengaño necesario para la protección del ego en la medida en que el líder lucha con un mundo de complejidades que comprende en forma parcial y de las que no puede ser consciente. Y, tercero, el concepto indica que este conjunto de información generalmente no es expresado por escrito, más bien representa un estilo de vida que el líder da por supuesto. En suma, por el hecho de que sus opiniones se relacionan más con una expresión espontánea que con una organización literaria de ideas (las cuales hacen parecer una vida más ordenada y racional de lo que normalmente es) la entrevista de historia oral se discute aquí como un medio especialmente útil para entender el papel del líder en la historia reciente.”
 
            Posteriormente los Wilkie y María Herrera-Sobek hicieron el deslinde entre el concepto de elitelore respecto de psicohistoria, ideología y folklore en los siguientes términos:
 
           “La psicohistoria no debe confundirse con el elitelore. Este último está construido conscientemente o semi-conscientemente como parte del marco de una historia de vida, repleta de contradicciones e ideas incompatibles nunca confrontadas entre sí, y como una tendencia a ver los «errores» en términos de «experiencias de aprendizaje».
 
           “La psicohistoria, en contraste, tiene que ver con los patrones inconscientes, no visibles de primera mano al protagonista. …
 
           “El elitelore puede contrastarse con la ideología de diferentes formas. Mientras que la ideología trata el pensamiento sistemático sobre la organización de la sociedad, el elitelore tiene que ver con un pensamiento relativamente asistemático sobre el papel de la propia relación con la sociedad. En tanto que la ideología por lo general está respaldada en términos racionales, se arraiga en el elitelore de los autores. Si la ideología implica la elección consciente de mito y símbolo para representar el «camino verdadero», el elitelore, por ejemplo, implica la emulación consciente y la semiinconsciente de rasgos que muestra la fortaleza del liderazgo, inclusive un tono apropiado de voz, manerismos, estilo de vestir y aspectos parecidos. Aunque la ideología se haya equilibrado con la visión del mundo, tal relación resulta equívoca porque la visión del mundo generalmente representa un amplísimo rango preestablecido de orientaciones sobre formas de vida, desarrolladas pasivamente a temprana edad. Por tanto, la visión del mundo es un concepto complementario del folklore, más que del elitelore.
 
           “El contraste entre folklore y elitelore incorpora los siguientes elementos: Autopercepción y autoengaño respecto de la función que cumplen los acontecimientos y las fuerzas para explicar «la situación difícil de la vida»; la tradición y la costumbre justifican a la mayoría de la gente, especialmente en relación con las acciones de los líderes, quienes, por ejemplo, imponen a las masas gravámenes fiscales o las mandan a la guerra por diferentes causas; las posibilidades de autodesarrollo en el curso de una vida parecen estar prescritas por ciertas fronteras y límites; los «frutos de la vida» son vistos como algo que está precedido por el sufrimiento y frecuentemente deben ser pospuestos indefinidamente, inclusive, tal vez hasta la «otra vida»; las reglas acumuladas otorgan «estabilidad» y «significado» a vidas que de otra manera parecerían insignificantes; la vida sujeta a la preocupación por obtener compensaciones y satisfacer necesidades físicas, tales como el alimento y el sexo (y frecuentemente, la bebida), dominan las vidas de los pobres; el cuestionamiento hacia el orden aceptado y hacia los líderes es limitado.
 
           “Para trascender la idea de que en todos los estratos sociales el líder dirige y el adepto lo sigue, podemos decir que el líder arregla y cambia las reglas para el adepto, quien juega el juego de la vida. El líder dice «esto es necesario porque es la ley». El populacho raramente responde «entonces, déjennos cambiar la ley». Los líderes que hablan en nombre de las masas para hacer una «revolución» (el cambio completo de las reglas) generalmente se incomodan cuando descubren que las masas se sienten cómodas con la «tradición» (las viejas reglas) porque el reaprendizaje es innecesario y las nuevas reglas pueden dejarlos con menos de lo que tenían bajo las viejas reglas.
 
