Mexico and the World
Vol. 3, No 3 (Summer 1998)
http://www.profmex.org/mexicoandtheworld/volume3/3summer98/laestadistica_economica.html

VISION GLOBAL DE LOS ORIGENES DE LA ESTADISTICA. GUIA DE FORASTEROS Y NATIVOS A LA HISTORIA DE LA ESTADISTICA ECONOMICA NACIONAL
SERGIO DE LA PENA

A Jussara, naturalmente

1. INTRODUCCIÓN

1. 1. ACOTAMIENTOS ESENCIALES


Es sabido que cualquier intento de integrar series estadísticas largas acerca de los aspectos centrales de la economía mexicana para cualquier propósito, como es el rastrear la relación entre la información generada y las políticas económicas aplicadas, lleva sin remedio a una conclusión: que la información cuantitativa en casi todos los campos tiene menos de un siglo. No son muchos los aspectos acerca de los cuales se pueden formular series que comprendan más de diez años en los siglos anteriores al decenio de los ochenta del siglo XIX.

    También se constata que, a lo largo de toda la historia colonial, independiente y contemporánea de México, existe una gran abundancia de información cuantitativa dispersa, discontinua, eventual; esta, igualmente, tuvo su origen en fines utilitarios muy precisos de la administración pública. Además, usualmente adolece de indicaciones que permitan conocer su confiabilidad, cobertura y forma de captación.

    Aun así, la combinación de la información estadística de series largas con la dispersa y eventual, sobre todo con la inmensa riqueza de información cualitativa, permiten apreciaciones invaluables respecto a las tendencias históricas de los acontecimientos económicos; asimismo, respecto a su relación con los objetivos y concepciones de su tiempo. Desde luego, siempre y cuando se tengan las precauciones que merece toda información cuantitativa o cualitativa, en cuanto a quien la genera, con qué intención y cuál era su destino, originalmente.

    Una precisión importante es necesaria. En este trabajo nos referiremos exclusivamente, o casi, a la información estadística económica nacional publicada; también a la historia accidentada y precaria que ha tenido. Sus antecedentes importantes, pero escasos, se remontan al inicio de la colonia; entre estos destacan las recopilaciones debidas a las fiebres ordenadoras de Felipe II. Pero desafortunadamente para nuestro tema, fueron fiebres temporales que sirvieron para empezar a reconocer y manejar el inmenso hallazgo de la conquista, más que para establecer un sistema de captación de estadísticas continuas. Un aspecto recurrente en esos antecedentes es, naturalmente, la cuestión de los tributos novohispanos y la información necesaria para recolectarlos de manera adecuada.

    Tuvieron que pasar dos siglos de vida colonial para que se intensificara el interés por un control y por un conocimiento más preciso de los acontecimientos, riquezas e intercambios de la economía novohispana. En la segunda mitad del siglo XVIII se generaron nuevas estadísticas; de allí en adelante, hubo avances, mejoras y creciente frecuencia en la producción y publicación de información cuantitativa. Desde luego, siempre dentro de condiciones muy inestables que, para la estadística, marcan un siglo más de vida accidentada y llena de vicisitudes: un periodo en el que hubo frecuentes cambios y desapariciones de series, de fuentes, de publicaciones y también de instituciones.

 

1. 2. LO QUE SE ABORDA EN EL PRESENTE VOLUMEN


La investigación sobre los orígenes y evolución de la estadística económica nacional se emprendió sobre la base de una periodización cuyos pormenores se relatan en el anexo 1. En el presente volumen se estudian los acontecimientos correspondientes a los dos primeros periodos significativos de la historia de la estadística nacional que están delimitados en dicho anexo; estos corresponden a los lapsos de 1821 a 1877 y de este año a 1910, previo reconocimiento de los antecedentes novohispanos.

    De esa manera, nuestras referencias empiezan con los orígenes, que remiten al inicio de la época colonial; culminan en los años de la consolidación de una primera estructura estadística nacional estable y operativa, que sólo sucede hacia finales del siglo XIX, y concluyen en el segundo decenio del siglo XX con la transición al nuevo régimen de la Revolución mexicana.

    Esta transición está marcada por lo que siempre es un acontecimiento mayúsculo dentro de la estadística, que es el levantamiento de un censo de población. En este caso se trata del censo de 1921 que, aun cuando fundamentalmente previsto y preparado en sus aspectos iníciales por el porfirismo, estuvo marcado sin remedio por la intencionalidad del nuevo régimen.

    Desde luego, sus resultados reflejan las insuficiencias y errores propios de un país que estaba ocupado en destruir buena parte de las herencias institucionales y culturales del régimen anterior, así como en empezar a sustituirlos por los propios. Esa historia se prolonga hasta la actualidad y es objeto de estudio en volumen aparte.

 

1. 3. LOS RECONOCIMIENTOS


Por último, en esta introducción cabe resaltar que la investigación se llevó a efecto tanto recurriendo a fondos bibliográficos y documentales que existen en México como los que dispone la Universidad de California en Los Ángeles.

    En las diversas etapas de la investigación colaboró, en más de un modo, Jussara Teixeira. También recibí el estímulo de la crítica de James Wilkie, David Lorey y Enrique Semo. A todos ellos, mi agradecimiento.

    El trabajo desarrollado en la Universidad de California fue posible gracias a la invitación por parte del profesor James Wilkie para realizar dos estancias, como profesor invitado por el Programa sobre México del Centro de Estudios de América Latina. Agradezco las facilidades institucionales y, sobre todo, el apoyo personal y la amistad brindada por el profesor Wilkie en el desarrollo de este proyecto.

 

2. LA HISTORIA DETRAS DE LA HISTORIA


2. 1. LOS MOTIVOS DE LA ESTADÍSTICA ECONOMICA NACIONAL


La estadística económica nacional incluye la información cuantitativa que fue publicada en su momento, o posteriormente, sobre aspectos tales como: características de la población, producción y circulación de bienes y servicios, finanzas públicas y privadas, banca, comercio exterior e interior, precios, trabajo y ocupación, entre otros. Así, se refiere a la información cuantitativa sobre cuestiones significativas acerca de los muy variados aspectos de la actividad económica, en lo referente a la nación en su conjunto.

    La insistencia en lo nacional tiene consecuencias. Irremediablemente conduce al difícil y disputado campo donde se dirime lo que se entiende por nación y por nacionalidad, cuando surge la nación y que la constituye. Asimismo, los momentos de su formación, en sus diversas etapas, hasta alcanzar el pleno sentido actual; esto es, en cuanto unidad geográfica, económica, social, administrativa, étnica, cultural, política. Pero al no ser este nuestro tema central, evadimos la disputa; más bien optamos por aludir a la economía como conjunto, en vez de limitarnos a la información generada desde el surgimiento de la nación, y que se refiere al conjunto nacional. Para fines formales, se considera la fecha de consumación de la independencia, como la de la constitución política y económica inicial de la nación. Desde luego, se presta atención a las etapas formativas posteriores.

    De esta manera, se evita la disputa, pero no el tema; porque la referente a la formación de la nación y la acción del estado se encuentra permanentemente presente en la historia de la estadística. No podía ser de otra manera, porque las difíciles luchas para constituir la nación y por darle contenidos explican gran parte de esa historia. Lo anterior es natural, ya que la estadística nacional se encuentra estrechamente vinculada con el estado; es un instrumento fundamental de este, para ejercer sus funciones, según lo señala des de temprano Godofredo Achenwall, considerado el fundador de esta disciplina.

    Así, la vinculación es evidente, empezando por ese sentido funcional y utilitario que tiene. Es claro que las instituciones estatales son las principales usuarias de la estadística económica, para las funciones de gestión y administración públicas. Además, son casi las únicas generadoras de esta información, pues se asignan a sí mismas la exclusividad para eso; también, porque el estado es casi el único usuario que tiene la capacidad financiera, organizativa y técnica para enfrentar el gran esfuerzo y costo que implica captar, concentrar, depurar y publicar la información estadística.

    La excepción que en este sentido viene a la mente es la de la iglesia, hasta bien entrado el siglo XIX; sin embargo, es una excepción más aparente que real. Eso debido a que la iglesia, como institución, y desde luego como generadora de información económica nacional, hasta entonces no funciono en el sentido actual: como agente social altamente autónomo y desvinculado de los quehaceres y asuntos estatales (al menos, hasta antes de la reforma constitucional de 1991). En realidad, en esa etapa aun estaba estrechamente relacionada con la gestión pública; según algunos, como estado paralelo, y según otros, como parte del estado.

    Pero volvamos a la importancia del estado en estos menesteres. AI respecto, es necesario destacar que, además de los argumentos adelantados supra, gran parte de la información estadística que el estado capta y procesa tiene como destino exclusivo el uso interno y frecuentemente secreto que le dan las propias instituciones estatales. Eso es cierto en la actualidad, y aun mas lo era en el pasado.

    Así lo demuestra el inmenso cumulo de información confidencial que se genera para uso interno del aparato estatal. En el mejor de los casos, el público tiene acceso a esa información solo mucho tiempo después; eso, si por alguna razón afortunada se salva de la destrucción intencional o casual y se rescata de viejos archivos olvidados.

    Tampoco se puede soslayar que un factor de ese secreto es la gran importancia que tiene el dominio de la información, que es parte central del ejercicio del poder. Ejercicio que no se limita a la cuestión fundamental de tener el mandato, el derecho y la fuerza para hacer la gestión pública, incluyendo desde luego la generación de información; también comprende hacer los gestos y emitir los mensajes que reafirmen ese poder. Esta función, tal vez, explica el celo excesivo de confidencialidad o exclusividad de la información; asimismo, el inmenso esfuerzo que se dedica para mantener secuestrado su dominio, y no solamente el temor de que se difundan informaciones incómodas.  

    Así, nace la estadística económica nacional como un instrumento del poder público. Por eso, es natural que la evolución y contenido de la estadística guarden una estrecha vinculación con los avatares del estado, sus proyectos, políticas y objetivos; vicisitudes que abarcan desde el accidentado proceso de su constitución y consolidación hasta su funcionamiento regular. Eso ocurre, necesariamente, por la actuación de las cambiantes fuerzas sociales que conforman el estado y lo confrontan; los problemas que se plantea y enfrenta; los objetivos sociales que persigue, así como el grado en que los alcanza; y, desde luego, por los requerimientos del ejercicio cotidiano de la administración pública.

    Sin embargo, por grande que sea el peso del estado en todo eso, las necesidades públicas no constituyen el único determinante de la estadística económica nacional. Por lo contrario, como se verá más adelante, a lo largo del siglo y medio que cubre nuestra historia, aun en los momentos más confusos y difíciles de la vida del país, siempre hubo iniciativas de personajes y de grupos para formular y editar estadísticas con muy diversos fines e intereses.

    Entre tales fines se encuentran des de la simple curiosidad por estudiar y difundir aspectos de la vida nacional hasta el apetito por sistematizar de manera ordenada el conocimiento sobre recursos, capacidades productivas y consecuencias de los procesos económicos. De ese modo se halla lo mismo el objetivo instrumental y utilitario de la gestión pública, desde luego incluyendo el de satisfacer las necesidades de una crematística gubernamental, que el simple apetito de saber y de dar a conocer.

    Eso significa que siempre está presente el interés científico y cultural por saber; por entender e interpretar la realidad en cada momento y circunstancia, tanto en los aparatos públicos como entre estudiosos e investigadores independientes. La captación y publicación de información estadística, que se mantiene aun en las condiciones más precarias y en los momentos más inestables de la vida nacional, también muestra la avidez por el conocimiento.

    Lo anterior se concreta, en esta historia, en una reiteración de esfuerzos para abrir campos de recopilación de información por parte de personas e instituciones; incluso, si esa información carecía de una aplicación inmediata para el ordenamiento y regulación de la vida cotidiana en la nación. La figura del sabio del siglo XIX, de conocimientos enciclopédicos, devorado por una curiosidad permanente, aparece una y otra vez a lo largo de esta historia y la determina poderosamente.

    Tales hombres sabios (cabe destacar que no aparecen mujeres sabias en esta gesta) influyeron de manera significativa en la orientación de las pesquisas, en su contenido y resultados. Pero con frecuencia también se vieron impedidos por los acontecimientos, y no menos por el poder, para realizar sus proyectos. En ocasiones el obstáculo fue la simple enemistad y las diferencias políticas; sin embargo, no faltan los casos en que la razón de los antagonismos fue que sus trabajos contenían críticas al poder público.

    Tal vez por eso destacan aun más los personajes a los que empuja la pasión intelectual; los que, en los primeros decenios de vida independiente, con grandes esfuerzos procuraron satisfacer su ansia de saber, así como difundir sus hallazgos y aportaciones, frecuentemente a costa de su propia fortuna.

    Hacia la segunda mitad del siglo XIX, aparecen nuevos personajes en este quehacer de la formulación y difusión del conocimiento. Se trata de empresarios osados que encuentran lucrativa la publicación de estadísticas e investigaciones en forma de libros y revistas.

    Todo eso trae a cuento la fuerza con la que aparece la personalidad de los autores y de los responsables de las instituciones que producían y difundían la estadística económica nacional. Las circunstancias son poderosas pero la individualidad reclama su lugar en esta historia y no se deja soslayar.

    Lo anterior hace evidente que las grandes obras de la estadística, al igual que todo lo importante en la ciencia y en las artes, son de autor. Pero el autor siempre está cargado de historicidad, de circunstancia, de los acontecimientos y pasiones de su tiempo. No es el individuo ajeno a aconteceres y arrebatos quien realiza la obra intelectual -en este caso estadística- como acto íntimo y solitario. AI contrario, se trata de autores apasionados por los asuntos de su momento; que se involucran con estos, así sea sólo para conocerlos y describirlos. Otros, más osados, pretenderán dirigirlos y modificarlos.

    En nuestro caso, el interés se centra en reconocer las estadísticas económicas nacionales, a medida que se fueron publicando en México; asimismo, en los esfuerzos que se hicieron para rescatar y difundir la información cuantitativa económica del país y en construir un sistema estadístico estable. Por eso es necesario advertir que en este recuento se privilegia la información cuantitativa generada y publicada en su propio tiempo. Sólo eventualmente se mencionan elaboraciones posteriores hechas con base en tales fuentes, que se consideran esenciales y de obligada evocación.

    Una restricción adicional que cabe advertir es que no se remitirá al lector, sino excepcionalmente, al inmenso cumulo de trabajos sobre regiones, entidades federativas, municipios o localidades. Estos, más que carecer de interés, salen del marco nacional que nos hemos impuesto. Las excepciones se refieren a obras que fueron particularmente importantes para el desarrollo de la estadística nacional, ya sea por sus resultados y métodos o por la consecuencia que tuvieron en su tiempo sobre el decurso de la estadística.

    En esta relación, también se dejara de lado la enorme riqueza de las fuentes primarias, que está depositada en numerosos archivos y fondos documentales dentro y fuera del país. Son datos de primera importancia informativa; sobre todo, en el caso del Archivo General de la Nación. Pero el arqueo de los documentos existentes, la relación de su contenido, así como la crónica de su formulación y del camino que siguieron para llegar finalmente al archivo, desborda con mucho los propósitos de la presente investigación; por otra parte, requiere esfuerzos de distinta naturaleza. De ahí la necesidad ya comentada de referirse casi exclusivamente a fuentes bibliográficas y documentales publicadas.

    Además de la información cuantitativa, es necesario considerar que existe un rico acervo de descripciones y apreciaciones cualitativas de numerosos aspectos económicos, demográficos, políticos y administrativos de orden nacional, y también de formas de vida y costumbres de la población. Hay desde relatos de viajeros hasta ensayos; estos, con variable grado de especialización y profundidad, abordan aspectos específicos de la vida nacional, además de aludir a las condiciones de vida y de trabajo rural y urbana. Sin dejar de considerar la importancia fundamental que esa información cualitativa tiene para todo propósito descriptivo, analítico o interpretativo de la vida nacional, haremos abstracción casi completa de la misma, para centrarnos en el campo de la estadística.

 

2.2. LAS HISTORIAS DE LA ESTADÍSTICA ECONÓMICA NACIONAL


Cabe referirse a los escasos antecedentes que existen en cuanto a trabajos sobre la historia de la estadística económica nacional. Parece ser que el primer ensayo sobre este tema consiste en los Apuntes para la historia de la estadística económica nacional, que se debe a Francisco Barrera Lavalle, quien fuera destacado miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Su trabajo, que se elaboró con motivo y como parte de las festividades del centenario de la independencia, se difundió en 1910 en el Boletín de la sociedad. También fue publicado, por su interés, como folleto aparte.1 En su tiempo, ese texto fue justamente celebrado como una singular aportación a este campo.

    La siguiente contribución conocida sobre la historia de la estadística ocurrió en 1927. Consiste en un breve ensayo, pero de gran riqueza, que a manera de resumen histórico escribió Jesús Soto; por entonces, el era jefe de la Sección de Estudios Especiales del flamante Departamento de la Estadística Nacional. El referido ensayo fue presentado en forma de conferencia durante la Primera Reunión Nacional de Estadística.2  A este respecto, cabe recordar que la mencionada reunión fue un acto de primera importancia, convocado para preparar el censo de 1930; este reunió a notables intelectuales de esa época, como Miguel Othón de Mendizábal.

    Más adelante, la Dirección General de Estadística se impuso lo que fue una formidable tarea en su tiempo; esta consistió en hacer una valiosa recopilación exhaustiva de la bibliografía existente sobre estadísticas de México, desde la época colonial hasta 1940. Comprende los campos de la estadística demográfica, social, económica, geográfica y administrativa, entre otros aspectos. Para su elaboración, se investigaron las principales bibliotecas nacionales y algunas del extranjero. El resultado fue una obra monumental y de consulta obligada, de titulo Bibliografía mexicana de estadística, que se editó en 1942. Se trata de un trabajo único en este campo, el cual merece el esfuerzo de su reedición, no obstante que en estos tiempos sea más accesible y expedita la consulta a los principales fondos bibliográficos nacionales e internacionales.3

    Pasaron casi dos decenios para la aparición de nuevas aportaciones. Rodolfo Flores Talavera, quien por entonces dirigía la Dirección General de Estadística, en 1958, durante la Cuarta Reunión Nacional de Estadística, presentó una conferencia sobre la historia de la estadística nacional. Este trabajo también se editó en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que fue coparticipadora en esa actividad.4 Se trata de una descripción breve y abundante sobre el tema que comprende desde la época colonial hasta mediados del siglo XX.

    Nuevamente tuvieron que pasar más de dos decenios antes de que fuera abordada la historia de la estadística. Vino a romper ese largo silencio el extenso y rico ensayo bibliográfico debido a Enrique Florescano, cuyo título es Historiografía económica del periodo 1870-1910, y que fue publicado en 1980.5 Cabe mencionar de paso, y excepcionalmente, pues no se encuentra publicada, una interesante reseña; al parecer, esta fue elaborada por Peter Reich hacia 1975.6 

    El acontecimiento reciente de mayor trascendencia en este campo ha sido la publicación del Boletín de Fuentes para la Historia Económica de México, a partir de 1990, que se debe al esfuerzo personal de Carlos Marichal; Boletín que ya es una aportación de particular importancia para la investigación referida a la historia de la estadística económica nacional. 7

 

3. EN EL PRINCIPIO FUE LA COLONIA


3. 1. LA MAGRA HERENCIA ESTADÍSTICA COLONIAL


Una apreciación general con respecto a la estadística económica colonial referida a la Nueva España, en su conjunto, es la gran carencia de información de circulación pública que prevaleció durante casi toda esa época. No así la abundante correspondencia y estudios de uso interno, que fueron generados por múltiples instituciones estatales; asimismo, por la iglesia y por organizaciones de mineros y comerciantes. La riqueza de ese tipo de correspondencia, frecuentemente en respuesta a mandatos reales o dirigida al rey, hace evidente el gran cumulo de documentos que existen en diversos archivos y fondos, en México y en otros países. Estos constituyen el acervo de lo que, por una u otra circunstancia, apenas se salvó de la destrucción y olvido a lo largo de siglos; en épocas en las cuales hubo negligencia e incidentes de todo tipo que atentaron contra su preservación.

    El recuento de la información cuantitativa de conocimiento hasta cierto punto público durante el periodo colonial permite afirmar que sólo tres aspectos o campos fueron objeto de un seguimiento estadístico más o menos constante durante esa etapa. De hecho, en el primer medio siglo de vida independiente continuó lo limitado de la información. En efecto, aun con eventuales interrupciones y cambios en la cobertura y periodicidad, sólo se publicaron datos que constituyen largas series con algunos desgloses, las cuales se refieren a:

a] El comercio exterior, por la necesidad de captar la información para aplicar tasas e impuestos a la importación y exportación de bienes, así como para mantener el riguroso control del intercambio.
b] Las finanzas públicas, de importancia esencial para la administración de tributos y la gestión gubernamental.
c] La minería, y dentro de esta, la producción de oro y plata, que fueron los renglones más ricos y de mayor interés para la corona.

    Desde luego, también se dio a conocer información estadística proveniente de esfuerzos censales que eventualmente se realizaban para diversos fines: el éxito de estos fue más bien modesto, porque ninguno logro completarse para toda la Nueva España. Asimismo, abundan cifras aisladas sobre múltiples aspectos económicos que, ocasionalmente, se captaban para diversos fines. Son poco frecuentes las series que permiten el seguimiento, más allá de unos cuantos años, de hechos económicos ajenos a los tres campos antes mencionados.

    Es posible que la notable limitación de la estadística económica en la Nueva España se deba, esencialmente, a que la gestión colonial no demandaba gran abundancia de datos cuantitativos del virreinato en su conjunto. Interesaba la información para llevar a efecto el control y ordenamiento centralizado de las actividades más urgentes y redituables para la corona, que oran unas pocas; entre estas destaca, sobre todo, la administración de los tributos. En gran medida, la administración económica se realizaba localmente y por corporaciones de diverso tipo. Tal vez a eso obedezca la mayor abundancia de información local y la gran ausencia de otra, agregada, para el conjunto de la Nueva España.

    Pero sin duda la principal causa de esta tan marcada escasez de información agregada consiste en que el estado español en general no tenía interés ni propósito de estimular las actividades económicas; por lo anterior tampoco requería de información detallada para esos propósitos. El dominio colonial era centralizado; su preocupación era el control. Sin embargo, ya que los intereses económicos de la corona eran asegurar el pago de tributos y mantener el orden, tampoco se requería una minuciosa y abundante contabilidad de procesos, riquezas o potencialidades del aparato productivo.

    En este sentido, no menos importante era la escasa demanda de información, fuera del núcleo central que tomaba las decisiones en la administración pública y eclesiástica. El aparato publico colonial rendía cuentas a muy pocas entidades; las principales, localizadas en España. No había razón ni interés en que la sociedad novohispana se enterase de los asuntos públicos, excepto algunos grupos y sectores exclusivos. Después de todo era una colonia, y como tal era tratada. Además de todo lo anterior, tal vez otro factor que contribuyo a restringir la publicación de la información captada fue el elevado costo que tenia la edición de libros y documentos.

    La Suma de visitas de pueblos por orden alfabético, de autores anónimos, se reconoce como el primer documento con referencias cuantitativas importantes del periodo colonial.8 Consiste en un relato y recopilación de información temprana acerca del estado que guardaba la población tributaria indígena hacia mediados del siglo XVI. Incluye datos sobre la cuantía de dicha población, una relación de sus propiedades y los tributos que entregaban.

    Se trata de un documento elaborado por eclesiásticos para la administración real, no para ser publicado. Con todo y su riqueza, solo aporta una diversidad de datos particulares, para informar a las autoridades reales acerca de la administración de los tributos. Lo mismo ocurre en cuanto al esencial dato demográfico, ya que no permite cuantificar la población total, a pesar del minucioso recuento de los indígenas tributarios enteros, que eran los casados; medio tributarios, o sea, los viudos, y no tributarios, los solteros. Así queda excluida una gran cantidad de pobladores no tributarios, como los menores de edad, las mujeres y otros exceptuados de tales obligaciones.

    Pocos años más tarde, en 1571, el arzobispo fray Alonso de Montúfar envió un cuidadoso informe al rey acerca de la situación de la Nueva España. En este se alude a diversos aspectos relativos a la situación de la población indígena, con el fin de argumentar que los indios deberían pagar diezmos.9 

    Durante el reinado de Felipe II se requirieron informes y relaciones extensas sobre gran diversidad de cuestiones. La real disposición especificaba la exigencia de recabar información completa respecto a: aspectos geográficos, orografía, bahías, caminos, asentamientos, tierras, habitantes, minas y otros temas que deberían responder las autoridades civiles y eclesiásticas. Para cumplir con el mandato, a partir de una cuidadosa encuesta que se elaboro, se realizaron múltiples esfuerzos entre 1577 y 1586, cuando se concluyeron los trabajos.

    De esa labor resultaron documentos notables, como la Descripción Geográfica de los Reinos de Galicia, Vizcaya y León. El conjunto de esos documentos, elaborados en obediencia a la real disposición, se conocieron en forma genérica bajo la denominación común de Relaciones geográficas: obra que, aunque incompleta por la dispersión y pérdida de varios de tales documentos, sin duda constituye el grupo de trabajos más valioso del siglo XVI. De estos, se hicieron diversas publicaciones y usos; por ejemplo, destaca el texto de fray Juan de Torquemada. Un conjunto de descripciones fue adquirido por Joaquín García Icazbalceta, en España, durante el siglo XIX; lo utilizó para sus trabajos y lo vendió decenios después a la Universidad de Texas.

    En el último decenio del siglo XVI fueron levantadas recopilaciones que se conocieron con el nombre de Padrón general: uno se efectuó en 1591 por órdenes del virrey Luis de Velasco, y el otro se realizó en 1599 por disposición del conde de Monterrey.

    Una nueva versión de las Relaciones geográficas fue emprendida en 1607, a partir de un requerimiento aun más detallado y extenso que el anterior. Esta labor se dio por terminada en 1610. Después se inició el ciclo de los censos desconocidos.

    La denominación obedece a que se sabe que fueron levantados siete censos, pero se desconocen sus resultados; sólo hay referencias de que se realizaron, como las recogidas por Orozco y Berra.10 Es posible que más bien fueran apreciaciones o estimaciones para diversos objetivos que propiamente censos. En todo caso, la relación de tales recuentos, según el año en que fueron hechos, quien lo encargó y lo elaboró, que consigna Orozco y Berra en su acucioso estudio, se lee como sigue:

    Con base en los datos de los citados censos de 1614 y 1625, Juan Diez de la Calle dio a conocer un importante Memorial y noticias sacras, en 1646.11 La principal aportación de este consiste en los datos que contiene en materia eclesiástica y, sobre todo, de la población española e indígena que había a mediados del siglo XVII; del minero de casas (30 000, según el reporte), así como de los edificios y sus valores.

    De insoslayable importancia en este recuento es el Theatro americano, debido a José Antonio Villaseñor.12 A este último, cosmógrafo y contador general, el conde de Fuenclara le encargó, a principios del siglo XVII, que formulase una relación acerca del estado general de: templos, conventos, colegios y hospitales, así como de sus consumos. También se le pidieron datos sobre el número de familias que habitaban en cada obispado, encargo que cumplió cabalmente.

 

3.2. LA ESTADÍSTICA DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS


El cuadro general de la vida colonial fue cambiante a lo largo de los siglos. Para nuestro objetivo, es de particular importancia evocar las circunstancias excepcionales que irrumpieron en los que sedan los últimos cinco decenios de dominio colonial, situaciones que marcarían el nacimiento y los primeros pasos de la que es, propiamente, la estadística económica nacional.

    En España, al igual que en todo el imperio, la economía, la sociedad, y consecuentemente la información, sufrieron notables cambios radicales en la segunda mitad del siglo XVIII; transformaciones debidas a las reformas liberales impulsadas por los Borbones al hacerse del trono; lineamientos que impusieron en el vigoroso intento de introducir en el imperio, así como en la organización económica, algunos de los cambios tecnológicos, comerciales y políticos que por entonces revolucionaban Europa.

    La versión colonial de tales reformas fue formulada por José Campillo y Cossío, desde 1743, en su Nuevo sistema de gobierno económico para la América. Se trata de un notable ensayo que, originalmente, tuvo el carácter de documento confidencial, Por eso solamente fue conocido por un reducido círculo de la corte, y casi quedo olvidado durante medio siglo, ya que hasta 1789 no se editó por primera vez y lo conoció el público en general.13

    Es interesante evocar los aspectos más destacados de las originales proposiciones de Campillo en cuanto a la política colonial, porque inspiraron el proyecto transformador que finalmente se puso en acción como parte de la reformas borbónicas. El objetivo esencial para Campillo era aumentar la demanda de productos de la industria española en el imperio, para lo cual se requería emprender una política de estimulo y liberalización de las colonias.

    A tal efecto, Campillo señalaba la necesidad de introducir profundos cambios en diversos aspectos. Entre estos, destacan la eliminación del monopolio comercial de Cádiz; situación que significaba, entre otras cosas, acabar con la prohibición secular de intercambio mercantil entre las colonias.

    Por lo que respecta a la Nueva España, Campillo proponía estimular vigorosamente la minería, mediante el otorgamiento de facilidades y créditos para reconstruir la actividad e introducir cambios tecnológicos. Con el fin de incrementar la capacidad de consumo y el mercado de manufacturas españolas en particular, aconsejaba introducir medidas radicales, aun si se afectasen los más poderosos intereses.

    Tal vez la reforma más audaz, dentro de los osados cambios que proponía, consistía en realizar un amplio reparto de tierras en las colonias entre los indígenas e incorporarlos a la economía de mercado. No menos importante y radical en su tiempo, era la de eliminar las trabas interiores al comercio. También señalaba que, para el éxito de esas reformas, era indispensable realizar grandes transformaciones en la administración pública y en el gobierno. A ese efecto, propuso la creación de intendencias permanentes.

    Las ideas de Campillo despertaron interés, pero encontraron resistencia en la corte. Su opúsculo manuscrito circuló poco y, en un principio, alcanzó escasa influencia. Sin embargo, Bernardo Ward, ministro de la Real Junta de Comercio y Moneda, lo conoció y rescató del olvido veinte años mas tarde. Recuperó algunas de las audaces ideas de Campillo y las propuso como parte sustancial de una nueva política colonial.

    Ward expuso su gran concepción de la política, que debería seguirse para la transformación y reconstrucción del imperio, en el Proyecto económico que presentó en 1762. A pesar de la indudable importancia del documento, sólo se publicó diecisiete años mas tarde.14 En todo caso, las formulaciones de Ward fueron las directrices que se siguieron para el desafío de los importantes cambios de política económica. Casi de inmediato, las ambiciosas reformas delineadas por Ward se emprendieron en todo el imperio.

    Desde luego, resultó más moderada la propuesta de Ward finalmente aceptada que el proyecto de Campillo, el cual sin duda era más ambicioso y radical. En cuanto a las preocupaciones de Campillo, entre las ausencias más importantes de estas en el cuerpo de política que finalmente se aplicó destaca el interés en estimular la demanda indígena de manufacturas españolas, En consecuencia, también fue soslayada la notable idea de emprender la reforma agraria que proponía para eso; cambio que, sin duda, habría cambiado la historia de la Nueva España.

    A partir de 1764, se empezaron a aplicar las disposiciones en la Nueva España, mediante la enérgica mana del visitador José de Gálvez, medidas que habrían de conocerse con el nombre genérico de las reformas borbónicas. José de Gálvez había sido enviado a la Nueva España en 1761, con la misión real de Carlos III y con plenos poderes para vigilar y corregir el desempeño del virreinato. Fue bien escogido el comisionado, porque se entregó con pasión a cumplir el mandato. Una tarea prioritaria resultó ser la atención a las numerosas quejas surgidas acerca de la gestión del virrey Montserrat.