“Niveles del saber
 
           “Los términos ‘elitelore’ y ‘folklore’ pueden ser utilizados con diferentes sentidos, dependiendo del contexto:
 
1.  para significar el campo que se investiga;
2  para significar el método, en especial, el perteneciente a la historia oral;
3.  para sugerir un aspecto biográfico de la investigación;
4.  para sugerir vínculos verticales entre cada saber;

a.    en términos de análisis generalizado o particularizado

b. en términos de élites en todos los estratos de una sociedad sobre un continuo, desde el ámbito nacional hasta los locales, y en términos de géneros derivados del elitelore y el folklore;

5. para sugerir interrelación entre elitelore y folklore.
 
           “En relación con los tres primeros conceptos, debemos decir, por ejemplo, que elitelore implica (1) el examen del saber de la élite mediante (2) la investigación del elitelore (tal como las entrevistas) sobre (3) historias de vidas. Más aún, un análisis extenso del elitelore recurre a la investigación de material escrito y tópico (en contraste con el biográfico). El mismo proceso es válido en el caso del folklore.” [14]
 
 
Textos relevantes e imprescindibles para comprender la Teoría de Elitelore [15]
 
 
Aclaraciones
 
            “Al desarrollar un nuevo término, elitelore, surgen ciertos problemas..., por ejemplo, en América Latina quizá más que en otras partes del mundo, las élites tienen conjuntos de creencias, mitos, dichos y leyendas acerca de ellas mismas y de la historia de sus países, que habitualmente no se escriben sino que se sobreentienden aún en los pocos casos en que [los líderes] llevan un diario o escriben memorias. Las élites tienden a creer cosas acerca de ellas o de hechos históricos que no investigan o examinan. Sobre la base de estas creencias toman decisiones de consecuencias importantes. Los líderes raramente tienen tiempo para investigar el pasado y descubrir cómo ocurrieron las cosas, o comprobar las limitaciones de su conocimiento. Así, a medida que el tiempo pasa, acumulan un conjunto de creencias que a menudo nada tiene que ver con la «verdad». Las élites transmiten su «lore» de manera informal, generalmente por medio de su afiliación a grupos formados por la afinidad de perspectivas, en las cuales se comunica sabiduría de sentido común sobre cómo obtener éxito en diversas empresas, sea en discusiones y/o por invitación.” (pp. 95-96)
 
            “La tarea principal, desde el punto de vista del elitelore, es examinar la interacción de percepciones conscientes, las cuales obran recíprocamente con los sucesos para influir y/o cambiar la trayectoria de la historia.” (p. 96)
 
            “La idea de elitelore se puede aplicar a muchas épocas históricas, pero aquí la desarrollamos en relación con la época contemporánea, en la cual la grabadora ha permitido ampliar las posibilidades de la investigación.” (p. 96.)
 
Estructura del libro Elitelore
 
            Con objeto de elucidar su teoría, James Wilkie divide Eitelore de la siguiente manera:

I.  Definición y estudio de las élites.

II. El mito heroico en la autobiografía.

III. Elitelore en México.

IV. Comprensión de imágenes.

V.  Elitelore y grupos.

VI. Metodología para la obtención de elitelore.

VII. Conclusión.

Apéndice A.  Estudio Extendido del Elitelore
Apéndice B.  Estudio del Popularlore
 
A continuación presento un extracto de cada capítulo:
 
i. Definición y estudio de las élites
 
   “El estudio de las élites a través de su lore puede hacer pensar que el término folklore es la contraparte lógica del concepto elitelore. … es necesario indicar aquí que los dos términos no son ni complementarios ni suplementarios. La contribución del elitelore a las ciencias sociales es diferente de la que ofrece el folklore, ya que generalmente éste no involucra investigación en casos únicos (como lo hace el elitelore), sino que al contrario, tiende a examinar el lore en términos de experiencias compartidas.” (p. 99.)
 
   [Sobre la posibilidad de profundizar las entrevistas con dirigentes nacionales,] “se puede abordar el elitelore por medio de técnicas tanto estructuradas como no estructuradas.” (p. 101.)
 
   “El término elitelore se usa aquí porque, en contraste con un concepto como el de «cultura de élite», implica una connotación más delimitada de creencias acumuladas que a menudo involucran el autoengaño. Además, si suponemos que los hombres intentan dar significado a sus vidas construyendo marcos de referencia que justifican sus actos y constituyen razones para vivir, podemos sugerir que es necesario grabar los mitos, leyendas, anécdotas y actitudes de los líderes que intentan dirigir los destinos políticos, sociales y económicos de la sociedad.” (p. 105.)
 
   “El elitelore se caracteriza también por involucrar una cultura que tiende a transmitirse oralmente a través de los patrones de emulación de manera informal.” (p. 105.)
 
ii. El mito heroico en la autobiografía
 
   “En [un] caso que implica selección de datos e ilusiones de po­der, el de las memorias orales de Lyndon B. Johnson, puede lle­garse a la conclusión de que si algo demuestran acerca de la trá­gica experiencia de Johnson en relación con la guerra de Viet­nam es que, cuando un líder se encuentra inundado por datos que no puede comprender (ni siquiera con computadoras, o especialmente con ellas), debe necesariamente trabajar .sobre la base de información seleccionada. A pesar de sus ilusiones, Johnson comprendió mejor que sus críticos periodísticos el problema de escribir una autobiografía; el mismo Johnson vio el problema real con mayor claridad al planear lo que sería un día la monolítica biblioteca en su memoria y en la cual depositó, en la Universidad de Texas, toneladas de documentos de su carrera política. E1 22 de mayo de 1971, Johnson dijo: "Un presidente ve las cosas desde una perspectiva única" y advirtió que en su libro no tiene intenciones de relatar los hechos tal como ocurrieron, sino «tal como yo los vi desde mi lugar estratégico».
 
   “Sin embargo, el tono mismo de su libro indica que bien podría Johnson pasar los años que le restan de vida comparando la información seleccionada con esas toneladas de papel depositadas en la biblioteca, lo que le ayudaría a percibir la diferencia entre su propio elitelore y complicadas perspectivas de la realidad que se presentan como alternativa. De todos modos las revelaciones de Johnson, tanto orales como escritas, acerca del carácter limitado de la información de que disponía, resultan mucho más valiosas para los futuros investigadores de lo que hubieran sido si el no hubiera discutido el peso de la información que tenía a su al­cance. (p. 109.)
 
 
iii. Elitelore en México
 
   “La concepción de Martín Luis Guzmán señala varios factores intelectuales en el elitelore. En primer lugar, el personaje histórico mismo puede ignorar el significado histórico de los hechos en el momento en que ocurren.
 
   “En segundo lugar, se puede ignorar el significado total de los hechos del pasado, aun trece años después, como en el caso de Guzmán cuando escribió El águila y la serpiente.
 
   “En tercer lugar, a medida que nuevos hechos históricos inciden sobre los nuevos tiempos, la visión de un líder puede cambiar, como en el caso de Guzmán cuando sale en defensa de Villa en Las memorias de Pancho Villa, más de veinte años después de los hechos en los que él había participado.
 
   “En cuarto lugar, estos puntos de vista sujetos a cambio pueden estar más relacionados con la concepción que tiene el líder de su propia autobiografía que con los hechos tal cual ocurrieron realmente. Así, a medida que la reputación de villa mejoraba, gradualmente Guzmán comprendió que al defenderlo y explicarlo, mejoraba su propia posición.” (p. 117.)
 
 
iv Comprensión de imágenes
 
   “La definición de autoengaño que proporciona Octavio Paz en El laberinto de la soledad, aparenta ser una parte integrante del elitelore:
 
   “La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable —y espuria— de su ser: esta condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad." (p. 120.)
 