    Con el amplio conocimiento de los asuntos del virreinato que había acumulado en los tres años iníciales de su gestión, con gran convicción en lo que hacía y con los poderes totales que le otorgó el rey el visitador Gálvez se aplico a la formidable tarea de transformar el virreinato según los lineamientos de las reformas borbónicas. Sólo a eso se dedicó durante los ocho años siguientes que permaneció en la Nueva España; empleo su inmensa vitalidad, diligencia y talento en llevar adelante las reformas. Cometido que, en verdad, logró.

    De inmediato, se metió a sanear las finanzas públicas y los asuntos del estado. Para lograrlo, convirtió la producción y venta de tabaco en monopolio real, creó nuevos impuestos, introdujo cambios en las aduanas y emprendió la organización de la contaduría de haciendas municipales. También se ocupo de cuestiones militares y de seguridad; por ejemplo, creó un ejército de mando y meollo hispano, de acuerdo con los lineamientos que regían en el imperio. A tal efecto, llegaron contingentes militares de España y se hicieron levas para reclutar nativos. Mientras tanto, destituyó y llevó ajuicio al virrey Montserrat.

    En 1767, la corona decretó la expulsión de los jesuitas de la Nueva España y de todo el imperio; así, se deshacía de su presencia que tanto la irritaba y se quedaba con sus riquezas; bienes que las exhaustas áreas reales tanto necesitaban.

    Sin lugar a dudas, era una medida considerada necesaria y un magnifico negocio; pero se tomó a costa de enfrentar severas tensiones y explosiones de protesta en todo el imperio. La Nueva España no fue la excepción. El conflicto cimbro el reino y al implacable Gálvez le correspondió enfrentarlo.

    La expulsión de los jesuitas se sumo a otros viejos y nuevos agravios a la población, como era la elevación de los impuestos. En todo caso, fue causa de una violenta y extendida explosión de irritación social, acumulada por muchos motivos. Hubo protestas de numerosos grupos y motines por la expulsión de los jesuitas, que sin lugar a equívocos traslucían otras demandas y quejas.

    La rebelión popular fue violentamente reprimida por la dura mana de Gálvez y, como resultado, hubo cientos de muertos, encarcelados y desterrados. Entre estos últimos se encontraron más de 400 jesuitas mexicanos. La iglesia perdió poder en el lance. En cambio, el ejército adquirió mayor peso en los asuntos del virreinato. Pese a todo, las reformas prosiguieron.

    La pasión transformadora se centró en impulsar la minería y liberar el comercio interno y externo de algunas trabas y monopolios, entre los muchos obstáculos que enfrentaban tales actividades. Pero hasta ahí llegaron las reformas en el campo económico. Persistió la rigurosa observación de viejas normas y restricciones coloniales en muchas otras actividades productivas y quehaceres económicos; lineamientos que constituían poderosas trabas.

    Al mismo tiempo, se emprendieron cambios en la administración pública, para modernizarla y atender las nuevas tareas que demandaban las reformas. Lugar destacado en el reordenamiento y transformación que se emprendió en este campo fue la amplia depuración del aparato público; asimismo, la reorganización del virreinato en intendencias. Los efectos positivos de tales medidas fueron considerados notables.

    Gálvez retornó a España. Sin embargo, prosiguió la transformación y se llevaron adelante otras reformas; sobre todo en el campo de la administración pública. Era asunto de gran interés para la administración de la colonia, por las inmensas dificultades que presentaban la división territorial y las funciones de los diversos poderes. El nuevo ordenamiento de funciones por intendencias fue realizado por funcionarios que conjuntaban talento e iniciativa. En estas tareas destacó particularmente la diligencia y talento del nuevo virrey, Juan Vicente Güemes, conde de Revillagigedo, quien entró en funciones a partir de 1789.

    A pesar de que las reformas redujeron o eliminaron solamente algunos de los grandes obstáculos que existían para la operación de la economía, las consecuencias fueron notables y generaron importantes estímulos. Se lograron grandes avances en la producción minera, así como efectos positivos en la actividad comercial, por la liberalización externa e interna. A pesar de las importantes y numerosas restricciones que persistieron y de otras nuevas que se crearon, de alguna manera también se logró beneficiar otras actividades económicas con los estímulos creados por las reformas, como ocurrió en el caso de la industria.

    De hecho, las reformas borbónicas crearon las condiciones para construir una nueva economía en el conjunto del imperio, durante las décadas siguientes. La operación y administración de esa nueva economía reclamaba nuevas formas de regulación y ordenamiento de las colonias y de España. Era necesaria una gestión pública y privada diferente, que exigía un mejor conocimiento de la economía metropolitana y de los reinos, provincias y territorios de la corona. Eso, a su vez, demandaba nueva y diversa información económica, para atender las exigencias de la operación de las relaciones económicas y de gestión pública. Todo lo anterior dio lugar a una producción mucho mayor de estadísticas y a nuevos criterios respecto a su difusión.

    Uno de los primeros documentos conocidos, entre los muchos que se formularon a tal respecto, fue realizado por los comerciantes que formaban el Consulado de México; es la respuesta que dieron a la orden real del 30 de octubre de 1787, en el sentido de que informasen sobre el estado del comercio exterior que manejaban, los impuestos pagados y otros datos sobre sus negocios. El 31 de mayo de 1788, dicha corporación dio respuesta al requerimiento de la corona, mediante un documento que contiene rica información sobre los aspectos demandados.

    Se trata de una amplia recopilación de datos económicos de la época, que permaneció inédita siglo y medio. Sólo se dio a conocer al público, y eso de manera restringida, en 1934, gracias a la dedicación de Luis Chávez Orozco, autor que la rescató para incluirla en la publicación Cuadro de La situación económica Novo-Hispana.15 

    Cabe destacar que dicha respuesta del poderoso consulado tuvo gran importancia en los acontecimientos de su tiempo. Aparte del valioso contenido informativo de esta, fue la base de la decisión de la corona de aplicar efectivamente las reformas propuestas. A partir de tal decisión, se abrió parcialmente la Nueva España a las transformaciones liberales seleccionadas, así como a un mayor intercambio mundial.

    El virrey Juan Vicente Güemes, conde de Revillagigedo, se dedicó de lleno y con entusiasmo a llevar adelante las reformas, durante sus cinco años de gestión (1789 a 1794). Entre sus preocupaciones principales estuvo la aplicación de la Ordenanza de Intendencias, que había entrado en vigor en diciembre de 1786; esta contenía muchas más instrucciones que la sola redefinición geográfica de la división administrativa de la Nueva España.

    Dicha ordenanza exigía la recopilación, por autoridades locales, de abundante información. Resultado de tales esfuerzos fue el levantamiento de los detallados padrones, que se llevo a efecto entre 1791 y 1793; padrones que constituyen un invaluable acervo de información, aunque incompleto, pues no se logro la respuesta de todas las unidades administrativas de las intendencias. Por lo que se sabe, tampoco se publicaron los resultados obtenidos.16

    Dicho censo, conocido como el de Revillagigedo en honor del ilustrado virrey, constituyo una novedad en cuanto a la variedad de información que recogió; desde luego, la principal fue la relativa a las características de la población. Sin embargo, también contiene muchos más datos sobre diversos aspectos económicos. De sus resultados, el propio Revillagigedo mando hacer una recopilación y resumen, que dejo a su sucesor a manera de informe confidencial o Instrucción reservada.17

    Había entusiasmo por utilizar y difundir los resultados obtenidos. Por lo que se sabe, la primera publicación que se hizo con base en la información del censo de Revillagigedo fue la Noticia geográfica del reino de Nueva España y estado de su población, agricultura, artes y comercio, debida a Carlos de Urrutia y dada a conocer en 1794.18

    Se trata de un encargo que un año antes el virrey le hizo al autor, quien, como se ve, lo cumplió con gran diligencia. Urrutia, nacido en Cuba, era por entonces un militar de elevado rango; ya antes había ocupado importantes cargos en la administración pública de las colonias españolas, como fueron las gubernaturas de Veracruz y Santo Domingo.

    Urrutia contó con la colaboración de Joaquín Maniau y de Ignacio Sierra para el desempeño de su investigación; esta resultó una valiosa recopilación de la información censal de los padrones y de otras fuentes dispersas. Con ese acervo, trazó un panorama económico de la Nueva España; este es de gran relevancia, aunque solamente comprenda la mitad de las intendencias.

    Las cuestiones de la hacienda pública eran de particular interés para introducir las reformas liberales borbónicas y para la gestión de la nueva administración. De ahí la atención que se prestó al tema y la publicación de varias obras de primera importancia que se realizaron hacia finales del siglo; documentos que recogen un gran acervo de información estadística fiscal.

    Entre éstos destaca el compendia de la Historia de la Real Hacienda de la Nueva España de Joaquín Maniau, que fue escrito en 1794, según se consigna a en el texto.19 A su autor, brillante investigador, lo habíamos encontrado colaborando con Urrutia en la realización de la Noticia, antes mencionada.

    En la culminación exitosa de su empresa sin duda le ayudó, a don Joaquín Maniau, la experiencia que obtuvo en su gestión como oficial mayor de la Dirección y Contaduría General del Tabaco; asimismo la de contador del Monte Pio, que desempeño por varios años, Además de funcionario importante del gobierno colonial, también fue un político liberal destacado, que luchó por la transformación de la Nueva España. Por eso fue designado a las cortes de Cádiz, que se reunieron en las críticas circunstancias de la reina, en lucha por su independencia de Francia; institución en la que fungió como presidente hasta su disolución en 1813. A su retorno a la Nueva España, fue acusado y permaneció preso por el cargo de liberal, hasta su indulto en 1815. Murió cinco años más tarde.

    Muy importante en el campo de las finanzas coloniales es la gran obra sobre la Historia general de Real Hacienda, que fue hecha hacia finales del siglo por Fabián de Fonseca, nacido en Granada, y por Carlos de Urrutia, quien había destacado en estos campos. Además, contaron con la colaboración de nuestro conocido Joaquín Maniau, para cumplir con la encomienda que les hiciera el virrey Revillagigedo en 1790, consistente en escribir "el libro de la razón general de real hacienda".20 Por cierto, esta obra permaneció inédita hasta 1845, según noticia del impresor.

    Fueron los citados padrones y otra información generada en la época de Revillagigedo y de su sucesor los que en gran medida permitieron a Alejandro von Humboldt, quien permaneció en México durante gran parte de 1803 y 1804, elaborar su inmensa aportación, obra primera en su género sobre el virreinato, sobre la situación geográfica, económica, social y política de la Nueva España. Humboldt fue el arquetipo del sabio movido por un ansia a insaciable de conocimientos enciclopédicos, a los que dedicó vida y fortuna.

    En efecto, tras una brillante serie de investigaciones geológicas y mineras que realice en Europa, su interés por el estudio de América lo condujo a Madrid en 1798. Allí obtuvo de Carlos IV autorización, pasaporte y recomendaciones amplísimas dirigidas a las autoridades virreinales de América, para efectuar sus estudios, pero ningún apoyo económico. Humboldt organizó y realizó de su propio peculio la prolongada expedición científica que lo llevó a visitar varios puntos de América durante cuatro años. Por fin desembarcó en Acapulco a principios, de 1803, y poco después se encontraba en la ciudad de México.

    Su prolongada estancia en el país, sin duda dio nuevos ánimos a los sabios mexicanos con quienes trabó fructífera relación, de la que todos se enriquecieron. En Humboldt se denota la influencia de sus interlocutores americanos desde sus primeros escritos, recién llegado a la capital, y sobre todo en los elaborados más adelante. A su vez, el ejerció una gran influencia estimulante en el quehacer científico mexicano; en primerísimo lugar, se encuentra el impulso que dio a la estadística económica. De hecho, su presencia marco una orientación que habría de perdurar hasta finales del siglo.

    Humboldt dio a conocer, con base en el cumulo de nueva información que se venía generando desde finales del siglo XVIII, un primer resultado de su trabajo en México; este consistió en sus famosas Tablas, que se publicaron en 1808.21 Esta aportación abrió una época en cuanto a elaboración de ensayos mexicanos, con abundante información heterogénea, en la que ocupa un lugar central la estadística económica. Para realizar su trabajo, devoró una inmensa cantidad de documentos, libros y estadísticas, que se habían publicado sobre todo hacia finales del siglo; además, departió ampliamente con la gente ilustrada de la Nueva España.

    Como se sabe, la gran obra que resulto de todo eso fue su monumental Ensayo político sobre el reyno de la Nueva España; la primera edición de esta en alemán salió a la luz en Europa entre 1808 y 1811, y se público por primera vez en español en 1822.22 Curiosamente, la dedicatoria de la obra que hizo Humboldt a Carlos IV, en reconocimiento, fue suprimida en las ediciones españolas.

    Sin embargo, es necesario regresar tres decenios atrás. El impulso que tuvieron las reformas borbónicas en la Nueva España iba decayendo hacia finales del siglo, por la falta de seguimiento y profundización de las transformaciones emprendidas. La pasión modernizadora fue declinando en España hacia finales del siglo; también en la Nueva España, pues esta carecía de atribuciones para seguir una política propia y de posibilidades de imponerla. Era considerada por la corona como un simple apéndice apartador de riquezas.

    Lo que se proponía el borbonismo ilustrado, como bien apuntaba en su tiempo el connotado independentista fray Servando Teresa de Mier, no era el desarrollo de la Nueva España. Ni siquiera buscaba una apertura que le permitiera un respiro; sino tan solo sustraer los mayores beneficios posibles. No pretendía convertirla en una verdadera provincia del imperio, como se imaginaban algunos ilusos, sino mantenerla en su condición de colonia.

    Por otra parte, además de las resistencias conservadoras en España, hacia finales del siglo XVIII el reino se vio envuelto de nuevo en guerras externas y conflictos internos, que absorbían toda su energía y atención. Lo anterior ayudo a que fueran relegados los esfuerzos para la transformación y reordenamiento de la economía imperial. En las colonias americanas y específicamente en la Nueva España, a ese abandono pronto se sumo la inquietud política, que la recorría en los primeros años del nuevo siglo. Las causas de tales inquietudes son muchas. En primer lugar, están el deterioro del dominio español y la creciente irritación de los nativos por la asfixia económica; también, por la discriminación sufrida, sobre todo por los criollos, y que se agudizaba peligrosamente.

    Después, a principios del siglo XIX, la invasión napoleónica de España y la conmoción del inicio de la guerra de independencia en la Nueva España alteraron cada vez más la vida colonial. Se abandono la preocupación por el conocimiento de la realidad económica, pues el gobierno se dedico a atender asuntos más urgentes, como el de mantener el dominio español ante la rebelión insurgente que surgió en 1810.

    Sin embargo, no todas las transformaciones borbónicas se perdieron en esos tiempos agitados. De aquella irrupción liberal quedaron, de alguna manera, estructuras productivas y cambios en el comercio. Además, se abrieron algunos resquicios en el riguroso control colonial, que defendieron los novohispanos, y ciertamente persistieron las reformas y modificaciones de la administración pública.

    Mas importante fue, tal vez, que las reformas borbónicas auspiciaron las expectativas políticas e ideológicas del liberalismo. Despertaron apetitos de libertad, de eliminar obstáculos para la creación de industrias y para mantener un intercambio más libre con el resto del mundo. Todo eso se habría de retomar con nuevos bríos y otros contenidos en el México independiente.

    En todo caso, los antecedentes de las reformas borbónicas son insoslayables para el sistema estadístico nacional. EI liberalismo hispano, con todo y lo limitado de los cambios que introdujo en las colonias, impulso la formulación de nuevas estadísticas y la difusión de estas. Así lo hace evidente la mayor abundancia de publicaciones de contenido estadístico y con información de variada naturaleza, sobre todo en el último decenio del siglo XVIII; textos que no solo se captaron y se hicieron circular en el círculo exclusivo de la administración sino que se dieron a conocer al público.

 

3.3. LAS ÚLTIMAS APORTACIONES DE LA NUEVA ESPAÑA


El escándalo desatado desde finales de siglo en todo el imperio, incluida la Nueva España, porque la corona exigía el financiamiento de sus ''vales reales", con el fin de cubrir los inmensos faltantes en el tesoro, tuvo afortunadas consecuencias para la estadística. Al respecto, cabe recordar que el rey requirió a la iglesia de la Nueva España, así como a la de todos sus dominios, que colaborase con las quebradas finanzas públicas mediante el "rescate" de tales vales; acción que era entendida, con toda razón, como saqueo legal por parte de la corona.

    En cualquier caso, la requisitoria real provocó grandes y justificados lamentos de los representantes de la iglesia, comerciantes y propietarios; además, tuvo graves consecuencias para la vida colonial. En cambio, fue una feliz oportunidad para la estadística, porque obligó a los afectados a recopilar y difundir una rica información sobre la situación de la Nueva España; datos que formaban parte de sus argumentos en favor de que se derogara la medida confiscatoria de sus fortunas.

    Uno de los momentos culminantes de los dares y tomares entre la iglesia y la corona a que dieron lugar tales disposiciones ocurrió en 1804, cuando el rey emitió la cedula para la consolidación de vales reales. En esta, se disponía la obligación de la iglesia de enajenar bienes y cobrar los viejos préstamos otorgados a comerciantes, mineros y hacendados, con los fondos de capellanías y de obras pías; la finalidad de eso era redimir papeles de la corona que, con razón, suponían que carecían de valor alguno. Como es previsible, tal medida provocó enérgicas resistencias y protestas entre todos los afectados, en vista de que representaba la sustracción de un gran volumen de recursos.

    Desde luego, a la iglesia no le entusiasmaba nada la perspectiva de perder de golpe una parte sustancial de la riqueza que había acumulado a lo largo de siglos. AI respecto, resultaba evidente que la consolidación de vales era a fondo perdido. Pero en realidad, su renuencia no tenia sustento legal sino, en todo caso, en los usos y costumbres; porque, a final de cuentas, tales riquezas pertenecían al estado, según la legislación vigente.

    Pero no sólo mortificaba a la iglesia la perdida de una gran riqueza. No menos importante era su preocupación por el efecto catastrófico que tendría la sustracción de gran parte de los escasos recursos financieros disponibles en la economía novohispana y en toda la sociedad. Cabe recordar que la actividad económica estuvo, a lo largo de la colonia, casi permanentemente asfixiada por las deficiencias de circulante y la escasez del crédito, cuya fuente más importante era precisamente la iglesia.

    Era una preocupación ciertamente responsable y legitima la de la iglesia. Después de todo, su importancia y funciones en la sociedad le daban los privilegios y obligaciones de ser casi un estado paralelo, aunque sometido. Lo anterior le imponía responsabilidades de gobierno junto con las autoridades virreinales, así como la obligación de mantener el régimen social. El problema no sólo era de renuencia a perder sus riquezas sino también de inquietud por la inestabilidad económica que, sin lugar a dudas, se habría de provocar; asimismo, por el inevitable quebranto de gran numero de productores y comerciantes. Preveía que todo eso alimentaria viejos agravios y generaría muchos más; sobre todo, entre los españoles americanos, los criollos, que tenían buenas razones de resentimiento.

    En realidad, la cedula metía en un tremendo lio a la mayoría de los comerciantes, mineros y hacendados, ya que vivían endeudados con la iglesia. Todo, para apoyar un poder despótico y lejano que les parecía dedicado a sustraer riquezas de sus súbditos y a derrocharlas en perder guerras.

    Lio grande era sin duda porque, de pronto, los endeudados se veían obligados a liquidar perentoriamente los prestamos; créditos que tradicionalmente se renovaban casi de manera rutinaria, con el riesgo de perder sus propiedades hipotecadas; situación que era muy probable por la escasez y por la restricción adicional del financiamiento que introducía la misma medida en la Nueva España. De esa manera, aun teniendo negocios prósperos, eran muy escasas las posibilidades de los hacendados, mineros y comerciantes de obtener en un corto plazo los fondos para liquidar grandes deudas; pues era un mercado de dinero magro, que además de repente se veía fuertemente demandado.

    La cédula real de 1804 dio lugar a que fueran formuladas las denominadas representaciones por las autoridades eclesiásticas, en nombre de labradores y comerciantes endeudados con In iglesia. Tales documentos contienen vividas argumentaciones acerca de las desgracias que sufriría la Nueva España, para fundamentar la solicitud de suspender dicha disposición. Desde luego, es de suponer que la información que contienen es parcial en favor de los peticionarios; sin embargo, no dejan de ser ricas fuentes de información para conocer una versión acerca de la situación que guardaban algunos aspectos principales de la economía novohispana, en los principios del siglo XIX.

    De tales documentos, sin duda el más importante es el que dirigió el canónigo Manuel Abad y Queipo a la corona, en 1805.23 Su autor, decidido opositor a las intenciones del controvertido y poderoso ministro del rey, Godoy, de desamortizar en el imperio las propiedades eclesiásticas, estaba notablemente capacitado para defender las propiedades de la iglesia; lo anterior debido a que, por largos años, había sido juez de capellanías, fondos eclesiásticos y obras pías en Nueva Valladolid, la actual Morelia. Más adelante, en 1809, fue nombrado vicario general, y un año más tarde, obispo, por designación de la regencia. Su apasionada defensa no fue del todo inútil.

    La valiosa información que contiene la representación debida a Abad y Queipo incluye referencias a la riqueza de la iglesia; asimismo, datos sobre la producción en los ramos más importantes de la economía novohispana del siglo XIX, que dan una idea de la difícil situación que prevalecía en el virreinato, aun soslayando la pasión de su argumentación. Sin embargo, su discurso para demostrar los efectos desastrosos que tendría sobre sus representados la liquidación de viejas cuentas, particularmente sobre la iglesia, fue insuficiente para lograr la derogación de la real cedula, En todo caso, la corona obtuvo menos fondos de los que pretendía y con un considerable retraso. Se antoja pensar que el esfuerzo de Abad y Queipo tuvo algo que ver en eso.

    Pocas estadísticas adicionales se captaron en esos años. Entre estas se encuentra el llamado Censo del 11 de noviembre de 1806, que nunca se público; y este contiene, entre otros datos, información sobre la disponibilidad de ganado por los grandes propietarios.24 De esa misma época es el documento elaborado por el Tribunal del Consulado, genéricamente conocido como Noticias de Nueva España en 1805; contiene datos demográficos, además de otra información importante.25

    Después se inicio la lucha por la independencia, a partir de finales de 1810, que acabo con lo que restaba del sistema de información colonial. Por eso, es aun más destacada la recopilación conforme a lo que se disponía, que efectuaron los pocos autores con suficiente dedicación para hacerlo. La misma modestia de su contenido permite tener una idea de la precariedad e insuficiencia de la información con que se contaba por entonces; situación agravada por el estado de guerra existente.

    Esa misma situación de agitación y ruptura de la vida colonial destaca la importancia de la rica Memoria, documento elaborado y presentado por José María Quiroz en 1817, como parte de sus obligaciones anuales, en su función de secretario del Consulado de Veracruz. En dicha Memoria, da cuenta del estado desastroso en que se encontraban una amplia gama de actividades, en esos años de inestabilidad.26

    Quiroz se encontraba en situación privilegiada para aportar informaciones documentadas sobre comercio exterior y la situación económica, e hizo amplio uso de esa posición. Desempeño con talento las funciones que le habían encomendado como administrador de la aduana de Veracruz, la más importante del reina, y de secretario del consulado, así como otros puestos que ocupo, Fue quien emprendió, desde 1797, la elaboración de las importantes balanzas de comercio exterior de Veracruz, las cuales, por cierto, también utilizó Humboldt. De esa manera, dejo una rica aportación en forma de informes frecuentes e intervenciones públicas de su mano; estos siempre con datos estadísticos importantes y puntos de vista relevantes, que continuo realizando después de la independencia.

    En la Memoria de 1817 antes evocada, Quiroz compara la riqueza generada antes de iniciada la guerra, con la que existía en 1817, cuando los estragos de aquella ya eran inmensos. Sin duda los hubo, no solamente por la destrucción del aparato productivo, que no fue poca, sino también por la salida de grandes fortunas de españoles, que se inicio desde los primeros indicios de perturbaciones en la Nueva España.

    En todo caso, gracias al esfuerzo de Quiroz por hacer el singular recuento y comparación de ambas situaciones, se dispone de una información invaluable y detallada de la producción de los principales rubros de la economía, así como de sus cambios durante los años de guerra. Entre otros servicios que ha prestado la información que contiene el documento mencionado, esta la utilización de ella que han hecho diversos investigadores desde mediados del siglo XX; sobre todo, para efectuar estimaciones de la producción y el ingreso en las épocas colonial e independiente.

    En 1817, también apareció el trabajo debido a José Ortega, titulado Resumen de la estadística del imperio mexicano.27  Es un recuento breve y más bien rutinario de las condiciones que privaban a principios de siglo, con escasas aportaciones novedosas; en gran parte, debe su relevancia a la falta de otras publicaciones similares en esos años aciagos para la tarea intelectual.

    En 1820, se publico la Memoria sobre la población del reino de Nueva España, de Fernando Navarro y Noriega.28 Su autor ya para entonces gozaba de un merecido prestigio como hombre de estudio, pues había dado a conocer un útil catalogo de curatos y misiones en 1813. Pero su ocupación central era la de funcionario público; ocupó el cargo de contador general de Ramos de Arbitrios, en los agitados años finales de la colonia. Murió asesinado en México en 1826. En su Memoria recupera un cuadro de la aciaga situación demográfica de su tiempo; además, aporta una estimación de la población total en 1810, que ha sido de invaluable importancia para estudios posteriores.

    Sobre el tema demográfico cabe evocar la apreciación que elaboró Abad y Queipo en 1817, a solicitud de las autoridades de Madrid, sobre la población total que tenia México. Estimación más valorada por el esfuerzo que por los resultados, pues se reconoce que su apreciación estuvo muy por debajo de la cuantía probable de la población, la cual consigno en su informe a Fernando VII sobre la Nueva España.29

    En 1823 salió a la luz la que tal vez es la última obra colonial en este campo -o sea, se trata de una publicación póstuma del régimen virreinal-, que es la Idea estadística y geográfica del Reyno de la Nueva España.30  De autoría anónima, constituye una descripción interesante, que recoge información dispersa y reproduce datos conocidos.

    "Des de luego, se cuenta con recopilaciones posteriores que rescatan documentos e información de la época colonial. En este sentido, sobresale la obra Papeles de la Nueva España; reúne datos recopilados por Francisco del Paso y Troncoso y publicados en 1905.31

    El derrumbe de la dominación colonial era inminente; no tanto por el acecho de los independentistas dispersos y debilitados, pero imposibles de derrotar, sino principalmente por la incapacidad de España para mantener las partes del todo. Así lo entendió oportunamente Iturbide, quien había combatido con toda pasión a los independentistas. Por eso se acercó a Guerrero, que no podía prosperar en la guerra por la escasez de sus fuerzas, pero tampoco ser vencido.

    Ese empate entre dos contendientes cada vez más debilitados lo rompió Iturbide a partir de febrero de 1821, al firmar el Plan de Iguala junto con Guerrero. Fortaleció con sus ejércitos el movimiento de independencia, al cual le dio un giro ajeno a sus propósitos originales.

    Los éxitos de las fuerzas insurgentes se multiplicaron de am en adelante. En agosto de ese año, Iturbide y el último virrey, O'Donoju, pactaron los tratados de Córdoba; en estos se reconoce la independencia de México, lo que le costó al último ser acusado en España de traición. Un mes más tarde, encabezados por Iturbide, entraron en la capital los ejércitos de las tres garantías: religión, unión e independencia.



4. LOS FRUSTRANTES INICIOS DE LA ESTADISTICA NACIONAL


4.1. LA CURIOSIDAD INSATISFECHA


A partir de la consumación de la independencia, se empezó a redefinir el país, en muchos sentidos. Surgió una gran curiosidad por reconocer la nueva nación por parte de sus flamantes dirigentes políticos, militares, sociales, económicos e intelectuales. También se hizo evidente la necesidad de administrar el país con otros objetivos, bases y criterios.

    Desde luego, existía una clara conciencia de que para gobernar el país se necesitaba un conocimiento preciso de sus características de población y geográficas; de sus recursos, de su economía y administración. La cuestión era que debía ser un conocimiento diferente, en cierta medida. Ahora se trataba de construir y administrar una sociedad independiente, con objetivos y razones propios que, obviamente. eran ajenos a los del régimen colonial.

    Los objetivos nacionales no estaban definidos plenamente de antemano, como un proyecto de sociedad delineado y completo. Por lo contrario, de hecho existían los lineamientos de dos proyectos antagónicos, que se fueron definiendo en sus partes principales mediante las duras luchas internas y externas que ocuparon todas las energías de la flamante nación; que comprometieron o afectaron a todos sus habitantes, durante el primer medio siglo de vida independiente. Conservadores y liberales sostuvieron una confrontación sin descanso, con frecuencia armada; conquistaron el poder, sucesiva y efímeramente, en todo ese tiempo. Eso hizo extremadamente azarosa la concreción de lo que se entendía y quería hacer de la nueva nación; no menos accidentado fue el proceso de su formación orgánica.

    En todo caso, por lo que a la estadística se refiere, todos los grupos mostraban tanto interés en disponer de ella como incapacidad para crear las condiciones que la generaran. Para empezar, desde que alcanzaron el poder, los triunfadores de la gesta de la independencia mostraron gran interés por disponer de información apropiada del país, sus recursos y sus habitantes.

    No solamente había la conciencia de que tales conocimientos eran esenciales para la tarea diaria de gobernar, sino que, también, se despertó una gran curiosidad por reconocerse con nuevos ojos. Eso, a su vez, habría de ayudar a establecer nuevas finalidades nacionales. De ahí que la Junta Provisional se haya ocupado casi inmediatamente de eso. Por su parte, el soberano Congreso Constituyente decretó el 1 de abril de 1822 que las diputaciones provinciales y los ayuntamientos de todo el país se deberían aplicar con diligencia a recoger y remitir a la capital la información referente a la población de cada localidad, así como sus características principales; lo anterior con el fin de formular la estadística general del imperio.32  Para diseñar los procedimientos más apropiados que eso requería, encargó que cada diputación tomase como modelo los que se siguieron al levantar el censo de Revillagigedo.

    Sin embargo, en el país no había condiciones favorables para cumplir con tal mandato. Persistían vigorosas resistencias coloniales en la sociedad y en el exterior, que conspiraban contra la posibilidad de transformar el país en nación independiente. La más obvia de todas, y de alguna manera la de mayor importancia, era la resistencia que presentaban los restos de las fuerzas militares españolas, refugiadas en el fuerte de San Juan de Ulúa en Veracruz, sitio de donde los insurgentes fueron incapaces de echarlas por las armas.

    La guarnición española de San Juan de Ulúa siguió sitiada y resistiendo cuatro años después de con sumada la independencia. Fue hasta noviembre de 1825 cuando al fin se retiró, en atención a los acuerdos diplomáticos que se lograron establecer con España. Su largo encierro se alimentó de la esperanza hispana de que sucediese un vuelco milagroso en la situación, para permitirle rescatar su más preciada colonia. Idea que no parecía del todo descabellada, pues abundaban rumores que recorrían el país sembrando inquietudes acerca de la formulación de planes de criollos; asimismo, respecto a preparativos hispanos de fuerzas expedicionarias para la recuperación de la Nueva España. Además, no sólo fueron rumores, sino que se basaron en varios intentos hechos en este sentido; algunos fueron tan tardíos y desesperados como el de la revuelta encabezada por el cura Joaquín Arenas en 1826.