   “En otro sentido, el documento de historia oral tiene valor analítico porque formula preguntas que tal vez los líderes no se harían a sí mismos, especialmente por considerar que sus propios puntos de vista están sobreentendidos.” (p. 122.)
 
   “[Ejemplos de elitelore muestran que] varias personas sienten que fueron personalmente responsables de [decisiones históricas.] Esta conclusión plantea un importante aspecto de la relación entre elitelore y clima de opinión.” (p. 124.)
 
 
v Elitelore y grupos
 
   “Las élites incorporan las ideas y aspectos fundamentales de su momento a las justificaciones de su propia vida personal. De este modo, los debates y la terminología de un período histórico proporcionan tipos variables de información a los líderes que analizan diversos asuntos día tras día. . . .
 
   “El elitelore también puede ser investigado a través de las expresiones verbales que se filtran en la literatura de la élite. [Por ejemplo, de las inversiones extranjeras en México].” (p. 125.)
 
   “Para la élite intelectual encerrada en sus confortables viviendas urbanas, la vida rural continúa ejerciendo una fascinación idílica, a menudo porque parece ofrecer un modo de superar los problemas de superpoblación, crimen y pobreza presentes en las ciudades....”
 
   “Tal vez las élites urbanas se dejen fascinar por los aparentes atractivos de la vida rural porque ignoran las migraciones masivas a las ciudades de quienes «votan con los pies». (p. 126.)
 
   “En resumen, se puede decir que con frecuencia el concepto de elitelore implica un clima de opinión que se transmite verbalmente a través de grupos auto-reclutados, cuyos miembros comparten las mismas actitudes hacia valores o estilos de vida. De este modo, las actitudes de grupos de élite pueden reflejarse en los escritos de individuos de la élite que a su vez reforzarán la identidad grupal.” (pp. 127– 128.)
 
 
 
vi. Metodología para la obtención del Elitelore
 
   “Una vez que se han sumergido en el proceso de historia oral de sus vidas, son pocos los líderes que pueden contar su historia a medias, pues esto casi equivaldría a un suicidio intelectual —las historias de vida, como las vidas mismas, deben continuar hasta que estén completas.” (p. 129.)
 
   “Al principio yo opinaba que una serie de entrevistas a una misma persona espaciadas a lo largo de un período de tiempo considerable garantizaban su representatividad; sin embargo en los últimos años he llegado a la conclusión de que las entrevistas celebradas durante varios días sucesivos permiten el desarrollo de una entrevista general más coherente, sin sacrificar la autenticidad.” (p. 133.)
 
vii. Conclusión
 
   “1° Se ha elegido el término “lore” porque tiene connotaciones de leyenda, tradición y acumulación de conocimientos. Esta presentación se halla sustentada por la tesis de que las autopercepciones del pasado, presente y futuro están integradas en un marco de referencia vital, el cual resulta indispensable para poder entender cómo y por qué han participado ciertos líderes en sucesos históricos únicos.
 
   “2° Los líderes operan con sistemas de información incompletos. Basándose en el papel que desempeñe en una situación particular, el líder poseerá una mayor o menor acumulación de conocimientos que le servirán para tomar sus decisiones, ya que no puede dejar de actuar o de tomar decisiones aunque no entienda claramente lo que está sucediendo en una situación dada. La entrevista de historia oral es útil para averiguar qué líderes poseían los conocimientos que se acercaban más a la comprensión de un suceso. En cuanto a los “hechos”, aunque es importante observar que se pueden considerar únicamente como mensajes que se filtran a través de un sistema de valores cambiantes, es importante acotar que ocurre una interacción entre estos mensajes y los sucesos, la cual ejerce influencia sobre la historia y los sistemas de valores. También a través del uso selectivo de la información uno puede “probar” de manera más o menos sofisticada cualquier cosa que se le ocurra. De este modo, los líderes no sólo manipulan los hechos (aduciendo generalmente tener más información que sus seguidores u oponentes potenciales en el liderazgo), sino que también llegan a creer en los hechos con los que se identifican.
 
   “3° En este mundo de las ideas, al justificar sus posiciones las élites no necesariamente mienten o actúan de mala fe para conseguir seguidores; se engañan, en cambio, a sí mismos. La protección del ego por el autoengaño es importante para los líderes que deben desempeñar sus roles con confianza en sí mismos. ... (p. 134.)
 
   “4° Para comprender la cultura de las élites (que se relaciona con la historia de las ideas), puede argumentarse que es necesario comprender un elemento esencial de esa cultura y que podemos llamar elitelore. Los líderes políticos advierten con frecuencia que si desean que sus ideas les sobrevivan, la construcción de un mito acerca de ellos mismos puede resultar necesaria. Esto no significa necesariamente que los líderes actúen llevados por un calculado deseo de inmortalidad, sino que así como actúan día tras día para sembrar sus ideas en la mente de otros líderes y seguidores, tendrán que construir un argumento convincente que los sobreviva en términos propagandísticos. A pesar de que la autocrítica y el autoanálisis pueden ser benéficos para un individuo, estos pueden llevar a algunos líderes a la desilusión o a la pérdida de fe en los propios objetivos. Además, el autoanálisis hecho en público puede afectar la fe de los seguidores. Por lo tanto es desgraciadamente evidente por qué los líderes políticos, e incluso algunos estudiosos, no pueden criticar sus propias teorías, como lo aconseja el método científico.
 
   “5° Sobre la base de muchas entrevistas llevadas a cabo con líderes en América Latina, se puede adelantar, con carácter de hipótesis, que en general los líderes no actúan motivados conscientemente sólo por sentimientos de malicia o de beneficio personal (como quieren hacerlo creer la mayoría de los opositores políticos, unos respecto de otros), sino que identifican el éxito de su causa (la cual refleja su elitelore) con su propio éxito político. (p. 135.)
 
   “[Esta metodología] no pretende constituir la solución para entender la historia, sino simplemente ofrecer un enfoque con posibilidades de investigación que deben desarrollarse en el futuro.
 
   “¿Cuál es el futuro del estudio del elitelore? Para abrir camino a nuevas investigaciones, [convendría que] los historiadores (y otros investigadores) grabar[an] las concepciones de los líderes, para que años más tarde los biógrafos no tengan que recurrir a [conjeturas]. (p. 137.)
 
Apendice A.  Estudio extendido del Elitelore
 
   “El elitelore no sólo ofrece un nuevo tipo de documento oral que procura comprender los sucesos históricos, sino que también puede ser usado de diferentes maneras: 1) para formular tipologías de liderazgo a través del análisis agregado de entrevistas abiertas, 2) para desarrollar el estudio de la psicohistoria a través de entrevistas y 3) para 1ª construcción de biografías compuestas mediante entrevistas.
 
   “Mientras que los usos 1) y 2) involucran métodos que pertenecen a las ciencias sociales, el ultimo, 3), está relacionado también con un enfoque humanista de la historia de vida. Como el objeto principal de esta presentación es darle énfasis a la tarea de grabar las percepciones, este Apéndice no pretende más que hacer ciertas sugerencias.
 
   “Al considerar a los líderes como fuentes de datos agregados más que como fuentes de información histórica particular, las entrevistas abiertas pueden ser examinadas para construir tipologías que tratan de la relación empírica que existe entre los factores contenidos en las historias de vida, las características de la personalidad, y los estilos de liderazgo. Dicha metodología ofrece la ventaja de hacer posible el desarrollo de un análisis estructural de entrevistas que aparentemente son poco estructuradas.” (pp. 138-139.)
 
Apendice B.  Estudio del popularlore
 
   “Para desarrollar el estudio del popularlore, el investigador puede seguir la siguiente línea de pensamiento. Así como algunos estudiosos definen el término folklore como aquello que involucra el espíritu o el alma colectiva de un “folk”, según las tradiciones inventadas por dicho folk en conjunto y no por algún otro grupo social, otros investigadores consideran que el significado del término ha sufrido un cambio que lo hace diferir del concepto rural que le dio Robert Redfield. Este último concepto cambiante puede usarse para justificar el estudio del lore del pueblo.” (p. 146.)
 