    Sin duda, tales inquietudes fueron, a su vez, campo fértil para las violentas pasiones populares antihispanicas; sentimientos que culminaron en 1828 con la trágica expulsión de la mayoría de los españoles que min permanecían en el país e, incluso, de sus cónyuges nativos y familiares directos. Con el éxodo final de los españoles también salieron casi todas las fortunas de hispanos que todavía restaban en el país; eso ocurrió tras un proceso iniciado desde principios del siglo, que se precipitó con la inquietud que causó la lucha armada por la independencia y sus secuencias de destrucción y muerte. En conjunto, fue una inmensa sangría de riquezas a lo largo de casi tres decenios que, de manera muy importante, contribuyó a dejar exhausta la economía.

    Pero tal vez aun más importante que el difícil proceso de eliminar los restos del dominio hispánico, como factor de inestabilidad durante los primeros años de vida independiente, fue la violenta reacción republicana gestada contra la forma imperial que cobró el primer gobierno independiente; contra el dominio de las corrientes más conservadoras e hispánicas y contra Iturbide, en particular. Reacción que por cierto se vinculaba estrechamente con la lucha contra el dominio español, AI respecto, cabe recordar que la razón para nombrar emperador a Iturbide fue la fórmula pactada dentro de la fuerza triunfante insurgente, que consistió en ofrecer el trono del reino de México a un miembro de la casa real española. AI rechazar el ofrecimiento la corte de Madrid, quedó abierta la segunda opción prevista: que ocupase el trono un monarca propio. De hecho, eso equivalía a un retrato hablado de Iturbide, quien fue coronado con toda la pompa del caso en julio de 1822.

    Desde el primer día de su existencia, el gobierno imperial enfrentó una vigorosa oposición; sin embargo, esta la alentó el propio gobierno, por su carácter aristocrático, su orientación conservadora, su torpeza en la gestión e; incluso, por lo grotesco que resultaba el espectáculo de una corte de nativos jugando a ser emperadores y príncipes. A finales de 1822 se levantó un grupo de jefes militares, entre ellos Santa Anna, contra el gobierno de Iturbide. El movimiento creció rápidamente, hasta derrotar a las fuerzas imperiales, en 1824.

    Así, el gobierno de Iturbide tuvo una vida efímera de dos años, pero demando una violenta revuelta para derrotarlo y transformar el imperio mexicano en república. Eso de ninguna manera terminó con las luchas, tensiones y rupturas que acompañaron la formación de la -nación independiente; más bien, estas pasaron a otra etapa. La era de agitaciones, transformaciones y redefiniciones iniciada en 1810 habría de perdurar casi sin descanso, seis dilatados decenios.

    En el ambiente de conmoción permanente y cambios inesperados de gobiernos, es natural que los esfuerzos de ordenamiento social tomasen largo tiempo en fructificar, si acaso tenían éxito, La condición fundamental para llevar a efecto este ordenamiento nacional era contar con la información apropiada.

    De ahí las tempranas disposiciones del flamante poder nacional independiente en 1822, ya mencionadas, para que se formulase la estadística general del imperio. Sin embargo, las circunstancias de la vida del país en esos años explican, también, que esas demandas tuviesen escasas respuestas.

    El resultado más importante de ese primer esfuerzo de ordenamiento estadístico fue el Análisis estadístico de la provincia de Michoacán en 1822, suscrito por Juan José Martínez de Lejarza y publicado en 1824.33 Por cierto, en ese mismo año murió prematuramente su autor, quien era intelectual de reconocido talento. Hombre de su tiempo, fue poeta laureado y estudioso de las ciencias naturales, geógrafo y botánico; en fin, enciclopedista autodidacta. Su vida intelectual la inicio siendo muy joven, como ayudante de Humboldt; experiencia que lo marco de por vida. De su Análisis estadístico destaca la información sobre el total de la población de la entidad, dividida por sexos y estado civil. De particular interés resulta la recopilación de datos que contiene sobre los bienes de las comunidades, la cual existía en cada "partido" administrado por los ayuntamientos.

    Un trabajo individual temprano de recopilación de datos en la flamante nación independiente fue el Resumen de la estadística del imperio mexicano; lo elaboro y dio a conocer Simón Tadeo Ortiz en 1822, en honor del gobierno imperial de Iturbide.34  Su autor, gallego de origen, que siendo niño fue llevado a la Nueva España, se convirtió a la causa independiente. Se dice que eso sucedió hacia 1811, mientras completaba sus estudios en Madrid, donde fue ayudante y protegido del depuesto virrey Iturrigaray. El parteaguas político de su vida fue su incorporación a la sociedad secreta madrileña de Los Caballeros Racionales, integrada por militantes de vocación liberal radical.

    Ortiz se desempeño con entusiasmo en favor de la causa independiente a su regreso a la Nueva España en 1813. Pronto se vinculo con Morelos. AI triunfo de la independencia, prestó sus servicios a la flamante nación, principalmente en el campo diplomático; además de otros diversos cargos que desempeño. Murió en servicio, de peste bubónica y en alta mar, cuando se dirigía a Estados Unidos para cumplir una misión oficial. Fue un abanderado apasionado de la necesidad de colonizar los territorios del norte, para enfrentar el expansionismo de Estados Unidos.

    Por lo que hace a su obra citada, refleja su adscripción a la Ilustración. Anuncia y efectúa la recuperación crítica de las aportaciones de Humboldt; también reúne información económica - cualititativa, así como los no muy numerosos datos cuantitativos que existían y que se encontraban dispersos en varias fuentes. Con este material trabajo para hacer descripciones económicas de regiones, recursos y actividades y proponer soluciones a diversos problemas fundamentales del país; todo lo anterior contribuyo mucho a tener un panorama de ese tiempo, aunque fuera fragmentario.

    La urgencia por resolver los problemas pequeños y grandes de la vida nacional era mayor que la frustración provocada por los fracasos en el empeño de generar la información necesaria. Por eso, y a pesar de los descalabros iníciales, no cejaron los intentos de crear las bases orgánicas de la estadística económica nacional. A ese objeto se dispuso la realización de un censo nacional, que debería efectuarse dentro de los cinco primeros años después de que fuera promulgada la Constitución de 1824. La avidez por lograr el conocimiento de la población y de los recursos de la nación y la importancia que se le atribuía al acto mismo de realizar un censo se hace evidente en que tal decisión fue convertida en mandato asentado en la propia Constitución.

    Pero los deseos rebasaban, ampliamente, la realidad. No había condiciones materiales, de comunicación, organización, estabilidad y paz social; ni siquiera autoridad suficiente para dar cumplimiento a tales mandatos. AI final de cuentas, el tan deseado censo únicamente se realizó en localidades y entidades aisladas, y solo en algunos casos excepcionales se publicaron los resultados. Producto de tales esfuerzos fueron la Noticia estadística que elaboro el gobierno de Veracruz en 1827,35 y las Memorias de estadística del gobierno de Yucatán en 1826,36 que contienen importantes acervos de datos.

    Cabe acotar que el levantamiento del censo, como todos los intentos en los cinco decenios siguientes, quedo bajo la responsabilidad de las autoridades locales y de los gobiernos autónomos de los estados federados. Por eso, en algunos casos no se obtuvo ni remitió la información, debido a negligencia o a simple incapacidad para hacerlo. En otros, el dato censal se convirtió en tema de la disputa de partidos y grupos, enredados en la prolongada lucha entre caudillos y poderes locales, y sus contrapartes nacionales, al disputarse el dominio.

    Esa lucha, que tomo la forma de confrontación entre las corrientes liberales en favor del federalismo y las conservadoras que estaban por el centralismo, marco buena parte del siglo XIX mexicano; alterno con otras disputas igualmente indeclinables, y algunas tan feroces como las que se dieron en torno al proteccionismo, a la relación entre iglesia y estado, o al régimen político que debía prevalecer. Motivos para matarse entre si no faltaron a los contrincantes.

    De esa manera, tampoco fructificaron entonces los esfuerzos para realizar un censo demográfico y económico del conjunto del país. Las ordenes que muy diversas autoridades giraron en el primer decenio de vida independiente, para solicitar una y otra vez la remisión de la información correspondiente a representantes de la administración pública local y estatal, constituyen una verdadera colección; por sí misma, esta podría llamarse de la frustración.

    Al final de cuentas, el problema era la debilidad de la autoridad del gobierno central para imponerse; también, el antagonismo, la indiferencia o la incapacidad de los gobiernos locales para colaborar en una tarea que convenía a todos. Lo anterior tampoco debe extrañar, si se considera la formidable fragmentación política y económica del país, así como la confusión e indisciplina que reinaban dentro de los aparatos de gobierno y en todos los niveles. Eso habla de lo incipiente que aun era el tejido social nacional y de las violentas pugnas regionales que lo atravesaban; situación que, en consecuencia, se plasmaba en la debilidad del estado.

    A este respecto, los hombres ilustres de todas las corrientes estaban de acuerdo en cuanto a las graves consecuencias que acarreaba la falta de información adecuada. Así lo destacaba José María Luis Mora, liberal radical que fue diputado al primer Congreso del país y perseguido por Iturbide; cuando este, fue destronado, de nuevo fue diputado, pero en la legislatura del estado de México en 1824. Hacia finales del decenio, Mora escribía con la autoridad de ser un testigo privilegiado y agudo de su tiempo, que el Congreso no había cumplido con su tarea de revisar ni aprobar la cuenta pública desde la independencia, excepto en 1827, y eso de manera precaria e incompleta; lo anterior, simplemente porque carecía de la información necesaria para hacerlo.37 Resaltaba que no se había cumplido la disposición del artículo 12 de la Constitución de 1824 de levantar un censo; tampoco, la del 161, en cuanto a la remisión anual de información fiscal, económica y social al gobierno central.

    Desde el otro extremo del abanico político, Lucas Alamán compartía la misma crítica al estado de cosas, en el campo de la información. Representante conspicuo e ilustrado de la posición conservadora, tenía una solida formación técnica en las disciplinas de minería y química, que obtuvo a su paso por el Real Seminario de Minería de México, y en las universidades alemanas de Gotinga y Freyberg. Además, fue uno de los promotores más destacados y persistentes de la formación de un sistema de estadística.

    Alamán primero cobró estatura nacional por sus trabajos en el campo de la minería. Son reconocidas sus opiniones y proposiciones para la reconstrucción de la actividad, que había resultado severamente afectada durante la lucha por la independencia; planteamientos que hizo suyos la Junta Provisional de Gobierno, en 1821. No menos destacado fue su desempeño como empresario, al formar la Compañía Unida de Minas, con aportaciones de capitales ingleses, para trabajar los depósitos auríferos del cerro del Mercado en Durango.

    Alamán destacó como hombre culto y preocupado por el conocimiento, la investigación científica y la educación; asimismo, tuvo brillante desempeño en la vida pública, como funcionario en los numerosos cargos de responsabilidad que le toco ocupar, y como político en tanto que dirigente de la corriente conservadora. No menos sobresaliente fue como empresario, creando y dirigiendo algunas de las más importantes industrias de su tiempo.

    Ocurrió que, en 1825, cuando era secretario de Relaciones Exteriores e Interiores, se entero del estado precario y de deterioro en que se encontraban los documentos de la historia del país; incluso el acervo recuperado y depositado en el Archivo General de origen colonial, que había sido reorganizado por Revillagigedo en 1790. Por tal razón, propuso y llevo a efecto la transformación de aquel, en el Archivo General de la Nación, Este, a su vez, se impuso la tare a de hacer lo más posible por rescatar los documentos que daban cuenta del acontecer del país.

    En otro frente, también desde dicho cargo, lucho por deslindar las fronteras con Estados Unidos; igualmente, por enfrentar su abierto expansionismo, que se venía anunciando y practicando desde finales del siglo XVIII. Por lo que hace a nuestro tema, con frecuencia llamo la atención sobre la grave situación en que estaba la administración del país, ante la ausencia de información apropiada. A este respecto, en numerosas ocasiones y con su acostumbrada claridad se refirió a que la inexistencia de estadísticas nacionales constituía un obstáculo insuperable para la gestión pública. Así lo asienta en la Memoria, que rindió en 1830, como titular que era de la Secretaria de Relaciones.38

    De hecho, la única información estadística de carácter nacional que se captaba regularmente, a pesar de las conmociones que asolaban de manera permanente el país, es la referente a los principales renglones de las finanzas públicas, alcabalas y de comercio exterior. Información que no tuvo por mucho tiempo un curso propio de difusión, De la que se captaba, una parte se daba a conocer al público solo mediante las memorias de los ministerios encargados de los ramos correspondientes.

    Por lo que se sabe, durante el primer decenio de vida independiente, de manera excepcional, se publico información estadística aparte. Es el caso de la amplia e importante Guía de Hacienda de la República Mexicana, que se edito entre 1825 y 1828, gracias a los esfuerzos de Ignacio Esteva;39  en esta, se destaca la falta de respuesta a requerimientos de información sobre minería, industria y agricultura.

    Estaba claro que el vehículo idóneo para difundir información estadística primaria eran el boletín y el anuario, pero eso demandaba un esfuerzo continuo. En realidad, la edición de publicaciones periódicas de estadísticas debió esperar más de medio siglo de vida independiente para realizarse sistemáticamente. De ahí la importancia que, para la estadística nacional, tuvieron los informes rendidos durante la primera mitad del siglo XIX por los titulares de Hacienda, de Relaciones Exteriores y de Guerra; sobre todo, considerando que cubrían una diversidad de aspectos correspondientes a los amplios y numerosos asuntos que ternan a su cargo. Solo hacia mediados de siglo se sumaron algunos boletines y anuarios, cuya vida fue precaria.

    En su oportunidad, se hará referencia puntual a tales aportaciones, que tuvieron particular importancia en el campo de la estadística económica nacional.

    Por lo pronto, cabe destacar la relevancia que tienen las Memorias de Hacienda en los primeros años de vida independiente; estas comprenden, sobre todo, información fiscal y de comercio exterior. Para mejorar la función de generar y difundir información estadística, en 1825 se creó el Departamento de Cuenta y Razón, en dicha secretaría. Fue una ventaja la acertada decisión de ponerla bajo la dirección de Ildefonso Maniau, quien gracias a la amplia experiencia que había adquirido en el propio Ministerio de Hacienda, donde había creado las bases de la estadística fiscal del país, logró establecer una excelente organización del departamento.40

 

4.2. CENSOS INCOMPLETOS E INSTITUCIONES INFECUNDAS


Un año rico en acontecimientos y entusiasmo en lo que respecta a propósitos de avanzar en la formación de las bases de la estadística económica nacional fue el de 1831. En mayo, se tomó la decisión de hacer un nuevo intento -para entonces, el tercero, en los diez años de vida independiente- de realizar un censo demográfico, que comprendiese todos los estados del país. De nuevo se solicitó su realización a los gobiernos de los estados y locales. A este efecto, se emitió el decreto correspondiente y se emprendieron los preparativos necesarios; quedaba incluido el diseño de una Instrucción, que le fue encargada a Manuel Ortiz, sobre la información que sería necesario captar. 41

    Mientras tanto, en septiembre de ese mismo año se organizó la Contaduría de Propios, con la misión de elaborar la "Estadística general de la Nación". Este fue un acontecimiento que se celebró en exceso en relación con el grado de cumplimiento logrado, porque enfrentó formidables dificultades que pocas veces logró paliar para su desempeño.

    Por lo que se refiere al censo, quedo a cargo de José Valdez. E~ vista de las enormes dificultades y limitaciones que de inmediato se reconocieron para su ejecución, se decidió tomar el siempre peligroso atajo de completar lo que ya se tenía. En efecto, para facilitar el levantamiento se aprovecho lo que se: había avanzado en este sentido, en varias entidades, durante los intentos del decenio anterior. Con eso, es claro que se invalidaba en gran medida el resultado, al introducir un elemento de incomparabilidad de datos de entidades, los cuales correspondían a momentos diferentes.

    Valdez no logro trasmitir su entusiasmo a las autoridades locales de todos los estados, de manera que tampoco se cubrieron todas las entidades faltantes de información, y el censo; nuevamente quedo incompleto. Por eso, para el caso de un buen número de aquellas, se efectuaron estimaciones con el fin de disponer de alguna información. En otras, ni siquiera se pudo realizar un acercamiento de este tipo y, simplemente, no se logro resultado alguno; así que fue imposible integrar los datos de la población para todo el país.

    En contraste con la precariedad de la información, su publicación fue expedita, Se dieron a conocer los resultados en dos publicaciones, ambas suscritas por don José Valdez. Una es el Censo actual, que se publico el propio año de 1831 en Jalapa, a cargo del gobierno de Veracruz.42  Al año siguiente salió al púbico el Censo de la República Mexicana.43  Ambas son de particular interés, ya que constituyen las primeras referencias censales de la flamante nación, a pesar de las limitaciones ya señaladas.

    Por su parte, Lucas Alamán, siempre preocupado por la estadística, incluyo los resultados del censo de Valdés en la Memoria que rindió en 1832, en su carácter de ministro de Relaciones Exteriores.44  Además, hizo algunas correcciones a los resultados originales, a partir de estimaciones que logro efectuar su secretaria, institución que, por cierto, también tenía el encargo de llevar, entre otras, las cuentas del comercio exterior.

    Un acontecimiento de primera importancia, para responder a la necesidad de contar con información estadística apropiada y estimular investigaciones, fue la creación del Instituto de Geografía y Estadística, en abril de 1833. Su organización como sociedad científica promovida por el estado sucedió durante la primera de las cinco relampagueantes gestiones presidenciales interinas que ejerció Valentín Gómez Farías. Para entonces, don Valentín ya era el abanderado más destacado de las grandes transformaciones liberales y el principal antagonista del partido conservador, en la disputa por la orientación que debería tener la República.

    Cabe recordar que en esa primer a ocasión, don Valentín se hizo cargo de la primera magistratura durante dos meses; a partir de abril de 1833, por enfermedad del presidente Santa Anna. Tres veces más la habría de asumir, efímeramente, hasta mediados de 1834. Por último, lo haría una quinta vez, de diciembre de 1846 a marzo de 1847. En todos los casos, por ser vicepresidente accedió a la presidencia de la República con carácter de interino, para cubrir ausencias de Santa Anna. En cada ocasión, excepto en la primera, lo hizo por la urgencia del presidente para ir a ganar batallas y perder guerras. Gómez Farías era un verdadero alter ego de Santa Anna, porque, a diferencia de las veleidades de este y de los cambios de bando que hacia sin pudor con tal de conservar el poder, don Valentín fue un liberal consecuente que luchó sin declinar por llevar adelante sus convicciones.

    Es notable que durante 1833, cuando en su carácter de presidente interino intentó efectuar la desamortización de los bienes eclesiásticos, prohibir la intervención del clero en asuntos políticos y secularizar la enseñanza pública, entre otras reformas que eran parte central del proyecto liberal, Santa Anna pronto se inclinase por las fuerzas conservadoras; estas reaccionaron, violentamente, contra las iniciativas de Gómez Farías. Finalmente se dio un autogolpe de estado para deshacerse de don Valentín y de los compromisos liberales, con el objetivo de dar marcha atrás en las iniciativas de transformación. Estas tendrían que esperar veinticinco años más para realizarse.

    Fue en esos momentos de violentas confrontaciones que sucedían dentro y fuera del gobierno cuando se decidió organizar el Instituto de Geografía y Estadística; este habría de fungir como centro de generación y difusión de conocimientos científicos en su campo; Es importante destacar que fue de los primeros de su género en fundarse y el primero de America Latina. Eso no quiere decir gran cosa, porque después de crearse formalmente, le tomó largo tiempo y muchos esfuerzos regularizar su funcionamiento, así como cumplir sistemáticamente con las importantes tare as que tenia asignadas.

    Se constituyó el instituto por iniciativa de diversos personajes; entre estos destacaron Bernardo González, quien por entonces era secretario de Relaciones Exteriores y, desde luego, Gómez Farías. Sin embargo, no fue un proyecto exclusivamente liberal, sino nacional, porque también colaboraron y lo hicieron suyo numerosos conservadores notables que fueron convocados; por ejemplo, se contó con la destacada participación de don Lucas Alamán. Del instituto se esperaba la producción de buena parte de información, así como los conocimientos de geografía y estadística que eran necesarios para la vida nacional.

    Por lo anterior, su formación despertó gran arrebato y esperanza entre funcionarios públicos y el sector ilustrado del país. Sin embargo, a ese entusiasmo no correspondió la asignación de los medios necesarios para cumplir con las expectativas, porque el gobierno le podía dar más simpatías que fondos. Por eso, desde un principio enfrentó severas limitaciones financieras para su funcionamiento. Además, enfrentó las restricciones que por entonces sufrían todas las instituciones cuyas actividades eran ajenas a los campos donde ocurrían las frecuentes batallas armadas y políticas.

    Aparte de esas grandes condiciones limitantes del momento nacional, su tarea no era fácil de realizar, por la ausencia de una base de información esencial acerca del país, cuya formación se dificultaba aun mas por la heterogeneidad de este. No menos la obstaculizaba la politización que cobraban todos los acontecimientos e iniciativas, incluyendo desde luego el conocimiento y el recuento de cualquier cuestión o aspecto de interés nacional. De ese modo, abundaron los impedimentos para realizar su cometido, que era recopilar y difundir información estadística; también, el de estimular la investigación y el conocimiento del país mediante los estudios de sus miembros, de instituciones públicas, así como de otros investigadores nativos y extranjeros.45

    De las inmensas dificultades que enfrentaba el instituto para iniciar sus actividades, y más aun para sostenerlas, da una idea el problema que fue, simplemente, el de su fundación. Porque, a pesar del entusiasmo general que suscitó en todos los bandos la iniciativa de formarlo, solamente se instaló dos años más tarde de haberse creado. En efecto, fue en 1835 cuando Santa Anna apuró ese acto y convocó con urgencia para efectuar la ceremonia correspondiente que marcaria el inicio de las labores del instituto; su argumento, muy propio de las circunstancias, fue que se debía aprovechar para hacerlo el momento de paz que vivía el país.

    De las limitadas miras iníciales con las que se creó da cuenta el insólito hecho de que, siendo una institución de investigación y de divulgación de sus resultados, al nacer no contase con un órgano propio de difusión. Su Boletín solamente se fundó y empezó a publicarse seis años mas tarde.

    Como pudo, el instituto emprendió sus labores venciendo precariedades. Dedicó sus escasos recursos a recopilar información, así como a formar un acervo bibliográfico y documental a base, principalmente, de donaciones. Su vitalidad provino de que logró convocar, como única institución de este tipo en el país, un amplio espectro de intelectuales de su época que le dieron pleno apoyo. Se debe reconocer que sus miembros supieron soslayar diferencias políticas, que con frecuencia eran mortales, para entregarse a la tarea de formar el instituto.

    Esfuerzo que no fue del todo vano. Se empezaron algunos trabajos más de fondo en los primeros años de existencia del instituto. Algunos de ellos se dieron a conocer de manera restringida; posteriormente, fueron editados en el Boletín que logró echar a andar el instituto a finales de la década. Tal fue el caso del interesante artículo debido a José Gómez, conde de la Cortina -de quien se hace referencia más adelante-, acerca de la situación que guardaba la capital a mediados del decenio.46

    De diversos trabajos tempranos del instituto que, desafortunadamente, tuvieron menos suerte que el artículo de José Gómez, dio cuenta don José María Lafragua; esto lo hizo en la Memoria que rindió en su carácter de secretario de Relaciones Interiores y Exteriores de la República, en 1847, durante las fatigosas jornadas en que informó de las labores realizadas por el ministerio a su cargo. Destaca Lafragua que, en los primeros años de vida del instituto, se hicieron dos aportaciones en nuestro campo de interés, las cuales aparentemente no se publicaron. Estas consisten en una recopilación demográfica para elaborar el Censo de la población clasificada y en un Cuadro general estadístico de la República Mexicana; de este modo se conocían por entonces la integración y comentarios de diversa información cuantitativa y cualitativa, sobre temas como: geografía, geología, demografía, economía y política del pais.47

    Sin embargo, en la vida nacional predominaba la precariedad institucional. Los tiempos no eran propicios para la reflexión académica y científica, o para las exploraciones geográficas y los estudios de la flora y fauna del país, pues alrededor se sucedían las violencias sin fin que acompañaban el difícil proceso de formación de la nación. Casi no había espacio para hacer cualquier otra cosa que no fuese política, guerra o sobrevivir.

    En este sentido, aparte de la lucha entre conservadores y liberales, rica en golpes militares y levantamientos, destaca la guerra de Texas, lucha que empezó en 1835, con la revuelta separatista encabezada por Lorenzo de Zavala. Rápidamente, el movimiento tuvo éxito con la abierta protección de Estados Unidos, y culminó con la formación de la República de Texas en marzo de 1836. Ese mismo año terminó la guerra de Texas, con la derrota del ejército mexicano y la captura de Santa Anna, quien lo había organizado y encabezado para imponer el orden nacional.

    Casi un respiro fue 1837, porque aparte de la agitada elección del general conservador Anastasio Bustamante, quien se encontraba en el exilio, solamente ocurrieron el levantamiento y la derrota del general Moctezuma en San Luis Potosí. En cambio, en el año siguiente se agudizo el conflicto con Francia en torno a reclamaciones por daños y deudas; dificultad que culmino con el desembarco de tropas de aquella nación en Veracruz y con la "guerra de los pasteles" en 1838, durante la cual Santa Anna perdió una pierna. En 1839, Yucatán opto por su separación de la República, con los argumentos del centralismo excesivo y de los abusos realizados por los representantes del gobierno federal.

    En 1839 culmino una primera etapa de vida del instituto. Había descendido al nivel más bajo de vitalidad; incluso, casi llego al grado de desaparecer, porque no había fondos públicos para el financiamiento de prácticamente nada, aparte de la guerra, que era la actividad prioritaria, mucho menos para sostener una institución de interés científico.

    Con todo, en ese momento tuvo lugar un acontecimiento de primera importancia en el campo de la estadística, Consistió en la aparición del primer número del Boletín del Instituto de Geografía y Estadística, documento que contiene, entre otros trabajos, un excelente ensayo demográfico del país suscrito por José Gómez, conde de la Cortina, a quien ya hicimos referencia.48 El autor, aristócrata criollo, había sido militar y diplomático, senador y gobernador; entre otros lances de su agitada vida, le toco en suerte ser secretario de Hacienda cuando tuvo lugar la "guerra de los pasteles" con Francia.

    Además de sus actividades públicas, el conde de la Cortina se daba tiempo para mantener una intensa y significativa labor intelectual. De esta, destaca su participación en la fundación y organización de la Biblioteca Nacional. Además, José Gómez contribuyo con entusiasmo a crear y mantener el instituto; fue el primer presidente de este por dos periodos consecutivos, así como miembro activo y diligente del mismo hasta su muerte.

    Sin embargo, los tiempos que corrían aun eran peores que antes, en cuanto a inestabilidad e incertidumbre. Por eso, resulta natural que el Boletín, pese a la importancia que le era reconocida y a la simpatía despertada por su aparición entre la comunidad ilustrada del país, haya tenido una vida precaria. Su publicación se suspendió, pero más adelante se renovó y cambió de nombre en concordancia con la transformación del instituto, que en seguida se relata; aunque, en las tres decenios siguientes, continuó sin resolver el gran problema de su irregularidad.49

    El segundo hecho de insoslayable importancia en el campo de la estadística nacional, que sucedió en septiembre de 1839, fue que se organizó la Comisión de Estadística Militar; eso ocurrió por iniciativa del general Juan Almonte, hijo de Morelos, que la encabezó desde su fundación. Don Juan, quien habría de escribir páginas vergonzosas para el país durante la intervención francesa, no obstante rindió buen servicio a la nación en el campo de la estadística con su iniciativa.

    Almonte era por entonces ministro de Guerra y Marina, en el gobierno de Bustamante. Tenía un gran interés científico y estratégico en la geografía, campo en el que se desempeñó mucho mejor que en el de escoger, más adelante, bandos para defender la patria. En todo caso, la flamante comisión atrajo, protegió y de hecho absorbió el maltrecho Instituto de Geografía. Con lo anterior lo rescató del olvido y evitó su desaparición al integrarlo en sus labores y extenderle su protección.

    La principal finalidad que se impuso la comisión fue .la elaboración de una Carta general de la República, que de inmediato emprendió con entusiasmo. No obstante la dedicación a esta tarea por parte de sus integrantes y la colaboración del Instituto de Geografía y Estadística, tomó doce años completar la Carta. En 1851 se anunció que se había terminado, pero desafortunadamente nunca se publicó por falta de fondos.

    Mientras tanto, desde 1836 se multiplicaron los levantamientos liberales; dos de ellos, por cierto, los encabezó don Valentín Gómez Farías. Finalmente lograron triunfar en su empeño, durante 1841, con el inevitable Santa Anna a la cabeza; a este lo habían convocado a sus filas por ser el único capaz de sumar fuerzas para vencer a los conservadores con las armas. En consecuencia, fue ineludible que lo designaran presidente provisional, en cuanto los liberales tomaron el poder. Casi de inmediato, Santa Anna renovó sus vínculos con los conservadores.

    Por lo que hace a nuestro tema, un acontecimiento de gran importancia fue que la incierta administración liberal tomó la iniciativa de crear la Dirección General de Industrias en diciembre de 1842. El antecedente inmediato de esta institución fue la Junta Directiva del Fomento de la Industria; esta había sido organizada en 1840, a manera de mutualidad de empresarios industriales y su presidente fue Lucas Alamán, Para dirigir la flamante dirección se designó, precisamente, a don Lucas; en esa función, este contaría con el apoyo de un consejo de industriales.

    Se trataba de un momento crítico para la industria. Por entonces, llegaba a su fin el primer y gran proyecto industrial del país, sustentado en el proteccionismo y con el apoyo técnico y financiero del Banco de Avío; sin embargo, nacía uno nuevo, con la flamante dirección. Al respecto, cabe recordar que acababa de terminar la rica y frustrante experiencia del banco. Esta institución cerró definitivamente sus puertas a mediados de 1842, después de doce años de operación; durante estos, pasó de alimentar expectativas optimistas y proyectos industriales importantes a una vida precaria, por el agotamiento de sus recursos y el desvío con respecto a sus propósitos originales de operación.

    Alamán fue el personaje central de esta historia. Se involucró intensamente en el diseño, nacimiento, vida y muerte del Banco de Avío. Lo anterior porque, aparte de ser en gran medida el autor de la idea de fundarlo en 1830, siendo ministro de la poderosa Secretaria de Relaciones Exteriores, fue promotor y protector de la institución desde ese cargo hasta 1832, cuando terminó su gestión. De allí en adelante, fue cliente distinguido del banco en la obtención de apoyos financieros, para la creación de industrias de textiles y de papel.

    Y lo mismo tuvo que ver con la liquidación del banco desde la presidencia de la Junta Directiva del Fomento de la Industria, cuando llegó al fracaso. Para salvar lo más posible del derrumbe, trató de que la junta se encargase de los bienes de la institución. Santa Anna, de nuevo en la presidencia, se negó rotundamente a eso, por el interés que tenía de venderlos para apoyar las débiles finanzas públicas,

    La definición de tare as de la flamante dirección descubre la mano creativa y ambiciosa de Alamán, personaje que se proponía nada menos que mantenerse al tanto de los adelantos técnicos nacionales y extranjeros, así como difundirlos; promover la educación elemental y religiosa entre niños y obreros; crear cajas de ahorro y socorro mutuo entre estos; hacer proposiciones al gobierno sobre inversiones en equipo, maquinaria y nuevas plantas, además de sugerir medios para combatir el contrabando, que era la pesadilla de los proteccionistas. También habría de captar y concentrar información estadística nacional y elaborar un estudio anual sobre el estado de la industria en el país.