   “Una de las mayores contribuciones de Lewis en sus estudios de la vida rural y urbana fue aclarar que los términos rural y urbano, así como las propias formas de vida rural y urbana, no se excluyen entre sí.” (p. 148.)
 
   “[Mediante su método, Oscar Lewis] creó los documentos personales tal vez más eficaces que hayan usado los científicos sociales, y demostró no sólo que el valor de la autobiografía puede aumentar considerablemente cuando se guía la entrevista, sino que el método biográfico revela un lore entre la población urbana, la que se ha identificado y relacionado a veces con una «cultura de la pobreza». (p. 150.)
 
   “El propósito inicial del Lewis, antropólogo cultural, no fue explícitamente el de grabar folklore; no obstante, sus biografías están atadas al lore del pueblo. Al leer los relatos de los personajes que Lewis entrevistó, puede verse la ética que rige sus vidas, la cual provee los límites de su desarrollo personal. Esto no es ni simple biografía ni autobiografía, ni folklore, sino más bien una combinación que puede denominarse popularlore.” (p. 151.)
 
*
 
«¿Cuál es el futuro del estudio del elitelore?» —Se pregunta Wilkie y con ello, abre la puerta a nuevas especulaciones metodológicas, pero también es posible dejarla abierta a otras interrogantes —donde es preciso considerar las muy agudas y pertinentes que formuló el profesor Philip D. Curtin, que hasta donde sé, permanecen sin respuesta—: ¿en qué medida ampliará nuestro conocimiento estudiar el elitelore con otras herramientas? ¿cuál será el futuro del elitelore mismo?
 
   El elitelore de un personaje concreto será un nuevo «objeto en sí», objeto de estudio, expuesto a la vista de quien se interese por él en función de su contexto político, histórico y social. Habrá fórmulas que faciliten reducirlo a enunciados claros, transparentes, francos o cínicos.  Se le podrá inventariar como Barthes hizo, en un sencillo ejemplo, con Robinson Crusoe:
 
«La literatura toma a su cargo muchos saberes. En una novela como Robinson Crusoe existe un saber histórico, geográfico, social (colonial), técnico, botánico, antropológico (Robinson pasa de la naturaleza a la cultura.)» [16]
 
En el caso de todo líder cuyo saber sea objeto de estudio habrá que considerar expresamente el saber político de su élite, sus valores, prejuicios y «reglas del juego» al lado de su personal saber.
 
Es factible prever también la interrelación de la teoría del elitelore con otras, que desde la mitad del siglo pasado han centrado su atención en el estudio del poder.
 
Encuentro, por ejemplo, que las reflexiones sobre los nexos entre saber, discurso y poder, verdad del discurso y verdad a secas, hay más de una coincidencia entre Wilkie y Foucault. Al referirse a los sistemas de exclusión que afectan al discurso, Foucault afirma:
 
   “He aquí que un siglo más tarde la verdad superior no residía ya más en lo que era el discurso o en lo que hacía, sino que residía en lo que decía: Llegó un día en que la verdad se desplazó del acto ritualizado, eficaz y justo, de enunciación, hacia el enunciado mismo: hacia su sentido, su forma, su objeto, su relación con su referencia. Entre Hesíodo y Platón se establece cierta separación, disociando el discurso verdadero y el discurso falso; separación nueva, pues en lo sucesivo el discurso verdadero ya no será el discurso precioso y deseable, pues ya no será el discurso ligado al ejercicio del poder. El sofisma ha sido expulsado.
 
“Sin duda, esta separación histórica ha dado su forma general a nuestra voluntad de saber. Sin embargo, no ha cesado de desplazarse: las grandes mutaciones científicas quizá puedan a veces leerse como consecuencias de un descubrimiento, pero pueden leerse también como la aparición de formas nuevas de la voluntad de verdad.” [17]
 
Desde el punto de vista de Foucault, el elitelore sería una vertiente del discurso del poder; resultaría, por definición, un sistema cerrado y selectivo. Ignoro si dentro de las categorías de Foucault valdría llamarlo autocomplaciente.
 