    Ya en 1843 se tienen resultados de la infatigable actividad de Lucas Alamán en su nuevo cargo, cuando dio a conocer la extensa y rica Memoria sobre el estado de la agricultura e industria, de la dirección a su cargo.50  Su diligencia también tuvo que ver con el levantamiento del Padrón de establecimientos industriales de 1843; este fue repetido, ya sin su intervención, en 1848,1863 y 1865.51

    La preocupación permanente de este autor por el conocimiento del país quedó plasmada en la Memoria que rindió de las actividades de la Dirección General de Industrias en 1844, obra que no fue menos rica en datos que la precedente, aunque, a diferencia de esta, apareció suscrita por el propio Alamán.52  Estas obras contienen importante información sobre la gran diversidad de ramos y actividades que estaban a cargo de la dirección; entre estos resaltan los referentes a la situación de la industria textil.: Lo anterior no corresponde sólo a la importancia que, por entonces, tenia esta actividad como industria de punta; también, al interés personal e incluso empresarial que Alamán había puesto en su desarrollo, protección y estimulo. La Memoria de 1844 también incluye la cuantía de los diezmos captados por la iglesia en el lapso de 1806 a 1833, como continuación de la serie que había publicado Humboldt.

    Asimismo, don Lucas Alamán se daba tiempo para abordar otras inquietudes, aparte de velar por sus intereses empresariales y de su gestión pública al frente de la Dirección General de Industrias. Resultado de estas es la obra publicada en 1845 sobre la Liquidación general de la deuda exterior, cuestión que sin duda era una de las peores pesadillas que atormentaban a la República.53  Este trabajo contiene las que son, tal vez, las conceptualizaciones mas lucidas de su tiempo sobre dicho problema; asimismo, una gran variedad de datos sobre diversos aspectos de la deuda.

    En 1846 fue editada otra Memoria de la Dirección de Agricultura, también suscrita por Alamán, correspondiente a la gestión del año de 1845.54 Esta publicación entrega al lector importantes cifras y apreciaciones, que permiten obtener una noción de los cambios sucedidos en los años cuarenta; particularmente, en la agricultura y en la industria. No menos interesantes son las siempre talentosas proposiciones del autor sobre la manera como se puede alcanzar la prosperidad en esas actividades.

    Pero es necesario volver un poco atrás en lo referente a los aconteceres nacionales que afectaban a la estadística. La disputa entre liberales y conservadores iba cobrando cada vez más violencia; lo mismo, la existente entre el centralismo y el federalismo, así como entre los integracionistas y los separatistas, a medida que las fuerzas confrontadas iban sumando contingentes de agraviados. El país se iba disgregando, rápidamente, en facciones y corrientes.

    Mientras tanto, la anexión de Texas a Estados Unidos se hizo inminente; por lo anterior, el gobierno de México dio a conocer al de aquel país que consideraría tal incorporación una declaración de guerra. A principios de 1845 ocurrió la anexión de Texas y, en consecuencia, México rompió relaciones con Estados Unidos.

    Las provocaciones de Estados Unidos se multiplicaron a lo largo de meses. Finalmente, decidió declarar la guerra a México en mayo de 1846, aun cuando las acciones bélicas habían comenzado mucho antes. EI agitado gobierno mexicano, a su vez, la declare solo dos meses más tarde, retraso que en parte se debió al desorden creado por las entradas y salidas de Palacio de partidas afines a Mariano Paredes, general conservador, y a José Joaquín Herrera, cabeza del liberalismo.

    Por su parte, Santa Anna retorno del exilio en diciembre, reclamado por sus partidarios como el único capaz de salvar a la patria. Sin duda, debe haber parecido un verdadero Napoleón, en comparación con el general Paredes; este último, encargado de la defensa del país, en vez de enfrentar al invasor, había dirigido sus tropas a combatir el gobierno liberal de Herrera.

    El Congreso designo, sin más, presidente a Santa Anna y a Gómez Farías como vicepresidente, para afrontar la emergencia de la guerra. Después de perderla a lo largo de 1847, y con el país ocupado, el primero renuncio a la presidencia en septiembre de ese año.

    En enero de 1848 se firmo el Tratado de Guadalupe Hidalgo; mediante estas, se pacto la salida de las tropas de Estados Unidos a cambio de la cesión de la Alta California, Nuevo México y parte de Coahuila por 15 millones de pesos. EI país quedo sumido en el caos financiero, desmoralizado y con las bases políticas destruidas. EI primer presidente que se eligió tras la derrota fue de nuevo José Joaquín Herrera; este federalista tomo posesión en junio de ese año, Sin embargo, difícilmente se sostenía ante las embestidas de su eterno enemigo, el monárquico Paredes.

    En pleno recuento de las desgracias, pérdidas sufridas y recriminación de culpas reales o atribuidas en torno a la reciente derrota en la guerra patria, el ya evocado don José Gómez, conde de la Cortina, y otros interesados en el asunto propusieron la fusión de la Comisión de Estadística Militar con el Instituto de Geografía, para crear la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Proposición prudente que se acogió con beneplácito, pero que se hizo en un momento poco propicio, a causa del estado de confusión y emergencia prevaleciente en el país. Por esa razón, para realizar la iniciativa debió esperar hasta 1851, a cuyo efecto se emito una disposición del Congreso de la Unión. En la misma, se estableció que el presidente nato de la sociedad habría de ser el ministro de Guerra; sin duda, en reconocimiento de que el núcleo central de la nueva sociedad era la Comisión Militar.

    Sin embargo, cuando se forme la Secretaria de Fomento dos años más tarde, aquella disposición se modificó; además, se estableció que la presidencia de la sociedad la habría de ocupar el titular del nuevo ministerio. Lo anterior era natural, en vista de que las funciones asignadas a la Secretaria de Fomento, en cuanto a ocuparse de la estadística, coincidían en diversos aspectos con las tare as y el papel de investigación y de difusión de resultados demandados a la sociedad con respecto a su campo de estudio. Un punto de principal importancia en ese momento crucial y de bancarrota del país fue que se le asignaron fondos para la publicación del Boletín, con lo cual se logró editar nuevos números, aunque no cobró regularidad.

 

4.3. DE PÉRDIDAS Y GANANCIAS


El trauma de la guerra contra Estados Unidos probó ser de gran severidad y de múltiples consecuencias para el país; por cierto, no todas negativas. La derrota militar, la invasión y la pérdida de medio territorio conmovieron profundamente a la sociedad. La catástrofe, que fue la culminación de una larga secuencia de des gracias que habían asolado al país, convocó las reservas de pudor y voluntad para desplazar el régimen conservador, gobierno al cual los liberales atribuían, con indudable exageración, todos los daños que había sufrido la nación en sus tres decenios de vida independiente.

    Sea o no exagerado el juicio de los liberales, el hecho es que constituye un momento culminante de las rupturas que venían sucediendo en el tejido social, para dar paso a un nuevo régimen. Este habría de concretar, al final de cuentas, el difícil proceso de crear una nueva nación; proceso que ya acontecía mediante luchas violentísimas en todos los campos -fuesen militares o políticos, económicos o sociales-, entre los conservadores, empecinados en preservar estructuras, privilegios y estamentos de fuerte acento colonial, y los liberales, ansiosos de imponer su rumbo al país y de crear sus propios privilegios.

    Lo cierto es que en esa lucha, de las más largas en decenios, la victoria de los ejércitos de Estados Unidos sobre los de México fue a cuenta del prestigio y responsabilidad de los conservadores. Constituyo un insoslayable antecedente para que los liberales hiciesen prosperar su peso y presencia nacionales, en el decenio de los cincuenta, hasta llevarlos al poder; si bien lo lograron mediante una lucha encarnizada contra el Dictador Perpetuo, como se hizo nombrar Santa Anna cuando asumió el cargo para desempeñar la que sería su última gestión, La revolución de Ayutla, convocada en marzo de 1854 por el viejo guerrero Juan Álvarez, en agosto del siguiente año, logro la derrota final de Santa Anna y su huida al exilio. Lo anterior solamente fue un capitulo en la lucha a muerte que tenía lugar, porque los conservadores poseían todo para continuar la guerra. Y guerra hicieron.

    Álvarez encabezo un efímero gobierno liberal a finales de 1855, ya que pocos meses después debió renunciar, debido a que su precario estado de salud le impedía gobernar un país dividido. Cedió el paso a Comonfort, presidente sustituto; aunque antes cobro la responsabilidad histórica de que fue, durante su corto gobierno, cuando se emprendió la gran revolución liberal. Esta la inicio Juárez, siendo presidente de la Suprema Corte, al derogar el derecho de los tribunales militares y religiosos a conocer asuntos civiles; asimismo, al declarar renunciable el fuero religioso.

    Comonfort prosiguió las transformaciones liberales, además de enfrentar resistencias y numerosos levantamientos conservadores y uno que otro liberal, así como los de comunidades campesinas; revueltas que se multiplicaron al decretar, en abril de 1856, nuevas reformas liberales. Estas incluyeron que los votos religiosos ya no serian exigibles civilmente, además de poner en vigencia la ley Lerdo en junio de ese año, que desamortizo los bienes de corporaciones civiles y religiosas.

    En diciembre de 1856, el papa Pio IX declare nulos todos los decretos del gobierno mexicano que afectasen a la iglesia y sus propiedades. Con todo, al mes siguiente se avanzo en la separación entre la iglesia y el estado, al establecerse la ley del Registro Civil y la de Cementerios, con lo cual el estado ponía bajo su control a los vivos y a los muertos, al sustraer su registro de manos de la iglesia. AI mismo tiempo, el Congreso formulo una nueva Constitución de marcado carácter liberal, que entro en vigor en febrero de ese año.

    A finales de 1857, ocurrieron las elecciones en las que triunfo Comonfort. Torno posesión el de diciembre, con Juárez como ministro de Gobierno, y los acontecimientos se precipitaron. Así, dos semanas después, Zuloaga encabezo un levantamiento para derogar la nueva Constitución. A este movimiento se sumo el propio Comonfort, tras algunos titubeos, dando así un autogolpe de estado a su propio gobierno. De nada le sirvió, en cuanto a la aspiración de conservar el poder, porque unos días después, el 11 de enero de 1858, Zuloaga dio un nuevo golpe exitoso y desplazo a Comonfort.

    De inmediato, Benito Juárez asumió la presidencia en Guanajuato, ante la ausencia del presidente electo; entonces, se inicio la guerra de tres años, de la que salieron derrotados los conservadores. Sin embargo, mientras hacia la guerra, el gobierno de Juárez, instalado en Veracruz, empezó a emitir las leyes de Reforma, a partir de julio de 1859, leyes con las cuales se instituía formalmente la separación entre estado e iglesia; además, se despojaba a esta de poderes y privilegios que la hacían un estado aparte y un freno al desarrollo del capitalismo. A lo largo de 1861, fueron derrotadas las últimas fuerzas conservadoras, ya con el gobierno de Juárez en la capital.

    Mientras tanto, se iba delineando la alianza de los conservadores con los intereses franceses, para crear un imperio en México. A este respecto en octubre de 1861 suceden tres acontecimientos centrales. En primer término fue derrotado Zuloaga en Pachuca; por otra parte, se estableció en Londres la Alianza Tripartita, para demandar el pago perentorio de deudas y reparaciones a México sin reclamaciones territoriales; finalmente, Napoleón III comunico al primer ministro de Inglaterra su inclinación por establecer una monarquía en México con Maximiliano a la cabeza.

    En diciembre de ese año, Juárez fue elegido presidente y, al mismo tiempo, desembarcaron tropas españolas en Veracruz. Un mes más tarde se sumaron fuerzas inglesas y francesas al desembarco. No obstante todo eso, avanzaron las negociaciones con los gobiernos de Inglaterra y España; estos poco después decidieron retirar sus contingentes estacionados en México. Solamente quedaron las tropas francesas, que emprendieron su primera campaña para hacerse del país en abril de 1862.

    Con la derrota en Puebla de las fuerzas invasoras francesas, ocurrida un mes después, terminó la primera campaña; luego se retiraron de nuevo hacia Veracruz para reordenarse y para recibir refuerzos nativos y desde Francia. La segunda campaña debió esperar hasta febrero de 1863 para ser emprendida; posteriormente, tras ganar la segunda batalla de Puebla, aquella culminó con la toma de la ciudad de México en junio, por las tropas de Forey.

    El jubilo de los conservadores por el triunfo logrado y por la creación de la Junta Ejecutiva de Gobierno fue explosivo, pero efímero. Les echo a perder el gusto la alarma provocada por el manifiesto, de abierto contenido liberal, que Forey dirigió a la nación. Un mes más tarde, la Junta Ejecutiva de Gobierno se transformó en Junta de Regencia, la cual adoptó el régimen monárquico hereditario y ofreció la corona a Maximiliano.

    Mientras tanto, Juárez seguía con su gobierno itinerante, defendiendo la nación con escasas armas y abundantes decretos. Aparte de las ya mencionadas leyes de Reforma y de disposiciones de campaña, en julio de 1863 destaca el restablecimiento del derecho de comunidades indígenas a poseer tierras; este corrigió las disposiciones de efectos desastrosos, que prohibían a corporaciones civiles la posesión de propiedades. Hacia finales de ese año, las tropas francesas y conservadoras ocuparon casi todo el país. El juarismo estaba prácticamente vencido.

    El 12 de junio de 1864, Maximiliano y su corte llegaron a la capital, convocados por un plebiscito de sospechosa pulcritud. En abril de 1865, terminó la guerra civil en Estados Unidos; en agosto, su gobierno demandó perentoriamente a Francia que salieran del territorio mexicano las tropas francesas de ocupación.

    Mientras tanto, crecía el disgusto de los conservadores mexicanos con Maximiliano, quien les salió tan liberal que estaba mucho más cerca de Juárez que de ellos. Incluso, llegó al grado de ratificar las leyes de Reforma. En el campo conservador, las tensiones crecían por esas diferencias fundamentales; asimismo, por la incapacidad que mostraban las fuerzas armadas imperiales para derrotar al juarismo y ejercer pleno dominio sobre el país. Todo lo anterior se agravaba con las crecientes presiones de Estados Unidos, cuya intransigencia aumentaba con la presencia de Francia en América.

    Francia no estaba en las mejores condiciones para negociar. En noviembre de 1865, el gobierno de Estados Unidos rechazó la proposición de Napoleón III de que reconociera el gobierno de Maximiliano a cambio de la salida de las tropas francesas. AI final de cuentas, el diferendo se resolvió cuando Napoleón se vio obligado a sacarlas apuradamente a mediados de 1866, para defenderse en otros frentes. Mientras tanto, las fuerzas republicanas en México prosperaban y cobraban vigor.

    En octubre de 1866, Maximiliano desistió de la posibilidad de abandonar México. Sin duda, en parte lo hizo por heroísmo y amor a su imperio; pero, no menos, porque se vio obligado a ello, cuando Eloin anunció que Napoleón III lo fusilaría si retornaba a Europa. No obstante, poco antes, este último, gran causante de todas las tragedias de ese lance, lo había apremiado a renunciar al trono por medio de su enviado, el general Castelman. El 19 de junio de 1867, Maximiliano junto con Miramón y Mejía, fueron fusilados en Querétaro y se restableció la República. AI mismo tiempo, la revolución liberal se reanudó con más vigor.

    En los veinte años que pasaron entre la aprobación de la Constitución liberal y la restauración de la República, sucedió la consolidación del liberalismo, como fuerza social para revolucionar el país. Fue a través de años de luchas, de guerras internas y con fuerzas externas y de una gestión accidentada como el liberalismo de alguna manera fue logrando un apoyo más amplio de la población. Apoyo que cobró forma inicial como reacción frente a la derrota del país, a manos de Estados Unidos, y que apoyó a los liberales hasta llevarlos al poder en 1856. Luego, gradualmente, creció durante dos decenios de conmociones, que incluyen los violentos sacudimientos por las disposiciones de la Reforma, la guerra civil y la invasión francesa.

    Esta agitación, inevitablemente, tuvo consecuencias en el campo administrativo e intelectual; por lo tanto, asimismo en la estadística. Fueron consecuencias negativas en cuanto que las guerras absorbieron todas las capacidades para atender las tareas bélicas. Ahora bien, esos movimientos también tuvieron consecuencias positivas, porque sacudieron profundamente la sociedad; además acentuaron el interés de conocer y contar con más detalle, así como de manera diferente, la gente y los recursos del país, para efectuar las transformaciones de la revolución liberal.

    Resulta notable que en las condiciones prevalecientes de agitada vida nacional y de penuria, desde finales de los años cuarenta y durante los cincuenta, hubiera una mayor producción de obras de estadística; igualmente, que se lograsen importantes avances en la construcción de las bases institucionales para la formulación de estas. AI respecto, cabe destacar que tales avances sucedieron en una etapa de la vida nacional en la cual la estrechez financiera y las perturbaciones del país fueron más intensas; además, en ella se comprometieron muchas más regiones y grupos sociales que en las no poco agitadas decenios anteriores de vida independiente. Situación que se agravó más aun a partir de la guerra de 1847.

    Sin duda, un factor principal para el avance de la estadística fue la iniciativa de introducir importantes adecuaciones administrativas, la creación de nuevas instituciones y la reorganización de las existentes, para dar una nueva orientación a la gestión pública. También, la voluntad renovada en todos los interesados, liberales y conservadores, por reconocer el nuevo país que habían puesto al descubierto la invasión norteamericana y la guerra.

    Por todo eso cabe pensar que, en el campo de la estadística, al igual que en muchos otros, las pérdidas de honor y territorios en la guerra de 1847 también trajeron ganancias. Estas consistieron en que el sacudimiento material, político y moral sufrido por el país sirvió de estímulo para una vigorosa reacción social para salvar la República; asimismo, para darle orientaciones diferentes a la nación y verla con nuevos ojos.

    Un tema que causaba permanente angustia nacional era el de las finanzas públicas, severamente empeoradas desde mediados de los años cuarenta por los desgastes de la guerra. En realidad, el problema era en extremo crítico, tras la derrota nacional a manos de los ejércitos de Estados Unidos; lo anterior, no obstante el alivio que trajeron los dineros obtenidos por la venta forzada de territorios al invasor. El prolífico Guillermo Prieto, quien se había dedicado principalmente al periodismo y ocupado diversos puestos de nivel medio en Hacienda, se dedicó con gran energía al estudio de tales cuestiones. Resultado de sus esfuerzos fue su trabajo sobre Rentas de la Federación que dio a conocer en 1850.55 Cabe consignar que dentro de este campo de las finanzas públicas, al año siguiente, la colección de Documentos relativos al arreglo de la deuda interior fue editada por la Secretaria de Hacienda.56

    La publicación de la obra antes mencionada de Guillermo Prieto fue una importante razón para que en 1852 el presidente Arista lo nombrase secretario de Hacienda; cargo que desempeño por cuatro meses, si bien lo ocupó de nueva cuenta en 1855 por tres meses en el breve gobierno de Juan Álvarez. No obstante, se las arregló para, durante ese trimestre, organizar una comisión que tendría la formidable tarea de formular la contabilidad de la nación. Era una misión más importante que posible, por lo que al final no logró satisfacer su ambición. Por tercera vez fue designado secretario de Hacienda en 1858, por el presidente Juárez, cargo que desempeño durante casi un año.

    El nuevo interés y los esfuerzos en el decenio de los cincuenta para mantener una actividad intelectual intensa y sistemática no resolvían los problemas de la insuficiencia de personal, presupuesto y condiciones materiales y sociales que esta requería; pero, con todo, daban resultados. Lo que sucedía por entonces era una profunda conmoción general que alteraba toda la vida nacional. No eran tiempos propicios para la reflexión pacifica, porque la vida nacional daba aun mas tumbos que antes, entre golpes de estado y cambios de gobierno; y sin embargo, hubo contribuciones a la estadística económica nacional.

    Algunas, incluso, fueron enormes obras y aportaciones de grandes novedades. No obstante, a pesar de las buenas intenciones y de la multiplicación de trabajos -sobre todo producto de esfuerzos personales-, era natural que principalmente fueran obras descriptivas y con base en datos ya conocidos, más que generadoras de nueva información. De hecho, un gran vacío de información nueva prevaleció en el decenio; mas se avanzó en reconocer su magnitud que en llenarlo, mediante empeños por hacer nuevas recopilaciones e investigaciones. Con todo, se exploraron archivos, se recopilaron fuentes y los intelectuales de la época lograron que el decenio de los cincuenta apareciera como de fructífera producción de obras relevantes.

    En tales circunstancias fue que, a principios de ese decenio, la Sociedad de Geografía y Estadística -la cual, como hemos visto, surgió en 1851 de la fusión del Instituto de Geografía y la Comisión de Estadística Militar- se encontró sin posibilidades reales de prosperar. A pesar de eso, y aunque de manera restringida, persistió en su labor. A este esfuerzo se debe que se haya mantenido la publicación de su Boletín, aunque esporádicamente.

    En esa época, la Sociedad de Geografía y Estadística dio a conocer algunos trabajos importantes; entre estos, el notable estudio "Estadística de Yucatán", elaborado conjuntamente por José María Regil y Alonso Manuel de Peón.57  Esa aportación recibió numerosos elogios por su calidad y contenido; además por ser la primera investigación de su tipo sobre la Península, que entonces era casi desconocida. Lugar que, por cierto, ya tenía más de un decenio de estar envuelto en la guerra de castas, la cual habría de prolongarse con brotes esporádicos de rebelión por un periodo mayor al medio siglo.

    En cambio, la producción de nuevas obras avanzo con mayor vigor gracias, en gran medida, a esfuerzos personales. Desde principios del decenio de los cincuenta se fueron difundiendo nuevos materiales y resultados de investigaciones. Empezaron a publicarse obras de importantes autores que habrían de llenar, política e intelectualmente, la vida nacional en la segunda mitad del siglo XIX.

    Entre las aportaciones que se hicieron en esos momentos difíciles y confusos destaca la publicación en 1854 de la obra monumental dirigida por Manuel Orozco y Berra, su Diccionario Universal de Historia y Geografía,58  texto en el cual colaboraron numerosos autores. De esta manera, finalmente culminaba el formidable proyecto emprendido desde varios años atrás. La obra rescata numerosos documentos y referencias; además, aporta al lector algunas cifras estadísticas novedosas, como en el campo de las cuestiones monetarias.

    Orozco y Berra, ingeniero y abogado, sufría una insaciable voracidad de conocimientos. Hasta entonces se había desempeñado en varios cargos públicos menores; de todos estos, solamente correspondió a sus intereses enciclopedistas el de director del Archivo General de la Nación, que ocupo por un corto lapso.

    Para su desgracia, más adelante se involucre con el gobierno de Maximiliano, ocupando los cargos de subsecretario de Fomento, director del Museo Nacional y consejero de Estado; debido a lo anterior, al restaurarse la República fue juzgado, sentenciado y encarcelado por el cargo de infidencia. Pero no permaneció ahí durante mucho tiempo. Pocos meses después fue liberado, y más adelante rehabilitado; sin duda, los liberales valuaron acertadamente mucho mas sus buenas obras como erudito que sus malas opciones como político. Por fortuna, a partir de entonces dejo de lado la política y el apetito de poder. Se dedico en cuerpo y alma a satisfacer sus pasiones por el conocimiento; asimismo, a la publicación de sus numerosas aportaciones en el campo de la geografía, la cartografía y la historia, hasta el fin de su fructífera vida.

    Otro personaje de primera importancia que durante los cincuenta irrumpió en el panorama intelectual fue Miguel Lerdo de Tejada. Liberal consecuente, empezó a publicar sus primeros trabajos de estadística a principios de ese decenio. Cuarentón para entonces, ya había dado a conocer en tres tomos sus Apuntes históricos de La H. Ciudad de Veracruz, de donde era originario. También había emprendido una vida pública intensa, que mantuvo hasta su muerte en 1861.

    Ocupo, con gran éxito, una diversidad de cargos ministeriales; entre estos la Secretaria de Fomento, en tres ocasiones, la de Hacienda, otras tantas, y una vez la de Relaciones Exteriores, Le toco la elevada responsabilidad de promulgar la ley de Desamortización de Fincas Rusticas y Urbanas en 1856, que precisamente se conoce como ley Lerdo.

    De la obra de Lerdo de Tejada destaca con razón su trabajo publicado en 1853, El comercio exterior de México desde La conquista hasta hoy.59  Sin duda, la más conocida de sus aportaciones, recoge información detallada de los movimientos de exportaciones e importaciones por productos y aduanas, de la entrada y salida de barcos y los impuestos captados, entre otros.

    Más adelante, Lerdo compuso y dio a conocer su Cuadro sinóptico de la República Mexicana en 1856, que incluye gran variedad de datos cuantitativos e información cualitativa novedosos sobre el pais.60 Un año más tarde amplio notablemente su aportación con la rica información económica que incluyo en la Memoria, la cual rindió en su carácter de responsable de la Hacienda Pública con el gobierno de Comonfort.61 Estas dos últimas publicaciones contienen recopilaciones importantes, aunque fragmentarias, sobre aspectos económicos generales del país. Pero es en el campo de las cuestiones fiscales y de comercio exterior donde hacen las aportaciones más significativas.

    Lerdo también fue secretario de Hacienda con Juárez en dos ocasiones, en los años 1859 y 1860. Renuncio a tan alto cargo en la segunda ocasión por diferencias con el presidente, en cuanto a la decisión de suspender el pago de la deuda exterior.

    A propósito de las consecuencias positivas que tuvo la guerra con Estados Unidos, res alta que, de golpe, México cobró mayor presencia internacional como nación independiente. Crecía el interés interno y en el exterior por conocer el país; a causa de eso, en los años cincuenta surgieron obras de difusión. Casi todas estas se debieron a la iniciativa de sus autores, a diferencia de las que medio siglo más tarde producirían instituciones públicas y empresas editoriales.

    Se hicieron así esfuerzos personales con propósitos de dar a conocer de manera amplia las características y atractivos del país. Principalmente, se trata de guías para viajeros ilustrados y para posibles inversionistas. Son trabajos de difusión dedicados a rescatar descripciones; ofrecen al lector información dispersa y numerosos datos aislados, cuantitativos y cualitativos, sobre paisajes y riquezas, paseos y actividades económicas, con el fin de dibujar un cuadro discretamente documentado sobre lo que México era por aquel entonces.

    Una de los primeras obras de ese tipo, y tal vez la más importante del decenio de los cincuenta, fue la que realizó el literato y geógrafo aficionado Jesús Hermosa. Corresponde a una recopilación de información general de carácter geográfico y económico, así como de los atractivos que el país ofrece al visitante curioso; texto que elaboró a manera de amena descripción. La obra cumplió ampliamente con el objetivo de dar a conocer algunas de las particularidades de México. Salió al público en 1857, con el titulo de Manual de geografía y estadística, y tuvo inmediato éxito editorial.62

    A lo largo de varios decenios, el Manual de Hermosa fue objeto de numerosas revisiones y reediciones. De un carácter más especializado es el trabajo anónimo con el titulo de Cuadro estadístico y económico comparativo,63  que fue editado también en 1857.

    Ese es un año memorable para la estadística por la cantidad de publicaciones relevantes que se lograron terminar y poner en circulación. Un acontecimiento ocurrido ese año, y que fue el inicio de una obra que habría de ser muy fecunda, fue la aparición del primer trabajo suscrito por Antonio García Cubas, de titulo Noticias geográficas y estadísticas de la República Mexicana64 Este trabajo, junto con su Reseña geográfica del distrito de Soconusco o Tapachula, que se editó el mismo año, estableció las bases de un prestigio bien merecido del flamante autor que entonces tenía 25 años de edad.

    Mientras proseguía sus estudios de ingeniería, disciplina en la que se habría de graduar en 1865, García Cubas siguió contribuyendo a enriquecer el campo de la estadística con sus numerosas aportaciones. Por lo pronto, en 1858 dio a conocer un folleto de Apuntes relativos a la población; así estableció, junto con las dos publicaciones antes citadas, las temáticas que habrían de ser las principales de su vasta obra.65

    Pero es necesario retornar a principios de los años cincuenta para referir los aconteceres en el campo institucional. Fue entonces cuando, con el estimulo de los apuros por disponer de información vital, se sometió a escrutinio el desempeño que había tenido la Contaduría de Propios; institución que, se habrá de recordar, fue creada en 1831 con la misión de formular la estadística nacional. Como era de esperarse, en dicha investigación se encontró que en los dos decenios transcurridos no había cumplido el mandato que se le había impuesto. Tampoco ahora estaba en condiciones de hacerlo, por lo que se le consideró incompetente para efectuar las funciones que se esperaban de ella.

    Esta y muchas otras necesidades de información y administrativas apuntaban hacia la necesidad de organizar una secretaria que se encargase de concentrarlas y resolverlas. En consecuencia, en 1853 fue creado el Ministerio de Fomento, al que entre otras tareas se le dio el mandato de cumplir con las obligaciones de "formular la estadística general de la República". Este había sido el encargo que dio origen a la Contaduría de Propios; por lo que al no cumplirlo fue desaparecida.

    Sin embargo, esa tarea no podía cumplirse pronto ni fácilmente, a pesar de los cambios administrativos, la buena voluntad que había, la dedicación de esfuerzos de gente apta y los recursos que se aplicaron a lograr tales fines. Por eso, cuatro años después de la creación de la Secretaria de Fomento, don Manuel Siliceo informaba en la Memoria de 1857 -la cual rindió en su carácter de titular de la dependencia- que aun no se había logrado cumplir con el mandato de formular la estadística nacional.66 Persistía la deficiencia en el conocimiento elemental del acontecer económico, así como de las capacidades y limitaciones del país.

    Con todo, dicha Memoria resultó ser una obra de gran riqueza, porque contiene importantes recopilaciones de información estadística; entre otras, las efectuadas por Orozco y Berra sobre moneda, población y movimientos migratorios entre pueblos prehispánicos, No menos relevantes son las colaboraciones de otros autores, respecto a temas como el desempeño del Monte de Piedad en años recientes; institución que por entonces era de primera importancia en el campo del crédito. También de interés resulta la información que contiene acerca del desarrollo de las lineas telegráficas.

    Avances estadísticos había. Siliceo destaco, en la citada Memoria, los importantes adelantos logrados en cuanto a establecer los métodos y procedimientos adecuados para la captación y difusión de la información. Sin duda, tales esfuerzos en favor de la organización de la estructura orgánica de la estadística eran necesarios y darían fruto, pero no por entonces. Se requería que hubiese circunstancias nacionales más favorables para tal objeto; condiciones que, evidentemente, no había hacia 1857, ni existieron sino muchos años mas tarde.

    De ese modo, por más de un decenio prosiguió la situación que fue descrita por Siliceo, en su Memoria, con perfiles dramáticos y exactos. Su contundente apreciación acerca de la situación prevaleciente hasta entonces era que, a partir de la independencia y hasta la época de su informe, en el mejor de los casos tan solo se habían hacinado informaciones y noticias; no obstante, eso se había realizado sin orden, método ni estudio.

    Todo lo anterior de ninguna manera minimiza la importancia que tuvo para el país la creación del Ministerio de Fomento y, dentro del mismo, de la sección de Estadística. Esta de inmediato emprendió la tarea de solicitar a los gobiernos locales que captasen y remitiesen a dicha dependencia gran diversidad de datos; el objeto de esta situación era recopilar y difundir, regularmente, la información esencial para el país. Sin embargo, pronto fue evidente que en muchos de los estados no había el tiempo, el interés, la voluntad de colaboración e, incluso, la capacidad técnica y organizativa para responder positivamente a la demanda. Por esas razones, solo se logro fragmentariamente el objetivo propuesto.

    Era natural. Las disposiciones estadísticas del gobierno central tuvieron respuestas a la medida de su verdadero poder y de la buena voluntad de los gobiernos estatales; aspectos que por lo visto no eran tan escasos, a juzgar por los resultados que reportaba Fomento a finales de 1857. A pesar de todos los obstáculos y deficiencias, para entonces se había obtenido la información correspondiente a casi la mitad de los estados; además, estaba por terminarse la captación y concentración en otros tantos.

    No obstante, la expectativa de Fomento resulto demasiado optimista, porque lo obtenido hasta ese momento fue lo más que se logro entonces en ese sentido. Quedo probado que era imposible completar la tarea o emprender nuevos intentos para completar la información, debido al resurgimiento de la guerra civil por la rebelión de los conservadores ante las transformaciones liberales, lo cual hemos comentado en paginas anteriores. A partir de ese momento, las urgencias bélicas de nuevo envolvieron al país, sin interrupción y durante un decenio.

    En todo caso, a raíz de aquel fracaso, el Ministerio de Fomento decidió organizar comisiones con personal del gobierno central, en cada entidad federativa; así podría cumplir con el mandato de captación de información que se le había impuesto, en vez de depender de los gobiernos estatales para lograrlo. Este paso fue el primer intento de centralización que hizo el gobierno federal en materia de estadística nacional.

    Hecho que, en realidad, podía ser incluido dentro de un proceso general de invasión, por parte del gobierno federal, de los espacios de las administraciones publicas locales. Es inevitable suponer que, en las circunstancias del momento, el gobierno federal considero que la concentración y centralización de tales funciones no solo era el procedimiento más expedito para cumplirlas sino, tal vez, el único posible; aun en el caso de que este resultara a todas luces repugnante al espíritu liberal y opuesto a la letra de la Constitución.

    El hecho es que, en el campo de la estadística, al igual que en muchos otros, se recurrió a la centralización para gobernar. Con ello la información se convirtió en una necesidad de estado, en un doble sentido. Por una parte, eso ocurrió debido a lo urgente que era disponer de ella para la gestión pública. Por otra parte, porque disponer de esa información se convirtió en símbolo, con toda la importancia que implica poner a prueba el poder del estado. Así, además de todos sus fines utilitarios, se politizo el dato; disponer de este, se constituyo en un momento importante de la lucha por la unificación nacional, lo que equivale a decir de la consolidación del poder.

    El mensaje que se quería trasmitir era claro: demostrar que había un poder estatal constituido y superior a los intereses locales y regionales. Poder que, en este caso, se concretaba a captar y manejar la información, Lo anterior, como es de suponer, generó vigorosas resistencias. Estas, igual que en todos los intentos anteriores, derrotaron la nueva embestida ordenadora del gobierno central. No sin buenos argumentos, por cierto. Después de todo, la iniciativa representaba una violación mas del pacta federal, así como de las autonomías de los estados de la Unión, por formales que fuesen.

    Aun si el de la estadística no fue el único ni el más importante campo donde sucedió esta confrontación entre poderes locales y nacionales, de todas formas fue una batalla importante; lucha que requirió del estado no pocos esfuerzos para pelearla y, sobre todo, para ganarla finalmente. No obstante, esto aun tomó largo tiempo, porque los intereses y fuerzas en juego no eran poca cosa. Así, el conflicto sólo se resolvió mediante una combinación de fuerzas suficientemente poderosa para derrotar resistencias y de habilidad política para convertir en aliados -aunque respetando en gran medida sus poderes- a los caciques y poderosos locales.

    Sin embargo, tales condiciones no se cumplían por entonces. De esa manera, el propósito estadístico creó un conflicto que llegó al grado de provocar violentas reacciones contra el levantamiento de censos; sobre todo, en áreas rurales remotas. Se repitieron en México hechos similares a los ocurridos en otros países de America Latina, consistentes en choques y levantamientos de los pobladores renuentes a ser contados por el gobierno federal.

    Esa resistencia contra el censo tenía numerosas causas importantes y razonables. Para empezar, estaba el celo en torno del poder, entre autoridades locales y nacionales. Pero no menos importante era que un censo siempre es causa de sospechas justificadas entre la población; desconfianza generada porque promete, y usualmente cumple, que sus resultados serán utilizados para temidas obligaciones fiscales, controles, levas y leyes capaces de alterar la tradición y el orden de las cosas. Además, porque la iniciativa proviene de un centro de poder impersonal y lejano, con el cual se mantienen, en el mejor de los casos, modos ajenos y sospechosos de relación y de negociación.

    Así, la realización de un censo de personas, propiedades, actividades y capacidades se transformó en un campo de disputa para la formación del estado nacional. Después de todo, el derecho a contar no sólo constituyó una necesidad para la ciencia, el conocimiento y la administración; también se convirtió en gesto de autoridad necesario para establecer y confirmar la existencia de un poder superior al individuo, la comunidad y la región: el poder del estado nacional. Eso lo resentían, con toda razón, quienes veían amenazado su dominio o autonomía por un nuevo orden que, tal vez, ni habían pedido ni les provocaba grandes entusiasmos.

    Sin embargo, en la segunda mitad del decenio de los años cincuenta, aunque formalmente existiera el gobierno liberal, este no tenía la autoridad ni la estabilidad suficiente para imponerse plenamente a las resistencias locales. En realidad, todo estaba en disputa y el gobierno min no se encontraba en capacidad de establecer su ordenamiento unificador, de completar sus formas orgánicas para funcionar y de constituir propiamente la nueva nación. Mucho menos estaba en condiciones de hacer censos.

    En todo caso, el estado de guerra civil y patria que asolo al país des de 1858 casi volvió imposible avanzar en el campo de la estadística y en cualquier otro que no fuera el de los apuros bélicos, Las preocupaciones centrales que absorbieron todos los esfuerzos y atención fueron: la persistencia de la nación, hacer y ganar la guerra, así como resolver los problemas crecientes de las finanzas.

    Dentro del problema de las finanzas, la cuestión de la deuda pública era una preocupación fundamental para el país. En este campo, sobresalen los trabajos que por entonces desarrollo Manuel Payno. Destacado político de filiación liberal, desde muy joven empezó su agitada vida pública; a lo largo de sus tres decenios de presencia nacional, esta lo llevó a ocupar cargos importantes de gobierno, al ostracismo y, por último, a la rehabilitación. Termino sus días de hombre público en el mismo campo donde se inicio, en el servicio diplomático y, afortunadamente, dedicado a escribir hermosas novelas costumbristas por entregas.

    En 1847, durante la ocupación norteamericana, a Payno se le encargó organizar el correo secreto con Veracruz. Poco después, en 1850, por primera vez lo encontramos ejerciendo la función de secretario de Hacienda, en el gobierno de José Joaquín Herrera. De esa experiencia dejo una generosa constancia, en forma de una recopilación de abundante información, sobre las caóticas finanzas públicas nacionales de su tiempo y numerosas proposiciones para componerlas, en su Reseña de la hacienda pública, editada en 1851.67

    Ocupó el mismo cargo, varias veces, con diversos gobiernos. Por cierto, Payno era secretario de Hacienda durante la accidentada gestión de Comonfort cuando se convirtió en el principal promotor del autogolpe de estado que aquel se dio -del cual ya hemos hablado- en diciembre de 1857, para detener la avalancha de reformas liberales.

    A consecuencia de ese lance desafortunado y equivoco de Payno, que abrió la puerta a la ilegalidad conservadora y a la guerra de tres años, fue segregado de la administración pública liberal. No obstante, durante los años de relegamiento abordó por cuenta propia algunos temas económicos, empezando por su Calendario del comercio y guía de forasteros para el año bisiesto de 1860.68

    De mayor trascendencia fue la memoria que le encargó el gobierno, publicada en 1862 con el titulo México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia; en este Último lugar, estudió el grave problema de la deuda exterior que, para entonces, ya había sido pretexto para la invasión francesa.69 Tres años más tarde dio a conocer su importante obra dentro de este mismo campo, La deuda interior de México, que era otro tema candente de su tiempo70

    Payno se reintegró a la vida pública de la manera más desafortunada que podía escoger, porque decidió reconocer el gobierno imperial de Maximiliano después de que este lo había perseguido; incluso, para entonces era evidente la inminente derrota de la aventura austriaca.

    En todo caso, su iniciativa fue causa de nuevas acusaciones y ostracismo, cuando el juarismo recupero el poder; pero eso duro poco tiempo. Una vez restaurada la República, fue generosamente rehabilitado por Juárez. Poco después fue elegido diputado y, más adelante, senador.

    No obstante, es conveniente regresar un poco. Payno retorno el tema fiscal hacia finales del decenio de los sesenta, mediante la aportación de una interesante recopilación. La hizo, una vez rehabilitado, por encargo del gobierno de Juárez cuando recupero el poder; fue sobre cuentas, gastos y acreedores de los tiempos imperiales, y se edito en 1868. En este trabajo, destacan el relato de la ocupación de aduanas y la relación de ingresos y gastos del gobierno de Maximiliano; dentro de estos, el grotesco despilfarro de la corte, mientras el imperio se hundía y cuando no alcanzaba para cubrir los gastos militares.71 Su trabajo tiene particular interés, ya que el gobierno de Maximiliano no se preocupo por dar cuentas ni difundir el estado de sus finanzas públicas.

    Un año más tarde, Payno hizo la que sería su última colaboración a la estadística fiscal, la cual consistió en seis trabajos breves. Estos corresponden a recopilaciones de información rescatada de viejos archivos de principios del siglo sobre impuestos captados en algunas aduanas, por plata acuñada, correos, e incluso del Hospital de Pobres, que fueron publicadas en el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística en 1869.72

    Después, su talento y creatividad se volcó a la literatura, donde hizo notables contribuciones a la novela costumbrista. En especial, destaca su gran obra por entregas que realizó a finales de los años ochenta, Los bandidos de Rio Frio; esta logro inmenso éxito en su época, y en la actualidad su lectura es obligada.73

    Las dificultades y sustos que trajeron los acontecimientos patrios en los años sesenta no apagaron del todo la pasión que había entre intelectuales y estadistas por la construcción de la estadística nacional. La importancia atribuida a esta actividad la manifiesta el encargo que hizo el gobierno a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1862, para que realizara un censo nacional de población, en momentos accidentados: cuando se pasaba de la situación de guerra civil entre liberales y conservadores a guerra patria por la defensa de la nación frente al invasor.

    Solicitud por demás urgente, pero a todas luces inoportunas, en esos tiempos de prueba para el país. En todo caso, la sociedad no pudo cumplir con la encomienda, más allá de una recopilación de información anterior, por falta de medios, autoridad y circunstancias. De algunos de estos problemas dio cuenta Rafael Duran, en una colaboración al Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística.74

    Pero algo se hacía, aunque fueran recopilaciones de datos generados en el pasado -muchos de ellos ya publicados-, así como descripciones de aspectos de la vida nacional. Es el caso de la publicación del estudio de Antonio del Castillo sobre la minería que en 1861 hizo el periódico El Siglo XIX. Aquella industria era, era en medio de los malestares nacionales, la actividad más rica del pais.75 De otro carácter, y de mayor interés, es la anónima Diligencias generales, editada en 1860, que da cuenta de rutas, frecuencias, tarifas y jornales que se pagaban en este sistema de transporte, el cual introducido durante la invasión de Estados Unidos, era por entonces el mas expedito.76

    Dentro de la precariedad de la vida nacional, debido a la situación de emergencia creada por la ocupación francesa y por la guerra de resistencia, algunas regiones estaban en mejores condiciones para mantener la producción de obras de estadística. Es el caso de la obra de José María Pérez Hernández que, en 1862, el gobierno de Jalisco edito con el título de Estadística general de la República Mexicana77

    De hecho, esta publicación es la única obra importante que se logro realizar sobre el tema durante la época de la intervención francesa. Se integra por una recopilación abundante de información sobre una diversidad de temas acerca de la situación del país durante esos años aciagos. Tiene referencias sobre estadística eclesiástica, monumentos y población, incluidas ocupaciones, artes y profesiones, agricultura, propiedad en la industria, comercio, transporte marítimo; además, se abordan los ramos de educación y justicia, entre otros.

    Ensayo menos ambicioso fue el de Jourdanet, también de la época del imperio, dedicado a una curiosa disquisición demográfica que destaca la relación entre geografía y razas humanas en México; dentro de la preocupación por las identificaciones raciales y sus causas, fue publicado en 1865 en las páginas del Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística.78

    Llama la atención que el gobierno de Maximiliano, a pesar de su vocación liberal, no hizo avanzar la investigación y recopilación de información estadística; tampoco edito obra alguna de importancia en este campo, y tal vez en ningún otro, durante los tres años de su gestión. Sin duda lo anterior se debe a que su administración ocurrió bajo condiciones de permanente emergencia, Apenas le daban las fuerzas y el tiempo para: sostenerse, hacer la guerra y evitar que las tropas francés as se retirasen del país; fuerzas de las que dependía, absolutamente, para sobrevivir. No tenía tiempo ni capacidad para medir y contar otra cosa que no fuesen los recursos financieros, gastos, bastimentos, cañones y tropas. En todo caso, su herencia estadística fue prácticamente nula.

    Desde luego, durante la etapa de la intervención el gobierno itinerante de Juárez tampoco tuvo ni podía tener un desempeño mejor que el de Maximiliano, en el aspecto de la formulación y publicación de estadísticas. Habría sido una hazaña, y sobre todo una verdadera frivolidad, atender esa labor en las circunstancias prevalecientes y precarias condiciones en que aquel estaba. En consecuencia, en esos años no hubo aportaciones juaristas significativas a la estadística o a cualquier otro tema; lo más importante era emitir las leyes de Reforma, hacer y ganar la guerra, así como mantener la esperanza de liberar la nación. En realidad, esta época fue, explicablemente, de vacío en la producción estadística.

 

4.4. CONTAR Y MEDIR LA NUEVA NACIÓN

A partir de la restauración de la República, en julio de 1867, y de la gradual pacificación del país, se empezaron a crear condiciones más favorables para reorganizar la vida nacional. En agosto de ese año, Juárez triunfo en las elecciones presidenciales, frente a la candidatura de Porfirio Díaz. Se reanudaron las transformaciones de la Reforma, al ser confirmada la nacionalización de los bienes eclesiásticos. Más importante aun fue la secularización de la enseñanza pública, que había sido bastión fundamental del poder de la iglesia.

    A ese efecto, se prohibió la educación religiosa en las escuelas públicas, pues esa actividad era un campo fundamental de la modernización del país y del dominio ideológico que ahora el estado reclamaba para sí. Desde luego, la disputa no se reducía a la educación elemental sino que se extendió a todos los niveles. Se trataba de un amplio esfuerzo de transformación; como parte del, la Escuela Nacional Preparatoria fue fundada por Gabino Barreda en 1868, con base en un programa de estudios de fuerte influencia comtiana.

    La aspiración no era, simplemente, reconstruir lo que se había destruido y dispersado a lo largo de diez años de guerras; había, también, que revolucionar la sociedad y formar una nueva nación, de acuerdo con los ordenamientos liberales. Había que completar las transformaciones de la Reforma, así como llevar adelante los cambios económicos, políticos y administrativos que eran parte del proyecto social.

    La expectativa era que las grandes reformas abrirían las puertas a un régimen social liberal que habría de transformar profundamente la sociedad. Se pensaba que para eso bastaría con la ruptura de las bases del poder económico de la iglesia y con el rescate por el estado de funciones sociales estratégicas que habían permanecido bajo custodia y dominio exclusivo del clero; con llevar adelante la reforma agraria que se emprendió con el fraccionamiento de tierras nacionales, de propiedad de la iglesia y de comunidades indígenas, y finalmente por medio de la eliminación de barreras internas al intercambio comercial. Había la convicción de que mediante estas conmociones se podría reestructurar el país; asimismo, encaminarlo en la ruta de la felicidad, gracias a la industria, el comercio y el progreso.

    La violenta irrupción de la modernidad y la realización de los grandes proyectos de política económica y social exigían nuevos conocimientos de la realidad. Para realizar las grandes transformaciones planteadas en cuanto a la estructura de la propiedad, las relaciones económicas y las funciones estatales se requerían cambios orgánicos en la administración pública; también una información apropiada para efectuarlas, ordenarlas y para gobernar.

    No menos demandantes de información eran las nuevas relaciones económicas internas y externas que iban surgiendo de la reconstrucción y transformación del país. La apertura de las primeras líneas ferroviarias creaba nuevos horizontes económicos, oportunidades de emprender nuevas actividades y una mayor integración de los mercados internos. Igualmente importante fue facilitar el incremento de las exportaciones de nuevos productos, como ocurrió en el caso del café.

    Era evidente que, para lograr los objetivos sociales y responder a las nuevas y crecientes demandas sobre la administración del flamante régimen social, la información disponible resultaba a todas luces insuficiente. Así, en el campo de la estadística se delineaban urgencias que demandaban cumplimiento inmediato. De am la temprana disposición del gobierno republicano -a menos de un mes de haberse instalado- de que fuera creada una sección de Estadística Fiscal dentro de la Secretaria de Hacienda, para lo cual se emitió el decreto el 6 de agosto de 1867. De inmediato, esta sección asumió la tarea de captar información económica muy diversa, aparte de la fiscal, como fue la de comercio exterior, debido a que también se le encargó la recuperación y difusión de información generada por otras dependencias; pero su información habría de ser mucho más completa que la que se había estado publicando hasta entonces.

    Por su parte, en el decenio de los sesenta, la Sociedad de Geografía y Estadística había cumplido el ciclo inicial de su agitada vida desde que nació (a partir de los restos del instituto creado en 1833 y de la Comisión Militar de Geografía, según se reseñó previamente). En ese decenio y medio de existencia siguió pasando apuros como su antecesor, el instituto, además de sufrir los embates de los agitados acontecimientos nacionales.

    Con todo, al evaluar las aportaciones conjuntas del instituto y la sociedad, destaca un abundante minero de trabajos relevantes, a pesar de los largos periodos de decadencia y casi abandono de sus funciones; asimismo, de la precariedad institucional y financiera que acompañó su existencia, prácticamente, sin interrupción. De ese modo lo destaca el recuento que hizo Miguel Arroyo en su responsabilidad de secretario permanente de la sociedad; autor que evocó, con la autoridad que le daba su función privilegiada, los trabajos publicados entre 1833 y 1860 En el Boletín. De este balance, cabe destacar que se produjeron, aparte de muchos otros, 15 novedosos estudios acerca de otros tantos estados de la República; también 238 cuadros -o sea, recopilaciones estadísticas- acerca de muy diversos aspectos.79

    Pero fue una celebración infausta la de 1860 porque, a partir de ese momento, la sociedad casi enmudeció durante varios años, Con grandes dificultades logró editar los volúmenes IX y X del Boletín, correspondientes a los años de 1862 y 1863, que completaron su primera época. Tomos que por cierto resultaron inevitablemente magros en contenido y extensión, debido a las circunstancias de terrible restricción financiera que atravesaba la sociedad; asimismo, por la ausencia de trabajos novedosos en esas épocas aciagas. Lo cierto es que decayó severamente su capacidad para estimular las investigaciones personales y para cumplir encargos gubernamentales.

    Al reconstituirse la República, y en vista del interés que había por los trabajos que podría realizar la sociedad para sustentar la política de la administración pública, en 1868 el gobierno de Juárez decidió renovar la sociedad y darle nuevo impulso; por eso se le otorgaron nuevos apoyos y se introdujeron cambios importantes. Estos incluyeron des de modificaciones organizativas hasta la asignación de nuevas funciones y, sobre todo, recursos para efectuarlas. El efecto fue inmediato, por la respuesta entusiasta de sus miembros ante los estímulos que se dieron.

    De esa manera, un año más tarde la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística cobró nueva presencia nacional y vitalidad: impulsaba investigaciones y difundía resultados sobre una gran diversidad de temas, que fuercen publicados en su Boletín; publicación que en 1869 emprendió su segunda época, la cual contrasta notablemente con la primera en todos los sentidos.

    Entre las aportaciones de esos años de florecimiento de la sociedad destacan las descripciones geográficas y geodésicas, la identificación y apreciación de la riqueza del país en cuanto a recursos naturales, las memorias de viajes científicos de investigadores nacionales y extranjeros por diversos rumbos del país, los estudios estadísticos y económicos de numerosas localidades y regiones, así como las relaciones acerca de actividades económicas varias. El país se estabilizaba gradualmente, a pesar.de que persistía la agitación política y abundaban los grupos armados de rebeldes y bandidos; asimismo, las actividades económicas se emprendían dentro de los nuevos cauces liberales en combinación con formas y estructuras del viejo régimen. Todo eso de alguna manera se expresó en el contenido del Boletín.

    A su vez, en 1868, el Ministerio de Fomento emprendió de nueva cuenta la tarea de "organizar una estadística general de la Nación". Para eso se consideró, con toda razón, que como punto de partida era esencial hacer realidad la vieja aspiración de efectuar un censo completo del país. Sin embargo, en el diseño de la estrategia a seguir, aparentemente se olvidaron las experiencias anteriores; así, en vez de reconocer que era inevitable centralizar las tareas esenciales en manos del gobierno federal para la realización del censo, se cometieron los mismos errores que tanto habían obstaculizado los intentos anteriores.

    Lo cierto es que se hizo caso omiso de la dificultad que tradicionalmente se había enfrentado para obtener la colaboración y la respuesta apropiada y oportuna de las autoridades de las entidades federativas y locales en tales tareas. Tal vez se pensó, con excesivo optimismo, que ahora había una armonía y coincidencia nacional de intereses, razón por la cual de nuevo se solicitó a dichas autoridades locales que realizaran los trabajos de captar y trasmitir la información respectiva. También, de nuevo, fracasó el intento. Un año más tarde sólo tres entidades habían remitido fragmentos de la información que se les había solicitado.

    Contrasta con el fracaso del censo de 1868, el desempeño de la Secretaría de Gobernación para difundir la flamante información vital sobre los movimientos de la población que ahora captaba mediante el Registro Civil. AI respecto, cabe recordar que esa secretaria se organizó en 1853 a partir de su antecesora, la Secretaria de Relaciones Interiores y Exteriores; aquella institución fue creada con el mandato, aparte de muchos otros, de formular la estadística demográfica.

    La diferencia con respecto a la capacidad inicial de Gobernación para realizar su misión estadística fue que, a partir de la vigencia plena de las leyes de Reforma, con la restauración de la República, se le imponía el control del Registro Civil. Con eso no sólo era posible obtener la información básica sino que para el estado era forzoso hacerlo, por la obligación que se había impuesto de llevar el registro y contabilidad de los que nacían, morían, se casaban y entraban o salían del país.

    A este respecto, destaca la colaboración de los gobiernos estatales para el manejo de esa información, en contraste con su frecuente renuencia en cuanto a remitir otros datos. Lo cierto es que todos respondieron positivamente a la solicitud del 28 de noviembre de 1868 de la Secretaría de Gobernación, referente a efectuar la recopilación continua de información sobre los movimientos de la población y su estado civil, y a hacerle llegar esos datos oportunamente. De modo que la Secretaría de Gobernación estuvo en posibilidad de empezar a publicar, poco después, los datos concentrados de la estadística demográfica relativos a aquellos aspectos.

    A medida que se regularizaba la vida nacional, lo cual sucedía aunque persistiera la inseguridad en los caminos por la proliferación de bandas armadas de bandoleros y las docenas de levantamientos que tuvieron lugar des de 1867, fueron abundando y mejorando las fuentes de información estadística.

    Como parte de la notable labor que se impuso de contribuir en dar a conocer el país, Antonio García Cubas publicó -sucesivamente, en 1869, 1871 Y 1872- información demográfica a partir de los datos que empezó a captar la Secretaría de Gobernación.80 Esta dependencia, a su vez, asumió la tarea de proseguir publicando tales datos, que en efecto cumplió hasta 1875.

    Matías Romero, quien para entonces ya tenía una larga y brillante trayectoria diplomática y militar, fue nombrado por segunda vez ministro de Hacienda en el gobierno de Juárez, en 1868. En esa función -que por cierto desempeñaría otras dos veces, durante otros tantos periodos gubernamentales de Díaz-, logró que a partir de 1869 se enviase regularmente por las aduanas el movimiento de exportaciones e importaciones.

    Es notable la Memoria que Matías Romero rindió de su gestión al frente de la secretaria, correspondiente al ejercicio de 1870.81 Su informe de labores es de particular importancia porque contiene un resumen de la cada vez más abundante información fiscal y de comercio exterior que se iba generando; también, un importante ensayo histórico de la hacienda pública durante el medio siglo de vida independiente.

    Después, Matías Romero siguió su actividad política. Ejerció, entre otras funciones y puestos, los de secretario -en varias ocasiones-, senador, diputado y embajador; mientras tanto, continuaba con su inclinación por los estudios sobre la economía nacional. Incluso en 1898, año en el cual murió en Nueva York cumpliendo funciones diplomáticas, fue publicada en esa ciudad su obra póstuma, que es una interesante recopilación de sus numerosas notas y trabajos acumulados.82

    A partir de 1871 se multiplicaron los conflictos en torno de la disputa por el poder, ante la inminencia de las elecciones presidenciales, y se altere aun más la vida nacional. La reelección de Juárez ese año debió decidirse por el Congreso, de acuerdo con la ley vigente, al no obtener aquel la mayoría absoluta necesaria en los comicios.

    Como era de esperarse, la designación de Juárez como presidente constitucional por el Congreso la denunciaron y repudiaron sus contrincantes, encabezados por el más conspicuo, Porfirio Díaz. Casi de inmediato estallaron nueve rebeliones militares, incluyendo la de Díaz; luchas que fueron aplastadas por el gobierno sin grandes dificultades ni excesiva piedad.

    En julio de 1872, Juárez murió en funciones; lo sucedió, interinamente, Sebastián Lerdo de Tejada, como presidente que era de la Suprema Corte de Justicia. No tuvo dificultades, don Sebastián, para ganar las elecciones que se convocaron; en cambio, le sobraron para hacer gobierno, cuya dirección asumió en diciembre de ese año.

    Toco a su gestión un tiempo extremadamente difícil, de agitación interna, levantamientos y protestas; sobre todo, por parte de la corriente porfirista que contaba con una importante fuerza militar y con una infinita voracidad de lograr poder por cualquier medio. El gran peligro para el gobierno de Lerdo era que Díaz, sabiamente, optó por alcanzar el poder en el campo de batalla, en vista de que no lograba obtenerlo mediante los comicios electorales.

    Los gastos de guerra absorbieron casi todos los recursos gubernamentales, al grado de que, durante largos periodos suspendió el pago de sueldos de empleados públicos y profesores, por la grave crisis financiera en que el país se sumió. Entre los logros de la gestión de Lerdo, destacan la incorporación de las leyes de Reforma a la Constitución en septiembre de 1873, así como la inauguración del ferrocarril a Veracruz.

    Por lo que se refiere a la producción estadística, en los últimos tiempos de la gestión juarista y durante toda la de Lerdo de Tejada, había sido escasa. Por eso fue todo un acontecimiento estadístico -y sin duda, lo más importante de la gestión de Lerdo de Tejada en este aspecto- que, a partir de 1873, se empezó a elaborar y publicar nueva información sobre el movimiento de importaciones y exportaciones de mercancías, labor efectuada gracias a la diligencia que había desempeñado Matías Romero en la reorganización de las aduanas pocos años antes. Sin embargo, este esfuerzo institucional se interrumpió después de dos años de emprendido debido a la nueva agitación que conmovió el país cuando subió de tono y de acciones bélicas la disputa de Porfirio Díaz para lograr el poder.

    Tampoco abundaron las publicaciones de investigadores personales en el campo de la estadística. Una de estas se debió al esfuerzo de Manuel Rivera Cambas, prolífico historiador veracruzano, periodista y político, que también tenía inclinación por la estadística. De su dedicación al tema resulto la edición, en 1874, de un interesante trabajo de recopilación de información general, que bautizo con el sugestivo título de Atlas y catecismo de geografía y estadística de la República Mexicana. 83

    Por esa época salió a la luz la primera parte del Diccionario, debido a la diligencia del general José Mana Pérez Hernández.84 Cubano de nacimiento, temprano se incorporo a las filas liberales mexicanas y a las armas, hasta alcanzar meritoriamente el grado de general. Pero apasionado como era del conocimiento, dedico sus energías a realizar su Diccionario; en esta ambiciosa obra intentaba cubrir todo lo que se sabía sobre el país. Para realizar su empresa, contó con la valiosa colaboración de numerosos intelectuales destacados; entre otros, don Manuel Orozco y Berra. Desafortunadamente, pronto quedó trunco el proyecto, pues Pérez Hernández murió en 1879. Solamente logró integrar y publicar los tomos de su obra que comprenden los temas clasificados bajo las letras A, B y C.

    A principios de 1876 se levanto en armas Porfirio Díaz, que proclamo el Plan de Tuxtepec; con este, se proponía violar la legalidad, con el pretexto de defenderla. El gobierno de Lerdo entraba en su último año de gestión. El presidente fue convencido por sus seguidores, después de muchas insistencias, de la necesidad de reelegirse ante la creciente inestabilidad que sufría el país. .

    Lerdo gano unas agitadas y disputadas elecciones; fue declarado presidente electo, en septiembre de 1876, por la Cámara de Diputados. Pero, contrariamente a lo que esperaban Lerdo y sus leales, con su reelección no se alivió la agitación que envolvía el país, sino que esta alcanzó nueva intensidad. Varios grupos opositores redoblaron sus acciones bélicas; sobre todo, el más poderoso, encabezado por Porfirio Díaz, que avanzó hacia la capital venciendo resistencias y sumando las fuerzas del gobierno que se pasaban a su bando.

    Poco después de la solemne decisión de la Cámara de Diputados acerca de la sucesión presidencial, las fuerzas leales del gobierno sufrieron una grave derrota. Don Sebastián debió huir de la capital en noviembre de 1876, ante la implacable persecución de los porfiristas. Tras varios lances en que casi fue capturado, poco después debió exiliarse a Estados Unidos, donde murió trece años mas tarde.

    El triunfo armado de Porfirio Díaz era completo. Fue su argumento electoral más importante en las elecciones que nuevamente se convocaron a principios de 1877, ante la salida de Lerdo. Por fin, ganó sus primeras elecciones, con la bandera de la no reelección.

    Al inicio, la gestión de Díaz estuvo marcada por la persecución de juaristas y lerdistas en la administración pública. Pero, con todo, los tiempos cambiaban. A pesar de venganzas y persecuciones de enemigos, se mantuvo cierta continuidad administrativa; esta impidió la excesiva perdida de los pocos avances recientes logrados en el campo de la estadística.

    Fue el caso de las nuevas series de importación y exportación iniciadas por el gobierno de Lerdo en 1873, y que fueron suspendidas por la emergencia del levantamiento porfirista. La publicación de tales series a partir de 1877 se logró reanudar bajo el primer gobierno de Díaz. Desde entonces, dicha estadística se ha editado sin interrupción; incluso en los años de mayores alteraciones, durante el periodo de luchas revolucionarias de 1910 a 1917.