Si el elitelore, como campo de estudio, interesa a la Historia, a la Antropología, a la Ciencia Política y por razones fácilmente comprensibles, a la Semiología Lingüística, al Psicoanálisis o al Periodismo, profesionales de estas disciplinas realizarán con mayor frecuencia y profundidad análisis del elitelore que hayan decantado de las entrevistas de Historia Oral y, en general, de los discursos que provienen del poder.
 
Por su parte, tarde o temprano el saber de las élites tomará en cuenta esa actitud vigilante e inevitablemente esta noción lo influirá. Después de la revelación de Barthes de que todo discurso implica una forma de ejercicio del poder y de la aportación de Wilkie, de que de toda historia oral es posible extractar o inferir el elitelore del líder que da su versión de los hechos, no habrá una sola declaración circunstancialmente significativa de cualquier líder de la élite del poder que escape al escrutinio y a la crítica. Y cada vez los instrumentos de análisis serán más acuciosos y precisos.
 
   Por simple rigor metodológico, se compulsará el elitelore con las memorias y las biografías autorizadas. «Voces «autorizadas» —observa Barthes— , que se autorizan para hacer escuchar el discurso de todo poder: el discurso de la arrogancia”. [18]
 
Será interesante observar si esta especie de asedio vigilante a un discurso que probablemente nunca más será objeto de una lectura inocente, lo transforma cualitativamente, lo vuelve más autocrítico y lo induce a ser más franco o a ganar mayor consistencia.
 
 
Xalapa, Ver. mayo de 2001

[1]    Además de los 17 personajes cuyas entrevistas publica esta serie, durante la época del proyecto, los Wilkie tuvieron al menos un encuentro con Nicolás T. Bernal, Carlos Fuentes, Martín Luis Guzmán, Aurelio Manrique, Melchor Ortega, Pascual Ortiz Rubio y Fidel Velázquez. La idea era incluirlos en su proyecto de Historia Oral. Sin embargo, diversas causas atribuibles tanto a los personajes como a los entrevistadores, impidieron que éstas se realizaran. De las conversaciones con otros personajes, Lázaro Cárdenas prefería contestar preguntas por escrito y Antonio Díaz Soto y Gama rechazó el proyecto de Historia Oral, al considerar la grabadora como “máquina infernal inventada por los de afuera de México para captar las ideas en forma inhumana.”

[2]    Este análisis se funda en mis propias entrevistas con James y Edna Wilkie, a partir de 1994, a quienes conocí a raíz de mi participación como investigador de campo en el estudio de Antropología Social que Oscar Lewis dirigió en Cuba. Ver Lewis, Oscar, Lewis Ruth M. y Rigdon, Susan M., Cuatro hombres. Ed. Joaquín Mortiz, 1979.

[3]    Para ampliar la información sobre el proceso de la entrevista de Historia Oral, ver, por ejemplo, Wilkie, James W. “Alternative Views in History”: (1) “Historical Statistics and (2) Oral History”, in Greenleaf, Richard E. y Meyer, Michael C. (eds.), Research in Mexican History. Lincoln: University of Nebraska Press, 1973, pp. 49-62.
Respecto de las técnicas de grabación y transcripción de entrevistas, ver Baum, Willa K. “Tips for Interviewers,” Bancroft Library, Regional Oral History Office, University of California, Berkeley http://www.lib.berkeley.edu/BANC/ROHO/rohotips.html. Ver también, Hicke, Carole, “One-Minute Guide to Oral Histories,” http://www.lib.berkeley.edu/BANC/ROHO/1minute.html and “Bibliography on Oral History Methodology and Programs”.