    En realidad, 1877 es un año particularmente significativo en esta historia. Para empezar, corresponde al primer año de gobierno de Díaz, quien sin titubeo alguno llevó adelante la revolución liberal. Además, emprendió una amplia modernización del país sobre la base de empréstitos e inversiones externas, para el desarrollo de ferrocarriles, puertos, electrificación, actividades agropecuarias, minería, industria y comercio. Para atraer tales inversiones, era necesario dar facilidades, con el fin de asegurar su recuperación; sobre todo en el caso de las grandes aventuras financieras, como el de la construcción de ferrocarriles. Así, por ejemplo, ese año se otorgaron 16 concesiones a compañías extranjeras constructor as de vías férreas; se les dieron subvenciones por valor de 8 395 pesos por kilometro de vía tendida, como era usual en ese campo.85

    Por lo que hace a nuestro tema, en 1877 se logró conjuntar la necesidad social con la voluntad política, la capacidad técnica, la posibilidad administrativa y el medio propicio, para finalmente crear las bases definitivas del sistema nacional de estadística y emprender su construcción sistemática. Hasta entonces, los numerosos y grandes esfuerzos frecuentemente se habían frustrado, o desviado de sus propósitos, a lo largo de los años. Unas pocas instituciones se habían sostenido en su objetivo original e, incluso, avanzado. El símbolo mismo del fracaso de tales esfuerzos era, hasta entonces, la incapacidad de hacer un censo.

    Las iniciativas en diversos ministerios, así como por parte de gobiernos y funcionarios conscientes de la importancia que tenia la estadística, con frecuencia habían sido abandonadas, debido a la discontinuidad en el poder y de las políticas. A este respecto cabe recordar que, hasta la primera elección de Porfirio Díaz en 1877, en cincuenta y seis años de vida independiente, hubo 16 presidentes por elección, 34 interinos, 4 sustitutos, 6 que reasumen su tarea después de una separación temporal y 5 provisionales. Además, llegaron a gobernar 2 emperadores, 1 dictador, 3 regencias, 2 triunviratos, una junta provisional gubernativa y un supremo poder ejecutivo.

    Se iniciaba una época de estabilidad, mediante mana dura y dictatorial. Pero se debe reconocer que, comparado con el pasado inmediato, fue un paso adelante en la vida nacional; aunque desviado, abrió el primer respiro de paz y continuidad, de crecimiento económico y mejoras materiales. Representaba el alto precio que se pagó por la estabilidad y el crecimiento.

    El porfirismo retorno la política liberal y modernizadora con gran entusiasmo, con frecuencia pasando por encima de pueblos y derechos. No obstante, como había prometido, logró la transformación del país, la creación de una nueva economía, el auge exportador, la abundancia de inversiones externas, mejoras importantes en el bienestar material de la población y avance industrial, además de mayor comercio y prosperidad. Sin embargo, no alcanzó la igualdad ni la justicia, que también prometió.

    Es en este marco ordenador y cargado de positivismo que se emprendieron nuevos proyectos de captación y publicación de estadísticas por parte de la Secretaria de Fomento. También hubo reestructuraciones administrativas en otras secretarias para recopilar y publicar nueva información estadística; asimismo, para cumplir con las nuevas exigencias que surgían a diario.

    De inmenso merito en esta construcción de las bases definitivas de la estadística nacional, fueron las aportaciones de Vicente Riva Palacio, estadista y literato; las realizó cuando estuvo al frente de la Secretaría de Fomento, con el primer gobierno de Porfirio Díaz. Para entonces, don Vicente había ganado gran y merecido prestigio. También tenía una larga historia de renuncias a elevados puestos públicos, en atención a su implacable autonomía y rectitud. Pero, no menos, porque con frecuencia la carrera administrativa era incompatible con su pasión por el periodismo, el teatro y la novela. Su apego a principios morales, así como el cultivo de sus pasiones literarias, le creaban antagonismos en la gestión pública y conflictos personales de intereses.

    Consecuente como era, nuevamente repitió su pauta usual en el cargo con el gobierno de Díaz. De esa manera, su desempeño fue destacado, fructífero y efímero. En este caso, renunció por las diferencias que tuvo con el presidente Díaz, en cuanto a las tareas que debería desempeñar la secretaría.

    Riva Palacio se crió mamando política. Su abuelo materno fue Vicente Guerrero, de quien no sólo heredó el nombre de pila. A su vez, su padre ocupó importantes cargos. Tal vez el más destacado que ocupó este fue el de gobernador del estado de México, función que desempeñó, precisamente, cuando Vicente hacia sus estudios en el Instituto Literario de Toluca. En 1854, cuando acababa de cumplir los 23 años y se había graduado en el campo de la abogacía, se sumó a la revolución de Ayutla de 1856, que convocó el veterano general Álvarez. Después fue funcionario y diputado varias veces. Mientras tanto, hacia periodismo y teatro, por los que tenia creciente interés, además de poseer reconocido talento para practicarlos.

    Por atender sus pasiones, declinó la cartera de Hacienda que le ofreció Juárez en 1861, lo que no impidió que se sumara a la lucha contra el invasor francés, en cuanto este inició su primera campaña ese mismo año. En el campo militar tuvo, como siempre, una brillante actuación; esta le valió amplio reconocimiento y la obtención de honores. No obstante, al término de las hostilidades, de nuevo optó por las letras y abandonó la carrera de las armas.

    En 1867 retornó a la administración pública como magistrado de la Suprema Corte, para renunciar tres años más tarde. Fue en esos años cuando empezó a publicar sus primeras novelas, que tuvieron inmenso éxito; además, inició su lucha contra el gobierno de Lerdo de Tejada, en lo que también tuvo grandes logros.

    Cuando Díaz asumió el poder en noviembre de 1876, tras derrotar en batalla a las fuerzas leales al gobierno de Lerdo, designó ministro de Fomento a Riva Palacio. De su gestión al frente de esta dependencia destaca, en lo que hace a nuestro tema, la publicación de la Memoria que rindió de su ministerio; documento en el cual informaba acerca de las labores correspondientes al año fiscal de 1876-1877.

    Dicha Memoria contiene un importante "Informe sobre el estado de la estadística nacional" que se debe a Antonio García Cubas.86 Se trata de un amplio trabajo que comprende gran diversidad de datos demográficos y económicos, particularmente sobre agricultura, industria y minería; información que da cuenta del proceso de reconstrucción en que se encontraba el país, después del largo lapso de guerra civil y patria. Más adelante, dicha obra fue editada por separado, en ingles y español, con el título de La República de México en 1876.87

    Otra insoslayable contribución de Riva Palacio a la estadística nacional fue su iniciativa de publicar, a partir de 1877, un Boletín del Ministerio de Fomento de la República Mexicana. Dicho Boletín, que se edito regularmente hasta 1885, recogió una amplia información cuantitativa generada por la propia secretaría y por otras instituciones.88 No menos importante fue su contribución al editar, bajo su gestión, los Anales del Ministerio de Fomento de la República Mexicana, a partir de 1877, que continuo publicándose hasta 1898.

    Cabe señalar que en las Memorias subsecuentes del Ministerio de Fomento, y en otras publicaciones, con frecuencia se incluyeron síntesis estadísticas del país, bajo la denominación general de "cuadros sinópticos".89 Es común que estos cuadros reproduzcan informaciones cuantitativas y resúmenes de aspectos, así como cuestiones publicadas originalmente en el Boletín del Ministerio de Fomento antes mencionado.

    A su vez, el torbellino de la transformación liberal también había envuelto a la Secretaria de Hacienda. Su sección de Estadística fue objeto de una radical reorganización en mayo de 1877, tras diez años de existencia, para que apoyara informativamente las reformas que se emprendieron durante el primer gobierno de Díaz. Como tarea inmediata, se impuso la de difundir un gran minero de trabajos, ensayos y recopilaciones de información estadística, que se habían elaborado y acumulado en la secretaria a lo largo de los años y permanecían inéditos por diversas razones. Esos documentos se refieren, principalmente, a la actividad económica en diversos sectores y regiones.

    La colección constituye un acervo fundamental de información para comprender la época, Se publico en dos volúmenes anexos a la Memoria de la Secretaria de Hacienda, correspondiente al año fiscal de 1877-1878, con el título de Estadística de la República Mexicana. Dos años más tarde se edito por separado en tres tomos; en la compilación y auditoria se acredito a Emiliano Bustos.90  Comprende ricas referencias a las condiciones de la agricultura, la industria y el comercio, entre muchos otros temas.

    Una suerte diferente corrió, en cuanto a la acreditación de autoría, el importante trabajo sobre los problemas de las finanzas públicas titulado Breve estudio sobre el Erario Federal, obra que se refiere a las vicisitudes del país en materia financiera durante el lapso de 1869 a 1879; dificultades que, por cierto, no fueron pocas. La obra apareció en 1879, como documento institucional; sin embargo, hay fundadas sospechas de que se debió al esfuerzo de compilación y redacción del propio Bustos.91 

    De particular interés es, también, la edición que tomó a su cargo la Secretaria de Hacienda, efectuada con recopilaciones de la publicación periódica Noticia, sobre el comercio exterior del país; publicación que persistió de 1872 a 1889 y que se procure editar de manera regular.92

 

5. LA EDAD DE LA RAZÓN DE LA ESTADISTICA ECONÓMICA NACIONAL


5.1. LA CREACIÓN DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE ESTADÍSTICA


Las rupturas de las viejas bases legales, sociales, políticas y económicas, efectuadas por el torbellino liberal, gradualmente abrieron paso a una nueva conformación de la nación. La inestabilidad del país iba quedando atrás.

    Hacia principios del decenio de los ochenta, se avanzaba en la consolidación del régimen social, mediante la creciente organicidad del poder y la liquidación de partidas de asaltantes y bandidos; asimismo, mediante la negociación de acuerdos entre el poder central, representado por el gobierno, y más usualmente, por el presidente en persona, y la multitud de generales y caciques poderosos en estados, regiones y localidades, que formaban un formidable y delicado tejido del poder. Pacto y concesiones, o violencia implacable para su eliminación, era la disyuntiva; dilema que, de hecho, se aplicaba a toda disidencia.

    Sin embargo, la represión implacable y las prácticas dictatoriales fueron complementos, recursos adicionales. Sin duda, el factor de insoslayable importancia en la estabilidad fue la transformación del país y el crecimiento económico, que se sostuvo por varios decenios, y por primera vez en todo el siglo.

    El régimen liberal porfirista no resultó demasiado ortodoxo en sus procedimientos y objetivos. En sus prácticas se ajustaba, de una u otra forma, a las condiciones del país. Estas obligaban a preservar y respetar numerosas estructuras del régimen anterior, sea por necesidades económicas o por exigencias políticas. Fue el caso de la hacienda que, aunque modificada, siguió siendo un eje principal si no es que el fundamental, del régimen social; esto quiere decir, de la vida nacional. Porque la hacienda en la época porfirista no sólo era la estructura que marcaba la orientación de la agricultura y la ganadería, sino también en buena parte la de la minería y la industria; lo anterior ya que una parte importante de estas actividades, y ciertamente buen número de unidades productivas mayores, se desarrollaban dentro de las haciendas.

    No menos importante fue que la iglesia recupero, en gran medida, su centralidad en el régimen social. Con todo y el despojo de sus riquezas materiales, que sufrió, y el cercenamiento de sus privilegios y fueros, lo cierto es que sus funciones ideológica, social, económica y política eran indispensables para la reproducción de la vida nacional.

    El desarrollo del capitalismo era demasiado incipiente, todavía, como para que las relaciones económicas operas en sin necesidad de apoyos demasiado grandes. Se requería de enormes dosis de intervención y de formas extraeconómicas para hacer operar los procesos económicos; así sucedió en el caso de los trabajadores, que fueron sujetos a diversos medios de restricción de contratación, movimiento y asociación, para meterlos en la disciplina laboral.

    En todo lo anterior, la iglesia desempeñaba un papel central como poder espiritual, para ordenar la vida material de los feligreses; asimismo, para ayudar a meterlos en el nuevo orden, aunque fuese un poco a la fuerza. Los liberales, empezando por Juárez, lo comprendieron pronto; además, encontraron la manera de hacerle nuevamente lugar a la iglesia en la reproducción social, sin dar marcha atrás en la letra de la Constitución ni hacer demasiado escándalo.

    Lo cierto es que la iglesia rescato gran parte de su viejo poder y algunas prerrogativas, al menos de hecho, si no de derecho. Además, logró el relajamiento en la aplicación de las disposiciones constitucionales, a partir de su nuevo acomodo con respecto al gobierno y a la sociedad. Desde luego, se coarto su reconstitución plena como poder paralelo al estado que había tenido hasta mediados del siglo XIX; sin embargo, se le solicito ejercer en parte sus viejas funciones, pues eran necesarias para hacer operar el país. Lo anterior no fue poca ganancia para esa institución, después de más de dos decenios de sustos y traumas, que había sufrido en el duro proceso de imponerse la Reforma.

    Los objetivos de transformación modernizadora y las condiciones para lograrlos fueron delineando, ya no proyectos ni tareas administrativas imaginarias, sino deberes que se había de realizar. La estabilidad encontrada, después de sesenta años de conmociones y rupturas, abrió nuevas perspectivas; también, inquietudes distintas por reconocer con ojos diferentes el país. Las tareas de generar la información, que era necesaria para cumplir con tales objetivos, demandaban la creación de nuevas instituciones.

    Todo eso destaca la nueva orientación que tomaba la sociedad, así como la creciente conciencia que se iba teniendo de las exigencias informativas y de conocimiento del país, las cuales se requerían para la nueva gestión pública y para realizar el proyecto liberal. La consecuencia positiva de eso fue la idea que propuso en 1880 el general Carlos Pacheco, secretario de Fomento, de organizar una oficina especializada; esta se habría de dedicar a generar, recopilar y publicar los datos de la estadística nacional que fuesen necesarios.

    En marzo de 1882 se decretó la formación de la Dirección General de Estadística, dentro del Ministerio de Fomento que seguía a cargo del general Pacheco; disposición efectuada durante el gobierno de Manuel González y bajo la estimulante influencia de Antonio García Cubas y Emiliano Bustos. No nacía de la nada, porque de hecho lo que se hizo fue elevar a la categoría de dirección a la sección del mismo nombre; esta ya se habrá organizado, dentro del Ministerio de Fomento, desde su fundación en 1853. Sin embargo, fue un gran cambio, porque se le otorgó autonomía y poder para el cumplimiento de su mandato estadístico.

    Ese mismo año de 1882, en Nueva York, se publico la obra de Lorenzo Castro sobre México.93 Obra descriptiva que recoge, entre otros materiales, datos demográficos por entidad federativa.
Se designó a Antonio Peñafiel y a Francisco Ramírez y Rojas, ambos experimentados y talentosos en estos menesteres, como encargados de la flamante Dirección General de Estadística; en su carácter de codirectores, los dos se entregaron a la tarea de organizarla. AI año siguiente, cuando Ramírez Rojas falleció, Peñafiel quedó como director, cargo que conserve y desempeñó, con gran eficacia y capacidad, por casi tres décadas. Se retiró de sus funciones en la dirección poco después de la caída del gobierno porfirista.

    Con la creación de la Dirección de Estadística, cobró organicidad la voluntad de avanzar en el campo del conocimiento sistemático de la economía nacional. Se trata de un momento destacado, que rebasa la importancia del ámbito puramente estadístico. En realidad, habla de un grado de integración del país, de la organicidad del poder estatal; también, de la autoridad y centralización alcanzada por el gobierno federal, que permitía realizar una función compleja. La iniciativa, como muchas otras de su tiempo, de hecho concretaba y formalizaba la existencia del estado unificado.

    Desde luego, la flamante dirección recogió los antecedentes, experiencias y avances logrados por la anterior sección de estadística y otras instituciones. Con gran acierto, de inmediato se emprendió la tarea de recopilar numerosos trabajos dispersos e inéditos de los que se tenía noticia, así como la de generar nueva información. En este sentido, resulta interesante el recuento de Peñafiel de 1883, acerca de los Trabajos preliminares para la organización de la estadística general.94

    Pronto se obtuvieron resultados positivos y se dieron a conocer los productos de tales esfuerzos. De esos empeños surgieron los primeros trabajos; las recopilaciones y la publicación regular de estos aparecieron con la denominación genérica de Periódico, aun cuando fueron en realidad anuarios que salieron bajo la rúbrica de Peñafiel. Fue a partir de 1884 que salieron a la luz con el título de Estadística general de la República Mexicana, Periódico oficial.95 Esta importante publicación se siguió elaborando y difundiendo hasta 1896, cuando se sustituyó por otras publicaciones periódicas.

    El prolífico Antonio García Cubas fue de los primeros autores en utilizar las aportaciones e información de la Dirección General de Estadística para enriquecer sus trabajos. En 1885, amplió su ya extensa obra en el campo de la estadística, con su Atlas geográfico, estadístico e histórico, de rico contenido; obra que fue traducida y publicada en francés cuatro años más tarde.96  Además, también en 1885 dio a conocer otro Cuadro que es una obra más amplia y general; en esta recogió conocimientos históricos, geográficos y estadísticos, así como extensas descripciones de las riquezas materiales, de paisajes y costumbres del pais.97

    Sin embargo, es necesario referirse al contexto internacional en el que sucedían tales novedades mexicanas, porque es claro que la paz y las iniciativas porfiristas creaban un clima interno propicio para avanzar en el camino de la modificación profunda del país. Pero no solamente eran resultados de voluntades y talentos nativos, sino que se vinculaban de manera estrecha con la gran transformación que tenía lugar en el mundo; mundo que se hallaba en plena conmoción por la expansión que imponía la revolución industrial, y dentro de un proceso de intensa acumulación capitalista, que relacionaba de nueva manera todas las regiones y todos los países. Entre los efectos más importantes que lo anterior tuvo en México, estuvieron la acelerada expansión del comercio exterior y el aumento de inversiones y empréstitos externos para el desarrollo de las bases productivas; asimismo, la incorporación de avances técnicos, administrativos, educativos y, desde luego, en la información.

    Las relaciones con el exterior crecían y se volvían más complejas e importantes para el país. A medida que aumentaban las exportaciones y las importaciones, era mayor la sensibilidad de la economía a sus variaciones; más aún, al existir escasa capacidad y posibilidad de obtener suficiente financiamiento externo para compensarlas. De frente a las necesidades, las inversiones extranjeras directas eran escasas y aún mas los créditos. Además, el problema de la deuda externa era recurrente y una preocupación constante. Joaquín Casasús, que trabajó minuciosamente los aspectos financieros, realizó una importante investigación sobre la Historia de la deuda contraída en Londres, que fue editada en 1885.98

    En los decenios finales del siglo XIX, se fue agudizando el efecto de la declinación del precio de la plata, problema que se combine negativamente con la expansión del comercio mundial y con sus crisis recurrentes para crear violentas alteraciones en todos los países. Desde luego, todo eso afectó severamente a México, tanto por las fluctuaciones en el mercado de la plata, que por entonces era la exportación principal del país, como en los de otras materias primas, que formaban parte sustancial de las ventas al exterior.

    Los efectos perturbadores se multiplicaban. Uno de los aspectos más preocupantes era la inestabilidad monetaria que se había creado. Por tal motivo, la Secretaria de Fomento encargo a Francisco Bulnes la dirección de un estudio colectivo sobre tales cuestiones. El trabajo, que se editó en 1886, fue titulado La crisis monetaria; lo integraban textos de varios autores, incluía información respecto a la crisis y los efectos devastadores que ejercía sobre la población.99 Entre los trabajos, destaca el del propio Bulnes, "Estudio sobre la depreciación de la plata", en el cual hace importantes observaciones sobre el problema y rescata datos valiosos.

 

5.2. LA NUEVA VISION DEL PAIS


En las nuevas circunstancias de la vida nacional, era evidente la necesidad de disponer de información más abundante, frecuente y regular que en el pasado. Se había hecho fundamental tener un conocimiento preciso y oportuno de las condiciones y la evolución del país, para su administración y para el diseño de políticas. La administración pública rebasaba, con mucho, los limitados aspectos que hasta entonces habían sido objeto de observación y medición.

    Por tal razón, a partir de 1884, la flamante Dirección de Estadística emprendió la importante tarea de hacer publicaciones regulares, en forma de boletines; para dar a conocer las numerosas estadísticas, sobre aspectos nuevos y anteriores, que iba recopilando y elaborando a petición de diversas instituciones gubernamentales. El primero de aquellos fue su Boletín Anual de Estadística, que salió precisamente en 1884 y tuvo una entusiasta acogida.100  Más adelante se emprendió1a tarea, más exigente, de editar también un Boletín Semestral, que empezó a circular a partir de 1888.101

    A lo largo del tiempo, la experiencia fue mostrando que se requería una publicación periódica de consulta regular, con un perfil diferente. Por esa razón, fueron suspendidos ambos boletines en 1892, para emprender un proyecto mucho más ambicioso, que consistió en editar un Anuario Estadístico, de amplio contenido y formato.

    El primer Anuario, que publicó la Dirección de Estadística, fue el correspondiente a 1893.102 Con aquel se inició lo que se debe considerar la primera época de dicha publicación, pues se continuó editando hasta el correspondiente al año de 1907, el cual, por cierto, solamente salió al público en 1912. Después, se suspendió durante un largo lapso.

    Por lo que respecta a esta, que de hecho es la primer a época del Anuario, cabe destacar que no sólo se delimita por el periodo de edición continua que tuvo; también, porque adoptó una forma y contenido propios del interés y opciones del porfirismo, que obviamente fueron diferentes de los que tuvo la publicación en épocas posteriores. Desde luego todos los números aportaron un amplio acervo de datos. Con respecto al muy variado material que contienen, destaca -aparte de la información continua sobre población, actividades productivas, comercio interior y exterior y aspectos sociales, entre otros que fue la base para integrar series largas, con la información especial que eventualmente se incluyó en cada Anuario. Es el caso del Anuario Estadístico de 1906, que contiene el consumo de carnes registrado en la capital entre 1887 y 1906.

    Así, desde mediados del decenio de los ochenta y, en gran medida, gracias a la organización de la Dirección de Estadística, se multiplicó notablemente la información cuantitativa de carácter nacional. Se cubrían, aunque en ocasiones no de manera regular, muy diversos aspectos demográficos y de la operación del sistema económico. Los numerosos registros de la gestión de bancos, industrias, transportes, minas, niveles de precios, circulación monetaria, crédito, formación de empresas nacionales y extranjeras y sobre la administración pública, entre otros temas, daban un novedoso y continuo panorama sobre la situación del país y sus procesos económicos. De esta manera, por primera vez se contó vez con datos sistemáticos y esenciales para el seguimiento de los principales sectores productivos, del comercio interior y exterior, de transportes y comunicaciones, entre otros.

    La intensidad del crecimiento económico y el cambio tecno1ógico que tuvo lugar, replanteaban la relativa importancia de las diversas actividades económicas. Tal es el caso de la minería, la cual asumió un nuevo papel en la economía nacional por ser la actividad que aportaba la mayor parte de los ingresos externos para la expansión de la industria manufacturera y del comercio. Se requerían nuevos estudios. En 1884, Santiago Ramírez editó sus Noticias de la riqueza minera,103 y en 1886, la Secretaria de Fomento dio a conocer la recopilación de Informes y documentos, texto sobre la situación que guardaba dicha actividad en su conjunto y considerada por productos principales.104

    También se emprendió una recopilación y difusión de gran valor estadístico sobre los ferrocarriles, que habían cobrado una importancia estratégica en la economía, además de ser una de las actividades de punta en cuanto a tecnología. De particular importancia es la relación acerca de los ferrocarriles de jurisdicción federal, mediante las Reseñas históricas. La primera, que se refiere al lapso de 1837 a 1894, fue publicada en 1895.105  Después, se continuo esta importante labor de difusión mediante una obra de igual título, pero referida al periodo 1895-1899.

    Más adelante, se editaron dos Reseñas sobre ferrocarriles: una en 1900, que se refiere a ese mismo año; la otra se dio a conocer en 1905 y, a su vez, cubre el lapso de 1900 a 1903.106 Desde luego, esta la obligada referencia a la aparición, en 1909, del Primer informe anual de los Ferrocarriles Nacionales de México, recién organizados en 1907.107

    La Dirección General de Estadística adquirió una intensidad en sus actividades de pesquisa y publicación de información que se antoja febril. Una circunstancia particularmente favorable para el éxito de esta ansia de conocimiento fue que, al frente de la Sección de Archivo de la Secretaria de Fomento, se encontraba don Francisco Sosa; este, además de diputado reincidente y biógrafo de reconocida fama, era un infatigable promotor de tareas editoriales.

    Parte de los resultados de las investigaciones antes mencionadas fueron recopilados en la publicación mensual titulada Informes y documentos relativos al comercio interior y exterior, agricultura e industria, de importancia insoslayable para el estudio de la época, que la Secretaria de Fomento empezó a realizar en 1884.108 Esta publicación, de generosa riqueza informativa, se mantuvo hasta finales de 1891.

    En las páginas de los Informes, que integran más de 70 volúmenes, se recogió gran número de trabajos sobre los más diversos temas. Contiene datos y estudios locales; algunos, son de mayor amplitud, sobre importaciones y precios, intercambio comercial por país, producción de diversos cultivos y frutos de la agricultura, actividad del comercio interior y precios de los bienes intercambiados, jornales pagados por ramas industriales (la textil, por ejemplo), entre muchos otros. Incluye numerosos documentos destacados, como la investigación sobre salarios; esta se realizó en 1888 mediante la captación de los jornales industriales en 71 de las localidades y ciudades del país que contaban con importantes centros fabriles.109

    Hacia finales del decenio de los ochenta, también proliferaron las aportaciones individuales significativas. Don Antonio García Cubas dio a conocer, en 1887, una nueva versión puesta al día de su Atlas geográfico y estadístico.110  Sin embargo, solo fue un anticipo de su gran obra.

    García Cubas se había dedicado con constancia durante largos años a cumplir un ambicioso proyecto de investigación que recién empezaba a difundir. Se trata de su monumental Diccionario geográfico, histórico y biográfico que se público, entre 1888 y 1889, en cinco volúmenes.111  De consulta obligada, constituye un formidable esfuerzo de recopilación; en este recogió una extensa gama de información, muy a la manera de los eruditos de la escuela francesa y alemana, que de manera irresistible evoca la figura e influencia de Humboldt.

    También debe mencionarse la gran obra colectiva de historia que estuvo bajo la dirección de don Vicente Riva Palacio, a quien habíamos dejado seis años atrás al frente de la Secretaria de Fomento; libro que se empezó a publicar en 1884, por entregas, en el mejor estilo del siglo XlX. Cinco años tomo el proceso de edición, que se termino en 1889. Se trata del magno trabajo México a través de los siglos, que se integro en cinco robustos tomos, dedicado al estudio y elaboración de una historia general. Esta comprende desde la época prehispánica hasta la restauración de la República, tras la derrota de Maximiliano.112

    Es un extenso trabajo de diversos autores sobre la historia política y militar, esencialmente; sin embargo, también recoge información y descripciones económicas en las diversas partes de sus extensos volúmenes. Las aportaciones se deben, entre otros, al propio Riva Palacio, a José María Vigil y a Enrique Olavarría.

    No menos valiosas fueron las colaboraciones que- hizo el prolífico Alfonso Luis Velasco a las páginas de los Informes y documentos. Don Alfonso dedico gran parte de su prolífica vida intelectual a realizar cui dad os as recopilaciones geográficas y estadísticas para elaborar monografías de las entidades federativas. De estos trabajos incluyo, en los citados Informes, los estudios relativos a tres estados.

    Más tarde, don Alfonso prosiguió su laboriosa y formidable tarea de investigación, para elaborar monografías muy extensas bajo el titulo general de Geografía y estadística de la República Mexicana; estudios de los que publico 20 tomos, dedicados a otras tantas entidades, entre 1890 y 1900.113 La riqueza de información que recopilo el autor es invaluable, para reconocer las características y diferencias regionales de fines de siglo; además, es fundamental para apreciar la dinámica de los cambios posteriores que tuvieron lugar.

    El Ministerio de Fomento también emprendió la publicación bimestral del Boletín de Agricultura, Minería e Industria en 1891. A pesar de su corta vida, ya que se suspendió su edición en 1895, el Boletín aporta un importante cumulo de información en los campos que aborda; este es el caso de la situación de la agricultura en gran número de municipios del país, de los cultivos específicos y precios vigentes de productos agrícolas, entre otros. Un ejemplo de obligada evocación es el "Cuadro estadístico del movimiento minero habido en la República Mexicana", que se edito, sistemáticamente, en el Boletín.

    Otra notable aportación para construir el sistema de estadística nacional fue el inicio de la edición del Boletín Demográfico, a cargo de la Dirección General de Estadística, en 1895. Cabe destacar que fue precisamente en este año cuando se efectuó -el primer censo nacional de población, que más adelante se reseña. Los resultados del censo se convirtieron en riquísima fuente de datos que de allí en adelante alimentaron en gran medida el Boletín. Con una frecuencia anual, se siguió publicando hasta 1907.114

    Cabe hacer una digresión de nuestro tema para señalar que esta abundancia de información surgida hacia finales del siglo XIX fue lo que permitió la exitosa realización de la monumental Historia moderna de México, más de medio siglo después; obra en la cual participo gran numero de autores y que se llevó a efecto bajo el estimulo, coordinación y dirección de Daniel Cosió Villegas. De dicho texto destacan, en lo referente a nuestro tema, los tomos dedicados a la vida económica del periodo de la República restaurada y del porfirismo.

    En particular, hay que mencionar en la obra las aportaciones al campo de la estadística nacional; estas se hicieron mediante la construcción de importantes series de estadísticas económicas que se publicaron por separado. Principalmente, fueron producto del esfuerzo de Fernando Rosenzweig y Luis Cosió Silva, aunque la autoría de estos no se acredita en la publicación respectiva, a diferencia de sus aportaciones en forma de capítulos a la obra principal. Tales series comprenden estimaciones de producto interno bruto, comercio exterior, índices de precios de las importaciones y exportaciones, producción agrícola para uso interno y destinada a la exportación, así como ganadera, forestal, industrial y minera. También se elaboraron series sobre paridad del peso, fuerza de trabajo, salarios, precios al mayoreo, moneda, banca, ingresos y gastos públicos e inversión extranjera, entre otros.115

    Igualmente, se debe destacar la recopilación que Moisés González Navarro realizó sobre información social; también fue coautor de la obra principal antes citada, en forma de Estadísticas sociales del Porfiriato. Esta colección de cifras provienen del mismo esfuerzo colectivo y, al igual que las de carácter económico, se dieron a conocer como publicación por separado.116

    Pero regresando a las aportaciones que aparecieron a finales del siglo pasado, cabe mencionar que la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística también se entrego al estimulo intelectual; además, multiplico su contribución a la cultura nacional, mediante el auspicio y publicación de investigaciones y ensayos sobre muy diversos campos, aparte de los económicos, A lo largo de las páginas de su Boletín, se puede seguir el desarrollo del interés por la estadística y la forma de abordarse.

    Es un ejercicio interesante que permite apreciar como la preeminencia de la cultura científica europea -que tenía influencia en la intelectualidad nacional- cambio de manera gradual al aumentar sistemáticamente la influencia de Estados Unidos. Un resultado de todo eso fue el creciente abandono del paradigma humboldtiano: el reporte científico de viajero, con amplio espectro; modelo que fue cambiado por otras opciones más especializadas en cada campo. Atrás se dejaba, poco a poco, la aspiración de aportaciones enciclopédicas. Todo lo anterior se enmarcaba dentro de la vigorosa tendencia positivista que por entonces predominaba en el quehacer científico.