[4]    La Oral History Research Office en Colombia University ha adoptado la teoría de la historia que se examina en este libro. Así, en enero de 2001 su web site  incluyó la siguiente filosofía: “Nuestro trabajo se ha enfocado cada vez más en las historias de vida o la biografía para complementar nuestras entrevistas de enfoque más bien temático. Las biografías de mayor amplitud nos permiten entender mejor la vida de la persona [entrevistada] en su totalidad y así nos ofrecen un atisbo tanto de la evolución de la sociedad como del individuo, para definir el contexto de acciones sociales y políticas futuras. (...) En estudios históricos actuales, la mayor parte de los investigadores buscan datos relacionados con la motivación para captar la vida interior de los procesos sociales o una perspectiva interna de estos procesos. Buscan información acerca de procesos más complejos del desarrollo de la personalidad; la formación de la conciencia política y la intersección entre acción y creencia.  En las palabras de John (sic) Paul Sartre, se interesan no sólo en ‘lo que se le hizo a las personas, sino también en lo que las personas hicieron con lo que se les hizo a ellas.’
        Parte de la construcción cultural que permite a las personas crear sus propias historias a través de sus actividades, tiene origen en las actitudes y visiones que los motivan. Para comprender su historia, debe entenderse el proceso por medio del cual surgió esa conciencia y los efectos de la conciencia en la construcción cultural. Mediante la historia oral, es posible hacer esto con la colección de historias biográficas en las cuales se esclarece la historia social, política y cultural con el relato de la historia de una vida. La historia oral es, en este sentido, el texto histórico por excelencia. Al involucrar a historiadores y figuras políticas, como lo hace, en la creación de sus propios documentos, la historia oral une el pasado al presente, transformando el texto, en forma dialéctica, en artefacto cultural.”
        Este texto se encuentra en: http://www.cc.columbia.edu/cu/lweb/indiv/oral/philosophy.html

[5]    El siguiente análisis del concepto de elitelore se basa en los escritos de James Wilkie y en mis propias entrevistas con los Wilkie en la Ciudad de México.

[6]    Keller, Susan, “Elites”, International Enciclopedia of the Social Sciences (tomo V, 1968, p. 26)

[7]    Citado por Wilkie, p. 98 en Elitelore, traducción de Jorge Balán en su libro de obras compiladas: Jorge Balán, ed., Las Historias de Vida en Ciencias Sociales” Teoría y Técnica. (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1974), pp. 93-151. 

[8]    Víctor Paz Estenssoro es el único “nacionalizador” que ha podido regresar a la presidencia y poner fin a sus propias nacionalizaciones. Entre 1985 y 1989 desnacionalizó la industria, el sistema de transporte y hasta las minas, acabando con su “Revolución Nacional.” Paz Estenssoro, líder de masas, se había dado cuenta de que no sólo las masas sino la clase media y empresarial, habían perdido todo ante la burocracia estatista.

[9]    No le falta razón al uso del término lore, tal cual, en español, si se considera el antecedente de folklore, voz inglesa, común en varios idiomas, cuyos diccionarios aportan la definición.

[10]    Webster’s New Collegiate Dictionary. 1974.

[11]   James W. Wilkie, Elitelore, trad. de Jorge Balán, ed., Las Historias de Vida en Ciencias Sociales”. Ibid, nota 7.

[12]   James W. Wilkie, Edna Monzón Wilkie y María Herrera Sobek “Elitelore and folklore: Theory and a Case Study of Cien años de Soledad, estudio publicado en Journal of Latin American Lore 4:2 (1978) p. 183-224.

[13]   James Wilkie, Elitelore –Ibid. Nota 7

[14]   Ibid. nota 12, ver Wilkie Herrera-Sobek y Wilkie.

[15]   Ibid. nota 7, Wilkie, James W. Elitelore, traducción de Jorge Balán.

[16]    Barthes, Roland Lección inaugural de la cátedra de semiología Literaria del Collège de France. Siglo xxi Editores, 1982. p. 124.

[17]   Foucault, Michel El orden del discurso (Barcelona: Fábula Tusquets Editores, 1999. p. 20.

[18]     Barthes, Roland  Ib. p. 117.

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