    Los cambios se expresaron, igualmente, en el abordamiento de nuevos temas de conocimiento y en la posibilidad de satisfacerlos. Entre éstos se encuentran aspectos más puntuales del desarrollo demográfico, así como aspectos específicos referentes a las características de la población y de su movimiento, que hicieron posible las recopilaciones sistemáticas del Registro Civil. Uno de los ensayos que marca esos cambios es el trabajo de Isidro Epstein sobre La mortalidad en México, editado en 1894 por la Sociedad de Geografía y Estadística.117
También durante esos años Rafael de Zayas realizó la obra de difusión Los Estados Unidos Mexicanos. Sus condiciones naturales y sus elementos de prosperidad. Esta publicación fue seguida más tarde por una nueva versión cuyo título expresa, más claramente, la intención y contenido de la obra: Los Estados Unidos Mexicanos. Sus progresos en veinte años de paz, 1877-1897, que llamo la atención en su epoca.118 Por lo que se sabe, es un trabajo que le fue encargado por el gobierno porfirista, para dar a conocer al país en el exterior.

    Destaca esta obra dentro de los trabajos de Zayas, quien sobre todo se dedicaba a la literatura y el ensayo político. Se trata de una recopilación de ensayos descriptivos, para elogiar el porfirismo y su contribución a la felicidad del pueblo de México. Aunque está suscrita por Zayas, la obra se compone de aportaciones institucionales que le fueron facilitadas. En todo caso, proporciona una abundante información general sobre el estado del país en las decenios finales del siglo XIX.

    La recopilación estadística de rico contenido que llevo a efecto Luis Pombo se publico en 1893 en su estudio México 1876-1892, de dos tomos.119  Se trata de un extenso trabajo que rescata numerosos aspectos cuantitativos de la economía del país, acompañados de comentarios y apreciaciones que enriquecen notablemente la información. También de interés descriptivo es el trabajo de José Trigo, sobre Recursos y desarrollo de México. 120

    Se multiplicaba el entusiasmo por dar a conocer al país, que recién experimentaba su primera gran apertura hacia el exterior, una prosperidad sin precedentes y condiciones de paz como nación independiente. Además de su gran utilidad y razón de ser como medio para instrumentar la política económica, la información cada vez más abundante permitía difundir nuevos datos, para asombrar a forasteros y nativos acerca de las grandes riquezas atribuidas a la flamante república. De esa naturaleza fueron numerosas obras emprendidas a finales del siglo XIX que reflejaban el entusiasmo y optimismo que prevalecía, en el gobierno y en empresarios nacionales y extranjeros, acerca del futuro del país.

    Uno de los autores notables de una obra de tal naturaleza fue Justo Sierra. Intelectual de su tiempo, había adquirido temprana y merecida fama como novelista y cuentista; asimismo, en el campo del periodismo. No menor fue su labor de funcionario público, en su carácter de jurista, como magistrado de la Suprema Corte de Justicia. Además, se desempeño con igual éxito en la política, ya que por meritos propios logro la designación de diputado.

    Hacia finales de siglo, emprendió la tarea de compilar y editar una amplia obra colectiva sobre la historia y situación de México en una diversidad de aspectos. Convoco numerosos y distinguidos intelectuales, que dieron a conocer su pensamiento en la obra titulada México. Su evolución social, la cual se publico entre 1900 y 1902.121

    De particular relevancia para nuestro tema son las colaboraciones en la obra compilada por Justo Sierra: textos de Gilberto Crespo, sobre minería; de Carlos Díaz Dufoo, en torno a la industria, y de Pablo Macedo, acerca del comercio. A su vez, Macedo rescató su aportación y la integró con otros dos ensayos sobre la hacienda pública y comunicaciones y obras públicas, que publicó como obra aparte en 1905. Su rico contenido muestra que tuvo mucho más talento e ingenio para elaborarla, que para escogerle un titulo breve.122

    Además de las obras institucionales e individuales que publicaban sus propios autores, con el auge porfirista y su premura por atraer capitales del exterior surgió otra posibilidad; consistió en que empresas privadas editaran, con ventaja comercial, libros de información dirigidos sobre todo a posibles inversionistas de Estados Unidos y Europa.

    Entre los trabajos de este tipo que surgieron hacia finales del siglo, destaca la obra editorial de La Agencia Mercantil, empresa de los hermanos Navarro; esta, con frecuencia mensual, y a lo largo de varios años, recogió y publicó una abundante información nacional en sus notables Memorias estadísticas.123  También se debe a la diligencia de los hermanos Navarro la edición de un Directorio estadístico, el primero de su género en México, y que se dio a conocer en 1890.124

    La Secretaria de Hacienda emprendió, desde 1894, nuevos esfuerzos por publicar información fiscal más abundante. Para eso, inició la edición trimestral de la publicación de titulo Estadística Fiscal, texto que se mantuvo con variada regularidad y cambios de periodicidad hasta 1898. En cambio, su Boletín de Estadística Fiscal, que apareció a partir de 1894 con la intención de que fuese anual, pronto se amplió en propósito y contenido. Por esa razón, fue creciendo hasta que finalmente absorbió a la Estadística Fiscal, antes comentada; se hizo más frecuente, en ocasiones trimestral, e incluso mensual durante un breve lapso.125

    A lo largo de los años del porfirismo, el Boletín de Estadística Fiscal se fue enriqueciendo con nueva información; llegó a incluir, aparte de series cada vez más abundantes sobre cuestiones fiscales propiamente dichas, datos referentes a transporte, moneda, comercio exterior, deuda pública, crédito, industria, minería, y comercio al menudeo. Aun cuando sufrió nuevos cambios en su periodicidad, según los avatares de los tiempos, se mantuvo a todo lo largo de la gestión porfirista; incluso, persistió durante los agitados años de la revolución. Su último minero apareció en 1918, con información correspondiente al cuarto trimestre de 1916.

    El caso de la citada publicación ilustra el hecho de que el proyecto editorial de la Secretaria de Hacienda tenía el propósito de completar las publicaciones periódicas de estadísticas fiscales; lo haría con anuarios que recogiesen largas series de información, más agregada y depurada. De hecho, lo realizó el gobierno porfirista, pero de manera póstuma; es decir, sólo se logró editar el primer Anuario, correspondiente al año fiscal de 1911-1912, y eso ya cuando el porfirismo no estaba en el poder.126

    Sin embargo, el proyecto se mantuvo, una vez desaparecido el gobierno porfirista. Después de que las conmociones armadas más intensas de la Revolución pasaron, se dio a conocer el Anuario de 1918127 y el que se refiere a 1919.128 De hecho, estos anuarios fueron las últimas publicaciones de información estadística correspondientes al que hemos considerado el periodo de constitución de la estadística económica nacional.

    La tarea de sistematizar la información mediante anuarios condujo a la Dirección General de Estadística a integrar, en publicaciones aparte, los datos relativos al comercio exterior. De esta manera, a partir de 1899 inició la edición de Importación y exportación de la República Mexicana, que se mantuvo hasta 1907.129

 

5.3. LA MAYORÍA DE EDAD. LOS CENSOS


    Se puede decir que la estadística económica nacional alcanzó respetabilidad, como tal, a partir de que empezó a entregar al público usuario -o sea, principalmente al gobierno- información periódica y sistemática. Para tal objeto, resultaba insoslayable realizar levantamientos censales regulares y confiables.

    Por eso, el gran acontecimiento estadístico que marca la consolidación de avances logrados y, propiamente, el inicio de la era de la estadística económica nacional fue, sin duda, la realización del primer Censo general de la República Mexicana de población, censo que se levantó el 20 de octubre de 1895 en todo el país.130 Con su exitosa ejecución y publicación, finalmente se lograba satisfacer la aspiración tantas veces frustrada durante siete decenios.

    Se trató de un censo cuidadosamente preparado. Hubo tiempo para eso porque, desde 1882, se tomó la firme decisión de su realización; se establecieron por ley desde los conceptos hasta el contenido de las tres boletas que habrían de utilizarse para levantarlo. Un aspecto estratégico de su éxito fue que todo el proceso de manejo de la información quedó en manos de la Dirección de Estadística; por su parte, las autoridades locales sólo ayudaron a su levantamiento.

    A pesar de la debilidad de sus resultados, que acertadamente se atribuyen a que era la primera experiencia de esa naturaleza en la historia del país -cuya población, además, en su inmensa mayoría era analfabeta-, no se le pueden regatear algunos meritos al censo de 1895; por ejemplo, el de haber sentado las bases para realizar futuros avances sistemáticos en el conocimiento de la población, sus características y su dinámica, Además, por supuesto, en lo referente a la economía nacional.

    Una característica que cabe resaltar es que, debido a la manera de concentrar la información, muy profusa por cierto, de hecho constituyó una virtud y un regalo para la posteridad. Esto último, porque se publicaron los resultados de las tres boletas empleadas (para población presente, de paso y ausente); también, porque se mantuvieron docenas de categorías de clasificación de posiciones en el trabajo, según las numerosas actividades económicas que se identificaron y asentaron en las boletas. Lo anterior permite al investigador tener una idea mucho más rica de la sociedad en cuestión que en la información muy agregada de censos posteriores. Como curiosidad, destaca la captación de información sobre defectos físicos y mentales de la población; datos que no se publicaron entonces, sino junto con los resultados del siguiente censo que se habría de levantar, el de 1900.

    El merito es colectivo para el personal de la Dirección General de Estadística y los miles de colaboradores que trabajaron en el levantamiento del censo; asimismo, en la depuración y concentración de la información. Pero en el éxito del empeño tuvo gran peso, sin duda, la personalidad y capacidad de dirección de Antonio Peñafiel.

    Los resultados se acogieron con entusiasmo. La Dirección General de Estadística trabajó intensamente en la edición de los resultados, mientras se emprendían los preparativos para realizar el siguiente censo pocos años más adelante. El esfuerzo puso a prueba al incipiente sistema nacional de estadística, El reto valía la pena. Afortunadamente para él fatigado personal de la Dirección de Estadística, se decidió, de allí en adelante, levantar los censos con frecuencia decenal; quizá eso se hizo en observancia de las normas internacionales que se iban extendiendo o, y tal vez, en atención a la salud de los esforzados y escasos estadígrafos de Peñafiel.

    En octubre de 1900, se llevó a efecto el segundo Censo general de población.131  Mejoró con respecto al primero, por la experiencia adquirida; sin embargo, no hubo cambios en cuanto a definiciones y procedimientos. También se logró una cobertura mayor. Se añadieron preguntas sobre la nacionalidad actual y anterior de los censados.

    Un aspecto notable del censo de 1900 fue que pocos meses después de haberse levantado salieron al público los primeros de los 29 volúmenes; los últimos aparecieron en 1904. Hazaña no despreciable si se considera que todas las etapas del censo, hasta su entrega a prensas, fueron hechas a mano.

    En cuanto el público dispuso de la primera información censal de 1895, se multiplicaron las investigaciones de carácter estadístico y las respectivas publicaciones. Sobre todo, esto ocurrió a partir de que se contó con los resultados del censo de 1900, que generó una rica producción; lo anterior, porque por primera vez fue posible emprender el estudio de características y tendencias demográficas, sociales y económicas del país.

    Antonio Peñafiel suscribió varios estudios estadísticos elaborados en la Dirección General de Estadística, a partir de un uso intenso de la flamante información censal. De esta naturaleza es la amplia recopilación estadística que ese autor emprendió, con la intención de aportar una visión global del país en 1900; la obra salió al público con el nombre de Cuadro sinóptico y estadístico de la República Mexicana.132 De igual origen es el valioso trabajo institucional, aunque acreditado a Peñafiel, sobre las actividades industriales; las cuales crecían rápidamente y de cuyo desempeño se demandaban más noticias. La obra fue titulada Estadística industrial, y salió a la luz pública en 1903.133

    El interés por dar a conocer al país encontró nuevos materiales con las aportaciones censales. Tales publicaciones estaban dirigidas principalmente a viajeros, inversionistas y gobiernos extranjeros. Frecuentemente contienen descripciones geográficas, de climas y recursos naturales, de monumentos, así como de las actividades económicas principales; son textos que, en ocasiones, se acompañan de información complementaria muy amplia. Es el caso de la Guía que se edito, en 1900, en dos extensos volúmenes.134

    De naturaleza similar es la obra publicada en 1908, La prospérité du Mexique, dirigida a inversionistas europeos; obra que el gobierno porfirista encargada François Trentini. Como es propio de una obra de esa naturaleza, contiene grandes elogios al gobierno; asimismo, recoge abundante información estadística de las principales actividades económicas.135

    También de carácter informativo, pero mucho más rico y detallado que la obra de Trentini, es el amplio e interesante anuario, The Mexican yearbook, publicación que constituye una exitosa aventura editorial emprendida en Londres bajo el auspicio del gobierno de México. De estas recopilaciones, que de manera ampliamente documentada cubren una gran variedad de temas, se editaron los números correspondientes a los años 1908, 1909, 1911 y 1914.136 Después de la revolución hubo otra publicación similar, y de igual nombre, que se edito en Estados Unidos.

    En los primeros años del siglo, se avanzaba en todos los frentes de la estadística. Es de interés reseñar que la Dirección General de Estadística dio a conocer, en 1901, la Nomenclatura y estadística de las enfermedades; tal vez, esta es la primera publicación sistemática y ordenada sobre estadísticas de la morbilidad en México.137

    Cabe res altar, en este recuento, el gran desequilibrio regional que prevalecía en cuanto a la información estadística, a pesar de los avances logrados. En cambio, en el Distrito Federal se dio a conocer abundante información sobre demografía, economía, administración pública y justicia, a partir del censo de 1895, y sobre todo del de 1900; solamente en unos cuantos estados, entre los que destacan Yucatán, San Luis Potosí y Puebla, se contó con publicaciones que contuviesen información similar.

    Sin embargo, a finales del siglo XIX se multiplicaron las investigaciones regionales realizadas con recursos locales, entre las cuales hay algunas de insoslayable calidad. Ese es el caso del Censo de 1890 del estado de Sonora.138  De tenor similar son las Noticias estadísticas del estado de Tabasco, obra escrita por Carrascosa, Gil y Payan, en esa misma época.

    La Dirección General de Estadística siguió avanzando en la difusión de información en muchos otros campos; al mismo tiempo, se ocupaba de preparar el censo de 1910. De la obra de investigación y difusión que realizó a principios de siglo, destacan los trabajos en el sector agropecuario. En 1903 se dio a conocer la Estadística ganadera, actividad que había alcanzado notable riqueza en el país, pero cuyas características económicas eran prácticamente desconocidas.139

    En 1910, se editó la Estadística agrícola, atribuible a la propia Dirección de Estadística; ese texto constituye un significativo esfuerzo en la pretensión de presentar un panorama cuantitativo sistemático.140 Igualmente, la dirección desarrolló una intensa actividad en el estudio de ramas industriales específicas. Tal fue el caso de la azucarera, que había cobrado gran importancia desde finales del siglo XIX; industria de la cual se efectuó y publicó una extensa investigación, que comprendió todas las regiones productoras del país.

    El auge se agotaba. La economía daba crecientes evidencias de dificultades para proseguir el fastuoso desempeño de los decenios anteriores. La situación mundial no ayudaba a las exportaciones ni favorecía el creciente flujo de inversiones extranjeras, los cuales se requerían para avanzar en el camino de la modernización e industrialización. En cambio, trasmitía violentos movimientos en los mercados de metales, que afectaban seriamente a las variables monetarias mexicanas.

    Una creciente preocupación de la economía era la insuficiencia del crédito, ante la rigidez y limitaciones del sistema bancario. No menos inquietante era el problema del valor de la moneda y su circulación. A esas preocupaciones respondió la iniciativa de efectuar la valiosa recopilación de la estadística nacional que se logró captar con respecto a crédito y moneda.

    Por lo que se refiere al campo crediticio y bancario, destaca el trabajo de 1890 Las instituciones de crédito;141 lo escribió Joaquín Casastis, el prestigiado jurista tabasqueño, poeta y literato. De otra naturaleza fue el esfuerzo que se hizo, a lo largo de los primeros quince años del siglo, para publicar sistemáticamente la Memoria de las instituciones de crédito; documento que abarca el periodo de 1897 a 1911.142 En gran medida complementaria de la obra anterior, pero de contenido diferente, es la interesante recopilación que hizo la Comisión Monetaria sobre Estadística bancaria en 1903.143

    La Comisión Monetaria se encontraba muy ocupada en estudiar las violentas alteraciones crediticias y monetarias, que se dieron a principios del siglo XX, situación atribuida a la devaluación de la plata en relación con el oro, lo cual venía sucediendo desde varios decenios atrás. Esta se debió, sobre todo, a que era alterada la base bimetalista adoptada en México desde 1867; base que funcionaba sobre una relación fija de 16.5 onzas de plata por 1 de oro. En cambio, venia decayendo rápidamente en el mercado abierto; así, en 1905 dicha relación ya era de 39 a 1, con las consecuentes perturbaciones.

    La situación era insostenible. Se desató una intensa polémica en torno a las posibles soluciones al grave problema de la inestabilidad monetaria y la inflación, auspiciada por la constante devaluación del peso plata. Este era el único que circulaba, ante el incontenible apetito de la gente por atesorar las monedas de oro, para ganar con la devaluación del peso y para escapar de la perdida que todo eso suponía, Finalmente, en 1905 se abandonó el bimetalismo y se estableció el patrón oro. En la toma de esa decisión influyeron los trabajos de la comisión; entre estos, la elaboración y publicación de importantes series de estadísticas, que se recogieron en los Datos para el estudio de la cuestión monetaria de 1903.144

    Joaquín Casasús fue uno de los participantes más entusiastas en este debate, pues también era especialista en el tema. Su posición irreductible era la de retener el bimetalismo, perspectiva que defendió con energía en su trabajo La reforma monetaria en México, aparecido el año de 1905.145

    La cuestión de las inversiones extranjeras también fue motivo de creciente preocupación. No era para menos, porque a lo largo del porfiriato se convirtieron, junto con las exportaciones, en los elementos más importantes de la dinámica de la economía.

    La inquietud provenía, en particular, de la incertidumbre sobre su flujo; pero también surgían voces que expresaban desasosiego con respecto a la extensa penetración de capitales extranjeros y su creciente poder. Entre los trabajos porfiristas acerca de inversiones extranjeras destaca la obra de Carlos Díaz Dufoo, periodista veracruzano, literato y especialista en temas económicos; autor al que ya encontramos, como colaborador, en la gran obra colectiva de Justo Sierra. Sobre este tema, dio a conocer un polémico texto referido al periodo porfirista, de titulo México y los capitales extranjeros, que solo se publico en 1918.146

    De hecho, hacia finales de la gestión del gobierno porfirista, este se encontraba en creciente incapacidad para dar continuidad a las funciones económicas regulares. Como siempre, las primeras víctimas del deterioro fueron las actividades que los administradores de la coyuntura consideraban como no prioritarias o de plano inútiles. Entre estas se encontró, en primerísimo lugar, la estadística nacional.

    En consecuencia, se fueron restringiendo sus funciones. Por ejemplo, se sabe que el Anuario estadístico correspondiente a 1908 fue preparado oportunamente, pero ya no logro publicarse. El material y el esfuerzo simplemente se perdieron en el caos de la revolución, como tantas otras obras.

    Sin embargo, todavía fue posible otra publicación, en 1910, dentro de las jubilosas celebraciones del centenario del inicio de la independencia; se trata de la obra institucional, pero suscrita por Antonio Peñafiel, denominada Cuadro sinóptico informativo de la administración del señor general don Porfirio Diaz.147 Este es un trabajo en el que abundan los elogios al porfirismo, como era de esperar en un libro de tal naturaleza; pero afortunadamente tiene mucho más que eso; por ejemplo, una amplia recopilación de información estadística que cubre los tres decenios de la gestión porfirista.

    Es indudable que la Ultima gran aportación estadística del porfirismo, y cuya realización marca el final del primer periodo de la formulación sistemática y regular de información cuantitativa, fue el levantamiento del Tercer censo de población,148 en 1910. Se levantó en octubre de aquel año, también bajo la dirección de don Antonio Peñafiel, que iba por el tercer decenio de una gestión prudente, talentosa y diligente; asimismo, gracias a su experimentado grupo de colaboradores, que se encargó de organizarlo y llevarlo a efecto.

    En el tercer censo se lograron pérdidas y ganancias. Como mejoras, se cuentan los avances con respecto a los anteriores, en cuanto a cobertura, definiciones y métodos; desde luego, el que, con este censo se inició la costumbre de numerarlos. Entre las ganancias, también cuenta que la información se concentró, por primera vez, en rural y urbana; esta última se definió como la que habitaba en asentamientos mayores de 4 000 habitantes. Por lo que se refiere a las perdidas, se tiene la eliminación de la pregunta sobre nacionalidad, que se hacía desde el censo anterior.

    A diferencia de los dos primeros, la información primaria del censo de 1910 fue recolectada y concentrada por las autoridades en cada entidad federativa, sólo quedó a cargo de la Dirección de Estadística la concentración nacional. Lo anterior trajo consecuencias en cuanto a que se retrasó el proceso de publicación, de por si severamente afectado por los aconteceres revolucionarios.

    En todo caso, solamente se logró publicar en 1918, y eso con grandes dificultades. No obstante, constituyó un éxito indudable, en vista de las severas alteraciones que ya vivía el país cuando se levantó el censo, y más aun en los años posteriores.

    También, cabe destacar que fue la Secretaria de Hacienda la que asumió finalmente la responsabilidad de la publicación; no la Dirección de Estadística, en vista de que estaba en proceso de una parálisis definitiva por asfixia presupuestaria. Se requería, en esos tiempos de prueba, de un brazo más poderoso que el de la Dirección para llevar adelante un esfuerzo y gasto nada modesto; afán cuya prioridad tenía gran sentido en épocas de paz y estabilidad, pero mucho menos en los años de revolución armada.

    Se necesitó acumular toda la voluntad y autoridad financiera disponible, para lograr rescatar los fondos requeridos de la insaciable voracidad de gastos bélicos, que sufrieron todas las administraciones a partir de 1910. Es de imaginar el asombro que habrá causado a muchos la insistencia de los encargados en publicar los resultados del censo, en tiempos tan inciertos y llenos de penurias; momentos en que con frecuencia se suspendían y rebajaban los sueldos de los empleados públicos para poder pagar la nomina.

 

5.4. EL EPILOGO DEL PRINCIPIO


En efecto, después de 1910 se impuso la conmoción revolucionaria y los cañones tomaron la palabra. Hacer la guerra fue prioritario en el horizonte nacional. Todo lo demás pasó a un segundo o tercer término. Algunos aspectos ni siquiera alcanzaron término; simplemente, quedaron a la deriva, mientras no se reconstituyó la regularidad de la vida cotidiana. No pocas cuestiones y problemas sencillamente desaparecieron. Hay quien dice que la mayor parte de tales problemas se habrían desvanecido con o sin revolución; pero, igualmente, se le cargan a su cuenta.

    Lo cierto es que la violenta redefinición de las prioridades del país altere, profundamente, la organización y gestión de la administración pública y de la vida privada; lo cual, desde luego, pasa por las instituciones culturales y educativas. De lo anterior no se salvo la estadística económica nacional. Inevitablemente, hubo un desmantelamiento de instituciones y grupos de trabajo y desaparecieron publicaciones.

    Estas formaron parte de las bajas de la guerra civil. Peñafiel y sus leales seguidores fueron dispersados. Unos cargaban con el pecado de un pasado porfirista; otros, con el de ser simples empleados públicos, en épocas en que era un error dedicarse a cualquier otra actividad que no fuera la de general o rico propietario.

    El hecho melancólico es que la dislocación de la vida nacional por la revolución supuso, para decir lo menos, un retroceso en el campo de la estadística nacional. La restricción financiera determine la cancelación de labores, empezando por las publicaciones. Siguió la desaparición de instituciones, así como la disolución de grupos de trabajo experimentados.

    Hubo un eclipse casi completo de información estadística nacional por diez años; casi, porque no obstante las difíciles condiciones, aparte de otras obras ya reseñadas, todavía persistió con grandes dificultades la publicación del Boletín de la Dirección General de Estadística; esto fue en 1913 y 1914, cuando el país ya estaba en plena convulsión nacional149

    Sin embargo, de nuevo se constata que cuando toda la delicada estructura de la estadística nacional parece derrumbarse, siempre se puede confiar en que seguirán captándose y difundiéndose las viejas series insoslayables. La estadística del comercio exterior y las finanzas públicas son capaces de resistir hasta los cañonazos; sin duda, porque, en última instancia son esenciales para adquirir las armas y mantenerlas disparando.

    Así ocurrió entonces. Casi imperturbable persistió la captación y generación de información, aunque irregular, sobre importaciones y exportaciones, ingresos y gastos públicos; asimismo, sobre la actividad de las principales ramas exportadoras. Ese es el caso de la minería y el petróleo, en las cuales los intereses externos y los internos acerca de los ingresos fiscales que generaban sus exportaciones les otorgaban una protección especial.

    A lo anterior se debe la edición, a partir de 1916, de sendos boletines quincenales especializados en las actividades de minería y petróleo, que la Secretaria de Fomento se encargó de publicar hasta 1917; año en que desaparecieron a causa de la transformación de la administración pública por los gobiernos constitucionales.150  Desde ese año en adelante, la flamante Secretaria de Industria, Comercio y Trabajo asumió las mismas funciones de su antecesora, la de Fomento; incluso, la de editar sus publicaciones.

    En los demás aspectos de la estadística, el decenio de la revolución armada sugiere un retroceso con respecto a los frustrantes tiempos de medio siglo atrás, cuando prevalecía la discontinuidad de los esfuerzos. Pero es más apariencia que realidad porque, a final de cuentas, buena parte de las bases de la estadística económica nacional se preservaron; esto es, las instituciones, parte de su personal y sobre todo la voluntad de disponer de información apropiada, así como de asignar los recursos para obtenerla, aunque fueran magros.

    Por eso, tras el virtual eclipse informativo de diez años, que sugiere una irremediable perdida de lo que con tanta dificultad se había construido en el medio siglo anterior, fue posible cumplir con la tarea de levantar el siguiente censo. Eso se hizo sin grandes dificultades y pobrezas; se debió vencer la falta de cooperación de gobernadores, por apatía o simple antagonismo hacia el gobierno de Obregón, que provocaron dos emplazamientos en su realización. Finalmente se llevó a efecto, en noviembre de 1921, el Censo general de habitantes; además, se publicaron los resultados entre 1925 y 1928.151

    El IV Censo de Población, como se le conoce, es el último efectuado en el periodo de formación de la estadística económica nacional, y el primero de la estadística contemporánea. Fue una hazaña realizarlo, y de eso dan fe las numerosas deficiencias que contiene, debido a que sumo viejas y nuevas deficiencias y errores; por ejemplo, introducir un clasificador de ocupaciones simplificado que hace perder riqueza descriptiva, además de que sus resultados son casi incomparables con los de censos anteriores. Como aportación curiosa y única respecto a todos los censos levantados antes y después, se incluyó el dato sobre la raza de los censados. Más relevante es el inicio de la captación de datos referentes a la propiedad de bienes raíces y a fecundidad.

    Por otra parte, la realización del censo en las condiciones del país en 1921 constituyó una evidencia viva de que, a pesar de las bajas lamentables y la desaparición o cambio de instituciones y personas, persistieron los fundamentos de la estadística económica nacional. El hecho manifiesta que las violencias bélicas, el profunda trastorno de la vida nacional, así como los cambios en la administración pública, no eliminaron la necesidad de la estadística económica ni la voluntad para disponer de ella.

    Muestra que lo más importante de la estructura estadística se había salvado y habría de renacer, pese a las graves pérdidas que tuvo; entre estas, la desaparición de valiosas publicaciones periódicas, como los anuarios que tanto trabajo había costado mantener. Algunas, por cierto, reaparecieron en el decenio de los veinte, junto con la nueva generación de obras de estadística económica. Pero esa es otra historia.


ANEXO 1

LA PERIODIZACIÓN


El desarrollo de la estadística económica nacional muestra tres periodos claramente diferenciados, que son los utilizados para el ordenamiento de esta investigación. Aquí se explican los rasgos generales de tal periodización, aunque el presente volumen solamente aborda los dos primeros.

    Periodo 1821-1877. El primer periodo tiene como origen obligado el año de 1821, y se prolonga por un lapso mayor al siglo. Es la etapa más caótica que ha conocido la historia nacional, ya que las dos corrientes políticas en confrontación y sus respectivas fuerzas militares, sociales e intelectuales no se pudieron vencer definitivamente la una a la otra; por lo tanto, tampoco permitir la construcción del flamante país.

    El hecho que marca el fin de este periodo es, obviamente, el triunfo final de una de las fuerzas que dividieron la nación en una confrontación permanente durante el primer medio siglo de vida independiente; hecho que consistió en la derrota de las fuerzas conservadoras, que habían conducido al país a la monarquía de Maximiliano y a la guerra de intervención.

    En cuanto a la estadística, este periodo se caracteriza por los apetitos y esfuerzos reiterados, aislados y fallidos; por crear las bases de una producción sistemática de estadísticas nacionales que fuesen apropiadas para el conocimiento del país y la gestión pública. Son los años de las frustraciones en los que prácticamente desapareció lo que se había heredado en el campo de la estadística del periodo colonial; pero, a la vez, no se lograba construir un nuevo aparato ni una estadística que respondiesen a las necesidades de la vida independiente.

    Lo anterior en modo alguno significa que fueran desdeñables las aportaciones institucionales y personales logradas. En todo caso, destacan aun más, si se consideran las precarias condiciones en las cuales se consiguió efectuarlas.

    Periodo 1877-1910. A partir del triunfo del juarismo sobre la extraía coalición de ejércitos liberales extranjeros y conservadores nacionales, se restauró la vida republicana; además, se profundizó la revolución liberal iniciada veinte años antes. Triunfo, restauración y revolución provocan, entre muchos otros efectos y transformaciones, la delimitación de un nuevo momento de la integración del estado nacional; de la unidad en su sentido económico, social, de identidad común. Eso ocurrió sobre todo en los núcleos de mayor peso en los asuntos del país; es decir, los de grandes propietarios, la dirigencia militar, la clase política, el alto clero y un puñado de intelectuales.

    Integración nacional superior, a la cual pronto se reconoce como incompleta y estamental, desde el punto de vista social; pero que, al fin y al cabo, constituyó un segundo momento esencial en la formación de la nación. De hecho, consiste en una redefinición de esta última, pues comparada con su condición hacia mediados del siglo, tiene mucho mayor base social, coherencia y consenso. En todo caso, correspondió a una nueva realidad del país en todos los sentidos, con crecimiento y paz por primera vez desde 1810; no obstante que, en diversos sentidos, persistieron y aun se agudizaron la desigualdad, la injusticia y la represión.

    Entre los primeros actos gubernamentales del nuevo poder, con el fin de imponer su orientación, está el de proponerse reconocer físicamente al país de una nueva manera. Se empieza por identificar y contar desde montañas y ríos hasta personas, procesos e instalaciones productivas. Desde luego, son de interés el clima y las lluvias, los volcanes y las riquezas naturales. Por necesidad y curiosidad, se clasifican los edificios; se describen y cuantifican las labores agrícolas, mineras, industriales y comerciales, Los procesos productivos, los intercambios monetarios, los manejos crediticios, los precios, el comercio, los consumos, son examinados con curiosidad que se quiere ajustar cada vez más a los cañones científicos de su tiempo. Se crean las bases de la modernidad, aun si resultan precarias y, en ocasiones, incompatibles con poderosos invariantes nacionales.

    Por primera vez en la historia del país, la estadística económica nacional se logra ordenar, ampliar y operar sistemáticamente. Se crean nuevas instituciones y se remozan las anteriores. Se generan nuevas series de datos, de manera continua. Se diseñan métodos y procedimientos estadísticos; se asignan a estas tareas personal y recursos permanentes, aunque modestos. Sin lugar a dudas, el hecho que caracteriza esta etapa es la organización de la Dirección General de Estadística dentro de la Secretaria de Fomento en 1882.

    Los resultados son espectaculares. Se multiplican las publicaciones. Hay, desde luego, tropiezos y cambios; se exploran terrenos de información, se cometen errores, nacen y mueren boletines. Pero lo que distingue a esta época, como ruptura final con el pasado, es que se avanza en la heterogeneidad, calidad y permanencia de la estadística.

    La evidencia más destacada de esa evolución, y lo que constituye la certificación de que se ha logrado consolidar la estadística, es que, finalmente, se logra efectuar el primer censo demográfico completo en 1895. No sólo eso, sino que a partir de entonces se prosigue el esfuerzo, con la realización en este lapso, también, de los censos nacionales de población en 1900 y 1910. Detrás de los hechos, se manifiesta la insoslayable coherencia de una voluntad nacional que se fija objetivos y los sostiene, al atribuir a esta labor carta de permanencia y prioridad, aun en circunstancias que no eran las más favorables.

    Para la estadística económica nacional, la dictadura perdurable del porfirismo aparece como una verdadera bendición, después de los antecedentes de restricciones y pasividad de la colonia; asimismo, de la terrible experiencia de caos e inestabilidad del primer medio siglo de vida independiente. Durante la gestión porfirista, por primera vez en la historia del país, hubo paz y continuidad de propósitos, aspectos que permitieron un vigoroso impulso a la estadística económica nacional. Para colmo de buena suerte, a cargo de esas tareas quedó gente capaz, apasionada de su labor y talentosa.

    Desde luego, se produjo una estadística que corresponde a las condiciones de un reconocimiento casi inicial del país. Se le carga a la ansiedad tratar de confirmar que la patria es el cuerno de la abundancia tan prometido y deseado; el imaginado por forasteros y nativos, que fueron más generosos con la fantasía que exactos en sus juicios. Sin embargo, escatimaron las evidencias de pobreza y limitaciones del país.

    El año de 1910 no marca propiamente el término de este periodo, sino el principio de su fin. La revolución que se inicia, los cambios de gobierno tras la caída de Díaz, la creciente convulsión que va envolviendo el país, son condiciones que resultan letales para la estadística nacional. El derrumbe se acelera; poco después, solo quedan unos cuantos grupos que, en medio de la catástrofe, persisten en la labor sistemática de captar y difundir cifras. Estas se reducen, en esos tiempos de inseguridad, casi exclusivamente a cuestiones fiscales, de comercio exterior y producción minera; mientras, alrededor, el país se cae en pedazos.

    Por eso, todavía a lo largo del decenio de 1910-1920, y en medio de las violencias revolucionarias, salen a la luz las estadísticas póstumas del porfirismo; asimismo, la publicación tardía de investigaciones de años anteriores. Por esa razón, para todos los fines conceptuales y prácticas, la estadística porfirista, con su carga positivista y con su idea de nación excluyente de los grupos mayoritarios, sobrevive casi un decenio al gobierno porfirista.

    Resulta casi irresistible remitir a 1917, con la formulación de la Constitución, como el año de la desaparición final del porfirismo. Pero persiste la duda respecto a la sabiduría de tal periodización, porque aun si dicho régimen político termina formalmente con su derrumbe como gobierno en 1911, persistió como relación social, económica y cultural significativa en las estructuras y en la reproducción nacional. De hecho, para ser plenamente desplazado requirió de dos decenios más de transformaciones y rupturas; asimismo, de muchas más luchas, hasta finales del decenio de los treinta. En todo caso, por lo que respecta a la estadística, se puede considerar que el de carácter liberal, que estimula el gobierno de Juárez y consolida el porfirista, termina hacia 1920.

    Periodo desde 1921 y en adelante. El tercer periodo, que no se abordara en el presente ensayo sino en un trabajo posterior, no se inicia al terminar el previa, en 1910. De hecho, entre uno y otro hay un vacio de información, provocado por la desaparición o paralización de los sistemas administrativos de la estadística nacional. Solamente se reanuda, con nuevas orientaciones, el interés y la decisión por efectuar el recuento de lo que contiene y es la nación; a partir de que el régimen revolucionario logra gobernar, se estabiliza la situación y se empieza a regularizar la función administrativa. Sin embargo, se trata de un gran vacío; no sólo porque son años de virtual silencio estadístico, sino también porque se da un severo deterioro en los avances alcanzados. Cambian las preguntas que se hacen y la manera de responderlas.

    Como inicio del tercer periodo se puede marcar el año de 1921, aunque sólo por la realización del primer censo de población, bajo el nuevo régimen, cuyo gobierno, desde luego, hereda una fuerte influencia porfirista; aunque también son numerosos los cambios que se introducen. Se procuran definiciones y conceptos acordes con la nueva concepción del país y con las necesidades que implica la tarea de gobernar.

    Un ejemplo clásico de eso es la amplia discusión emprendida a principios de los años veinte acerca de la concepción de lo indígena; polémica que sólo expresa una preocupación generalizada en toda la sociedad, en conformidad con las exigencias del nuevo régimen. Son definiciones que más adelante demandaran la captación de información estadística, con el fin de cuantificar los indicadores que se idean para apreciar la dimensión y dinámica de los grupos indígenas y para diseñar políticas de indigenismo.

    También, se reinicia la tarea de la reconstrucción y redefinición del sistema de estadísticas económicas nacionales. Difícil proceso que delimita varios subperiodos relevantes. Uno de estos se encuentra marcado por la reanudación de la publicación del Anuario estadístico, hacia finales de los años veinte.

    Otro subperiodo se delimita con la introducción inicial de los sistemas de contabilidad nacional, en la segunda mitad de los años cuarenta; etapa que culminara, hacia 1960, con la aplicación del Sistema de Cuentas Nacionales desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas. También entonces se multiplicaron los esfuerzos para generar nueva información estadística, de acuerdo con las necesidades del proyecto de desarrollo industrial del país; acciones que quedaron a cargo de numerosas instituciones públicas anteriores y de algunas nuevas que se organizaron para ese objeto.

    El último subperiodo se inicia con la reforma del sistema de estadística económica nacional, que se emprendió a finales de los años sesenta y culminó con la creación del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, en el siguiente decenio.

 

1. Francisco Barrera Lavalle. Apuntes para la historia de la estadística económica en México, México, 1911. Tipografía de la viuda de Francisco Díaz de León.

2. "Resumen histórico de la estadística nacional", en Memoria de la Primera Reunión Nacional de Estadística. Abril de 1927. México, 1928, Imprenta Mundial. El texto se reprodujo en la revista Estadística Nacional, ano III, núm. 55, mayo de 1927.

3. Bibliografía mexicana de estadística, 2 t., México, Dirección General de Estadística, Secretaria de la Economía Nacional. Talleres Gráficos de la Nación, 1942.

4. Rodolfo Flores Talavera, "Historia de la estadística nacional", Memoria de la Cuarta Reunión Nacional de Estadística (del 3 al 9 de agosto de 1958), México, Secretaria de Economía, Dirección General de Estadística, 1958. Apareció en el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística, tomo 86, núms. 1 a 3, julio a diciembre de 1958, institución que también fue convocante de la Reunión.

5. Enrique Florescano, Notas sobre la historiografía económica del periodo 1870 a 1910, Cuaderno de Trabajo núm. 32, México, INAH, Departamento de Investigaciones Históricas, 1980.

6. Peter Reich, An outline of the history of statistics in México, mimeo-grafiado, sin fecha.

7. Boletín de Fuentes para la Historia Económica de México, núm. 1, México. El Colegio de México, 1990.

8. Francisco del Paso y Troncoso, 9 vols., Papeles de la Nueva España, México y España, 1905-1948.

9. Alonso de Montufar, "Carta del obispo de México al Consejo de Indias sobre la necesidad de que los indios pagasen diezmos", en Anales del Museo Nacional de arqueología, historia y etnografía, época 5, I, México, 1934.

10. Manuel Orozco y Berra, "Apuntes para el estudio de la geografía en México", en Anales del Ministerio de Fomento, t. VI, México 1881.

11. Juan Diez de la Calle, Memorial y Noticias Sacras y Reales del Imperio de las Indias Occidentales, Madrid, 1646, México, 1932.

12. José Antonio Villaseñor, Theatro americana.

13. José Campillo y Cossío, Nuevo sistema económico de gobierno para la América, Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1789.

14. Bernardo Ward, Proyecto económico en que se proponen varias providencias, dirigidas a promover los intereses de España con los medios y fondos necesarios para su planificación, Madrid, 1779.

15. Luis Chávez Orozco, Cuadro de la situación económica Novo-Hispana, vol. II, serie Documentos para la historia económica de México, México, Secretaria de la Economía Nacional.

16. Archivo General de la Nación, ramo de Padrones.

17. Instrucción reservada que el conde de Revillagigedo dio a su sucesor en el mando, marqués de Branciforte, México, 1831.

18. Carlos de Urrutia, Noticia geográfica del reino de Nueva España y estado de su población, agricultura, artes y comercio, 1794. Manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional; reproducido por los compiladores Enrique Florescano e Isabel Gil, en Descripciones económicas generales de Nueva España, 1784. 1817, México, SEP-INAH, 1973.

19. Joaquín Maniau, Historia de la Real Hacienda de la Nueva España, escrita en 1794, México, Imprenta de la Secretaria de Industria y Comercio, 1914.

20. Fabián de Fonseca y Carlos de Urrutia, Historia general de Real Hacienda, 6 t., México, impresa por Vicente G. Torres, 1845.

21. Alejandro de Humboldt, Tablas geogroficas-politicos del Reyno de la N. E. que manifiestan su superficie, población, agricultura, fabricas, comercio, minas, rentas y fuerza militar, México, Imprenta de D. Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1822. La primera versión en español que se conoce de las Tablas apareció bajo la denominación de "Superficie y población", en el Diario de México, en los números, a lo largo de mayo de 1807.

22. Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el Reyno de la Nueva España, México, Editorial Robredo, 1941. La primera versión en español fue editada en Paris en 1822.

23. Manuel Abad y Queipo, Representación a nombre de los labradores y comerciantes de Valladolid de Michoacán, en que se demuestra con claridad los gravísimos inconvenientes de que se ejecute en las Américas la Real Cedula del 26 de diciembre de 1804, sobre enajenación de bienes raíces y cobra de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales, reproducido en Estudios de Abad y Queipo, México, SEP, Biblioteca Enciclopédica Popular, 1947.

24. Censo del 11 de noviembre de 1806, Archivo General de la Nación, Abastos 7, p. 224.

25. "Noticias de Nueva España en 1805. Publicado por el Tribunal del Consulado", reproducido en Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, vol. II, México, 1862.

26. José María Quiroz, Memoria de estatuto. Idea de la riqueza que daban a la masa circulante de Nueva España sus naturales producciones en los años de la tranquilidad, y su abatimiento en las presentes conmociones (1817), reproducido por Luis Chávez Orozco en su compilación sobre Controversia que suscitó el comercio de Nueva España con los países extranjeros (1811-1821), Banco Nacional de Comercio Exterior, México, 1959.

27. José Ortega, Resumen de la estadística del imperio mexicano, México, 1817.

28. Fernando Navarro y Noriega, Memoria sobre la población del reino de Nueva España, México, oficina de D. Juan Bautista de Arizpe, 1820.

29. Manuel Abad y Queipo, Informe a Fernando VII sobre la Nueva España, 1817, en Manuscritos varios, Biblioteca del Museo Nacional.

30. Idea estadística y geográfica del Reyno de la Nueva España, precedida de una descripción general de la América, Guadalajara, 1823, s.p.i.

31. Francisco Del Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España. Geografía y estadística, 6 t., Madrid, Casa de Rivadeneyra, 1905-1906.

32. Francisco Barrera Lavalle, op. cit., p.5

33. Juan José Martínez de Lejarza, Análisis estadístico de la provincia de Michoacán en 1822, México, Imprenta Nacional del Supremo Gobierno, 1824.

34. Tadeo Ortiz de Ayala, Resumen de la estadística del imperio mexicano dedicado a la memoria ilustre del Sr. don Agustín I, emperador de México, México, Imprenta de doña Herculana del Villar, 1822.

35. Noticia estadística que el gobernador del Estado Libre y Soberano de Veracruz presenta al Congreso de la Unión, de la 8a obligación. del artículo 161 de la Constitución Federal, 1827, s.p.i.

36. Memorias de estadística remitidas por el gobierno de Yucatán, a la Cámara de Senadores del Soberano Congreso General, conforme a lo prevenido en el art. 161, núm., 8, de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, México, Imprenta de la Federación Mexicana, en Palacio, 1826.

37. José María Luis Mora, "Ensayo filosófico sobre nuestra revolución constitucional", en José María Luis Mora, Dialéctica liberal, México, Comisión Nacional Editorial del CEN, 1984, pp. 258-259. Véanse también los números de su semanario Observador de la República Mexicana, de 1828.

38. Memoria de la Secretaria de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores. Leída par el Secretario del Ramo en la Cámara de Diputados el día 12 de febrero de 1830, y en la de Senadores el13 del mismo, México, Imprenta del Águila, 1830.

39. Ignacio Esteva, Guía de Hacienda de la República Mexicana, Imprenta del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, 7 vols., en Palacio, 1825-1828.

40. Francisco Barrera Lavalle, op. cit, p. 6.

41. Manuel Ortiz de la Huerta, Instrucción sobre los datos o noticias que se necesitan para la formación de la estadística de la República Mexicana conforme a la obligación 8a del art. 161 de la Constitución Federal, México, 1833.

42. José Antonio Valdez, Censo actual de la República Mexicana. Lo escribe por orden del supremo gobierno de la Federación el ciudadano José Valdez Jalapa, Imprenta Blanco y Aburto, 1831.

43. José Antonio Valdez, Censo de la República Mexicana {armada en cumplimiento del decreto del 2 de marzo de 1831, México, 1832.

44. Memoria de la Secretaria de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, presentada a las Cámaras del Congreso General al principio de sus sesiones del año de 1832, México, Imprenta del Águila, 1832.

45. Luis Hijar y Haren, "Breve reseña histórica de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística", Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. 63, México, 1931.

46. José Gómez, conde de la Cortina, "Estado moral de la ciudad de México eco", México, Instituto Nacional de Geografía y Estadística, 1836, México, Boletín del Instituto de Geografía y Estadística, vol. I, marzo de 1839.

47. Memoria de la Primera Secretaria de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores, leída al Soberano Congreso Constituyente en los días 14, 15 y 16 de septiembre de 1846, por el C. José María Lafragua, México, Imprenta de Vicente García Torres, 1847.

48. José Gómez, conde de la Cortina, "Población de la República Mexicana", Boletín del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, vol. I, 1839, reproducido en 1861 en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.

49. Francisco Barrera Lavalle, op. cit., p. 9.

50. Dirección General de Agricultura e Industria, Memoria sobre el estado de la agricultura e industria en la República Mexicana, que la dirección general de estos ramos presenta el gobierno supremo en cumplimiento del decreto orgánico del 2 de diciembre de 1842, México, Imprenta de J. M. Lara, 1843.

51. Padrón de establecimientos industriales, ramo de Padrones, años de 1843,1848,1863 Y 1865, Archivo General de la Nación.

52. Lucas Alamán, Memoria sobre el estado de la agricultura e industria en la república en el año de 1844, Dirección General de Agricultura e Industria, México, Imprenta de J. M. Lara, 1845.

53. Lucas Alamán, Liquidación general de la deuda exterior de la República Mexicana, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1845.

54. Lucas Alamán, Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la república en el año de 1845, Dirección General de Agricultura e Industria, México, Imprenta de J. M. Lara, 1846.

55. Guillermo Prieto, Indicaciones sobre el origen, vicisitudes y estado que guardan actual mente las rentas generales de la Federación mexicana, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1850.

56. Secretaria de Hacienda, Datos relativos al arreglo de la deuda interior de la República Mexicana, México, Imprenta de la Calle de Medinas, 1851.

57. José María Regil y Alonso Manuel de Peón, "Estadística de Yucatán", Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1a. época, III, 1852.

58. Manuel Orozco y Berra (comp.), Diccionario Universal de Historia y de Geografía, México, Imprenta de F. Escalante, 1854.

59. Miguel Lerdo de Tejada, El comercio exterior de México desde la conquista hasta nuestros días, México, Imprenta de Rafael y Rafael,1853.

60. Miguel Lerdo de Tejada, Cuadro sinóptico de la República Mexicana en 1856, {armada en vista de los últimos datos oficiales y otras noticias fidedignas, México, Imprenta Ignacio Cumplido, 1856.

61. Memoria presentada al Excmo. Sr. Presidente sustituto de la República, por el C. Miguel Lerdo de Tejada, dando cuenta de la marcha que han seguido los negocios de la Hacienda Pública, en el tiempo que tuvo a su cargo la secretaria de este ramo, México, Imprenta de Vicente García Torres, 1857.

62. Jesús Hermosa, Manual de geografía y estadística de la República Mexicana. México, Imprenta de la Viuda de Deis, Besanzon, 1857. En 1870 se edito, revisada por Antonio García Cubas, la que según parece fue la última versión ampliada del Manual bajo el titulo de Compendio elemental de geografía y estadística de la República Mexicana, México, Rosa y Bouret, 1870.

63. Cuadro estadístico y económico comparativo, México 1857.

64. Antonio García Cubas, Noticias geográficas y estadísticas de la República Mexicana, México, Imprenta de J.M. Lara, 1857.

65. Antonio García Cubas, Apuntes relativos a la población de la República Mexicana, México, Imprenta del Gobierno, 1858.

66. Secretaria de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, Memoria de la Secretaria de Estado y del Despacho, escrita por el ministro del ramo, C. Manuel Siliceo, para dar cuenta con ella al Soberano Congreso Constitucional, México, Imprenta de Vicente García Torres, 1857.

67. Manuel Payno, Reseña sobre el estado de los principales ramos de la hacienda pública, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1851.

68. Manuel Payno, Calendario de comercio y guía de forasteros para el año bisiesto de 1860, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, s.f

69. Manuel Payno, México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia, memoria que por orden del Supremo Gobierno Constitucional de la República escribe el C., México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1862.

70. Manuel Payno, La deuda interior de México, México, Imprenta Económica, 1865.

71. Manuel Payno, Cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos del tiempo de la intervención francesa y del imperio, 1861-1867, escrita por orden del Gobierno Constitucional de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1868.

72. Manuel Payno, Cinco colaboraciones sobre diversos asuntos de estadística fiscal, deuda contraída por Brasil e Hispanoamérica con Inglaterra, plata acuñada, productos de correos y de algunas aduanas, estadística fiscal antigua, y una de estadísticas del Hospital de Pobres, Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística, segunda época, vol. I, México, 1869.

73. Manuel Payno, Los bandidos de Rio Frio, Barcelona, México, 1889-1891.

74. Rafael Duran, "Memoria sobre el censo de la República Mexicana", en Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, vol. IX, México, 1862.

75. Antonio del Castillo, Riqueza minera de la República, boletín de El Siglo XIX, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1861.

76. Diligencias generales de la República. Noticia de sus líneas, jornales, precios de asiento, días y horas de entrada y salida y sus condiciones o reglamento de la empresa, s.p.i., 1860.

77. José María Pérez Hernández, Estadística general de la República Mexicana, Guadalajara, Tipografía del Gobierno de Jalisco, 1862.

78. Doctor Jourdanet, "De la estadística de México considerada en sus relaciones con los niveles del suelo y con la aclimatación de las diferentes razas humanas que la habitan", Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, vol. XI, México, 1865.

79. Miguel Arroyo, "Noticia de los trabajos de la SMGE, desde su instalación hasta la fecha, por el que suscribe, en cumplimiento del acuerdo de la misma sociedad", en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, primera época, vol. VIII, 1860.

80. Véase, por ejemplo, Antonio García Cubas, "Extensión territorial y población de la República Mexicana", en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 2" época, I, 1869.

81. Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Memoria de Hacienda y Crédito Público correspondiente al cuadragésimo quinto año económico. Año de 1870, México, Imprenta del Gobierno, 1870.

82. Matías Romero, Geographical and statistical notes on México, Nueva York, G.P. Putman's Sons, 1898.

83. Manuel Rivera Cambas, Atlas y catecismo de geografía y estadística de la República Mexicana, México, 1874, s.p.i,

84. José María Pérez Hernández, Diccionario geográfico, estadístico, histórico, biográfico, de industria y comercio de la República Mexicana, 3 vols., México, Imprenta Cinco de Mayo, 1874.

85. Arturo González de Cossío, "Clases y estratos sociales en México", en México: 50 años de revolución. La vida social, México, Fondo de Cultura Económica, 1961.

86. Antonio García Cubas, "Informe sobre el estado de la estadística nacional", en Secretaria de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, Memoria presentada al Congreso de la Unión por el Secretario de Estado y del Despacho, Vicente Riva Palacio. Corresponde al año transcurrido de diciembre de 1876 a noviembre de 1877, México, Imprenta de Francisco Díaz de León, 1877.

87. Antonio García Cubas, La República de México en 1876, cuya versión en Ingles se edito con el título de The Republic of México in 1876. A political and ethnographic division of the population, character, habits, customs and vocations of its inhabitants, Mexico, La Enseñanza Printing Office, 1876.

88. Boletín del Ministerio de Fomento de la República Mexicana, 9 vols., Imprenta Francisco Díaz de León, 1877 a 1885.

89. Secretaria de Fomento, Colonización, Industria y Comercio. Véase, particularmente, el "Cuadro sinóptico" en la Memoria de la Secretaria de Fomento de enero de 1883 a junio de 1885, y el Cuadro sinóptico y estadístico de la República Mexicana, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1900. AI siguiente año, se editó una nueva edición de esta última obra.

90. Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Memoria de Hacienda y Crédito Público correspondiente al quincuagésimo tercer año económico, transcurrido del 10 de julio de 1877 al 30 de junio de 1878, México, Imprenta de Francisco Díaz de León, 1879. Véanse los dos tomos de anexos. La publicación por separado de estos últimos apareció a nombre de Emiliano Bustos, Estadística de la República Mexicana. Estado que guarda la agricultura, industria, minería y comercio. Resumen y análisis de los informes rendidos a la Secretaria de Hacienda. Anexo 3 a la memoria de Hacienda del año económico de 1877 a 1878, 3 vols., México, Imprenta Cumplido, 1880.

91. Secretaria de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público, Breve estudio sobre el Erario Federal en el último decenio, 1869 a 1879, México, Tipografía de Gonzalo Esteva, 1879.

92. Secretaria de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público, Noticia de la importación y exportación de mercancías en los año« fiscales de 1872-1873 a 1874-1875, México, Tipografía de Gonzalo Esteva, 1880; diversas imprentas en las subsiguientes, de 1880 a 1889.

93. Lorenzo Castro, The Republic of Mexico in 1882, Nueva York, Thompson and Moreau Printers, 1882.

94. Antonio Peñafiel, Trabajos preliminares para la organización. de la estadística general de la República Mexicana, México, Imprenta de la Secretaria de Fomento, 1883.

95. Ministerio de Fomento, Estadística general de la República Mexicana. Periódico oficial, a cargo del doctor Antonio Peñafiel; 8 números correspondientes al lapso de 1884 a 1893, editados entre 1884 y 1896.

96. Antonio García Cubas, Atlas geográfico y estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1885. Cabe señalar que en 1884 se publico un Cuadro geográfico y estadístico de los Estados Unidos Mexicanos del propio García Cubas.

97. Antonio García Cubas, Cuadro geográfico, estadístico, descriptivo e histórico de los Estados Unidos Mexicanos, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1885.

98. Joaquín Casasús, Historia de la deuda contraída en Londres, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, 1885.

99. Francisco Bulnes, La crisis monetaria. Estudios sobre la crisis mercantil y la depresión de la plata, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1886.

100. Dirección General de Estadística, México, Boletín Anual de Estadística General de la República Mexicana, 1884-1892.

101. Boletín Semestral de Estadística de la República Mexicana, a cargo del doctor Antonio Peñafiel, 1888-1892, 8 vols., México, Tipografía de la Secretaria de Fomento, 1888 a 1892.

102. Dirección General de Estadística, Anuario Estadístico de la República Mexicana, números correspondientes a los años de 1893 a 1907, 15 vols., México, Tipografía de la Secretaria de Fomento, 1894.

103. Santiago Ramírez, Noticia de la riqueza minera de México y de su estado actual de explotación, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1884.

104. Informes y documentos para la estadística de la minería en México, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1885-1886.

105. Reseña histórica y estadística de los ferrocarriles de jurisdicción federal desde agosto de 1837 hasta diciembre de 1894, México, Imprenta Díaz de León, 1895.

106. Reseña histórica y estadística de los ferrocarriles de jurisdicción federal desde el 1 de enero de 1895 hasta el 31 de diciembre de 1899, México, Tipografía de la Dirección General de Telégrafos Federales, 1900; Reseña histórica y estadística de los ferrocarriles de jurisdicción federal desde el 1 de enero de 1900 al 31 de diciembre de 1903, México, Tipografía de la Dirección General de Telégrafos Federales, 1905.

107. Ferrocarriles Nacionales de México, Primer Informe Anual del año social que terminó en 1909, México, 1909, s.p.i.

108. Secretaria de Fomento, Informes y documentos relativos a comercio interior y exterior, agricultura e industria correspondientes a los años de 1885 a 1891, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1885 a 1891.

109. "Jornales que se pagan en la República Mexicana a los obreros en las industrias y oficios", en ibíd.

110. Antonio García Cubas, México, Atlas geográfico y estadístico, 1887.

111. Antonio García Cubas, Diccionario geográfico, histórico y biográfico de los Estados Unidos Mexicanos, 5 vols., México, Imprenta de Murguía, Secretaria de Fomento, 1888-1889.

112. Vicente Riva Palacio, director, México a traces de los siglos, 5 t., México, J. Ballesca y Cia., 1884 a 1889.

113. Alfonso Luis Velasco, Geografía y estadística de la República Mexicana, 20 t., México, Tipografía de la Secretaria de Fomento, 1890 a 1900.

114. Boletín Demográfico de la República Mexicana, Dirección General de Estadística, 12 números correspondientes a los años de 1895 a 1907, Tipografía de la Secretaria de Fomento, México, 1896 a 1907.

115. Véase Historia moderna de México, México, Hermes, 1955-1972; particularmente el tomo dedicado a estudiar la vida económica durante la República restaurada y los dos que corresponden al mismo campo, referidos al porfiriato. Como producto del trabajo de investigación estadística, se publicaron por separado, y sin acreditación autoral, las obras Estadísticas económicas del Porfiriato. Fuerza de trabajo y actividad económica par sectores, EI Colegio de México s/f.; asimismo, Estadísticas económicas del Porfiriato. Comercio exterior de México, 1877-1911, México, EI Colegio de México, 1960.

116. Moisés González Navarro, Estadísticas sociales del Porfiriato, México, Dirección General de Estadística, 1956.

117. Isidro Epstein, La mortalidad en México, México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1894.

118. Rafael de Zayas Enríquez, Los Estados Unidos Mexicanos, sus condiciones naturales y sus elementos de prosperidad, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1893. Más tarde, se edito una nueva versión, con el titulo Los Estados Unidos Mexicanos. Sus progresos en veinte años de paz,1877-1897, Nueva York, H.A. Rost y Cia., 1899.

119. Luis Pombo, México 1876-1892. Estudio estadístico, 2 t., México, Imprenta El Siglo XIX, 1893.

120. José Trigo, Recursos y desarrollo de México, San Francisco, The History Company, 1892-1895.

121. Justo Sierra (comp.), México. Su evolución social, México, editada y publicada por J. Ballesta y Compañía, 1900-1902,2 t.

122. Pablo Macedo, La evolución. mercantil. Comunicaciones y obras públicas. La Hacienda Pública (Tres monografías que dan idea de una parte de la evolución. económica de México), México, J. Ballesta, 1905.

123. Memorias estadísticas de la República Mexicana, La Agencia Mercantil, México, 1888-1891.

124. Francisco Navarro y Compañía, Primer directorio estadístico de la República Mexicana, México, Imprenta de Eduardo Dublan, 1890.

125. Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Boletín de Estadística Fiscal, t. I a v, Tipografía de la Oficina Impresora del Timbre, 1895 a 1914, y Tipografía de la Oficina Impresora de Hacienda, 1914 a 1918.

126. Secretaria de Estado y del Despacho de Hacienda, Crédito Público y Comercio, Anuario de Estadística Fiscal 1911-12, México, Tipografía de la Oficina Impresora del Timbre, Palacio Nacional, 1913.

127. Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Anuario de Estadística Fiscal 1918, México, Departamento Universitario y de Bellas Artes, Dirección de Talleres Gráficos, 1921.

128. Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Anuario de Estadística Fiscal 1919, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1922.

129. Dirección General de Estadística, Importación y exportación de la República Mexicana, México, Imprenta de la Secretaria de Fomento, años de 1899 a 1907.

130. Dirección General de Estadística, Ministerio de Fomento, Censo general de la República Mexicana, verificado el 20 de octubre de 1895, 28 vols., México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1897-1902.

131. Dirección General de Estadística, Censo general de la República Mexicana verificado el28 de octubre de 1900, 29 t., México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1900-1904.

132. Antonio Peñafiel, Cuadro sinóptico y estadístico de la República Mexicana. Ano de 1900, México, 1901.

133. Dirección General de Estadística, Estadística industrial de la República Mexicana formada por la Dirección General de Estadística a cargo del doctor Antonio Peñafiel, México, Oficina tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1903.

134. Guía general descriptiva de la República Mexicana, Barcelona, Araluce, 1900.

135. Francois Trentini, La prospérité du Mexique, Paris, Bayeau et Chevalier, y México, J. Ballesta, 1908.

136. The Mexican yearbook, años de 1908, 1909, 1911 Y 1914, Londres, McCorquodale, 1908, 1909, 1911 y 1914.

137. Dirección General de Estadística, Nomenclatura y estadística de las enfermedades según el sistema Bertillon, México, 1901.

138. División territorial y censo del estado de Sonora, Guaymas, Imprenta de E. Gaxiola, 1890.

139. Dirección General de Estadística, Estadística ganadera de la República, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1903.

140. Estadística agrícola, México, Imprenta de la Secretaria de Fomento, 1910.

141. Joaquín Casasús, Las instituciones de crédito, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1890.

142. Memoria de las instituciones de crédito correspondiente a los años de 1897 a 1911, 17 vols., México, Oficina Impresora del Timbre, 1900 a 1914.

143. Comisión Monetaria, Estadística bancaria, México, Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, 1903.

144. Comisión Monetaria, México, Datos para el estudio de la cuestión monetaria en México, Impresora de Estampillas, 1903.

145. Joaquín Casasús, México, La reforma monetaria en México, Imprenta de Hull, 1905.

146. Carlos Díaz Dufoo, México y los capitales extranjeros, México, Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1918.

147. Antonio Peñafiel, Cuadro sinóptico informativo de la administración del señor general don Porfirio Díaz, presidente de la República hasta 1909, México, Imprenta de la Secretaria de Fomento, 1910.

148. Tercer censo de población de los Estados Unidos Mexicanos, verificado el27 de octubre de 1910, 2 vols., México, Dirección de Estadística, Secretaria de Agricultura y Fomento, Oficina Impresora de la Secretaria de Hacienda, 1918.

149. Boletín de la Dirección General de Estadística, números correspondientes a los años de 1913 a 1914, México, Secretaria de Fomento, 1913-1914.

150. Boletín del Petróleo y Boletín Minero, Secretaria de Fomento, Colonización e Industria, ambos a partir de 1916.

151. Departamento de Estadística Nacional, Censo general de habitantes, 30 de noviembre de 1921, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1925-1928.

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